domingo, 29 de agosto de 2010

726.- RANDALL JARRELL


Randall Jarrell (Nashville (Tennessee), 6 de mayo de 1914 - Chapel Hill (Carolina del Norte), 14 de octubre de 1965) fue un poeta, escritor y crítico literario estadounidense.

Jarrell publicó su primer poemario, Blood from a Stranger, en 1942, el mismo año en que se enlistó en la Fuerza Aérea. Sus dos libros posteriores, Little Friend, Little Friend (1945) y Losses (1948), fueron inspirados por su experiencias en la guerra. Su poema de guerra más famoso es The Death of the Ball Turret Gunner, en el cual se presenta al soldado como una figura infantil señalando al "Estado" como el culpable de la guerra.
Sin embargo, durante el inicio de su carrera, Jarrell trabajó principalmente como crítico y no como poeta. Con el apoyo de Edmund Wilson, quien publicaba sus críticas en The New Republic, Jarrell se convirtió en un feroz crítico de sus compañeros poetas. Durante el periodo de posguerra, su estilo empezó a cambiar, mostrando un énfasis más positivo. Sus críticas a Robert Lowell, Elizabeth Bishop y William Carlos Williams ayudaron a establecer o resucitar sus reputaciones como poetas estadounidenses de renombre.
Jarrell también es conocido por sus ensayos sobre Robert Frost (quien fue una de sus mayores influencias), Walt Whitman, Marianne Moore, Wallace Stevens y otros escritores. Estos ensayos fueron publicados como Poetry and the Age en 1953. Muchos expertos consideran a Jarrell como el crítico poético más astuto de su generación.1
Su reputación como poeta no se estableció firmemente hasta 1960, cuando su poemario The Woman at the Washington Zoo ganó el National Book Award. Su último poemario, The Lost World (1965), cementó esa reputación y muchos críticos lo consideran su mejor trabajo. Jarrell también publicó una novela satírica, Pictures from an Institution, en 1954 basado en su experiencias en el Sarah Lawrance College. La novela estuvo nominada al National Book Award en 1955. También escribió varios libros infantiles tales como The Bat-Poet (1964) y The Animal Family (1965).
Jarrell también tradujo varios poemas de Rainer Maria Rilke y otros poetas, una obra de Antón Chéjov y varios cuentos de hadas de los hermanos Grimm.
Jarrell trabajó como Asesor Oficial sobre Poesía de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos entre 1956 y 1958.

Obras

The Animal Family (1965)
The Lost World (1965)
The Bat-Poet (1964)
A Sad Heart at the Supermarket: Essays & Fables (1962)
The Woman at the Washington Zoo (1960)
Selected Poems (1955)
Pictures from an Institution (1954)
Poetry and the Age (1953)
The Seven League Crutches (1951)
Losses (1948)
Little Friend, Little Friend (1945)
Blood for A Stranger (1942)





Llamada de correo

Las cartas siempre se evaden de las manos
Unas patinan como un destello
dentro de una piedra, caen como pájaros.
Seguramente el pasado desde los cuales
las cartas se levantan
Está esperando en el futuro ¿transcurrirá
en las tumbas?
Todos los soldados han sido visitados
por los fantasmas de sus vidas.
Ellos demandan desde su calidad pagada
en papel
Que establece, como el olor, una presencia.
En cartas y en sueños ellos ven el mundo.
Esperan: y el convenio de los años
En una mano vacía, en un sonido indecible-
El soldado simplemente anhela su nombre

Versión de Raúl Racedo





Refugiados

En el gastado tren no hay asiento vacante.
Los niños dentro de la mascara rasgada
Tendidos imperturbables en el desierto
Del destrozado compartimiento
¿Es la calma de ellos extravagante?
Tienen caras y vidas como vos¿
Qué es lo que los poseyó
Para que tuvieran voluntad para unirse por esto?
La seca sangre centellea a lo largo de la mascara
Que ayer poseía
Un país más agradable que éste.
¿Lo tuvo? Toda la noche en el interior
del gastado
Tren que se mueve silenciosamente,
los rostros están vacíos.
¿Alguno de ellos habrá encontrado
el costo extravagante?
¿Cómo pudieron? Dieron lo que poseían
Aquí todas las bolsas de dinero
están vacantes.
¿Y, además, qué podrá satisfacer
estas extravagantes
Lagrimas y deseos del Niño?
¿Es obligatorio aceptar la anulación
de su terrible mascara
En los días y rostros y en las vidas
que ellos derrochan?
Qué otra cosa es sus vidas excepto
un viaje a la vacía
Satisfacción de la muerte? Y la máscara
Que ellos vistan esta noche continuara
sus derrochados
Ensayos de Muertes. Es realmente
extravagante
Leer en sus caras ¿Qué los poseyó
Para que no fueran involuntarios
a unirse para esto?

