viernes, 11 de noviembre de 2016

MARÍA CABEZUDO CHALONS [19.525]

Badajoz

María Cabezudo Chalons

María Cabezudo Chalons (Badajoz, 1821-1902), excepto por su leve incursión en los periódicos dependientes de El Liceo de Badajoz y un poema que vio la luz en El Álbum de las Bellas, en 1849, no le conocemos ninguna otra composición publicada en la prensa, ni editó jamás libro de poesía alguno. No obstante, unen a María con la de Campanario, Vicenta García Miranda, dos hechos significativos: ambas iniciaron la andadura en la asociación cultural capitaneada por los Coronado Romero en Badajoz, El Liceo, y ambas recibieron el estímulo de Carolina; ambas iban en pos de ella.

Fiel e íntima amiga de la Coronado, quién sabe si pudo propiciar tan estrechos lazos entre ambas el que la abuela de María Cabezudo, Juana Pachón, fuera natural de Almendralejo. Puede incluso que en la villa de Tierra de Barros hubiera estado en algunas ocasiones María; al menos su “mejor amigo”, tal como calificó en un poema a Luis Fernández Golfín, era natural y vecino de Almendralejo, nieto del diputado liberal, trágicamente asesinado en 1831, Francisco Fernández Golfín.

Sea como fuere, María Cabezudo (o Cavezudo, como ella firmaba) nació en Badajoz el día 10 de febrero de 1821. Su padre era palentino, natural de Baltanás, y la familia de su madre, los Chalons, oriundos de Francia, residían en Badajoz al menos desde el siglo XVIII. Su partida de nacimiento dice así:

“En la ciudad de Badajoz y febrero trece de mil ochocientos veinte y uno, yo Don Juan Ramírez, cura del Sagrario de la Santa Iglesia Catedral del Distrito de Nuestra Señora de la Concepción, bauticé solemnemente a María de la Purificación Escolástica, que nació el diez del corriente mes y año, hija legítima de Bernardo Cavezudo García, natural de la villa de Baltanás, obispado de Palencia, y de Manuela Chalón Pachón, natural de esta ciudad; nieta por línea paterna de Manuel Cavezudo y de Bernardina García, y por la materna de Pedro Chalón, de esta ciudad, y de Juana Pachón, natural de Almendralejo. Fue su madrina Juana Pachón, a quien amonesté el parentesco espiritual y demás obligaciones de su cargo. Fueron testigos Juan Carvallo y Joaquín José”.

Esta mujer, a la que Carolina Coronado retrató como “una jovencita esbelta, de cabello rubio y rizado y con ojos brillantísimos”, fue miembro de la sección literaria del Liceo, como ya hemos reflejado en la noticia sobre la inauguración de las clases que organizó la institución en 1846. En El Liceo compartió con Carolina ilusiones y amistades, sea la del escritor Gabino Tejado, maestro y promotor de la de Almendralejo, o la de Carolina Villar y Aldana, fallecida tempranamente, en 1849, a la que ambas, la Coronado y la Cabezudo, dirigieron sendos poemas tras su óbito.

Los poemas de Cabezudo se han conservado en un manuscrito autógrafo, que fue propiedad de Antonio Rodríguez-Moñino y del que ya dio noticias Manzano Garías. Está formado por 32 composiciones, si bien la dedicada a Gabino Tejado fue copiada por duplicado (“Acento sonoro de tierna poesía”). La mayor parte de los poemas fueron compuestos durante la época de esplendor de El Liceo, entre 1845 y 1849. Hay un par datados en 1850 en Badajoz; algunos de 1851 y 1852 escritos durante sus estancias en agosto en el Balneario de Baños de Montemayor; un conjunto fechado en 1867 y dirigidos casi todos a la Virgen de Bótoa, y un par muy tardío, de 1890 y 1898. De ellos sólo dos nos consta que fueron publicados en El Pensamiento, el periódico dependiente de El Liceo de Badajoz: “A la primavera”, el 18 de abril de 1845 y “Al joven poeta don Gavino Tejado”.

