miércoles, 10 de marzo de 2010

EDUARDO GARCÍA [052]


EDUARDO GARCÍA

Eduardo García (São Paulo, 23 de agosto 1965-Córdoba, 19 de abril 2016) fue un poeta español. Recibió, entre otros, el Premio Nacional de la Crítica, el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla» y el Premio «Ojo Crítico» de Radio Nacional de España. Cultivó también el ensayo y el género aforístico.

Hijo de españoles, permaneció en Brasil hasta los siete años. Cuando su familia volvió a España vivió su infancia y juventud en Madrid, donde obtuvo la licenciatura en Filosofía, especializándose en Estética. Desde 1991 residió y trabajó como profesor de Filosofía en Córdoba. Falleció en Córdoba el 19 de abril de 2016, tras una larga enfermedad.

Trayectoria

Como poeta es autor de Las cartas marcadas, No se trata de un juego, Horizonte o frontera, Refutación de la elegía, La vida nueva y Duermevela, así como de recopilaciones de su obra, dentro y fuera de España, como la antología temática Las acrobacias del deseo, Casa en el árbol (San José de Costa Rica) y la bilingüe Antologia pessoal (Brasilia). Fue galardonado con los premios: «Nacional de la Crítica» (2009), «Ojo Crítico» de RNE, «Ciudad de Melilla», «Juan Ramón Jiménez», «Fray Luis de León» y el Premio Internacional de Poesía «Antonio Machado en Baeza», entre otros.

En paralelo a su obra de creación, cultivó la reflexión sobre el fenómeno poético en dos ensayos Escribir un poema y Una poética del límite. En este último desarrolló su particular posición estética, perfilando una interpretación de la poesía actual a la luz de la tradición romántico-simbolista, el pensamiento contemporáneo y el psicoanálisis.

En 2015 publicó Las islas sumergidas, libro de aforismos, donde conjugó poesía y pensamiento.

Actividades afines

Escribió columnas en Milenio, suplemento cultural del diario El Día (2000-01), así como reseñas críticas en diversas revistas literarias. Participó como traductor en los volúmenes colectivos de traducciones de Elaine Feinstein (Música urbana, Hiperión, 2002) y Douglas Dunn (Elegías).

Conferenciante y profesor de talleres de poesía y cursos de escritura creativa, Ccoordinó el Homenaje al poeta Pablo García Baena celebrado en las ciudades de Córdoba y Málaga en el año 2003.

Fue editor de del volumen conmemorativo Casi un centenario, Homenaje a Pablo García Baena y codirigió la colección Biblioteca de Creación Literaria de la Diputación de Córdoba. Poemas suyos fueron musicados por el grupo de rock "Javi Nervio y su Banda" en el álbum Grande Éxito (2002). En la actualidad cultiva la crítica de ensayo y poesía en la revista de libros Mercurio.

Estilo

Su obra poética estuvo en permanente evolución. En sus primeros libros cultivó lo que el propio autor denominaba un "realismo visionario". En una peculiar fusión de poesía y género fantástico, sus poemas despliegan escenas simbólicas en el espacio fronterizo entre realidad e imaginación.

A partir de Refutación de la elegía (2006) su poesía se internó más a fondo en el territorio de lo onírico. Desarrolló entonces una lírica vitalista de exaltación de las fuerzas del deseo. La ensoñación ganó terreno en sus poemas, así como el cultivo de formas poéticas más extremas: de un lado el versículo; de otro, la fragmentación del discurso. Conjugó en La vida nueva (2008) una pluralidad de registros poéticos a medida que se atraviesan diversos estados de conciencia.

Premios

Premio «Ciudad de Leganés» y Mención Especial del Jurado del «Premio Anthropos de Poesía» por Las cartas marcadas (1995)
Premio «Ojo Crítico» de Radio Nacional de España y Premio Hispanoamericano de Poesía «Juan Ramón Jiménez» por No se trata de un juego (1998)
Premio Internacional de Poesía «Antonio Machado en Baeza» por Horizonte o frontera (2003)
Premio Nacional de la Crítica y Premio «Fray Luis de León» por La vida nueva (2008)
Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla» por Duermevela (2014)

Obra

Poesía

Paradoja del tahúr (Col. Laberinto de Fortuna, José Mª Palacios editor, 1993).
Las cartas marcadas (Libertarias, 1995): Premio «Ciudad de Leganés».
No se trata de un juego (col. Juan Ramón Jiménez,1998; 2ª ed. en Maillot Amarillo con prólogo de Andrés Neuman, 2004): Premio Hispanoamericano de Poesía «Juan Ramón Jiménez», Premio «Ojo Crítico» de Radio Nacional al mejor libro de joven poesía del año.
Horizonte o frontera (Hiperión, 2003): Premio Internacional de Poesía «Antonio Machado en Baeza».
Refutación de la elegía (Antigua Imprenta Sur, 2006; ed. no venal)
La vida nueva (Visor, 2008): Premio Nacional de la Crítica 200916 y VI Premio de Poesía «Fray Luis de León»
Las acrobacias del deseo (antología temática; Córdoba, 2009)
Casa en el árbol (antología; San José de Costa Rica, 2011)
Antologia pessoal (ed. bilingüe español-portugués; Thesaurus Editora, Brasilia, 2011)
Duermevela (Visor, 2014): XXXV Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla»

Aforismos

Las islas sumergidas (Cuadernos del Vigía, 2014)

Ensayo

Escribir un poema (Ediciones y Talleres de Escritura Fuentetaja,19 2000, 2003; El Olivo Azul, 2011)
Una poética del límite (Pre-Textos, 2005)

