martes, 15 de febrero de 2011

3049.- MALVA FLORES


MALVA FLORES
(Ciudad de México, 1961)
Poeta, traductora y editora. Becaria del Instituto Nacional de Bellas Artes (1985). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía "Elías Nandino" en 1991. Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en el área de ensayo (1993-1994) y de poesía (1995-1996).

OBRA PUBLICADA

Narrativa: Agonía de falenas, México, Secretaría de Educación Pública, 1985; Las otras comarcas, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1989.
Poesía: Pasión de caza, Guadalajara, Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco, 1993; Ladera de las cosas vivas, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (en prensa). Ensayo:Chiapas, voces particulares, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994.






Hoy no tengo la fuerza
para matar al gato
—que se ponga “a dormir”
dicen los entendidos—
mas sé que alguna más
una mudanza más
será su muerte.
Arquea su lomo
que ya es sometimiento
a todo lo posible. Él,
que nunca transigió
con más caricia
que la palma del sol
sobre su cuerpo.
Quiero olvidar al gato
pero no hago más que acercar
el agua hasta su hocico
esperando un rápido deceso
un fulminante adiós
que nos libre a los dos
de este forzado duelo.
Y a quién
sino es a Dios
a quien reclama una hora de asueto
un hasta aquí mullido
una pausa en tránsito
hacia el cielo
feliz de los felinos.
Pero no puedo.
Contando bien ya son 80
los años que su sombra ha vagado
entre libros y cajas
de mudanza. 20
si contamos el tiempo que acostumbró dormir
sobre mi cama.
En ella me despierto
cada día con la ilusión inútil
de su muerte. Pero allí sigue
esperando mi mano
la fiera adormecida
que sólo uno
un solo acto de caridad
me solicita.
Pero hoy
no puedo.









La ilusión entra por los ojos.
Mirar es perder
la brújula, el oriente.
Ojos de mosca
para mirarlo todo.
Para saberlo todo, piedra.
Inagotable piedra en el mutismo,
en la ceguera. Inmóvil y cierta. Aquí.
Que la ilusión va en otra vía.

(Ladera de las cosas vivas)









Todo es perfecto si lo miras de golpe,
en un vistazo. perfecto. Con esa perfección
de las cosas silentes. Recto como la vía
del tren; la simetría entre tus ojos recortando
la neblina y ella misma; o aquel paralelo
entre el vocablo "azul" e "inmaculada transparencia".
Todo así, lineal, o con volumen de esfera. Perfecto
acuerdo entre memoria y ojo. Felicidad de los juncos y el bañista
en el paisaje. Hasta que te detienes
y observas.

(Ladera de las cosas vivas)






Ladera de las cosas vivas.
Un aura perceptible apenas por el vaho
de su movimiento. El roce del olfato con un perfume
en tránsito hacia dónde.
Aquella extranjería de siempre el artificio
de mirar o el amplio espacio
tras el sonido de las voces. De una a otra, tantas. de paso,
volando, desasidas. peso de pluma,
ladera. Ese roce.

(Ladera de las cosas vivas)






La única virtud es la paciencia.
debemos esperar sentados en la ruta,
o mejor en su orilla,
aludiendo a aquella vieja historia
de la gravedad que por su propio peso cae.
Y como todo se derrumba
lo mejor es la orilla y sentaditos.
Pacientes como vacas pastando
o amarrados del suelo.
Hasta ahí llegará lo que esperemos,
-si quiere, si puede,
si como todo cae,

acá lo recojamos.

(Ladera de las cosas vivas)






Deslava la fiebre el corazón del ocio,
Mi carne no opone resistencia.
Que abra sus huecos
Y funde santuarios tan vagos como su propio
origen.

Bajo el palpitar de mi sangre enferma
Atisbo los murmullos del día
Ruidos en las grietas que cobijan
Animales nocturnos.
Cuanta debilidad hay en mis manos.
Cómo coagulan en mis ojos
Las huellas del agua que no bebo

Malsania, el amor.
Amarrada a una silla
El tiempo dispone que no hay horas de asueto,
Ni nubes, ni pájaros,
Ni nada






Toma el centro de alguna rosa pálida.
Házte lluvia benéfica en su tallo.
Moldea urnas para sus hojas nuevas.
Bebe su transparencia, el veneno y la
Espera florecida.

Retarda la luz –la flor es débil en la sombra.
Acaricia los bordes donde nace el mar albino
Donde abreva la flor al turbio abono de
Tus dedos:
Besa mi corazón, muerde su savia.







Donde comienza el cielo
En la esfera translúcida del ojo,
Visitamos lo otro,
Lo posible
Sólo en el cristalino

Allí nace la espera:
Un nuevo recorrido entre las formas
Que empiezan sólo en nombre
Y siguen con su imagen






Sólo con boca y manos,
Tendiendo un puente hacia el orden
Reunido. Sin otra exigencia que el abrazo sonámbulo;
En medio de la luz
Pero cegados.
Al abandono del tacto, del aroma,
Las cosas como son,
La forma, la tibieza.
Sólo entonces abriremos los ojos y escucharemos.
Cuando memoria y razón
Y su palabra
Se confundan, desaparezcan bajo tu claridad sonora,
Marzo.






Ese que mira florecer la abulia de los días
Similares, acodado en la orilla de cualquier
Movimiento. El que primero dicta las palabras en
Su boca cerrada y calcula su peso, su contorno:
La equivalencia en ritmo de cada pausada letra.

Y se arropa en el centro de palabras dispersas
Buscando acaso un hilo, la aguja que enhebrando
Un collar de azules opalinas pudiera desmontar el
Caos, la incertidumbre: esas letras bailando sin
Sentido en su boca maltrecha


Ese que en la neblina escoge el mejor alimento y
Deposita el recaudo en la piel más amada.
Insumiso de sí. Con los dedos tanteando ese otro
Litoral, temblando ya en su centro, pronunciando
Sonidos que el animal desnudo de su estirpe
Emite cuando encuentra el cubil, la madriguera.





Ayer compré ese árbol enorme,
Altísimo.
No sé cómo se llama
Desconozco su especie,
Sus costumbres.
Pero sé que me mira y sus hojas avisan
Que al fin me reconozco.



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