lunes, 7 de noviembre de 2011

5113.- OLGA VOTSI


Olga Votsi (GRECIA, 1922-1998), seudónimo literario de Olga Boúki-Plati, nació en El Pireo. Estudió Filología en la Universidad de Atenas y siguió cursos de Filología alemana e Historia del arte en la Universidad de Bonn. Trabajó como maestra en escuelas públicas y privadas en Atenas, en El Pireo y Lefkosia, Chipre. Escribió diez libros de poesía y uno de ensayos, y colaboró con varias revistas literarias como Nueva Hestía, Responsabilidad y Chipre Espiritual. Hizo traducciones de Kafka, George Trakl, Dickinson, Celan, Keyes, Rilke, Mann y otros. Ha sido traducida al francés, italiano y polaco. En 1971 recibió el Segundo Premio Estatal de Poesía y fue miembro de la Asociación Nacional de Escritores Griegos. El poema que presentamos está tomado del tomo Olga Votsi, Poemas I-II, Atenas, Ediciones Ton Filon, 1989-1991.









LA MÁSCARA

Esta máscara se adapta muy profundamente.
Está construida en el ángel,
en las azules palabras de la belleza.
Está hecha del color de la bondad.
procura olvidar el duro granito,
la señal de su origen,
las alas enlodadas de donde surgió.

Esta máscara formada de cielo
intentas adaptar a tu rostro.
Mas la desgarran las oscuras aguas del corazón,
un cuchillo vulnera su hermosura,
corren las lágrimas por los huecos
que a los hombres querían contemplar.

Esto no es rostro.
Es un andrajo que en tus manos sostienes doliente.
Pero no cejes nunca en este movimiento,
de llevarte al rostro la máscara que elegiste.
Tal vez entre sus grietas,
tal vez entre la noche __la noche de tu alma__
unos lirios azules florezcan.

“Cripta y frontera”, 1970










LA RAÍZ DEL DOLOR

De la vertical caída
no me rompí del todo.
Me así a las rocas,
me agarré al matorral de los precipicios,
quedé clavada en alguna parte.

Pero el terror de mis nuevas entrañas
me partió el corazón.

¡Qué de tinieblas,
cuántas nocturnas miradas llameantes,
cuántos dragones y bocas de pozos
me llamaban para tragarme!
Estocadas del demonio y del ángel.
Corrientes todopoderosas de embriaguez y miedo.

Por eso la raíz del dolor siempre rumió,
sentada en el confín de dos reinos,
entre tinieblas y luz,
a fin de no perder el recuerdo
rico, terrible, de mi origen.

“Pies desnudos”, 1973










LAS ESCALAS

Igual que gigantes escaleras,
llenos de sangre y lágrimas
subimos hacia las palabras,
las sagradas, y grandes,
escondidas en el relámpago y el rayo,
cerca de ellas juntaremos nuestras alas.

Callemos y temamos,
a fin de contemplar las latitudes abismales del alma.

Como un ensangrentado, un pacificado harapo,
parémonos a la entrada de los grandes portones,
sólo una noche, sin camino, sin sangre, sin lucha,
con sólo el negro párpado abierto,
que beba del rocío helado de estos lugares,
del dulzor de la noche
y del divino invisible céfiro,
bálsamo de nuestros débiles y pecadores párpados.

“Las escalas”, 1976









Los santos

I

¡Qué difícil el camino de los santos,
cuando pisan sus píes en la abrasada arena,
cuando el viento sus revueltos cabellos azota
intentando roerles el rostro macilento!
Mas ellos, en soledad de corazón, con los ojos cerrados, caminan.
Estos santos salidos de las fronteras, fuera del mundo,
¡cómo en las alas de la noche deberán llorar
por su herida, por la de los hombres que atrás dejaron,
cómo en el seno de la noche se unirán a llorar,
porque en ninguna parte hallarán al dios que buscan!


II

Todo cabo cae, cae la noche, caen las voces,
y quedan silenciosos en sus celdas, los santos solitarios,
con el león a los píes, los libros en su retiro,
oyendo el ruido del mundo que por otra voz dejaron.
Inclinan la cabeza amargamente en su pobre mesa y lloran,
por esta lejana música que por vez postrera en sus oídos suena,
por este meteoro, lleno de luz y llama, que en sus manos se apaga.

De “Primera raíz”, 1962






La Medusa

El tiempo saca uno a uno los dientes
de la horrenda boca de la Medusa,
y ya no puede hacer daño.
Los lamentos salvajes de la noche,
los hinchados torrentes de la oscura pasión,
la vena insumisa del predominio se aplacan,
los hondos barrancos de la envidia
se convierten en valles suaves
para que paseen sin miedo los pájaros
y el sol caliente en invierno.

Los duros rostros,
los soberbios puentes,
se endulzan con el tiempo,
Porque sin cesar junto a ellos resuena el torrente revuelto
que como basura todo lo arrastra en remolino.

Y luego esta súbita floración primaveral,
flor deslumbrante y nieve,
ciega la mirada
que se abaja sumisa
al fulgor de la vida,
a las huellas de la rueda,
que penetran pesadamente, para pasar más lejos.

De “El otro Saber”, 1982

http://www.laurenmendinueta.com/un-dulce-desafio/








Ángel bizantino

No eres espíritu del Mal,
así como te yergues deslumbrante y hermoso,
en medio de lo Intemporal,
para descargar los rayos,
como serpientes, como sacudidas del corazón,
de los talones de tus pies.

Tus ojos, nidos de luz de otro mundo,
puñaladas de encanto,
de la criatura perfecta se trata,
de la belleza del Ángel,
que corta en dos nuestro aliento.

Más alto no llegó la inspiración.
Las esferas superiores del Mundo
nunca se vertieron tanto
para crear semejante espléndida belleza.

La imagen del hombre,
silencioso incendio del Bien,
floreció como un tallo
y en el viento azul de la vida
mece su gracia,
muestra los inmateriales ojos,
desde las profundidades caóticas de la muda pasión,
y los fija en nosotros,
congelados por el resplandor secreto.

Versión de Francisco Torres Córdova









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