Inclusiones en antologías de poesía

Diálogos (Raúl Alonso, el átomo, Córdoba, 1998)
La generación del 99 (José Luis García Martín, Nobel, Oviedo, 1999)
Milenio (Basilio R. Cañada, Sial, Madrid, 1999)
Pasar la página (Manuel Rico, Diálogos de la lengua, Cuenca, 2000)
Poesía espanhola, anos 90 (Joaquim M. Magalhães, Lisboa, 2000), edición bilingüe.
Un siglo de sonetos en español (Jesús Munárriz, Hiperión, Madrid, 2000).
La flama en el espejo (Rogelio Guedea, Praxis, México, 2001).
Yo es otro, autorretratos de la nueva poesía (Josep M. Rodríguez, DVD, Barcelona, 2001)
Poesía en la bodega (Antonio Flores, Arca del Ateneo, Córdoba, 2001)
La voz y la escritura (Miguel Losada, BOCM, Madrid, 2001)
Los ojos dibujados (José Antono Mesa Toré, Litoral, Málaga, 2002)
25 poetas en la Casa del Inca (María Rosal; prólogo de Francisco Gálvez, Aula Poética Casa del Inca, Montilla, 2002)
La lógica de Orfeo (Luis Antonio de Villena, Visor, Madrid, 2003)
Edad presente (Javier Lostalé, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2003)
En pie de paz (Javier Fernández, Plurabelle, Córdoba, 2003)
Madrid, once de marzo (Eduardo Jordá y José Mateos, Pre-Textos, Valencia, 2004)
Cartografía poética (Álvaro Salvador y A. L. Geist, Renacimiento, Sevilla,2004)
Que la fuerza te acompañe (Ana Santos y Pedro J. Miguel, El Gaviero, Almería, 2005)
Geografías habitadas (Antonio Llamas, Ánfora Nova, Rute, 2005)
Última poesía española (1990-2005) (Rafael Morales Barba, Clásicos Marenostrum, 2006)
Poesía viva de Andalucía (VVAA, , Universidad de Guadalajara, Guadalajara, México, 2006)
Córdoba Espacio Poético (María Rosal, Diputación de Huelva, 2006)
La casa del poeta (Antonio Manilla y Román Piña, La noche polar, Mallorca, 2007)
Diez poetas de los noventa (Luis Alberto de Cuenca, Madrid, 2008)
Medina Azahara (Antonio R. Jiménez, Córdoba, 2008)
Poemário. I Bienal Internacional de Poesía de Brasília (VVAA, Biblioteca Nacional do Brasil, Brasília, 2008)
La dolce vita. Poesía y cine (Francisco Ruiz Noguera, Málaga Cinema, Málaga, 2010)
Terreno fértil (Córdoba, 1994-2009) (Eduardo Chivite y Antonio Barquero, Cangrejo Pistolero, Sevilla, 2010)
Y habré vivido (poesía andaluza contemporánea) (Jesús Aguado, Aurora Luque y José Antonio Mesa Toré, Centro Cultural Generación del 27, Diputación de Málaga, 2011)
En una habitación de hotel (Javier Bozalongo, Bibliotteca fip, Granada, 2011)
La sal de la lengua (VVAA, Diputación de Salamanca, 2013)
Vida callada (Antonio Moreno y J.M.Asencio, Pre-Textos, Valencia, 2013)

Edición

Casi un centenario. Homenaje a Pablo García Baena (VVAA, Plurabelle-Junta de Andalucía, Córdoba, 2004)
Biblioteca de Creación Literaria (Diputación de Córdoba, periodo 2001-2005)



Las cartas marcadas
 Libertarias, Madrid, 1995

CESE  DE  HOSTILIDADES

¿Cómo reconciliarse con el mundo
si es tan necio, veleta, tarambana,
que es capaz de albergar al mismo tiempo
el Taj Mahal, los campos de exterminio,
la mezquindad, tu risa, la traición,
los libros, la ignorancia, un cuerpo que fascina,
el carbón y la sal, los muros y el espacio,
el cáncer y las playas tropicales?

Y sin embargo, y no obstante, y pese a todo,
acudimos al día como quien va a una cita
con una vieja amante casquivana,
la sonrisa planchada y el pañuelo
en el bolsillo izquierdo, fiel, solícito,
y hacemos el amor sin credenciales,
o escribimos poemas que interpretan
la vida a su manera,
                                 como si ésta
hubiera de aguardarnos a la vuelta
de la esquina, con su traje de novia
y su ramo de flores
funerarias.



OCURRE QUE ESTOY TRISTE
Y NO SÉ CÓMO

Ocurre que estoy triste y no sé cómo.
Ocurre lo de siempre de otra forma,
que el paso ya no encuentra su pareja,
ni el labio encuentra a tiempo el otro labio.
Por más que me pregunto por mí mismo
mi voz no firma el aire con su aliento,
la piedra ya no es piedra ni es un pájaro,
el tráfico me coge por sorpresa.
Escucho las noticias. La ensalada
me sabe a pan, el pan a chamusquina.
La sangre me estropea la función.



LA ISLA

Tus caricias. El mar. Los cocoteros.
La sábana enredada entre tus piernas.
El maitre del hotel, su voz de frío:
«Veinticuatro horas, ¡ya sabe!».
Supe que un día era un plazo inconcebible,
que tan sólo unas horas bastarían.
Conocí el huracán, la madreselva.
Conocí el ancho cielo interminable.
Conocí las espadas y el enigma,
la boca del dolor, la del deseo,
la súplica que anuncian los labios no besados,
qué tibio el corazón cuando se precipita.
Cuantas mujeres hay en este mundo
las conocí por ti. En ti dormían.



