lunes, 30 de agosto de 2010

767.- JAIME ICHO KOZAK


JAIME ICHO KOZAK. Psicoanalista. Lugar de nacimiento: nace en la Europa de pos-guerra, en Alemania en 1947. A los pocos años se traslada a Asunción del Paraguay y, luego a Buenos Aires, Argentina, donde realiza estudios secundarios y la Universidad, obteniendo la licenciatura en Psicología.

Publicaciones: Comienza a publicar sus libros en Madrid, en la Editorial Grupo Cero, desde 1978. Ha publicado 5 libros de Psicoanálisis, con títulos como: PSICOANÁLISIS DEL PSICOANÁLISIS(1978), TRANSFERENCIA Y SENTIDO EN PSICOANÁLISIS(1983)( Editorial Biblioteca Nueva) , PSICOSIS INFANTILES (1987), LA MIRADA DE LOS LOBOS (1990) , NEUROSIS Y TRASTORNOS FUNCIONALES (2003). Ha participado en libros colectivos( Medicina Psicosomática, ¿Volver a Freud?, Neurosis, Perversión, Grupalidad etc.), en Actas de Congresos y a publicado en revistas en soporte de papel y en Internet, colabora en la revista de Psicoanálisis “EXTENSIÓN UNIVERSITARIA”y en la revista de poesía LAS 2001 NOCHES. Premios: En el 2008, la International Writers and Artists Association, lo distingue como “Mejor Poeta del 2007”.

Ha publicado libros de poesía: ARTIFICIOS(1993). ha colaborado en el libro TALLERES DE POESÍA I (1995). SI ME VIERAS...(1999) y JUGAR CON ELLA(2006). Publica regularmente poesía en diversos medios de España y en otros países en varios idiomas





Vendrán luego otros hechos

Vendrán luego otros hechos
en una lejana hoja
de domingo en Madrid.

Los encontraré en tus ojos,
inmensos en las sienes,
temblorosos, abiertos
sobre la tierra roja.

Bailaremos
en crepúsculos
del color de los ríos,
crecidos en otoño.

Nada conservo
de los despojos,
perdidas alas de papel,
ésas que cosía madre
a mis espaldas,
zurcidora
de vuelos imposibles.

Anduve en los caminos
sin darme cuenta
de que eran estos pies desnudos,
los que me llevaban,
y me harté de los paisajes
sin mirar si entraban por mis ojos
o los llevaba conmigo.

Después, alimenté luceros,
sin reparar
en que fui un desparecido:
ausente juntador de absurdos.

Ahora
despliego este soplo,
transformado en viento.



El cielo rasgado

El cielo está en mí,
como una historia
que no he podido
retener
en la lengua.

Con ademán diseñado
en tardes oníricas
de madurez,
encuentro realidades,
constantes y sanguíneas,
festejos
donde la vida
se adelanta
al tiempo
que usurpa
el alma.

No me distraen
pormenores simbólicos
que convocan
años agonizantes,
y otros
que surgen
en oscuras encrucijadas.
Plazos
que disuelven
azares
infinitos
en la luz
que me acoge,
con exactitud astronómica.

En el roce de papeles perfumados,
casas esbozadas
y arena en espejos,
mis ojos reflejan
músicas orientales,
violines que suenan
a orillas del mar Muerto.

Sombras
inspiradas
en melodías
que nadie entiende
desaparecen
bajo lluvias de adjetivos,
soberbios
de tiempos
que no se juzgan,
no se alcanzan.





Volver

Volver, digo,
y me veo:
alfil transpuesto
jugando hilos sutiles
del azar, superficies,
palabras
partiendo espejos.

Con pies indulgentes,
me sumerjo
en la pasión que alimenta
velocidades de crucero.

Errónea maravilla,
nudo del alma
viajando al futuro,
en arrebatos
de un mundo desmedido,
sin reemplazo.

Soy,
a causa del excesivo
transcurrir de la vuelta,
el que escribe mi epitafio
y, en ese gesto, nazco
al cabo del cometa.

Después,
me engarzo a las buenas costumbres,
el comercio de los encantos.

Digiero mi pan,
que no se equivoca de saliva,
y descubro pequeños sonidos…

Imagen sin memoria.

