domingo, 24 de julio de 2011

4234.- DANIEL LEBRATO


DANIEL LEBRATO nació en en Sevilla en 1954. Ha publicado los siguientes libros de poesía: De quien mata a un gigante, Jerez, 1988; De amor como disparos, Tenerife, Nuestro Arte, 1995; ¿Quién como yo?, Huelva, Colección Juan Ramón Jiménez, 1997; Hacia, Sevilla, Qüasyeditorial, 1999, y Alimañas (sobre óleos de Buly), Sevilla, El Sobre Hilado, 2001.
Obtuvo un accésit del Premio Rafael Alberti de Poesía en el año 1993.
Ha editado, además, Gracias y desgracias del ojo del culo de Francisco de Quevedo, Sevilla, Padilla Libros, 1996.
Es corrector -como gusta decir- de la colección de poesía El Sobre Hilado, de Sevilla.





[REINA 7.]

Desde el colegio alguien me pide una canción de amor.
Como esos dibujos callejeros que un dibujante
hace a lápiz, su retrato en un minuto, dictado
por oficio, alguien me pide una canción sin que sea
cartón piedra ni reclamo turístico, your name
here. Canción que yo he supuesto silábica y rimada,
con algo de romance y de con flores a maría,
grata al oído de la clientela, discretamente
mercenaria. Qué menos por un beso o por un vaso
de bon vino. Pero vienen los siglos en mi contra,
la pesadilla del enano y los gigantes. Otros
versos que no dejan libre verso alguno me mandan
callar. Desde el colegio, reina, una canción de amor
por amor es más difícil que escribir por encargo.








[REINA 8.]

Por amor el guante de los desafíos, la mano
de las ofensas. Por amor las alhambras perdidas.
Por amor el callejón de las navajas, caminos
de finisterre. El suicidio, la cita inaplazable,
lo mejor de nosotros y lo ruin, el ne me quitte
pas, por y contra el amor. Como algunos campanarios,
como algunos solos de trompeta o el pasodoble
de nuestros padres en la era romántica y lite-
raria, cuando el amor procedía de una persona
sistemáticamente amada. Pero en estos tiempos
de diván, mi reina mía, no importa el adjetivo
sino el sustantivo. No el ser amado, ser amante.
Pornografías y excesos sentimentales inclu-
idos, qué pasa por mí cuando te digo te quiero.









[REINA 9.]

Cuando te digo te quiero, reina, no es por tus ojos
(no soy Bécquer). Ni por tus labios. Ni por tu nariz
algo cubista, espectáculo mejor que la Jacque-
line de Picasso. No fue verte aparecer un día.
No fue la lucecita verde que como los taxis
teníamos entonces, disponibles. No es cumplir
trienios contigo viendo que tus ideas perma-
necen y cambian como tu pelo cambia de Pasio-
naria hasta lo garzón. No tienes el alma que yo
compraría. No eres ni mi igual ni mi complemento
perfecto. Ni guerrero ni descanso ni costumbre.
Te quiero, lo sé, porque te rozo y viene de ti
para mí una corriente eléctrica que no es amor
más allá de nada. Muero por ese escalofrío.





Quería más a la amistad que a los amigos mismos

(André Gide, El inmoralista)



1.

Con cariño recibo una carta humana. Venían con su sobre a posarse hasta el buzón. Costaba tanto hacer una carta humana que lo de menos era escribirla. Por pereza, muchas se quedaron en la intención antes que en el tintero. El franqueo, el buzón, la pereza. Cuatro o cinco arcaísmos: ir a un estanco, pegar un sello, la gomina en los labios, una estafeta, un buzón, hacer cola.

2.

Prohibido, si no fuera por un imperativo erótico, de los de aquí te pillo aquí te mato, abrir la carta en la escalera o en el ascensor, romperla con los dedos. Exige su estilete o navajita. Tampoco es plan la carta en medio de faenas y afanes domésticos. Conviene cierta coquetería, ponernos guapos y cómodos, con un vino o similar. La carta es la persona. Abrirla es abrir la puerta de casa. Leerla es como recibir: un acto social y debe hacerse sin prisas. El disfrute que traen consigo las cartas por abrir. Vísperas del sobre, vísperas del gozo. Lujo, complicidad, renovación de un voto, de una secta. La Comunidad de Remitentes.

3.

En esto llegó el antivirus y mandó parar. Llegó el miedo y un outlook cualquiera confunde a nuestro amigo con un delincuente, le da trato de presunto y destroza su carta, por desconocido o por sus datos adjuntos. Encima que nos mandaba alguna foto. Otras veces, hackers o intereses sin escrúpulos disfrazados de nosotros petardean nuestra libreta de direcciones y molestan a nuestros libretistas. Pero los malos son tan torpes que nunca descienden de la lengua del imperio. La importancia de su mensaje nunca es importante, sino important. Por su hello! los conoceréis.

4.

Amigos usuarios se enfadan con nosotros como si tuviéramos la culpa de que nuestro fulanito@arroba lo estén utilizando malvados de otro mundo. Ese viejo usuario que un día en la calle nos dice que recibe muchos correos nuestros. Nosotros, que no le escribimos tanto. Le da apurillo decir lo que de verdad hace con nuestros presuntos correos. Bloquear remitente y mandarnos directamente a la mierda.

5.

Otro prejuicio es que una carta pierde valor porque se haga circular a muchos. Si lo que tengo que contar se lo puedo contar a siete, ¿por qué voy a escribir siete cartas? ¿Qué pierden los destinatarios? Que alguna vez un ser querido sea unknown, undisclosed o undiscovered no resta simpatía. Con tal de que no sea un mail returned, qué más me da. De siempre se perdieron las cartas. De siempre hemos jugado a propósito con esa convención social que es echarle la culpa al correo de nuestra negligencia y olvidos. Reléanse a Julio Cortázar, Cartas de mamá, y felices cartas.




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