PARADOJA  DEL  TAHÚR

Yo deseaba ser aquel que soy.
Ahora quisiera ser quien me soñaba.
Daría estos renglones sin dudarlo
por recobrar las vidas que perdí.



No se trata de un juego
 Maillot Amarillo, Granada, 2004 (2ª ed.) 


UN HOMBRE MIRA  A OTRO EN LA VENTANA

Un hombre mira a otro en la ventana;
a otro hombre sentado junto a otra
ventana silenciosa,
su mirada en la página y el aire
solemne con que lee ahora una línea
buscando un sol de invierno, unos caballos
galopando en la nieve, una mujer
hermosa e imposible y fugitiva,
la caricia del viento y la costumbre
o la detonación, el grito, el breve
latido en que la sangre se demora
suspendida y a punto,
                               y ahora sí,
el temblor de la piedra sumergida,
el aliento que vibra y se desboca,
la ciudad que aparece en la distancia.

Un hombre mira a otro en la ventana.
Escribe unas palabras. No sospecha
 —más allá de la sangre y los caballos
y el viento y la mujer y aquel latido—
que los trazos que araña en el papel
son los versos que el otro lee ahora.



AL OTRO LADO

Te digo que esta vez lo digo en serio.
No consigo dormir, me asusta el tiempo
que tengo que pasar sin ver tu risa
liviana apoderarse de la casa.
Noche tras noche vienes y me dejas
más sólo que la luna. Ese recuerdo
me basta para hacer un melodrama
del día que me espera, sin un beso
que llevarme a la boca. Mi mujer
no sospecha de ti; sólo pregunta
de dónde ese aire huérfano, esa leve
sonrisa que me vuelve transparente
me llegan
               y hacia dónde me conducen.
Ya no voy a fingir. Hoy es el día.
Esta noche nos vemos para siempre.
Cruzaré en un descuido la pantalla.
Me quedaré contigo al otro lado.



TENÍA  QUE  ENCONTRARLE EN  UN  POEMA

Salió de no sé dónde. Iba descalzo,
con la cara tiznada como entonces,
el aire de un pirata diminuto,
la sonrisa torcida y en los ojos
intacta la malicia.
                             Pudo reconocerme
a pesar de las grietas en mi cara,
a pesar de mi aspecto improcedente,
de mi disfraz de adulto, mi voz grave.
«¿Dónde estabas? —me dijo—. Este verano
te echábamos de menos. Junto al río
he encontrado los restos de un naufragio.
Ven a cavar conmigo. En la otra orilla
nos vigilan jinetes emboscados.»
Tuve que convencerle de que no,
que sólo estaba allí por un azar.
—¿Cómo iba a irme con él con esta facha,
con este cuerpo enorme y perezoso?—.
Allí nos despedimos, no sin antes
enviarle recuerdos para todos.
Lo dejé en su verano inagotable.



AL  FONDO  DE  LA  ESCENA

He cruzado el umbral. Estoy en casa.
Después del frío, el viento y los veranos
he venido. Saludo a los objetos
con un suspiro grave y respetuoso.
La sala decorada con flores que parecen
desplomarse carnívoras sobre los comensales.
He ocupado mi silla. Alguien comenta
el precio escaso de la vida humana
en un país remoto y las noticias
dejan caer promesas de un futuro
que merezca la pena. La mujer
me sirve una sonrisa.
El hombre habla con ella como quien acaricia
un sueño que se hiciera cotidiano.
Bajo el mantel los niños se pelean.
La sal. El pan. La mesa como siempre:
cada cual en su sitio, absorto en la tarea
de ser el personaje que la trama
dispone.
              Así, ya ves, somos felices.
Ignoramos que un día la ausencia de la madre,
esa silla vacía, inconcebible,
hará que el niño aquél —al fondo de la escena—
escriba estas palabras.



LA  TRISTEZA  SE  LLAMA  SINSENTIDO

La tristeza se llama sinsentido,
se llama no sé adónde conduce esta escalera interminable,
se llama ya no hay llave, quizá no la hubo nunca,
se llama llega tarde, se acaban de agotar todos los plazos.

La tristeza no avisa por teléfono,
ni siquiera llama al timbre antes de entrar,
te coge con el traje o el pijama,
te coge acompañado y entonces hay que huir,
te coge solo, entonces... ¿a quién llamas?

Es imposible verle la cara a la tristeza.
Huele a cerrado. Es áspera su voz.
Besa como lo haría un muñeco de cera.
Cuando llega su hora se levanta,
se va como llegó pues la tristeza
se llama sinsentido.



NO SE TRATA DE UN JUEGO

No se trata de un juego. Estoy perdido
en anónimas calles
de una ciudad desconocida. Voy
buscando a un hombre que huye tras mis pasos,
su voz, su gesto grave, su silueta
confundiéndose, lejos, entre la multitud.

Sé que lo acosaré con la mirada,
sé que se ocultará a mis tristes ojos,
que dejará un reguero de piezas inconexas,
una casa en el campo, la sombra de una encina,
la risa de su madre al despertarle
un domingo, las chicas, confidencias
al calor de la hoguera, el corazón
como el pájaro herido que vacila:
sonrisas que ya no, gestos de viento
disipándose al tacto como estrellas fugaces.

Alzo la mano. Estoy
a punto de tocarle tan despacio,
tan cortina de niebla estremecida,
tan infinitamente cerca, aquí,
debajo de mi voz, en el espacio
que media entre la espada y la pared.