En sus poemas, por desgracia de escaso valor literario, se percibe el influjo de Carolina Coronado, a la que debió admirar profundamente y cuyas ausencias pareció sufrir con verdadera nostalgia, sobre todo, la definitiva, una vez se estableció en Madrid. De hecho, María Cabezudo principió un diario, íntimo y recogido, que dedicó a su amiga ya casada y que nos ha llegado incompleto, veintitrés hojas que son testimonio de aquella hermandad lírica que propició Carolina y de la impronta que su coraje e inteligencia dejaron entre sus compañeras de generación. Es imposible no percibir el estímulo de la Coronado en composiciones tales como “A la primavera”, “A la flor de un día”, “En la soledad”, pero sobre todo en “A las poetisas” (que debió componer con motivo del nombramiento de varias poetas como socias honorarias del Liceo en febrero de 1846) o “A la juventud de Extremadura”, este último publicado en El Álbum de las Bellas (Sevilla), en 184.

No conocemos dato biográfico más, excepto que debió permanecer soltera, acaso al cuidado de su madre (“modelo de heroísmo para su madre”, la llamó Carolina Coronado) y que falleció el 19 de julio de 1902 en el Hospital Provincial de Badajoz. El Nuevo Diario de Badajoz publicó una necrológica, que daba noticia de la prodigiosa memoria de la octogenaria escritora, olvidada de todos, sola.

Decía:

“El sábado último falleció en esta población a los ochenta y un años de edad la inspirada poetisa doña María Cabezudo Chalons, amiga íntima de nuestra insigne Carolina Coronado […] Su entierro, verificado ayer, fue modestísimo… No hubo ni una corona, ni una flor, ni un solo recuerdo de aquellos que la ensalzaron y admiraron en otra época. Verdad es que pocos por desgracia han sobrevivido. Nuestra insigne poetisa Carolina Coronado, cuando tenga noticia del fin de la ilustre escritora que tantos aplausos obtuvo y tan buena posiciónç alcanzó en la sociedad literaria de su tiempo, dedicará una lágrima piadosa a su memoria, compensando así el abandono a que la injusticia de este pueblo la redujo en los últimos años de su vida”.

Y según parece, Carolina Coronado escribió una carta de pésame para los parientes de aquella amiga, “rara virtud destinada a quedar obscura en este pícaro mundo”.

Con mucha distancia respecto a estas precursoras, en la segunda mitad del siglo XIX, surgen otros empeños poéticos, casi todos de escasa calidad literaria.
Son las voces de algunas mujeres, que nacen (excepto dos de ellas: de la Flecha y Chacón) después de 1850, casi todas maestras, a las que quizás la propia condición de docentes y el cierto estatus e independencia que ello concedía facilitó la senda para ingresar en periódicos y revistas de diversa índole, y propició la inquietud de dedicarse a la poesía. 


Poetas extremeñas del siglo XIX
CARMEN FERNÁNDEZ-DAZA ÁLVAREZ
Centro Universitario Santa Ana
Almendralejo.


María Cabezudo Chalons


                          A mi querida amiga Carolina Coronado y Romero

Brillante luna que extasiada miro,
recoge mi suspiro
y llévalo a la hermosa Andalucía,
donde a la amiga mía,
mi Carolina amada,
parece que la tienen encantada. 

Y cuando en ti fije sus ojos tan hermosos,
triste y lloroso,
no obscurezca tu luz, y sé brillante.

Ilumina constante
aquella frente en el que candor rebosa,
y cuando inspirada está
¡ay! más hermosa.

Dile que venga, que el otoño ya ha pasado
y el invierno nevado,
y que al llegar la florida primavera
el Guadiana en su ribera
le guarda juncos mil de aroma pura
que ofrecen orgullosos su hermosura.

Dile que a sus amigos, siempre tan amados,
los tiene ya olvidados;
que por ella lloran
y su venida imploran.

Que venga, que venga ya a abrazarnos
para nunca volver a separarnos


[Badajoz], 1848.






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