Poemas del libro Manos Forasteras,
Editorial Grupo Cero, junio 2010




HABLA SIN DEJAR DE DESVESTIRTE

Tu frase, te amo,
resuena en mis oidos.
Calmaba tu sed
en el tiempo que te peinabas
en el espejo de mis ojos. Imantados.
Te encuentro en los nombres,
porcelana empapada en orígen
y hojas secas.
Espeso matiz.
Ahora no calles.
Habla sin dejar de desvestirte.
Desviaré el hechizo.
He resuelto no esperar
que el piso de zafiros y promesas
se diluya
en los pliegues de tu piel.
Recuerdas
nuestra mirada
temblorosa en la multitud.
Todo era posible en nuna nueva edad.
Ya sabes,
vengo de otros tiempos
y es bueno que los milenios se junten.
Te amo, te amo.
Pupilas celestes devoran al minotauro.
No tengo piedad.
Formas parte de mi fuerza y mi belleza,
no retrocedas.
Entre hombres y mujeres
entrega tu compostura.
Y no esperes paz
porque las historias
no terminan.






CIEGO COMBATIENTE

Luchaba.
No entendía
en qué dirección.
Si contra molinos
o el agua que los mueve.
Ciego combatiente,
sólo quería ser normal.





DANZA ANIMAL

Pájaros multicolores elevan el mar.
Una tromba marina-ala y fuego-
atraviesan los vientos,
nuestros cuerpos
donde viven
el niño y el ave.
Ronda de amantes
fantasmas
sombras azules
guardan
caros secretos.
En el centro de tu cuerpo
-salva encantada-
acordes y ritmos
preparan
la danza animal.




¿A DONDE IR?

¿A dónde ir?
A molinos de palabras.
Derribando la pereza en mi cuerpo
tu cuadrúple rostro en la mirada.

Ciego y clarividente,
donde mi sangre, gira
a ritmo de verbo en las tormentas.

¿A quién ves cuando miras?
Cuando el mar desvanece el vuelo de la locura
y oigo tu voz, idéntica,
ajena.
Efímera.




EL CANTO DESLIZA LAS HORAS

Cuando la muerte es flor del aire infinito,
el canto desliza las horas.
Las hablo
toco
acaricio
algunas se secan, enferman.
Otras florecen radiantes y no tiene explicación,
es simplemente de una forma que no controlo.
Vestidas de púrpura desnudez
en el materno horizonte de la tierra,
con los siglos vienen a vivir en alguna página.
La sangre asola tallos cimbreantes,
la savia se propaga de fibra en fibra
y el viento inclina troncos sin descanso
al crecimiento silencioso.





ALGUNAS VECES

Algunas veces
mato lo que amo,
destruyo
lo que me transforma.
Camino por la ciudad
y no encuentro bajo mis pasos
mis pasos.
No recuerdo en verdad,
a quién amé.




ENTRE EL HOMBRE Y LAS COSAS

Entre el hombre y las cosas
uno tiene deseos de esperar no sé qué.
Un alivio, un cambio de rumbo, nada que hacer
frente a la muerte abandonada.
Frente a la estúpidez y mecánicas maripoas,
flores de noche o ratones a cuerda.

Qué será de las señoras ortopédicas,
del desconsuelo y las muletas,
de los trajes del internado,
como vírgenes en carrozas.

Sin duda se fatigan de tanto levantar narices,
regar jazmines de Egipto.
Contando patéticas hazañas de antepasados,
sobreviven entre gentes y cosas.
Carnaval de invierno, tubos enfervorecidos,
ansiosa costura y llama vascilante, arrinconada.

Amores tímidos o tranvías abandonados,
contra el hambre desconocido
y el insomnio de los días.
Nieblas implacables, viejas cartas de amor
y el olvido de fotografías usadas, juguetes rotos.





VOCES MILONGUERAS

Voces milongueras inauguran
comidas estivales,
grandes mesas rebosantes de naturaleza.

En miradas furtivas,
mis manos, liberadas
de algas y mares abiertos
irrumpen la algarabía ajena.

Cuando ella sale de la habitación,
un poema entra rumiante,
me toma en sus brazos,
ilumina la tarde.

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