domingo, 23 de enero de 2011

2883.- MUHAB NASR

Muhab Nasr (Egipto)

Con sus ojos dulces

Traducción del árabe por: Ahmad Yamani y Fernando Juliá

Con sus ojos dulces
se paró ante la jaula de los pájaros
aunque le preguntó por un perro:
Estaba tan sola que quería comprar uno.
El dependiente le mostró una lista completa de sus perros:
El lector de libros,
El santo,
El cojo divertido, ¨Casanova¨, (así se llamaba),
y por último: El diablo.
La mujer inclinó la cabeza apenada...
estaba claro que ella quería un perro de verdad,
un perro que ladrara y gruñera,
que riñera con los gatos;
un perro que pasase junto a ella el fin de semana
cuando cada uno mirase la soledad del otro
no reparara en el secreto de ese cariño.
Y lo más importante,
un perro que no le recordara a ningún conocido.
El dependiente estaba entusiasmado con la idea;
pensaba e inclinaba la cabeza
sin dar un solo paso.
¿Cómo podría prometerle?
Separando las sílabas: se ño...ra...mí...a
señalando con la mano
como si no pudiera
sabía que quizás le sobresalgan las orejas
y que su cabeza se alargaría de tanto amor
podría tener un rabo de tanta felicidad
y moverlo al ver gente
!Qué condición tan dura¡
¿Cómo garantizarle que será un perro de verdad
sin hacerle recordar a ningún conocido?.








La libertad de la locura

El hombre junto a su espejo,
cada uno con una escoba,
muy entusiastas,
barren las viejas fotos.
Adiós a los rostros de amor y de odio.
El hombre junto a su espejo,
empujando los remos de la noche y la mañana.
Pasó la tormenta
y llegó el momento de fumar,
de intercambiar las cerillas
con ojos ardientes;
el tiempo de las moscas dormidas en el cauce del sudor;
el tiempo de cierto olor
de una tortura.
Los sentidos se sumergieron en el agua estancada
dejando resonar la espuma
por encima de un labio profundo y tembloroso.
Todo esto pasó
antes de que la locura fuera libre.









La flor de la casa

Me hice amigo de mi madre,
de sus pensamientos.
Hice un bastón
y fuimos a contemplar la mar
desde el banco de madera ancha.
Tomando el sol
me dijo: “Cántame algo”.
El pasado me puso la mano entre las palmas
y nos quedamos riendo hasta la tarde.

Por la mañana
me levanté temprano
y llamé: “¿Dónde estás flor de la casa?”
La casa estaba tranquila, soñando
entre los brazos de la flor.
Nunca contestó,
ya no había casa.
Saqué papel y bolígrafo
y preparé un desayuno informal con pan y té.
Y me dije: “Hemos de apoyarnos entre nosotros.”

Poemas escogidos del poemario An yasreka taeron
aynayka ( Que un pájaro robe tus ojos) EL Cairo 1996




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