miércoles, 23 de marzo de 2011

EDWARD HIRSCH [3.629]



Edward Hirsch 

(EEUU, 1950) es poeta y crítico. Ha publicado siete libros de poemas: For the Sleepwalkers (1981), Wild Gratitude (1986), el cual ganó el National Book Critics Circle Award, The Night Parade (1989), Earthly Measures (1994), On Love (1998), Lay Back the Darkness (2003), y Special Orders (2008). También escribió cuatro libros de prosa: el bestseller How to Read a Poem and Fall in Love with Poetry (1999), Responsive Reading (1999), The Demon and the Angel: Searching for the Source of Artistic Inspiration (2002), y Poet´s Choice (2006). Es el editor de Transforming Vision: Writers on Art (1994) y de Theodore Roethke´s Selected Poems (2005). Es también co-editor de A William Maxwell Portrait: Memories and Appreciations (2004) y The Making of a Sonnet: A Norton Anthology (2008), y edita las series The Writer´s World (Trinity University Press). Ha recibido el Prix de Rome, el American Academy of Arts and Letters Award for Literature, y una MacArthur Fellowship. Obtuvo una Guggenheim Fellowship en poesía en 1985.



Edward Hopper y la casa junto a la vía de tren

Aquí fuera en el centro exacto del día,
esta casa desgalichada y rara tiene la expresión
del que sufre una mirada fija, del que contiene
el aliento bajo el agua, mudo y expectante;

esta casa se avergüenza
de sí misma, de sus mansardas fantasiosas
y su porche pseudogótico, se avergüenza
de sus hombros y sus manazas torpes.

Pero el hombre del caballete es implacable.
Es tan brutal como el sol, y cree
que la casa tuvo que hacer algo espantoso
a los que en otro tiempo la habitaron

para estar ahora tan atrozmente vacía,
tuvo que hacerle algo al cielo
para que también el cielo esté desierto
y no diga nada. Por ningún lado

crecen árboles ni arbustos: la casa
tuvo que hacerle algo a la tierra.
Lo único presente es una sóla vía
que va recta a lo lejos. No pasa el tren.

Ahora el forastero viene por aquí a diario,
y la casa sospecha que también él
está desolado; desolado
y avergonzado, incluso. La casa empieza

a mirarle de frente. Y sin saber cómo,
la tela en blanco va tomando despacio
la expresión de alguien acobardado,
que contiene el aliento bajo el agua.

Hasta que un día el hombre se va.
Es una última sombra de la tarde
que atraviesa la vía y se encamina
por el inmenso campo anochecido.

Pintará otras mansiones abandonadas,
y cristaleras de cafetería borrosas,
y escaparatesmal rotulados al borde de los pueblos.
Tendrán siempre la misma expresión,

la desnudez total de alguien que sufre
una mirada fija, alguien americano y desgalichado.
Alguien que va a quedarse solo
una vez más, y ya no lo soporta.

Versión de Maria Luisa Balseiro



Tristan Tzara

no existe nada como una conferencia dada
un manifiesto se dirige a todo el mundo
me opongo a todos los sitemas salvo a uno
el azar es irracional y tú eres la razón

un manifiesto se dirige a todo el mundo
pero repican sin motivo las campanas
el amor es irracional y tú eres la razón
soy un puente que cruza tu oscuridad

pero repican sin motivo las campanas
eres un viento fresco asaltado por las velas
soy un puente que cruza tu oscuridad
no nos atemos a los mástiles

eres un viento fresco asaltado por las velas
soy una herida que dispersa tu sal
no nos atemos a los mástiles
no nademos al compás del canto de los marinos

soy una herida que dispersa tu sal
embajadores del sentimiento odian nuestro coro
no nademos al compás del canto de los marinos
arrojemos nuestras anclas a la distancia

embajadores del sentimiento odian nuestro coro
no pueden contaminar nuestros sentimientos más de humo
arrojemos nuestras anclas a la distancia
dirijamos nuestros botes al otro mundo

no pueden contaminar nuestros sentimientos más de humo
cada uno tiene mil virginidades
dirijamos nuestros botes al otro mundo
te doy toda mi nada

cada uno tiene mil virginidades
aún nos consideramos encantador
este doy toda mi nada
he dudado de todo salvo de esto

aún nos consideramos encantadores
no existe nada como una conferencia dada
he dudado de todo salvo de esto
me opongo a todos los sistemas salvo a uno