Al descubrir su cara lo comprendo.
Yo soy mi cazador, yo soy la presa;
yo soy quien me sonríe en la penumbra.
Nos separa un papel y sin embargo
no podré cruzar nunca ese desierto.


Así suena la voz cuando se vuelca en tinta.
Así las diminutas raíces en secreto,
el rugido del claxon y las enredaderas,
las casas a lo lejos, la piel a la intemperie,
la serpiente de luz que abraza las esquinas,
el pentagrama en blanco donde aguarda el amor.

En la página quedan,
tierra de nadie, paso fronterizo
entre los calendarios, las normas, la razón,
sus redes invisibles,
y la dulce acrobacia del deseo.



Horizonte o frontera
 Hiperión, Madrid, 2003 


HABITACIÓN 215

La habitación 215
da a un vasto territorio sin fronteras.
Quién lo iba a decir, con esos cuadros
tan fúnebres que manchan las paredes,
arrugas en la cama, el polvo y esa luz
hostil, de sanatorio, cegadora.
Y sin embargo entramos y de pronto,
en virtud de qué magia yo no sé,
los reducidos límites del cuarto
se desplazan, rebosan, van más lejos,
qué alegría, qué sol, qué hábito de espumas:
el joven funcionario que se afeita, dispuesto a incorporarse a su destino,
los niños que se asoman al balcón, temblando de impaciencia: los bañadores puestos y el mar en la mirada,
dos ancianos se dan las buenas noches con ternura sencilla y con verdad,
los jóvenes amantes que desnudan en su propio temblor el eco de otra piel,
el viajante que insomne repasa la jornada: cuando cierra los ojos puede entrar a hurtadillas al cuarto de sus hijos, vela su sueño en plena soledad...
Todo ocurre a la vez, todo convoca,
afán, gesto, designio y fiebre súbita,
nos hermana en un tiempo simultáneo:
la dicha de ser hombre entre los hombres,
entre la muchedumbre una mirada,
respirando la vida en este cuarto,
entre los blancos muros abatidos,
más allá de la puerta y el letrero:
habitación 215.




LA LLUVIA

También la lluvia cede al desaliento,
se demora en sí misma, se derrumba
en bautismo, moja tus labios, huele
a patio de colegio o la ternura
de sábanas recién planchadas
que palpitan.

Feliz el que regresa a su casa despacio,
distraído, a lo suyo, ni triste ni contento,
cuando una lluvia amiga le despierta de pronto
voces perdidas, gestos que el olvido
avariento atesora.

                           Y le moja los labios,
le limpia de tinieblas la mirada,
una ola muy honda le sube por las venas,
le deposita en brazos de una nube
y queda en paz con todos
y dice sí a la vida.



SUEÑO CON CUCHILLOS

Camino por un bosque de cuchillos.
Sus mangos enterrados
levantan la amenaza del acero.
Avanzo con cautela, sin saber
adónde me dirijo. El aire borra
a mi espalda mi rastro, lo confunde.
Al eco de mis pasos
se vuelven los cuchillos hacia mí,
girasoles de sombra agazapada...

Despierto. Abro los ojos:
el vaso en la mesilla, tu cuerpo junto al mío,
la casa en calma. Es el amanecer.
Vuelvo a cerrar los ojos, miro adentro:

Un bosque de cuchillos me contempla.
No es el bosque del sueño. Tiene una luz más honda
y conoce mi nombre y su penumbra.
Sus filos brotan hacia mí, el clamor
del acero:

                la angustia de los días
transcurridos a ciegas por un túnel
en la lenta tortura del reloj,
el pavor de las noches
aguardando el gemido de un teléfono:
noticias de una vida
suspendida entre luz y oscuridad.

Y de pronto el silencio.
Se reflejan mis ojos en sus hojas.
Suena el teléfono:
                           Saltan
sobre mí.



SPLEEN

A menudo equivoco el autobús,
cruzo a destiempo, bajo la escalera
que debiera subir, vacilo, voy
hilando incoherencia con la ciega
obcecación del triste que desliza
su ronco despertar a medianoche,
su tímida esperanza sin consuelo,
su billete borroso hacia otra parte;
y no es que los espejos se me rompan
al mirarlos de frente, ni que el tráfico
taladre este tesón con que persisto,
los afanes que finjo en un alarde
de acróbata que traza en el vacío
su torpe pirueta, yo no sé
si me explico, lo cierto es que tampoco
reconozco si voy o si regreso,
si parto el pan o tomo mi jarabe,
la tos que desayuno cada día,
es todo tan confuso, es tan difícil
decir que sí, que no, que todo lo contrario,
ganarle por la mano al día su confianza,
por eso mi bufanda me parece
la soga de un ahorcado y es así
como anudo mi lastre inconsolable,
derrocando la risa de los niños
con astucia de ingenuo derrotado,
aspirando a la tierra y al reposo,
prisionero de mí, ya sin ficciones.



INTRUSO

Desnudo en el silencio de la noche
intento conciliar el sueño. Escucho
el vaivén de la sangre en mis latidos,
el vaivén de las olas en mi respiración.
Encogido en la orilla de la cama
contemplo una pared con ojos ciegos;
dígitos luminosos rasgan la oscuridad.

Y de pronto el silencio y más allá,
en plena soledad, una presencia:
hay algo en la otra orilla de la cama,
hay algo que respira. Escucho, ronco,
el vaivén de las llamas en sus labios,
el vaivén de las sombras en su respiración.

Quizá si me volviera aún encontraría
las sábanas calientes. Pero el miedo
me tiene en su poder. Siento a mi espalda
una densa tiniebla, un hueco que respira.
Y permanezco inmóvil mientras duerme.
Y permanezco insomne, no vaya a despertar.