Versión de Raúl Racedo








El cisne negro

Cuando los cisnes conviertan a mi hermana
en un cisne
Desde la ordeñadora, iré por la noche
hasta el lago.
El sol observará a través de las cañas
como un cisne
El rojo pico del cisne y el pico estará abierto
Y las estrellas y la luna ahí dentro,
donde hubo oscuridad.
Afuera, en el lago, una chica reirá.
“Hermana, aquí está tu guiso.”
Llamaré y las cañas susurraran
“Vete a dormir, vete a dormir pequeño cisne.”
Mis piernas estarán todas duras
y con membranas y los sedosos
Cabellos de mis alas sumergidos
como estrellas a lo lejos
En los murmullos que corren
hacia dentro y fuera de las cañas.
Escucharé a través del susurro
y el silbo del agua,
Algunos “Hermana, hermana”
lejos en la costa
Y entonces abriré mi pico para responder.
Escuchare mi risa áspera yendo hacia la costa
Y dirá – dirá al fin, nadando desde el pequeño
Terraplén del lago, piedra blanca de los cisnes,
El blanco nombre de los cisnes...
“Todo esto es un sueño,”
Suspiraré y me extenderé desde debajo
de la camilla
Hasta el susurro del agua y el silbido del piso.
“Duerme hermanita”
cantaran todos los cisnes
Desde la luna y las estrellas
y los sapos del suelo.
Pero el cisne de mi hermana pronunciará:
“Duerme al fin, hermanita,”
Y con un ala negra de mis alas,
la acariciaré toda la noche.

Versión de Raúl Racedo






Artillero

¿Me enviaron lejos de mi gato y de mi esposa
A un doctor que contó mis dientes y me empujó
Hacia una línea en el llano
hacia una cocina de hierro en una tienda?
¿Les cabecee a las moscas de las escuelas?
¿Y los luchadores se enrollaron
dentro del rastro como conejos—
La sangre congelada sobre mí entablillado
como una costra
Ronqué, todo quieto y gris en la torreta
Hasta que las palmeras fuera del mar
se volvieron rosa con mi muerte?
¿Y los finales del mundo aquí,
en la arena de una tumba
Con todas mis guerras encima?
¡ Cuán fácil ha sido morir!
¿Tiene mi esposa una pensión
para tantos ratones?
¿Las medallas hicieron regresar
mi gato a casa?

Versión de Raúl Racedo







Perdidas

No fue el morir: todos mueren
No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidente rutinarios
–y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron
a nuestras casas.
y aumentó la estadística,
todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque
que no era la nuestra.
Desparramados sobre montañas
a cincuenta millas una de otra,
cayendo de cabeza en un pajar,
peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas
que nunca vimos.
Morimos como tías o perritos o extranjeros.
( Cuando dejamos la escuela
sólo estos habían muerto
para nosotros, y comprendimos
que estábamos así.)

En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones,
bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos espiados,
esperamos a ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a la respuesta,
y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
( pero un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas
y contábamos nuestros vuelos—
En bombarderos con nombres
de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela—
Hasta que se nos acabó la vida.
Nuestros cuerpos quedaron
con los de un pueblo que matamos
sin conocerlo.
Cuando duramos lo suficiente
nos dieron medallas;
cuando morimos dijeron:
“Nuestras bajas son pocas.”

Dijeron: “Aquí están los mapas”;
quemamos las ciudades.
No fue morir –no el tener que morir:
Pero la noche que morí soñé
que estaba muerto,
Y las ciudades me dijeron;
“Por qué estás muriendo?
Estamos contentas porque lo estás;
pero ¿por qué morí yo?








Campamento de prisioneros en un bosque prusiano

Camino al lado de los prisioneros hasta la carretera.
Peso sobre sofocado peso,
sus cuerpos, apilados como madera mojada,
yacen confinados o llagados con sangre

cerca del calcinado almacén. Nadie viene hoy
como antes
a palpar las orificaciones de sus dientes;
la oscura, ahusada, común guirnalda

es doblada para sus tumbas-especie de dolor.
La hoja viva
se aferra al plantado provechoso
pino si es capaz;

las ramas suspiran, hito en el verde, calmo,
respirante hito,
de esta muerta fila
que los planificadores disponían para ellos...
Un año enviaron aquí un millón:

aquí los hombres eran bebidos como agua,
quemados como madera.
El sebo del bien
y del mal, la estrella de esperanza del pecho
convertidos en jabón.

Pinto la estrella que corté de un pino amarillo-
y la planto
en suelo que ahora no rehúsa
a sus cotidianos judíos
su primer asilo. Pero la blanca, diminuta estrella-
esta muerta estrella blanca-
nada esconde, nada paga; el humo
la ensucia, un amarillo juego,

las agujas de la guirnalda se tiznan de ceniza,
una capa de escombro
cubre los negros bosques con la muerte
de los hombres; y un último respiro

se encrespa en la monstruosa chimenea...
Rió fuerte una y otra vez;
la estrella ríe desde su podrido sudario
de carne. ¡Oh, estrella de los hombres!





La muerte del artillero de la cúpula blindada

Desde el sueño de mi madre caí en el Estado,
y me encorvé en su vientre
hasta que mi mojada piel se heló.
A seis millas de tierra, separado
de su sueño de vida,
me desperté ante una negra barrera antiaérea
y la pesadilla de los caza.
Cuando morí me lavaron de la torreta
con una manguera.












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