miércoles, 11 de mayo de 2011

3841.- GUILLERMO CHIRINOS CUNEO


Guillermo Chirinos Cuneo (Perú) nació el Callao (La Punta) 02-03-1946 y falleció en Lima (San José) el 31- 09-1999.
Guillermo Chirinos Cuneo publicó en 1967 “Idiota del Apocalipsis”, una plaquette de ocho poemas: Poema rojo en la ciudad, Muñecos, Gatos nocturnos, Otoño, El sismo, El derrumbe, Cenicienta, e Idiota del Apocalipsis. . Pero escribió muchos libros durante recibía tratamiento psiquiátrico en la Clínica Sn. Isidro: “Infiernos y cielos” (1962), “Rojos y Nocturnos” (1964), “Celestes y oscuros” (1966), “Eneas XX” (1985) y “Guerrero del Arco Iris” (1990) (copia del libro que conservo y que me fue entregada por el mismo Guillermo Chirinos en una visita que le hiciéramos con Josémari Ricalde a su casa de San José, cuando este era bachiller, antes de su viaje a España, y en honor a que el poeta Josémari quería realizar su tesis universitaria sobre la poesía de Guillermo Chirinos Cuneo. Algunos poemas de Chirinos Cuneo se han publicado o vueltos a publicar en las revistas Piélago, Alpha, Auki y Hueso Humero, así como en la “Imagen de la literatura peruana actual” de Julio Ortega.






POEMA ROJO EN LA CIUDAD

En faro y mar y viento inacabables.
Mujer de sal y paja y viento cálido
De poseer tu trompa alada en el instante.
Ah, sería alto una sed... de apache insomne!

Mujer de arroz y paja y musgo suave,
en coral de luna ortiva y nebulosa,
en crepúsculo azul y pálido,
mujer de anís y olor de alondra...
Ah, sería alto morder tu rosa esfera!

Sed de arrancar la hierba boca entre tus piernas,
de poseer tu cuerpo en yeso y en pecado.
Oh piel roja de arcos tibios y en campanas!
Ah, sería alto un cáliz golfo entre las rosas!

Mujer de hastío y paja y cal y escama.
Ebria y sed terrena de candidez y virgen.
Pescadora de remos blancos en un bote violento.
Ah, sería alto morder el mundo en tu mundo!.










OTOÑO

En un amplio parque blanco de Lima.
Yo mordía la boca de las rosas moribundas.
Mientras un flaco perro corredor, tronaba
Mi humedad, mi roja humedad, palidecida.

Era otoño, neblina...
Y las ramas parecían hierros vidriosos
sobre blancos malecones derruidos.
Y las hojas en otoño parecían
viejas flacas de papel antiguo.
Era un pálido ahogado
en turbias aguas verdes, desteñidas.
Era otoño como una biblia floja
en rosados cartones zozobrantes.

Era otoño en Lima.
Y yo, moría...
Ebrio caía entre las rosas caídas de semen, podridas.
Mientras un ciego hermoso corriendo
daba gritos cincelados, neblina.
Otoño, su limosna.
Y desnudo un hollín aullaba entre las sombras.

Era otoño a las seis de la mañana.
Llovía.
Y las rosas moribundas hacia el grito,
pudriéndose mataban.
Era otoño en el alba. Las seis, abril.
Era otoño en la muerte.
Era Lima aterrida de otoño bajo azules vómitos de nieve-











EL SISMO

Oh cerebro nervio, espectro y aterrante,
vomitas rojos rudos y azules luciferes!
Oh carne de temblor cerebral...!
Oh araña de sol en las paredes del polen!
Grita un niño enfermo, pávido,
la bruja ebria de lotos venenosos viene.
(Trotante noche embolia sobre un pulpo de hojas azules).
Una luz de horror en las sombras de estío.
Espectro bohemio en el cisne, es la nieve nocturna,
rosa pálida en la luz.

