domingo, 31 de octubre de 2010

1667.- FEDERICO GALLEGO RIPOLL


Federico Gallego Ripoll nació en Manzanares (La Mancha, Ciudad Real, España) el 24 de febrero de 1953. Ha cursado estudios de Turismo en Madrid y de Teología en Barcelona.
Integrante del grupo de poetas que editaron entre 1993 y 1996 los cuadernos de poesía Bauma y miembro fundador, junto a Jordi Virallonga, Concha García y Eduard Sanahuja, del "Aula de Poesía de Barcelona" .
Es poeta y dibujante: (miniador de códices, pintor de abanicos y diseñador de ex-libris.)
Desde 1995 vive en Palma de Mallorca.

-POESÍA:
Poemas del Condottiero (1981).
Libro de las metamorfosis (1985).
Crimen pasional en la plaza roja (1986).
Escrito en No (1986).
Caín (1990).
Tarot (1991).
Tratado de Arquitectura (1991).
Ciudad con puerto (2001).
La sal (2001).
Para entrar en la nieve (2002).
Quién, la realidad (2002).
La torre incierta (2004).
Mal de piedra (2005).
Cantos prófugos (2005).
Los poetas invisibles y otros poemas (2007).




I

Son los pájaros quienes alzan el día para el ciego.
Se oye la luz colgada de los árboles
y un trasiego de sangre acelerada que acumula en los tímpanos
los latidos hurtados a la noche.

Amanece.

Tibias gotas de azul salpican de mañana
el parabrisas de los coches.
Alguien, equivocado,
ha abierto su paraguas creyéndose que llueve.

(De Ciudad con puerto, Albacete, Barcarola, 2001)





OFICIO DE TINIEBLAS

Permanece la luz
aunque el día complete sus funciones
y los ojos decanten sus fluidos.
El oficio de ver
está en el centro mismo de las cosas.

Lo que ve es el afán de ser mirado,
lo perpetuo que existe en ese ritmo
de ser visto y de ver.

Mirar es respirar más allá de la vida.
Poner los ojos sobre el mundo es darle
nuevamente razón de ser.
Mirar
y ser mirado es ser
la posibilidad de la memoria,
ser recordado, recordar, ser ámbito
sobre el que no se extinga lo cesante.

No muere la mirada aunque muera quien mira
y muera quien, mirado, permanece.

(De Quién, la realidad, Madrid, Hiperión, 2002)







ALEGATO

Estoy lleno de vida, conservo
la memoria feliz de cuando no fui hombre,
un regusto de savia entre los labios
y un dolor en la frente
como de nidos tiernos contra los vientos altos.

Sé que fui árbol, sé
que algo de árbol me queda todavía
en la tos de resina y en el pálpito
del fuego;
a mi sombra se acoge la paz del caminante
y a mi canción acuden los pájaros sonámbulos.

No sé vivir sin cuatro cosas simples:
sin luz, sin aire fresco,
sin lluvia en primavera y sin sol en verano.
Si me han de recluir sólo les pido
que el lugar tenga patio.





LOS POETAS INVISIBLES

Los poetas invisibles
escriben poemas invisibles
con palabras invisibles
sobre cuadernos invisibles.

Hay lectores invisibles
que les regalan sus ojos invisibles
y estantes invisibles
sobre los que descansan sus sueños invisibles.

Reciben premios invisibles
y aceptan las críticas invisibles
que a veces subrayan la evidencia
de su absurdo intento de visibilidad.

Pero a nadie privan de su sitio,
su ventana o su columna:
nadie habrá de preocuparse
de retrasar su camino por ellos.

Porque también tienen vendas invisibles,
quirófanos invisibles
y sufridos enterradores invisibles
que, tras cumplir con su trabajo,
beben a su salud en tabernas invisibles,
de regreso hacia sus casas invisibles.




No hay comentarios:

Publicar un comentario