DESHABITADO

Triste destino el del deshabitado:
camina entre la gente inadvertido,
se refugia en su prisa y su tarea,
su camisa planchada, el gesto anónimo
con el que se decide ya a cruzar,
el camino está libre, no hay peligro,
y persiste no obstante en plena calle,
se le congela el gesto en instantánea,
recluido en sí mismo, detenido
a la orilla de todo, en su silencio
mira sin comprender, avanza el paso,
siente hasta las raíces el vacío,
un boquete en el pecho como un túnel
que da a la oscuridad.



LAS PUERTAS

Al fondo de mí mismo hay cuatro puertas.
Desciendo por el pozo hacia los hondos
canales que me surcan. Pecho adentro
cruzo la oscuridad a ciegas. Voy
palpando las paredes. Ahora el aire
es más puro. Vislumbro el resplandor:

la puerta del jardín de los deseos,
la puerta del instante prodigioso,
la puerta de la infancia recobrada.

Huele a ausencia de pronto un viento frío.
Siento a mi espalda un hueco impenetrable:
por las hondas rendijas de tinieblas
mana un silencio atroz. Detengo el paso.

Mientras florezcan firmes mis deseos
y me aguarde el instante y el prodigio
y la luz en los patios de la infancia,
no cruzaré el umbral, la cuarta puerta,
no pisaré esa nada imponderable.



Refutación de la elegía
 Generación del 27, Málaga, 2006 



REFUTACIÓN DE LA ELEGÍA

Disculpen la imprudencia, voy de paso,
me caí en esta página, no supe
medir mis fuerzas, apurar la brisa,
resistir su imperiosa invitación,
la página pedía un desaliento
a la altura del llanto y los zapatos,
pero no estaba yo para difuntos,
me brotó una sonora carcajada,
una encina colgada de un trapecio,
un tigre amamantando a una gacela,
un ciempiés saludando innumerable,
nada hay seguro aquí, ya me hago cargo,
a lo peor la página está inquieta,
reclama ya su hastío inmemorial,
y yo en las musarañas, tan contento,
acorazado, en fin, feliz, ya ven,
poco propenso a la melancolía,
convocando el deseo en la figura
de una mujer al término del goce,
sin tristeza post-coitum, no se apuren,
espléndido animal, fruta sin dueño,
deslumbrante en la página, sensual,
una refutación de la elegía,
una celebración de la alegría,
cuerpo fugaz, materia derramada,
se ríe de la página, transpira,
les dejo con su gozo, no sin antes
invitarles a arder por las raíces,
a vivir por la piel a contramano,
no me hago responsable si la página
persiste por inercia en su congoja,
si le gusta sufrir es su problema,
nosotros a lo nuestro, hacia alta mar.



CECI N‘EST PAS UNE PIPE

La palabra agua no moja:
puedo escribirla siete veces siete,
en paredes, en labios, en estatuas,
una por cada nube que se aleja,
una por cada gota que no llueve.

La palabra fuego no quema:
ni calienta mi mano si la escribo
ni es capaz de alumbrar la oscuridad.
Allí donde se posa permanece
aguardando unos ojos que la inflamen.

Pero si irrumpen alas y de pronto
me decido a emprender una esperanza
y empuño dos palabras y las hago
chocar como dos piedras en el aire
saltan chispas en un hogar remoto,
prende en el agua un fuego que acaricia.

La palabra fuego no quema
pero aviva rescoldos en la sangre.
La palabra agua no moja
pero riega la entraña de quizá.



DESPERTAR

Ese hombre que camina
con las manos sujetas a la espalda,
nos saluda al pasar, comprueba su reloj,
acude a su quehacer sin preguntarse
si va en su dirección y en su sentido.

No sabe que a su espalda se libra una batalla,
que su mano derecha
aferra sin piedad a la otra mano,
la retiene a su antojo por la fuerza,
prisionera, infeliz, sin voluntad.

Si un buen día la mano sometida
se niega a cooperar y en un descuido
reduce a su adversaria, se hace fuerte,
toma la iniciativa, arrebatando
el rumbo de los pasos, ya se atreve
a estrenar una vida renovada…

¿qué será de ese hombre inofensivo
cuando empiece a arrojarse a la aventura,
a derrochar las suelas y el impulso,
abandonándose al azar
del encuentro feliz, recolectando
a su paso semillas y canciones?



OTRO LUGAR

Desconfía del vino que sabe a cauce seco,
del agua que se estanca sin transcurso.
Desconfía del aire de los espacios huecos,
del ojo que ha olvidado ya el impulso.

Y entrégate al torrente que empieza a abrirse paso,
amanece a un más hondo palpitar.
Desconfía de todo cuanto yace encerrado,
pues el tiempo ya fluye a otro lugar.




La Vida Nueva
Visor, Madrid, 2008


PREMIO NACIONAL DE LA CRÍTIC
Premio de Poesía “Fray Luis de León”

CASA EN EL ÁRBOL

En la copa de un árbol construiré nuestra casa,
con tablones y clavos e ilusión y un martillo
alzaré entre las ramas suelos, techos, paredes,
cuartos en espiral, secretos pasadizos
donde obra el azar el don de los encuentros
y de pronto amanece si me miras al fondo
por donde el viento corre a refugiarse,
madera en la madera, crujen las estaciones,
pasan a visitarnos los amigos,
huele a café, huele al árbol en que nos acogemos,
al rumor de las hojas, a la tierra
donde brota su impulso, su sed de los espacios,
se siente allí el verdor de las promesas,
casa y árbol fundidos, una sola criatura,
se es feliz de algún modo impreciso y vital,
con los años al árbol le van creciendo ramas,
gana cuerpo, se inclina hacia las nubes
y de pronto la casa ha ascendido unos metros
y hasta el aire es más puro, más ancho el horizonte,
las estrellas fugaces proliferan, ahora
vigila la espesura, hay luz en la ventana,
a cubierto de todo, suspendida,
luz de hogar en la noche, resplandor,
y una escala de cuerda entre las ramas,
si subes por la escala no hay retorno,
en la cima del viento hallarás nuestra casa.



