lunes, 13 de febrero de 2012

5860.- FELIPE ALDANA




Felipe Aldana
Felipe Aldana Piazza (* Máximo Paz, 1922 –† Rosario, 1970). Poeta y narrador argentino. Su obra poética es una de las más apreciadas dentro de la poesía vanguardista aparecida en Argentina en los años 40's, aunque hasta el momento es muy poco difundida.
Felipe Aldana Piazza nació en 1922 en Máximo Paz, en el sur de la provincia de Santa Fe, en la república de Argentina. Pasó su infancia en Rosario.
Debido a su tímidez vivió aislado de la gente tanto por su caráter, como por su exagerada miopía; aislamiento que aumentaría con el transcurrir de los años por su enfermedad mental.
En los anos 40's estaría asociado al Partido Socialista, y junto a Eduardo Juan Eugenio Chort y otros más fundarían en 1943 el primer Teatro de Títeres de Rosario "Retablillo de Don Cristóbal", nombre que referencia la obra de Federico García Lorca.
Aunque publicó poemas y cuentos en diversas revistas de su país, en vida sólo puedo publicar (en 1949) un solo libro de poemas: Un Poco De Poesía: Cancionero de Flor y Letra.
Luego de habérsele practicado una lobotomía, Aldana escribió profusamente el resto de su obra, la que quedaría prácticamente inédita hasta 1977.
En uno de sus más celebrados poemas se lee: "para decir un solo poema/ uno solo/ hay que estar loco de belleza" (Los Poemas del Gran Río), versos que podrían resumir su visión total de la poesía.
Felipe Aldana fallecería en 1970 en Rosario.
En los años 80's los jóvenes de Rosario (lugar duramente golpeado desde 1977) que protestaban contra la dictadura militar, pintaban en las paredes algunos versos emblemáticos de Aldana, que antes se habían divulgado oralmente y luego en forma impresa.
En su honor se ha organizado la Cátedra Libre Felipe Aldana de la Facultad de Humanidades y Artes en la Universidad Nacional de Rosario; así como el Concurso Felipe Aldana de Poesía organizado por La Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, a través de la Editorial Municipal de Rosario.


Valoración Literaria


Según Eduardo D'Anna:
El vanguardismo que florece en Rosario en los '40, con nombres como Facundo Marull, Beatriz Vallejos o Arturo Fruttero, culmina con Aldana. En Un Poco de Poesía de 1949 -su única obra publicada en vida- se observa el cuidado por no aparecer excesivamente rupturista, pero en las composiciones restantes puede comprobarse una asombrosa contemporaneidad. La concepción poética de Aldana viene de los románticos, su propósito decididamente suasorio, su mensaje político. César Vallejo y Vladimir Maiakovski le insuflan lo experimental, la explosividad lingüística. Pero lo materialista de su poética, la elevación de lo cotidiano concreto a metáfora, tienen su sabor personal.
Eduardo D'Anna. Como Una Palabra Que Pudiste Decir. Op. cit.


Obras Publicadas
Un Poco De Poesía: Cancionero de Flor y Letra. Rosario: Centro de Estudiantes-Instituto Libre de Humanidades, 1949. 62 p.
Obra Poética. Presentación y notas por Eduardo D'Anna y Elvio Eduardo Gandolfo. Rosario: Ediciones I.E.N., 1977. 197 p. Contiene: Un Poco de Poesía, Poema Materialista, Presencia del Tiempo y de la Muerte, Los Poemas del Gran Río entre otros libros inéditos hasta esta edición. Incluye iconografía.
Como Una Palabra Que Pudiste Decir. Colofón de Eduardo D'Anna. Villa María-Córdoba: Ediciones Radamanto-Plaquetas Del Herrero, 1996. 6 h. Contiene 3 poemas de Los Poemas del Gran Río.
Obra Poética y Otros Textos. Selección, prólogo y notas de Osvaldo Aguirre. Rosario: Editorial Municipal de Rosario, 2001. 274 p. 2a. Edición: 2006. Incluye iconografía y bibliografía sobre el autor.






Hablaba


hablaba
sentada a la orilla del crepúsculo


el amor es como una oración
que levanta sus manos trémulas en la noche


y se hace rocío
en el corazón del amante












VERSOS DE JUNTADORES


I


Quien dice que vio una estrella
y vio la cosa más bella
mirando tan sólo a ella
no vio lo mejor así,
no vio la flor del maíz,
no vio la flor del maíz.


No encontró ojos brillantes
con reflejos de diamante,
cutis fresco, rozagante,
labios tiernos para el "sí",
no vio la flor del maíz.


