martes, 13 de julio de 2010

235.- JAVIER LOSTALÉ


Javier Lostalé nació en Madrid en 1942, y tras estudiar Derecho, su vida profesional ha transcurrido en Radio Nacional de España, donde ha presentado el programa cultural EL OJO CRÍTICO, codirigido LA ESTACIÓN AZUL, programa de poesía de Radio Tres, en el que sigue colaborando y, en general, se he dedicado a la promoción de la lectura. Tarea que fue galardonada en 1995 con el Premio Nacional al Fomento de la Lectura a través de los Medios de Comunicación.
Hasta el momento ha publicado seis libros de poemas; los cinco primeros reunidos en el volumen titulado LA ROSA INCLINADA (Madrid, Calambur). Su última obra es TORMENTA TRANSPARENTE (Madrid, Calambur 2010), que también ha editado LA ESTACIÓN AZUL, poemas en prosa. También es autor de una antología temática de Vicente Aleixandre, ANTOLOGÍA DEL MAR Y LA NOCHE, y de una antología sobre la Poesía cordobesa del siglo XXI, titulada EDAD, y publicada por la Fundación José Manuel Lara. Pertenece a la Academia Castellano -Leonesa de la Poesía.




EL HUECO

I

En el hueco que separa dos cuerpos desnudos
hay un cielo pálido de mañana cansada,
una circulación húmeda de silencios
pues labios en cenit aún fulgen desligados
No existe distancia entre dos cuerpos desnudos,
sino sólo un primitivo pulso sin historia,
un envión de nube táctil sin rostro.
Todo se hunde en la maravilla aplazada de su término
mientras las palabras se apagan entre latidos de mercurio.
En la pequeña asfixia luminosa sucede entonces el mundo.

II

En el hueco que separa dos miradas
crepitan las ramas mojadas del deseo,
y amanece una marisma de vuelos encendidos
que pronto se desvanece en humo azul
donde tiembla, virgen, la respuesta.
No existe distancia entre dos miradas
sino sólo aire suspenso en su envío secreto.
Nadie nunca sabrá quién primero conquistó tan frágil dominio.
Nunca nadie dirá lo que ni la inocencia supo.

III

En el hueco que separa dos silencios
algo se clausura con debilidad de rosa,
mientras la tristeza fluye como un astro de luz fija
que besa la memoria con los últimos sonidos.
No existe distancia entre dos silencios
sino sólo el espacio transparente de una lágrima,
la sepultada aurora del vacío.



ESPEJO

Astral invisibilidad
se torna nube en tu corazón
que llueve translúcida una borrosa imagen
donde en libertad se desnuda el sueño
y la palabra se desvanece en su embrión de oro.
Quieto en su tormenta transparente
el pulso del beso se abre en ondas radiantes,
mientras te inclinas a su húmedo rosal
que un instante te enclaustra
en alto y efímero sentir;
para regresar después al solitario espacio innominado
donde el tiempo se redime
con todo lo que fuiste.
Entre ti y lo amado
suena lento el atardecer.



IMÁGENES

Un jardín entresoñado que mueve sus imágenes
como una girándula de rostros borrados
hasta quemar las pupilas con su ardiente soplo de espuma.
Un mirador batido por una luz cárdena
como un tiempo de sueño varado
que desliza una mano desde el fondo de la adolescencia.
Un remolino sin aire en la calle desierta
que transfigura puertas y ventanas
hasta encielarme en tu sombra.
Una trepanación lunar en la semilla del pensamiento
que me enclaustra en el adviento de tu hora.
Una despedida con claridad de quirófano
que en su fuego blanco me desamanece.
Una fecundación solar de sonidos y signos
que me vela en un espacio sólo tuyo.
Una comunión destemplada
con lo que germina mientras se niega
que clausura todo en una invisibilidad triste.
Sucesiva pulsación de imágenes
para hondo arder sin nadie.



PAISAJE MUDO

El viento aún se escucha
en ese árbol seco
que la mirada resucita
en la estrella fija de su deseo.
Su afónico cuerpo de jilguero
emite una música de cielo huérfano
donde el corazón se refleja
en lento relente de ausencia.
El paisaje se deslumbra
en su propia tristeza,
mientras canta sin ave
el desnudo más hermoso.
Solitario alguien se habita
destronado en su sueño.
La distancia es ofidio radiante
que en su quieto fluir quema
el numen secreto de lo amado.
Y en el límite una rosa se abre invisible
en el centro de la nada
hasta que la crisálida de un rostro
clavada en su eternidad respira.
En tormenta de silencio
ya este poema se borra.
Y su mano.