FÍSICA APLICADA

Suponiendo que un hombre, una mujer
parten de puntos divergentes, dispersos en un plano,
lugares que se ignoran entre sí,
y a la velocidad del entusiasmo
emprenden la aventura, se ponen en camino,
van por ahí remando en aguas turbias,
van por ahí escuchando el vasto germinar de las semillas,
al acecho, en sigilo, ahuecando la tierra a la esperanza,
suponiendo que trazan trayectorias de curso irregular,
cada cual a su amor, virando al viento,
quebradas trayectorias cuyo sentido puede
al mínimo temblor girar hacia el vacío,
suponiendo el afán, la búsqueda, la sed,
el ensueño del goce, la ilusión y la ausencia,
calculemos, a golpe de intuición,
cuántas veces tendrán las trayectorias
que cruzarse en el brillo de unos ojos,
unos labios que invitan, unas manos que asienten,
para incendiarse a un tiempo, hombre y mujer, sembrar la tierra
de llamas como ráfagas de lluvia.



DON DEL VUELO

Y ahora que desperté sin calendario
a las puertas de un cielo terrenal
qué vas a hacer conmigo si no atiendo a razones,
si me entregué sin más a la algarada
de esta felicidad sin qué ni fundamento,
si el saludo se me vuelve pájaro en la mano
y los ciento volando
hacen cola para posarse en mi ventana,
si me declaro en fuga
tras la eléctrica chispa que aguarda en el instante,
si hablo como quien canta
en las crines del pulso secreto de las olas,
amenazo arrastrarte en un alud de espuma
y mis dedos te cercan, antorchas navegantes,
y se te caen las hojas amarillas,
y al contacto tu piel prende en mi abrazo,
qué vas a hacer conmigo sino entregarte entera,
desarraigarte toda
hasta que a las raíces les brote el don del vuelo,
levar anclas, surcar la ingravidez
preñada de centellas, con las manos
tendidas al encuentro, ven conmigo,
con rumor de campanas sobrevolemos los jardines,
ha llegado la hora, vamos, ven
a conocer la risa de los ángeles.



PARA NO RENUNCIAR AL ENTUSIASMO

Soñar despiertos siempre
para que los insectos de la herrumbre nos permitan tejer sin telarañas
para ser el hervor la levadura
y no el cemento gris que repta por los muros
pan crujiente en el horno del sol del mediodía fruta madura vértigo
y nunca más sedientos de imposible
reconocernos en el barro de un parabrisas sucio
soñar despiertos siempre
olvidar el autobús cautivo de su ruta el maquinal semáforo los maniquíes ciegos
abandonar el dique seco de los formularios la astucia del burócrata destilando en la tinta su cianuro
dar la espalda sin miedo a cuanto esperan de nosotros aquellos que veneran dos tristes palmos de suelo bajo sus pies
porque es vasta la tierra y a nadie pertenece su clamor
como nadie puede calcular la trayectoria de una grieta en un témpano de hielo
pero ahí está
desafiando la maquinaria de los astros
fiel a su andadura irregular a la belleza
de lo que niega toda simetría soñar
como rasga el torrente la maleza felino por instinto
despreciando
la fría servidumbre de los surtidores el agua encadenada a geometría
soñar despiertos siempre
para no obedecer la ley del amo las consignas
de los ventrílocuos feroces acudir
al futuro que llama a nuestra puerta pidiendo realidad
porque podemos esculpir la vida verdadera
escuchar la llamada de los sueños para rendir la piedra a nuestro afán
abrir surco en las calles sembrándolas de estrellas y de pájaros
de alamedas de cisnes regueros de palomas corrientes submarinas
una extensión de labios que sonríen de juncos que se mecen de amazonas
soñar despiertos siempre
para no renunciar al entusiasmo
y que el hombre no olvide su vocación de nube el súbito
resplandor incendiando su mirada
alfarero del mundo comadrona
que asiste al parto de sus propios sueños.



LAS PASARELAS DEL DESEO

Llamamos vida
a un desfile de dígitos cansados
zumban coléricas las moscas atrapadas en cárcel de cristal
el viento de la sangre remueve las cortinas
la luz por un instante parece herir la tapia filtrarse en el cemento
la oquedad se adivina y más allá
palpitan en la noche los astros encendidos
combaten los caballos por la flor las aguas por la piedra
la orquídea cobra vida en el torrente
a la luz de la Luna el musgo brilla con fulgor de diamantes en la hierba
no hay rutas convenidas ni semáforos ni siniestros carteles de prohibido pasar
pero abundan los cruces de caminos cuando menos lo esperas amanece
los hombres vagan a su antojo las sendas se disuelven a su paso
quiero decir que a la sombra de los robles te esperan los amigos que perdiste
y hay sábanas tendidas que guardan el olor de encuentros que no fueron
mujeres
que solitario amaste a la distancia
pero aquí el eco salva todos los precipicios
irrumpen de la nada las pasarelas del deseo
trenzan sus trayectorias en todas direcciones
el viajero termina por arrojar al fuego la brújula y los mapas
confiando sus pasos al instinto se interna en la espesura
aunque un día de pronto se detenga a contemplar las huellas de su viaje
despierte abra los ojos comience a comprender
nada importa cuán vasta la travesía se despliegue
la apariencia radiante de confines la ilusión derrochada en la aventura
todas las pasarelas conducen a la tapia
si se es fiel a un deseo si se sigue
su rastro hasta el final
nos aguarda el ladrillo hincado en tierra
la mansedumbre hostil de la costumbre
un olor a madera que envejece
un desfile de escenas repetidas
la cárcel de cristal
sin cerradura