Negó belleza a porfía
porque pasó todo el día
en la chala dura y fría.
No sabe nada de mí,
no vio la flor del maíz.


Primera entre las primeras,
negó que la luz viniera
a besar la cabellera
de quien junta por aquí,
no vio la flor del maíz.


Quien no vio esta juntadora
no la vio la flor de la aurora,
no vio rosa seductora
y sostengo para mí,
no vio la flor del maíz,
no vio la flor del maíz.


(De: Un poco de poesía, Rosario, 1949,)










Todos tienen sonrisa


IX


Todos tienen sonrisa.
Hoy salgo por la sonrisa de todos.
La sonrisa del buen panadero,
dorada y aromática,
blanca como la miga blanda de su pan.
El cochero la suya.
¡Qué difícil la sonrisa del cochero!
El látigo la empuja,
—¡Más atrás, más atrás!
allí donde dibuja el cansancio del mundo.
Voy a poner un gran telón, un telón enorme
porque hoy necesito la sonrisa de todos.
Sin ironías.
Permítanme el artificio
porque hoy necesito la sonrisa de todos.
La sonrisa maternal, la gran sonrisa,
la diáfana sonrisa que en la escuela
esboza la maestra.
Voy a poner un gran telón, un telón enorme,
porque hoy necesito la sonrisa de todos.
Un gran telón, un telón enorme.
Sin ironía.
Permítanme el artificio,
para tapar la bajeza, lo espúreo, la ignominia.
Un gran telón, un telón enorme,
sin ironía, para cubrir la charca, lo ruin y lo podrido
porque hoy necesito la sonrisa de todos.
La sonrisa del loco y del cuerdo,
del generalote y del portero,
la que alienta en el fondo del hombre
como un rayo de luz.
La gran sonrisa humana.


(De: Nuevo Fragmentos de Felipe adentro,
1977)










Los hilos de la noche


X


Los hilos de la noche se prenden a la aurora
y en la luz de la aurora me reclino.
De nuevo la mañana
para el que sabe amar y para el otro.
De nuevo el campo, la extensión, lo inmenso,
el olor de los pastos, el crisol de pájaros.
Me envuelvo en el ropaje de la savia
y me siento vivir.
Fuera del mapa de cualquier pituitaria
el olor de los campos:
perfumes inventados.
Hasta el horizonte suave,
perfume hasta el horizonte,
hasta el horizonte verde,
tierra hasta el horizonte.
¡Hasta el horizonte quisiera rodar por esta tierra!


Me entretengo masticando alfalfa.
La misma que mastican los caballos.
Yo sé que a la distancia
se coronan de humo los ranchos.
Yo no veo
pero sé que aquel monte,
el que se ve lejano,
la línea de la pampa
invita con su mano.


La troja imita al sol
en fuego, en luz, en brillo, en colorido
y abandona su línea en el amor.
Se queda con la tierra, amamantada;
se queda con la tierra, apretujada
¡un puñado de chispa en eclosión!


El yeguarizo con la cola al viento
al galope invadía los potreros.
Los vacunos primero.
Mar contra mar rodando, alfalfa masticaban.
Lo verde, siempre nuevo,
daba la vuelta al mundo
brillo de verde, verde espejo.
Si Júpiter cayera,
estruendo de gigante en mis potreros,
de verde lo vestía
y me sobraba género.
Género para los pobres del mundo.


Yo me llevo este verde,
toda la extensión conmigo.
Yo soy un gran ladrón
y nadie nos detiene.


(De: Nuevos Fragmentos de Felipe adentro,
1977)










I


Un río siempre es distinto,
metal, espejo que pasa
donde miran las ciudades
sus rostros sobre las aguas.
Un río siempre es igual:
curso que sigue su marcha
donde nunca las ciudades
pintaron la misma cara.
Rosario y el Paraná
dos vidas que no se apartan.
Ciudad que encuentra en el río
los sueños que desentraña:
alegría de colores,
esperanzas en el alba.
Rosario y el Paraná
se miden con mucha calma.
Piedra y agua en movimiento,
frente a frente alma y alma.
Juega entre barrancas verdes
su enorme barba lunada.
Entre barrancas rojizas
pone su mano de plata:
un cuchillo en la cintura
cruzada sobre la pampa.
Río que va y que viene
en los barcos que lo amansan.
La ciudad que los recibe
se nutre de las barriadas,
de Ludueña y Saladillo,
de Mendoza y La Tablada.
Rosario no va hacia arriba.
Rosario de casas chatas
mira cuatro rascacielos
como a cumbres olvidadas,
Su fermento popular
futuro de vida clara.

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