jueves, 15 de septiembre de 2011

4703.- JOSÉ MARTÍNEZ SÁNCHEZ


José Martínez Sánchez nació en Aguadas, departamento de Caldas —Colombia—, en 1955. Poeta, narrador y ensayista. Premiado y seleccionado en varios concursos nacionales de cuento. Premio nacional de cuento Fundación Testimonio (1984), Premio Nacional de Literatura Infantil (1990), mención de honor en el certamen internacional de cuento del Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York (1998). Ha sido colaborador en diferentes revistas y suplementos literarios del país y del exterior. Aparece en las antologías mexicanas Abrevadero de dinosaurios y Perros melancólicos (2008). Autor de los libros Canción de soledad y otros cuentos (1997), Alguien ahí en la oscuridad y otras trece narraciones (Editorial Universidad de Antioquía, 2003) y Palabras del apóstata (Poesía, 2006). Cuentos suyos han sido incluidos en varias antologías del género y en colecciones de Literatura Infantil y Juvenil.




DEL LIBRO " PALABRAS DEL APÓSTATA".


LOS MOTIVOS DE TIRIEL

“Rayo, fuego, pestilencia, ¿no oís la maldición de Tiriel?”.
William Blake


Todos se irán, siempre estaré solo. Sobre el inmenso mar, bajo el cosmos eterno... Pobre vejez de hombre aterrado de sí mismo, acaso dará para sonreír un triunfo, un solo de recuerdos. Divagaré extraviado entre la miasma de Antinoo, hueso blanco, calcio dejando de ser hueso, borrón sumergido en la oscuridad profunda de la nada. Así seré, despojo del que un día fue risa y llanto y músculos ardiendo. Se irán aun después de su partida detrás de lo increado. Y el amor se fugará como un niño herido, más allá de la luz, a la tiniebla del retorno sin brújula. Otros volverán cuando yo esté muy lejos, entre las escoriaciones del enigma. Entonces no seré una lágrima viva, ni unos ojos cansados de mirar el poniente, ni esta carne transida de pústula y delirio. Todos se irán, siempre estaré solo.



CUANDO LOS POETAS SON IDIOTAS

Cuando los poetas son idiotas, las hadas caen muertas. Tal vez se revientan las cuerdas del viejo laúd o la princesa Safo abandona su isla en medio de la tempestad. No cantan los grillos en los matorrales y un manantial de luciérnagas se desvanece en la noche de los difuntos. Cuando los poetas son idiotas huyen los pájaros al oír el trino de la madrugada, y hasta el mismo Merlín abandona a Don Quijote a la suerte de los molinos de viento. Sancho Panza estalla de risa en la ínsula Barataria y en tiempos de pavor escuchamos el timbre del teléfono. Es el doctor Jekyll llamando a Míster Hyde para que juntos, al despuntar el día, se reúnan con Bill Clinton en la casa embrujada.



FUEGO

A eso que está ahí, en la boca de la cripta, los más antiguos lo llamaron vida. Los dioses del santuario vieron en él la posibilidad de enfrentar el terror del infierno. Ascendido a la categoría de mito, muchos emperadores decidieron levantar el trono de vigilia. Con lenguas de fuego se alzaron unos contra otros hasta cambiar el curso de los tiempos. Bosques y prados y ondas y ojos caen bajo el ímpetu relampagueante de la historia. Aún en la época de Quintiliano, a esa fuerza se le llamó poesía. Nosotros, menos elocuentes en la era de la devastación, nos acercamos un poco a los antiguos. Le decimos palabra. El fuego es el poema que fluye del centro de la cripta.



CRISTALINA

Detrás de la casa no había niebla. Sólo un frío nórdico y algunos árboles fantasmagóricos atraían la mirada. Tampoco había tierra para la casa. Se veía sostenida en su propia estructura, con vacío arriba y abajo, a un lado y al otro. A dos metros de la chambrana estaban las ventanas de color verde intenso, todo el tiempo cerradas. Sentado sobre el travesaño del mirador, tocando un flautín endemoniado, el guaja de los cafetales hacía de las suyas. La puerta permanecía abierta. Yo salía del sueño. Él entraba al reino de la infancia.



DESLINDE

Sobre la proa del barco un viejo dios aguarda la última batalla. Contra él se estrellan la azada y el carcaj. Avanzan los crepúsculos en asonada de titanes, negándolo, arrasando lo poco de ala de ángel que le queda.



RESTITUCIÓN

“Si acongoja un dolor a los humildes”.
Barba Jacob


Si pudiera restaurar la infancia, darle el viso de la ruta mágica o sentarme en lo alto de una roca a contemplar el fuego de los astros. Al fondo, entre los farallones del tiempo, surgiría una serpiente líquida, blanca como la leche, ágil como el dragón. Después emprendería el regreso a casa, donde mi padre no tendría ese rostro de pergamino antiguo ni mi madre andaría diluida en un vapor extraño. Uno y otro aprenderían el arte de trepar a los árboles para contemplar la danza a nuestro alrededor. Las hojas del yarumo seguirían confundidas con las alas del chamón. Una docena de pajarillos sería cristal de pedrería fina o tú irías en busca de la lechuza muerta no se sabe cuándo, no se sabe dónde. Entregarías al capitán de vuelo las coordenadas exactas de la aventura, porque si me fuera dado restituir la infancia yo sería el mismo Pájaro de la Soledad que sabe ocultarse cuando la muerte avanza sobre la cordillera.


http://meridiano75.blogspot.com/2010/03/textos-de-jose-martinez-sanchez.html




Washiria
Todo vuelo de gaviota azul celeste,
parajes en lontananza,
mar de arrecifes y mis ojos
tras el brillo de la estrella.
Carabelas entre nubarrones parten hacia Washiria,
ciudad de altas torres donde me esperas,
maga fértil, sacerdotisa de telescopios sacrílegos
a la mirada del cíclope.
Lento sube el héroe de la escalada,
polluelo por sobre el huracán de espuma y lodo,
antes de la caída del trueno.
Imaginarás a un sobrenatural de barba hirsuta
en abierta guerra contra los submundos,
allí donde el ordenador dispone, rediseña, globaliza...
Alrededor de Washiria aún mueve la cola el dinosaurio,
pero su atmósfera acoge huellas de lo que un año preciso de la historia
fue hongo implacable sobre cuerpos inermes.



Evocando a Pushkin
Soy un pequeño hombre
de mirada gigante. En mí habitan los duendes de la noche,
las mujeres perversas
a quienes abandoné una vez
en los chiribitiles de la aurora, la mirada empinada del pájaro guerrero
y un sinfín de fardos y de espumas.
He cambiado de piel ante las cobras míticas,
botafumeiro de hermosas bailarinas incas
-cual neófito Rimbaud, a lo castizo
perseguidor de hetairas sonsoneñas-.
En franca lid gané los dones
de la esquiva mestiza.
En ocasiones suelo pasar jornadas dantesinas
con las regias burguesas (Flor, Mamá Penélope,
la flaca póstuma hija del banquero),
pero es ésta la hora de confiar mi derrota.
A Pushkin, al joven Pushkin de singular presencia,
le arrancaron la vida de un disparo zarista.
Yo sentí la muerte de Pushkin
a las ocho en punto de la noche,
el jardín de la casa goteante de lluvia
y un dolor absoluto, tremebundo.
me fui cantando una tonada triste,
y soñé que era sólo un pequeño gigante
con una bala oculta entre los huesos.


http://www.resonancias.org/content/read/1306/metafora-y-color-por-gerardo-luis-rodriguez/






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