lunes, 1 de noviembre de 2010

1697.- JOSÉ LUIS MORANTE


El poeta José Luis Morante nació en El Bohodón (Ávila) el 25 de agosto de 1956. Coordinó durante una década la revista gráfica y de textos Prima Littera. En su calidad de crítico, ha preparado antologías poéticas (Última fila, 11-M, etc.), ha editado a poetas tales como Joan Margarit, Luis Felipe Comendador o Herme G. Donis y ejerce la crítica literaria en diferentes publicaciones. Además de dedicar sus esfuerzos a la poesía, lo que le ha valido la obtención de varios premios, dirige el periódico literario Señales de humo y es profesor de Ciencias Sociales en el Instituto Duque de Rivas de la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid, lugar donde reside en la actualidad.

-POESÍA:
Rotonda con estatuas (1990).
Enemigo leal (1992).
Población activa (1994).
Causas y efectos (1997).
Un país lejano (1998).
Poesía, 1990-1998 (1998). Antología.
Desde la memoria (2000). Cuaderno poético.
Largo recorrido (2001).
El año de la guerra (2003). Cuaderno poético.
La noche en blanco (2005).
Diez insomnios (2005). Cuaderno poético.
Pateras (2006). Cuaderno poético.

-ENSAYOS Y ARTÍCULOS
Protagonistas y secundarios (1999). Compendio de artículos breves y ensayos críticos.
Palabras adentro (23 entrevistas literarias) (2003). Selección de entrevistas literarias.

-OTROS
Reencuentros (2007). Autobiografía.
Sueltos (2008). Cuaderno de aforismos.
Mejores días (Aforismos) (2009).





CAUSAS Y EFECTOS

El centro del silencio me ha enseñado
a aceptar como un juego que la vida
es una sucesión aleatoria de causas y efectos
sobre las dunas de la realidad.
Aparecen las causas simultáneas,
inflexibles, anónimas,
y los efectos manan disueltos en los días,
con cauce renovado y variable,
cuyo curso ninguna voluntad puede eludir.

Cada mañana tiene leyes propias.
Es el azar la fórmula cifrada
que descubre sus vínculos.
Un extraño rumor nos configura,
encubre quiénes somos, quién seremos.

Causas y efectos pasan, se suceden.
Articulan el tiempo. Y eso es todo.

(De Causas y efectos)








ESTACIÓN CENTRAL

Murmullos incesantes depositan
triviales comentarios sobre un móvil.
Las pupilas disimulan tediosas,
leyendo fraudulentas biografías.
Lerdas sombras ocupan las aceras.
Se hace tarde y soplan vientos fríos.
Una lejana risa se repliega
en la circunferencia del cansancio;
mientras, evoca un viaje parecido
y asiente circunspecta a los mensajes
reiterados con música de fondo.
Camufla un cigarrillo el desconcierto
de quienes no adquirieron el billete.
La expresión triste de los rezagados
atenaza el adiós del que se queda.
Y sin embargo ocurre lo de siempre
en el amplio vestíbulo en penumbra.
Antiguas convenciones se repiten
con sobria precisión de cirujano,
como si un domador sin repertorio
descubriera por vocación intacta
la urdimbre rutinaria y misteriosa
de los trenes de largo recorrido
que parten azarosos al encuentro
de míticos destinos en las vías.

(De Largo recorrido)







GEOGRAFÍA

Los cartógrafos nativos de A
ubicaron el paraíso en B.
Afamados estudiosos de B
descubrieron en A la localización exacta.
En C nunca hubo unanimidad geográfica
sobre esta cuestión:
unos se inclinaban por situarlo en A, otros en B,
y ganaba adeptos un tercer grupo
que prefería no decantarse
porque alimentaba la sospecha
de que el paraíso no estaba en ningún sitio.

(De Diez insomnios)









EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES

El arte de vivir los lunes
requiere cierta práctica y algo de teoría,
saber de estratagemas y confabulaciones
y adjetivar la prosa cotidiana
con una terca voluntad de estilo.
Incontables acechan
los peligros desde el primer café,
crecen cuando un olor
anuncia escuetamente la leche derramada,
se reproducen con duración de días laborables
y en guardia se mantienen,
tal seguros precintos,
entre los pasajeros del tren crepuscular
que nos devuelve a casa,
al reclamo del lecho hospitalario.
El arte de vivir los lunes
sobrevive y se esconde
en vacuas reflexiones como ésta:
nada es eterno, salvo un lunes.

(De Población activa)









FRANCOTIRADOR

Anestesia la espera
el olor de la muerte.
El trabajo requiere sutileza
y un ajustado cálculo de riesgos
que incluye emplazamiento y retirada,
la previa exploración de las cornisas
y aquella agilidad adolescente
que jamás se pondera en tierra firme.
Necesita también
la solidez de alguna causa justa
que convierta en cenizas
el tamo hiriente del remordimiento
y pulsar el gatillo,
con la mansa cadencia del goteo,
desde el privilegiado mirador.
Luego un tibio suspiro aprobatorio,
un mínimo descanso
mientras halla la bala
entierro involuntario en la silueta
que enmarcaba el visor.
Bebe la cal del muro
bermejas pinceladas.
Un hombre se desangra bajo el sol.
Ya se sabe, son gajes del oficio;
las tragedias sin nombres no conmueven.
La profesionalidad desdeña el patetismo.

(De Un país lejano)









EL MIEDO

El miedo a los seis años
era un cuarto lejano,
un recinto sellado y tenebrista
con prestigio de infierno
y un viejo sin edad
que dormitaba junto a un perro agónico
bajo los soportales;
a los doce su miedo
habitaba en los libros,
igual que fotogramas de holocaustos.
El miedo en la veintena
fue aquel tiempo confuso
de amarse bajo el cielo,
ese rumor de trenes que enlazaba
la ausencia y el deseo;
a los cuarenta y ocho fue su miedo
un espacio interior, claudicaciones…

Tuvo más miedos: al cumplir cincuenta,
a los setenta y tantos,
cuando no tuvo edad
y en una larga noche
asmática y feroz,
apareció en la sombra encanecido
aquel miedo inasible de seis años.

( De Un país lejano)


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