Las acrobacias del deseo
 (Antología temática)

 CajaSur, Córdoba, 2009


CANCIÓN DE LA ESPERA

Hay cuchillas que habitan los pliegues de la ropa,
caballos que reposan en la piedra,
tiburones con fauces de niebla y ojos fríos,
burbujas que en el aire se irisan en añil
hasta estallar al roce de la arena

    porque aún no has llegado, porque vienes
    camino de otra parte, porque llegas
    con el negro del luto, con el blanco nupcial,
    con un ramo de rosas deshojado en la mano.

Hay ascuas como labios que adormece el rocío,
mareas de alquitrán, rendijas como llagas,
hay polvorientos cauces y hostiles orificios
y aves ciegas que vuelan en círculos, cetáceos
encallados en rocas de hielo a la deriva

    porque vienes remota, prisionera de un viento
    que emborrona las huellas de los pájaros,
    porque a mí te encaminas con los ojos ausentes,
    con los pasos sin huella de las apariciones.

Pero hay también tambores que invitan a la danza,
el eco de tu risa retumba en el espacio,
hay nubes fondeando en los balcones,
un niño y una niña que juegan a los médicos
y el clamor de la jungla al despertar

    porque ya vas salvando el horizonte,
    vas ajena infiltrándote en mi piel
    y a tu encuentro me brotan los leopardos
    porque tú eres mi fiesta, mi centro y mi agonía.




Casa en el árbol
 (Antología)
 San José de Costa Rica, 2011

LA VIDA NÓMADA

No perder la inocencia. Recordar
tras la niebla el fragor de la mañana.
Ahuyentar el carril de la semana,
el férreo itinerario. En el azar
feliz del oleaje hacia otro mar
sin escalas fluir, rumbo a otra cama,
acróbata del lino y de la lana
sorteando la brújula, el radar,
la lengua del que ya abrazó la muerte
en su propia mirada de chacal.
No hacer planes ni cuentas. Probar suerte.
Ágil la piel, soñar el pensamiento.
E inaugurar un viaje sin final,
tejedor de escaleras en el viento.




Duermevela
 Visor, Madrid, 2014 


LA PALABRA

Escribir un poema es pedirle el teléfono a una desconocida,
arrancarle una hoja a un árbol extraviado en un jardín con vistas al futuro
o jugar con palabras a la ruleta rusa,
una vez iniciada la partida no hay vuelta atrás,
según gira el tambor uno empieza a sospechar que le aguarda un cartucho en la recámara,
ni ángeles ni demonios, lo cierto es que a las palabras las carga el diablo,
aunque nunca se sabe, es difícil aventurar un pronóstico cuando el desierto de la página parece cobrar vida,
no hay reserva que valga, es preciso escribir con las manos tendidas al vacío, como el ciego se interna en la espesura,
convocar a las sirenas y a los equilibristas, desterrar a geómetras, jerarcas y contables,
de poco vale la voz de la experiencia cuando salimos al encuentro de una serpiente de cascabel,
solo cabe esperar el eco de la piedra precipitándose en el pozo,
allí donde se atasca el percutor, donde rechinan los dientes del insomne, donde los gatos sueñan con aves del paraíso,
imposible sortear las inclemencias del lenguaje, escapar al rigor del cirujano,
ensayan los cronistas el arte del disfraz, la grácil pirueta, los juegos malabares,
pero al final las palabras les dejan en cueros como a todos,
palidecen de pronto al descubrir que todos los discursos eruditos no valen la pestaña de una adolescente,
que por el hueco de una cuchilla de afeitar bien puede deslizarse el duende de la infancia,
es mejor acercarse al papel sin planos ni estrategia, aguardar a que él mismo nos revele su secreto,
atender a su llamada, la voz de un viejo amigo, al otro lado del auricular, desde un país remoto,
permanecer a la escucha con la fiebre y la piel y los sentidos, las sigilosas ascuas, los húmeros calientes,
hasta que la mano empiece a derramarse, presenciar
el liviano crujir del bolígrafo como si de la respiración de un moribundo se tratara,
la esperanza en la punta de la lengua, el aliento en vilo como el niño al contemplar la cabeza del domador entre las fauces del tigre,
al fin y al cabo somos a un tiempo el lanzador de cuchillos y la chica que inmóvil ve clavarse certeros los filos a orillas de su piel,
con la palabra no hay trampa ni cartón, ni es prodigio al alcance del simple ilusionista,
todo sucede en el cuadrilátero de la página, pero no hay árbitro, ni campana que dé fin al combate,
el contrincante se aloja en nuestros huesos.



ECO

Cuando la muerte asoma
palidecen de miedo las palabras.

Cuando el amor nos mece
su fulgor centellea en las palabras.

Todo lo roba el tiempo.
Pero nos deja su eco, prendido en las palabras.




