martes, 4 de enero de 2011

2769.- JOSÉ FÉLIX LEÓN


JOSÉ FÉLIX LEÓN: (Pinar del Río, Cuba 1973) Poeta y narrador. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Ha publicado los libros de poemas Demencia del hijo (Ediciones Loynaz, 1994), Donde espera la trampa que un día pisó el ciervo (Ediciones Abril, 1996), Correos / Bosques intermedios (Ed. Vigía, 1997), Patio interior con bosque (Ediciones UNION, 1999) y Palinodia (Ediciones Cause, 2008)








No vino.
Esperé toda la tarde,
fui de un lado a otro
–ordenaba las tazas, las flores,
silbaba esa canción–
pero no llegó jamás.
Luego dormí como un bendito,
lo maldije, miré el escarabajo de oro
y otros objetos del joven faraón,
ya era tarde y una lágrima
se disparó certera sobre la mejilla.
Amor mío, pensé,
por qué no existes más que en estas cosas:
cierto personaje de Melville,
un auto de juguete, la muerte de los animales
que sólo superficialmente creemos que han vivido.

El horror es el orden de esa imagen.
No vino.
No llegó jamás.








CAMBIO DE MES

Otra vez llega octubre
y el deseo
me congela los labios
con labios de ceniza que podría nombrar
labios de cal, de palma,
de silencio o espuma de silencio,
labios de miel, labios leves.
Camino entre las flores
como si fueran la causa de mi muerte,
la piel se me cuartea
y hay miradas en círculo a mi espalda.
En octubre no importa
la sombra de los tallos
ni el enrejado oscuro que pintan en mi cara.
Llega el tiempo de calentar posturas,
de sembrar en lo húmedo
las semillas de oro, de encontrar
el gusano en las estribaciones del cantero.
Hundo la paleta en la tierra dorada del contén
y es el asombro.
Me miras, me has mirado.
En octubre me ordeno para la estación
borrando el aire ácido de invierno.

Comienza la movilidad.

Los labios se me hielan.









El verano

La línea de los pies, ¿cómo acabarla?
La densa línea divisada apenas, una franja de nubes,
el ruido de la hierba, los viajeros
y la noche terrible de los cuentos de hadas.
La línea de los pies hacia lo alto,
franjas de un dorado terrible, ¿dónde nos quedamos?
¿Qué lugar es posible en el rostro que surge
de tanta oscuridad? ¿Cómo expresar?
Había un pino. Es una pregunta
y un árbol, me dijiste.
La línea encantadora, en lo alto
un cúmulo de nubes,
sus hermosos dibujos y el objeto
que rodó de mi mano.
Recordaría cintas y viajes sin sentido,
palabras sin sentido:
un estado de gracia.
Semanas esperando qué,
la posesión del aire,
la voz que repetía un nombre y ocultaba
el vacío que pasó de mi mano a la línea encantadora
de su pie,
la belleza de ciertas palabras,
la palabra bosque por ejemplo y la palabra
violenta que no pude decir.
¿Por qué me perdía en la línea desigual
que mi mano rozara?








Catálogo de las piedras

Una vez por semana
vamos al mar y recogemos ámbar.
En las discotecas las luces,
el perfume a carne limpia,
los músculos y arterias
mecidos por la música y por Dios
recuerdan el ámbar.
¿Has visto a los muchachos regresar
mordidos los muslos y el pecho
por la estancia del deseo?
En los hospitales a veces
he sentido ese olor:
resina cubriendo habitaciones desoladas
donde los cuerpos vienen a morir.

Luego pregunto.

Con un susurro apenas me responden:
Es el ámbar.

(Tomado del libro Patio interior con bosque)


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