miércoles, 3 de agosto de 2011

4385.- LUIS ÁLVAREZ PIÑER


Luis Álvarez Piñer, poeta y ensayista español nacido el 10 de febrero de 1910 en Gijón y fallecido el 26 de julio de 1999 en Madrid perteneciente a la Generación del 36. Premio Nacional de Poesía en 1991.

En 1928, con 18 años conoce a Gerardo Diego, profesor suyo en el Instituto Jovellanos de Gijón, comenzando una amistad que duraría toda la vida. Publica sus primeros poemas en la revista Carmen, dirigida por Gerardo Diego, una de las más emblemáticas de los poetas de la Generación del 27, de la que Piñer fue también secretario y administrador. En 1936 ve la luz su primer poemario, Suite alucinada, muy influenciado por el creacionismo, movimiento en el que el poeta se inscribe en esos momentos, junto con Gerardo Diego y el poeta Juan Larrea. Tras la Guerra Civil, es encarcelado en varias ocasiones por haber pertenecido al bando republicano; tras salir de prisión trabaja como profesor de literatura de ciclo medio en Orense, donde funda la revista Posío y crea un círculo literario con alumnos y ex alumnos, entre los que se incluyen los poetas José Ángel Valente y Pura Vázquez. En 1955 se traslada a Madrid. Como protesta ante el régimen dictatorial, Luis Álvarez Piñer se condena a sí mismo al silencio y no vuelve a publicar más que en colaboraciones esporádicas. Aun así, no deja de escribir y mantiene su obra ajena a las corrientes poéticas posteriores, siendo fiel a la estética creacionista pero con un aproximamiento al clasicismo, cercano a la poesía pura. Animado por el profesor de la Universidad de Deusto, Juan Manuel Díaz de Guereñu, que realizaba su tesis sobre Juan Larrea cuando le conoció en 1983, publica una antología de sus poemas: En resumen. 1927-1988 (Ed. Pre-Textos, 1990). La obra logra el Premio Nacional de Poesía el año siguiente. En 1995, de nuevo alentado por el profesor Díaz de Guereñu, publica un tomo en la editorial Pre-Textos con la totalidad de su obra poética.
Obra
Suite alucinada. Poemas, Imprenta Suc. Ojanguren, Oviedo, 1936.
En resumen. 1927-1988, Ed. Pre-Textos, Valencia, 1990.
Tres ensayos de teoría. 1940-1945, Pre-Textos, Valencia, 1992.
Poesía, Ed. Pre-Textos, Valencia, 1995.
Memoria de Gerardo Diego (de los cuadernos de Luis Á. Piñer), ed. pról. y notas de Juan Manuel Díaz de Guereñu, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 1999.
Cartas (1927-1984) Luis Á. Piñer / Gerardo Diego, ed. de Juan Manuel Díaz de Guereñu, Ed. Pre-Textos, Valencia, 2001.




Nocturno de la ventana

HORIZONTE cuadrado para el signo
que, sin quebrar la transparencia,
escribe el nombre de la noche

Lo incapaz de ser canto
allí se vara, signo muerto El dedo
señala a oscuras la misión precisa
del ser que somos y de la hora que es

Nunca el cristal, sabiéndose frontera,
sufrió tan gran dolor de ser cristal
A qué parte lo externo Llanto abstracto,
testamento sin muerto ni herederos

El dedo aquí señala paraíso
Lo que no es noche, y sin eternidades,
ve lo eterno nocturno y lo señala

Como un doctrino, el corazón despierto
lee lo escrito y piensa que la noche
toda es consciente de su sueño;
que las estrellas son, también, cristales









(PLATÓNICA)

Las criaturas se ignoran desde la pérdida del paraíso
y luchan ciegas en el amor
-el único residuo de aquel tiempo-
por la unidad soñada. Las aves, que olvidaron
el punto cardinal de su origen,
bajan a sus cabezas, dan contextura mágica
a su mirar ansioso y expectante.

Sólo en su duda toma algún sentido
la estrella y el charco en que se pudre.
Hace falta talante de iniciados
para hacerse capaz de decisiones,
para que de la vida no se libere el tiempo
y deje sin sentido lo que soñar no puede,
y el mar (a quien el sueño tanto debe)
no desborde los frágiles límites del espíritu.

Gotea siempre en torno
tanta necesidad de paraíso
que al fin nos entendemos:
el corazón es una brújula insegura
pero hace lo que puede
percutiendo en la sombra hasta la muerte.

Poema incluido en el libro Los consejos del viento

(Poesía) (Pre-Textos; Valencia, 1995).







Quiero cantar la vida

Quiero cantar la vida que me falta;
ser, todavía, material de fuego,
dar a la sangre su desasosiego
y a las cenizas su misión más alta.

Ser Fénix contra mí, día tras día,
conciencia repetida de la muerte
cada minuto, voz que me despierte
de cada sueño, de cada porfía;

Memoria que me dé su fortaleza
contra la sangre de cada jornada
y contra la ceniza en la memoria.

Quiero cantar. En cada canto empieza
nuestra vida, se siente enamorada
la sangre. la ceniza es la victoria.







La Copa De Mallarmé

EN lo alto, el cristal, invisible, perfecto
donde hasta el sol se equivoca y tropieza.
Y la mano de plinto le sirve.
Por la mano se acerca la tierra
hecha sueño de hombre a través
de la sangre vivida. y revienta
en la espuma con que ahora brindamos:
La pleamar, el final de la oscura marea.

Encontrar superficie, salir.
Libertad, soledad. La experiencia
siempre inocente, siempre limpia
es el límite, flor siempre abierta
en la gracia ideal del espíritu
cristal sobre el que hiere la luz su presencia.







Sobre el último sueño

Sobre el último sueño, en la incolora
solemnidad del ámbito vacío,
presagio de su póstumo desvío
un vuelo de gaviotas se incorpora,

latente jarcia, que abrirá a la aurora
la luminosa vela del navío
cuando aún será pasión el mar sombrío
debajo de la luna rondadora,

perdida ya de nuevo, entre la espuma
esponjada y gozosa en que la bruma
final se extrema, cauta y minuciosa.

Y al fin, de nuevo, el mar, ancha la vela
sin fatiga, glorioso. Y centinela,
otra vez en sus mástiles, la rosa.




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