Oh cerebro, oh cerebro inextricable
oh círculo de ondas rojas y truenos en la noche!
Alegría! Oh alegría del ogro musgo en el cielo!
Tractores. Lenguas sangrientas en cauces parlantes.
Alaridos de los gnomos nemorosos, ringleteantes.
Oh nudo de cables, Ferrocarriles, ferrocarriles...!
Oh alambres rojos y violentos en la cárcel zurda de los
cerebros aterridos! Tranvía deshilachado en metales blancos,
Pálido, loco, oh loco! Moho perverso, enclenque, derrumbado.
Un lirio enrojecido en los ojos.
Oh fierros torcidos y fornicadores con una rosa negra y erecta
en el vientre fiero!

Grita un niño enfermo y las telas de calor, vibran.
El cerebro estallado con sus ojos violeta,
contempla –erizo y tromba áurea- el cráter de la luna negra.

(De “Idiota del Apocalipsis”)











CAIRO

El lirio de los delirios a quien alimente de sol mis pesadillas.
En el ojo del pez, la suave herida.
Cairo,
amarillo como las pústulas del loco
te solazas con el veneno bíblico de la ciencia.
Buscad en el fondo casposo de los recuerdos;
ha llegado el pánico.

Sapiencias lejanas,
destartalado tiempo de lágrimas,
transferencias psicológicas.
La cábala,
El número exacto de mi proyección somática.

Moriré
para que mi alma no recuerde;
ante quien descubrir las cicatrices del miedo,
mis estáticas señales,
mi mente vieja de corazón virgen.

Moría una nube. Nacía una estrella.
Pausa. Podredumbre.
La noche hastiada sobre la muerte del destino.
Cairo, tu simiente de espuma,
tu faz de diurna asechanza,
todo tu ser de cristal
seduce mi curioso delirio.

Escribí versos hermosos.
En estado de arte, pinté mi máscara
Y sus ojos sin luz.

Moriré,
para que mi alma no recuerde.
Moriré,
para que mis recuerdos lloren la vacuidad.

Conozco el arquetipo del sueño.
Conozco que el príncipe de los delirios
redime mi suave muerte.
Conozco el amor de la leyenda.
Y las capacidades donde acaba la moral.

Iluso espejo o espejismo,
Cairo,
Herido hermano de la nieve
de las almendras de nata,
te requiero.

Viví en el futuro
Luego en el pasado.
¿De qué oquedales nacer,
si en este mundo se puede morir mil veces?.

(Inédito de “Guerrero del Arco iris”)







Cenicienta

Derrumbada caíste hacia la tierra,
derrumbada y sucia por mis brazos,
derrumbada caíste hacia el planeta,
caíste derrumbada.

Tú fuiste la sirvienta de mi casa.
Tenías un cuarto de terrazas y escaleras.
Y tus pechos derrumbados por mis ojos,
cayeron a mis ojos, derrumbados:
Una cascada desflorada: Ano y sangre, Cenicienta.

Mis colmillos de perro echando baba,
mis globos de rey marciano en su castillo,
mis pelos de lobo helado en brujos cráteres lunáticos,
derrumbaban,
calor de espuma, vapores,
derrumbaban,
sobre la ola de tu vientre blanco,
estallando en bocas de geranio,
derrumbado,
bordoneado de espumas negras y de vahos.

Tú fuiste la sirvienta de mi casa.
Poma, fámula, apio, ámbar, nalgas de ceniza.
Tenías un cuarto de escaleras y novelas deshojadas.
Y una cocina rosada olía a ajos y a madera.

Fue en la noche.
Y mi trompa de escalera alucinada
vibraba semen a los bufones y a la luna.
Derrumbada caíste, Cenicienta, y las novelas...
Y mi semen polen a tus vellos y a tu panza en rosas.
Derrumbada sirvienta de escaleras,
fuiste sexo entre planetas,
carne en flor abierta, arrabalera,
madre derrumbada.




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