Versión de José Luis Justes Amador




CÓMO SERÁ LA ÚLTIMA NOCHE

Estás sentado en un café de playa vacío
junto a una ventana que da a la bahía.
Está oscureciendo, el dueño está cerrando,
pero vos seguís doblado sobre el calentador
que va perdiendo poco a poco temperatura.

Ahora vas caminando hasta la orilla del mar
para ver los últimos azules que se apagan en las olas.
Has vivido en casas pequeñas, en lugares apretados—
los muros a tu alrededor se habían ido cerrando—
pero el mar y el cielo también son tuyos.

No hay nadie que te acompañe a beber de esta
niebla aguada, de estas profundidades imprecisas.
Estás solo con el cosmos giratorio.
Adiós, amor, muy lejos, en un lugar cálido.
La noche aquí es infinita, el silencio no se acaba.

(Traducción: G. A. Chaves, 2010)



Algodón de azúcar

Cruzamos por el puente del río Chicago a pie
en lo que resultaría una última vez,
yo comía el aire dulce de un algodón de azúcar
esa azulada luz hilada de la nada.
Fue apenas un instante, de verdad, nada más,
pero quedé extasiado ante los firmes cables
del puente sosteniéndonos
y enredados mis dedos entre los largos
y finos dedos de mi abuelo,
un hombre viejo del Viejo Mundo
que hace mucho se hundió en la inmensidad.
Y me acuerdo de ese niño de ocho años
saboreando la dulzura del aire,
que ahí sigue pegada a mi boca
y desparece al respirar. ~

Versión de Pedro Serrano
De Special Orders (2008)




Leche

Mi madre no se dejó arrear a amamantar
y decidió que la fórmula era más saludable
que el líquido de sus pechos.

Así que yo nunca chupé una sola gota 
de aquella fuente, ese río desecado.
Siempre me llegó embotellada.

Pero una noche hacia mis treinta y cinco
en un cuarto de espejos de la Carretera 59
una mujer que cargaba a una bebita

volteó a verme con una enigmática sonrisa,
me tomó el rostro entre sus manos rajadas
y depositó la punta de su pezón en mi boca.

Esto pasó hace mucho tiempo y en otra ciudad
y no es bueno hablar de ello.
Ha sido infantil traerlo a cuento en terapia.

Y sin embargo es uno de esos momento
- extraviados, involuntarios - que resurgen
desde el pasado sin la menor conciencia:

Ella me alza el rostro y yo pruebo
el súbito chorro de ese néctar,
la incurable dulzura que es la vida.

Tomado del libro Aligeren la oscuridad, traducción de Pedro Serrano, México, Cooperativa La Joplin, 2012.




GABRIEL (Segmento)

Yo no sabía que la labor del duelo
Es como cargar un saco de cemento
Montaña arriba en la noche

No se ve la cima de la montaña
Porque no hay cima
Pobre Sísifo afligido

Yo no sabía que tendría que luchar
Con matorrales hechos jirones
Sin ningún camino

Porque no hay camino
Sólo hay una roca gastada
Con un río donde caer 

Y el Tiempo con sus cámaras medievales
El tiempo con sus bordes irregulars
Y sus instrumentos romos
Yo no sabía que la labor de duelo
Es un trabajo en lo oscuro
Que llevamos adentro
Aunque a veces cuando duermo
Estoy con él de nuevo
Y entonces me despierto

Pobre Sísifo afligido
No estoy listo para tu pesadumbre
Cimentada en mi cuerpo

Mira de cerca y verás
A casi todos cargando sacos
De cemento en sus espaldas

Por eso es que hace falta valor
Para levantarse de la cama en la mañana
Y escalar el día

Traducción: Colette Capriles 



I did not know the work of mourning
Is like carrying a bag of cement
Up a mountain at night

