viernes, 16 de abril de 2010

131.- HAROLD ALVARADO TENORIO

BUGA. COLOMBIA





Hizo estudios de Literatura Latinoamericana en la Universidad Complutense de Madrid, donde recibió título de Doctor con una tesis sobre la obra de Jorge Luis Borges.
Ha sido docente en varias universidades americanas, catedrático en el departamento de literatura latinoamericana de Marymount Manhattan College de New York y director del Departamento de Letras en la Universidad Nacional de Colombia donde recibió el Título de Profesor.
Entre sus libros figuran: «Cinco poetas españoles de la Generación del Cincuenta» en 1980, «Kavafis» en 1984, «Espejo de máscaras» en 1987, «Una generación desencantada: los poetas colombianos de los años setenta» en 1985, «La poesía de T.S. Eliot» en 1988, «Poemas chinos de amor» en 1992, «Ensayos» en 1994, «Literaturas de América Latina» en 1995, «Summa del cuerpo» en 2002 y «Fragmentos y despojos» en 2002.
Ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y el Internacional de Poesía Arcipreste de Hita.
Su obra ha sido publicada en inglés, francés, italiano, griego, chino, alemán y portugués.











Anotaciones

Dulce enemiga
que llevas al hombre
más allá de sí mismo.

Adoro tus perfecciones
y tus fulgores sobre mi cuerpo helado.

Recorres a zancadas
los cielos -nada apacibles-
y las estrellas incesantes
y las estrellas quietas.

Bella al alba y al crepúsculo
dueña de la vida
todo te magnifica.

Ante vosotros llego
soberanos de la gran ramera
con la vieja segadora de vidas.

Otorgadle,
como a los secuaces del gran negocio,
pasteles y agua y aire
y una casa solariega en Manhattan.

Retrocede, Sui,
viejo cocodrilo
no me acometas
vete
no cortarás mi juventud.

Mis versos
como cuchillo de pedernal,
mis versos
como muelas de joven caballo,
destruirán tus ojos y tu boca.







Bodas de plata

La belleza de tu rostro
y la dulzura de tu voz bastaron
para que te amara.

Un año pasamos juntos
y luego a él regresaste.

Ahora, que de nuevo le engañas,
te duele el corazón
y ante a mí
crece tu desgracia:
has comenzado a envejecer.








Cabaret

Que el poema la retrate
sólo como la viste en el tiempo
que quiso darse a tus ojos y a tu alma.

Hecha de la dura memoria de la carne,
mostraba la astucia y el candor
de quien presentía
la huella que deja otro corazón.

Así la deseabas.

Querías someterte al desdén que promete
el oro de la juventud.

Estabas dispuesto
a sufrir el rigor de sus ojos de hembra
del mejor cabaret: la vida.








Café Beach Café


El amargo sabor de los sueños
volverá para darte una muchacha
con el pelo suelto
contando recibos del paso del día.

Desnúdate de ti
y ella vendrá a vestirse
con las caderas, los ojos y los gestos
que hubo en tu camino
ese verano del ochenta y dos.









Café Blanche

Creyendo que la mejor cura contra la melancolía
eran esas superficies radiantes y abiertas
fuiste hasta las memorables ruinas
y viste la estatua de basalto
que del cuerpo de Antonio hicieron.
Grecia era el testimonio, bajo esa copiosa
y virulenta luz, de cómo solo lo externo
tiene propia existencia.
Ética y belleza
eran una y lo mismo.
Tallar el cuerpo era
tallar también el alma.
Curar el odio a si mismo
era curar la soledad.

De vuelta a casa, liberado ya del pasado,
con aquellas camisas de colores chillones,
tus negros pantalones de tres prenses,
tus zapatos puntiagudos y habaneros,
el desnudo pecho mostrando la cadena
de oro macizo y los cinco medallones
entrabas al Blanche y pasabas las noches
bebiendo cubatas y quemando porros.

Todas y todos eran tuyos.
Te enamorabas, sin duda.
Amabas tanto los ritos de la carne,
su lenguaje y sus palabras
que incluso ahora, cuando escribes,
no sientes, tampoco, interés alguno
por el "acto final".








Cuando fuimos uno con otro...

Cuando fuimos uno con otro
contamos numerosas estrellas

Cuando hacíamos el amor
las noches se detenían en la nuestra

Cuando de toda palabra nos recibíamos
escribíamos un libro

Los dioses no han sido derrocados
y su poder nos asignó varios caminos

Cuando nos separamos
todo retornó al futuro y al vacío

Habíamos recobrado nuestra contingencia
y el pasado habitaba en la memoria.