OTRA VUELTA DE TUERCA

Me estoy muriendo un poco cada día,
una pizca, no más, una mota de polvo, unas escamas
horadando la encía, enturbiándome el iris, sedimentando al fondo del alvéolo,
no merece la pena, por tan poquita cosa, entregarse al fervor del paranoico,
vivir, a fin de cuentas, es un proceso irreversible,
respirar
pone en funcionamiento la alegría, despierta las pasiones,
pero enturbia la arteria a fuerza de insistir hora tras hora, quién
renunciaría a abrir, al despertar, los vastos ventanales
para que el sol nos colme, la luz nos alimente, el aire se abra paso en el pulmón,
aunque al fin nos escale la garganta la quemadura de un escalofrío,
las mantas, el termómetro, el paracetamol,
nadie puede
esquivar siempre el golpe, hoy, por ejemplo,
me cogió por sorpresa la franca hostilidad de una bombilla
fundida en el espejo, algo
tan mínimo y atroz que daban ganas de encerrarse a cal y canto y colgar un cartel de Se traspasa,
es cierto que nada hay más seguro que la final inclinación de todo afán al desaliento,
pero esta tos, esta desesperanza,
este pájaro huérfano picoteando en la boca del estómago,
a qué negarlo, hoy
me he muerto un poco más que de costumbre,
la cuestión
es cómo hacer ahora, sin reparar en bajas,
para sobrevivirme.




EXTRANJERA

No pidas a este instante nada más.
Sonríeme al llegar como si amaneciese
por vez primera. Ven. Posa tus labios
con levedad de pájaro en mi frente.
Déjate ser ahí, tan sigilosa,
sin respirar siquiera. Mírame
con tus ojos ausentes, de ultramar,
ágil roce, rumor, presencia pura.
Quédate un poco más, tan extranjera,
tu tan vasto silencio que acompaña.
Como si entraras de repente
a despertarme de un mal sueño;
como si nunca el mar
hubiera sepultado tus cenizas.




TIRANÍA DE LA SOMBRA

A lo peor mi sombra se oscurece,
se emborrona, se nubla, se amontona,
se arremolina en su tiniebla, se alimenta
de mi piel y mi voz y mis tejidos,
de solitarias glándulas, de túneles calientes,
de vértebras y cauces, de órganos simétricos,
y mi sombra asomándose a la luz
se cansa de ser sombra, se incorpora,
se apodera del cuerpo en un descuido,
palidece en su nueva densidad,
mientras me voy volviendo transparente,
enmudezco, me apago, entre estertores
contemplo mi cadáver, estoy solo,
no sé cómo ni dónde, pero escucho
sangre arriba una puerta que se cierra,
unos pasos se alejan
poco a poco.




CANCIÓN DE LA ESPERA

Hay cuchillas que habitan los pliegues de la ropa,
caballos que reposan en la piedra,
tiburones con fauces de niebla y ojos fríos,
burbujas que en el aire se irisan al trasluz
hasta estallar al roce de la arena

porque aún no has llegado, porque vienes
camino de otra parte, porque avanzas
con el negro del luto, con el blanco nupcial,
con un ramo de rosas deshojado en la mano.

Hay ascuas como labios que adormece el rocío,
mareas de alquitrán, rendijas como llagas,
hay polvorientos cauces y hostiles orificios
y aves ciegas que en círculos planean, hay cetáceos
encallados en rocas de hielo a la deriva

porque vienes remota, prisionera de un viento
que emborrona las huellas de los pájaros,
porque a mí te encaminas con los ojos ausentes,
con los pasos sin huella de las apariciones.

Pero hay también tambores que invitan a la danza,
el eco de tu risa retumba en el espacio,
hay nubes fondeando en los balcones,
un niño y una niña que juegan a los médicos
y el clamor de la jungla al despertar

porque ya vas salvando el horizonte,
vas ajena infiltrándote en mi piel,
y a tu encuentro me brotan los leopardos
porque tú eres mi fiesta, mi centro y mi agonía.




EQUIPAJE

A pleno sol camino, como todos:
acarreo mi propia oscuridad.
Con mi ataúd al hombro
remonto la corriente. Disimulo
mi íntima tiniebla, mi gélido rincón
y mi ojo de aguja inconsolable.

Acomodo mi carga funeraria.
Escruto los semblantes: me conmueve
su dignidad de estatuas. Siento el eco
de su vasta tiniebla. Me pregunto
dónde ocultan su fúnebre equipaje,
cuánto pesa su propia oscuridad.




FRÍO

Embarrado algodón, ágil tiniebla,
nos alcanzan las nubes del otoño.

Habrá que encender lumbre, buscar por los cajones
las cerillas mojadas del verano.





PRECIPICIO

Soy el que llora en el espejo
y el que contempla su agonía.

Nos separa un desierto inagotable.




RONDA DEL SÍ

Y ahora aquí digo sí, sin más ni más,
como otros dicen no por si las moscas,
digo sí porque sí, por voluntad,
porque en el no se ufana la renuncia,
el canto de los cuervos, la estepa hospitalaria,
tanta calma que no hace travesía,
en el charco del no toso, me empapo,
estancado el afán, los remos rotos,
espectador de un alto en el camino
que ya se ensimismó más de la cuenta,
cuando impaciente el sí baraja ya sus cartas,
su brusco germinar, su aliento navegante,
un signo, una señal, un cuerpo acaso,
la sombra de un paisaje que soñé,
mientras el no me invita a especular,
a calcular la ausencia de mis pasos,
la inmóvil rotación de mis razones,
pero he aquí que el sí da un paso al frente
y de pronto es ya tarde y menos mal
que el pie ya desertó de su pereza
y sopla el viento y voy, a la estampida,
carretera adelante, desbocado,
digo sí porque el sí es la luz primera,
la espontánea eclosión, el resplandor,
callo el no porque el no seca mi cauce,
digo sí porque el sí me desemboca.






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