The mountaintop is not in sight
Because there is no mountaintop
Poor Sisyphus grief

I did not know I would struggle
Through a ragged underbrush
Without an upward path

Because there is no path
There is only a blunt rock
With a river to fall into

And Time with its medieval chambers
Time with its jagged edges
And blunt instruments

I did not know the work of mourning
Is a labor in the dark
We carry inside ourselves

Though sometimes when I sleep
I am with him again
And then I wake

Poor Sisyphus grief
I am not ready for your heaviness
Cemented to my body

Look closely and you will see
Almost everyone carrying bags
Of cement on their shoulders

That’s why it takes courage
To get out of bed in the morning
And climb into the day



A Partial History Of My Stupidity

Traffic was heavy coming off the bridge,
and I took the road to the right, the wrong one,
and got stuck in the car for hours.

Most nights I rushed out into the evening
without paying attention to the trees,
whose names I didn't know,
or the birds, which flew heedlessly on.

I couldn't relinquish my desires
or accept them, and so I strolled along
like a tiger that wanted to spring
but was still afraid of the wildness within.

The iron bars seemed invisible to others,
but I carried a cage around inside me.

I cared too much what other people thought
and made remarks I shouldn't have made.
I was silent when I should have spoken.

Forgive me, philosophers,
I read the Stoics but never understood them.

I felt that I was living the wrong life,
spiritually speaking,
while halfway around the world
thousands of people were being slaughtered,
some of them by my countrymen.

So I walked on—distracted, lost in thought—
and forgot to attend to those who suffered
far away, nearby.

Forgive me, faith, for never having any.

I did not believe in God,
who eluded me.





Branch Library
        
I wish I could find that skinny, long-beaked boy
who perched in the branches of the old branch library.

He spent the Sabbath flying between the wobbly stacks
and the flimsy wooden tables on the second floor,   

pecking at nuts, nesting in broken spines, scratching
notes under his own corner patch of sky.

I'd give anything to find that birdy boy again
bursting out into the dusky blue afternoon

with his satchel of scrawls and scribbles,
radiating heat, singing with joy.





Early Sunday Morning

I used to mock my father and his chums
for getting up early on Sunday morning
and drinking coffee at a local spot
but now I’m one of those chumps.

No one cares about my old humiliations
but they go on dragging through my sleep
like a string of empty tin cans rattling
behind an abandoned car.

It’s like this: just when you think
you have forgotten that red-haired girl
who left you stranded in a parking lot
forty years ago, you wake up

early enough to see her disappearing
around the corner of your dream
on someone else’s motorcycle
roaring onto the highway at sunrise.

And so now I’m sitting in a dimly lit
café full of early morning risers
where the windows are covered with soot
and the coffee is warm and bitter.



LA RENUNCIA A LA POESÍA
(Hofmannsthal en Atenas, 1908)

Estos ruinosos días de otoño. Al alba
el resplandor se filtra por el aire arrasado,
al anochecer el aire recoge el resplandor.

Así que esto es Grecia, mítica decadencia. Durante
años soñó con acariciar las faldas de estas colinas
y subirse a los hombros atronadores del Egeo,

pero ahora le embarga un cierto desencanto
en un país de tumbas y columnas, cementerios
y excavaciones, piedras y fragmentos de piedra.

El polvo del camino aún se aferra a su cuerpo
y las pizcas de sol se borran de su piel.
¿Qué le ha sucedido a las eternas presencias?

Asciende hasta la Acrópolis antes de que anochezca
para observar al sol ponerse detrás del Partenón.
Los primeros fuegos se avivan en el cielo,

y le llega un aroma de acacias, de trigo 
en sazón y mar abierto. Pero nada trasciende.
Bajo esta luz todo se desvanece en la niebla.

Estos griegos, se pregunta, quiénes son
sino sombras desleídas en sombras, profetas
de la no existencia, premoniciones de vacío.

Imposible antigüedad, búsquedas sin sentido.
Los desprecia por haberse convertido en vanos alardes
y traiciones eternas, en los simples adornos de una pared.

Traducción, A. Catalán




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