Dónde

¿Dónde posar el pie,
dónde el poema?

¿Por qué las llagas nos cubren
y el escarnio te cerca a toda hora?

Sueño del hombre y su sombra
ninguno sabe que uno es sombra de otro
nadie sabe si sueña o está muerto.







Happy New Year

Cruzamos
trece mil novecientos kilómetros
para encontrarnos
pero, como es habitual en ti,
cambiaste el parecer.

Oh, tú, nacida
en un Diciembre inconstante,
de grandes ojos de novilla,
de fina cintura
y pies diminutos,
dueña de un Loto Dorado
voraz e insaciable.







Hoja de otoño

Hoja de otoño, no percibes
el saludo y el beso,
el cuerpo detenido en un lecho de aroma,
la mano y el labio en la boca,
la carne y el ojo en los ojos.

Viento de otoño vuelto hacia dentro.







La pregunta

Un día preguntaron qué deseaba
y le trajeron aquella que había perdido en su juventud.

Después de siete lunas y siete sonrisas
un hueso de uva
le separó de sus brazos
de su perfume
y sus ajorcas.








Lunas de ayer

La luna, esta noche, la que nunca ha vuelto
vendrá para nosotros.

Porque hemos mentido, como en las lunas de ayer.
No habrá segunda parte esta vez.

Nuestro amor ha de ser como nunca fue,
un insensato amor, amor de dos
que nada necesitan ni nada desean
más que amarse.

Nuestro amor será así
o no será.








M.M.C.

Miro tu rostro.

Imagino que habríamos sido felices
si fuera joven
como tú,
sin un pasado,
sin las convicciones que compramos al tiempo.

Miro tu rostro
y confirmo
que nada tiene ya sentido:
tu hermosura debería ser mi sal de cada día
tu juventud me haría vivir otros veinte años.

Miro tu rostro
y me pregunto:

¿Quién estableció esta rutinaria separación de edades?

¿Quién la fidelidad como hierro inamovible?

¿Quién nos quitó la realidad
y sólo nos dejó el deseo?







Noche de octubre

Su memorable voz
una noche de Octubre, sobre la puerta.

Su cabeza coronada con hiedra, violetas
y numerosas cintas de colores.

El equilibrio de su cuerpo
dejando oír, cómo una noche,
recostado en aquel a quien amaba,
rogando compartir su cuerpo
obtuvo sólo una mirada.









Pericles Anastasiades, el año de 1895

Para Raúl Lecuona Rodríguez

Vagos, son ya, los rostros de su rostro
vaga, también, la forma de sus manos
lejos, está, su aliento de mi boca
su pequeña estatura
sus quince años
Sólo un ayer ocupa mi memoria
nuestro pequeño amor
nuestro pequeño mes
hace diez lunas

De repente
en la alta noche
tus ojos, de púrpura vestidos,
tus labios
labios de un amor apresurado
tus largos brazos
brazos de inolvidable carnadura
aparecen
¡Cuanto he perdido buen Dios
Cuanto he perdido!







Portero de noche

Bajo el arduo sopor del mediodía
Vuelvo y veo tus ojos, esa noche.

Al volver abriste la puerta
y para verme mejor preguntaste la hora:
eran la una y cuarto.

Tu cuerpo exigía otro cuerpo.
Y eso obtuviste.











Servicio de placer

De cada noche que vivimos
recuerdo implacable tus caderas.

Como nunca, nadie
ofreció iguales placeres.

Como nunca, nadie
extrajo de mí la vida.

Dicen que ahora otro,
tan alto como yo,
complace tus caprichos
y los de tus padres.

Soy sólo un escribano
y debo componer
tres mil caracteres cada día.

Apenas sirvo para dar placer.








Tardes

Nada fue fácil para él.

Nada difícil.

El tiempo dispuso para su corazón
buenas y malas tardes
hasta cuando sufrió el desdén,
la frialdad, la escasez de una mirada.

Se duele el hombre en lo que ama
se duele la mujer.

Los tiempos han dispuesto
buenas o malas tardes.







Una barba de Camden

Mientras más te cerque el día definitivo
mayores goces encontrará la carne.

Busca una joven y cantarás con ella
lo que une y entrelaza.

A vuestro alrededor,
jóvenes rozagantes
se disponen a tocar tus brazos.









1975

La delicia de las cosas
reposa en el paladar.

Desgraciado
quien llegado a los treinta
sólo ha probado un lado del placer
y gustado sólo una caricia.

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