PUREZA

Quédate así. Asumido en tu propia luz.
No quieras tocar las orillas
que en invisible vaivén de transparencias
consuman tus ojos en un halo puro.
Que en tu pecho herido por la rosa inclinada de la tarde
la palabra no sea sino una hoja suspendida en el claro de la tormenta,
una forma luminosa de unos labios exhalada;
y que los cuerpos deriven junto a ti en silencio,
como un bosque arrasado por la luna.
Que alguien ciegue las miradas que resbalan en el vidrio de la madrugada
y en su rayo frío doblan al corzo adolescente.
No sepas nunca el mido de los sotos
que queman las sombras de los trenes.
Voces caliginosas
con lentos relámpagos
te cruzaban el pecho,
más ya tú amabas a un muchacho muerto
con los ojos abiertos en la niebla.
El deseo era un tibio cristal
en el que un árbol desnudo flotase
mientras alguien cruza,
y no roza,
pero queda.
Una lluvia de espaldas
reposaba dulce en tu retina,
mas desde tu frágil tiempo de amor
rehusabas ver sus rostros.
La noche te envolvía en sus olas de yodo
y pasaban los amantes en el contraluz de una nube cárdena
haciendo denso el aire oscuro del río.
Luego, el silencio cercaba puentes
a los que arribabas descalzo en el sueño.
Una mano que no sabes quiere ahora quebrar el pulso de tu mirada.
No digas nada. No regreses.
Quédate así. Bella pasión sola

(Del libro JIMMY, JIMMY)



AZUL

En la madrugada
todos los trenes tienen los ojos azules
y la memoria de un cuerpo es azul relente.
Entre dos desnudos
hay una sombra azul soledad
como un pájaro a la deriva
que rompe el cristal de los sueños.
Por un pecho pasa sus ramos
la niebla azul de una muchacha
y todo se arrodilla en su espera.
La ausencia riela sus rostros
como un crucero azul hacia imposible beso,
y es que sola baja la que sube sola
y en su aire mueve aurora
que nunca a nadie alcanza.
En la madrugada las camas vacías
no soportan la luz de los faros
mientras sus dueños vagan por la hora azul del deseo.
Y los solitarios regresan envueltos
en invisibles relámpagos azules
que desvanecen cuanto a su playa arriba.
En la madrugada hay charcos de luz
que convierten la mirada de los amantes
en un escalofrío azul.
Las lámparas que se apagan en la madrugada
mantienen una lengua azul
llena de mareas y lunas de armarios.
Cuando en la mesa el árbol se destempla es que llama el amanecer.

(Del libro LA ROSA INCLINADA)




NIEBLA

Todos somos niebla. Nos deshabitamos cada vez que otro ser
tiembla su voz inaugural en nuestra sangre,
y ponemos luego la memoria al nivel de la bruma del mar
para abrazar el transparente cuerpo de lo perdido.
Todos somos niebla. Buscamos una mano
y por un precipicio de silencio resbala
la inocencia muerta de su tacto.
Sobre su cadáver crecen las yemas de nuestro sueño.
Todos somos niebla. Pronunciamos un palabra
y el eco nos devuelve olvido.
Pero el corazón, al no tener cura,
navega tan alto como una estrella.
Todos somos niebla. En un rostro besamos nuestra propia herida
para envejecer después sostenidos por aquella llama de sombras.
Todos somos niebla. Miran siempre lo ojos lo que nunca ven
y así se torna la vida anunciación de un tapiado jardín.
Todos somos niebla. El pensamiento carboniza lo que desvela
hasta alcanzar la grávida invisibilidad del abandono
y despertar todavía imágenes con nuestro ojo de vuelo desierto.
El mundo es niebla. Confusos pasos por dentro.
Deslumbrante ceguera de que se abre mientras se cierra.

(Del libro HONDO ES EL RESPLANDOR)


INÉDITO

La memoria de la tarde
declina en el silencio,
ajeno en su horizonte,
de un olvidado ramo de rosas.
Hay en todo una penumbra triste
que se hunde sin rostro
mientras el corazón escucha
el latido puro de las sombras.
Una nube fija irradia
en lento vaho tu nombre
y toda la habitación se empaña
con su cuerpo transparente.
El tiempo es vuelo sin anuncio
en el que la mirada se pierde
hasta que el pensamiento alumbra
núbil criatura de espuma.
Un advenimiento sin nadie
se consuma entonces en el pecho,
y las lágrimas se nublan
en su hondo cielo sellado.
Una cegada luna
fluye sin hora en la sangre,
mientras la soledad es una estancia
que se va quedando sin aire.
La memoria de la tarde declina
como un labio entreabierto sin beso.

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