jueves, 17 de febrero de 2011

3058.- JAVIER MONTORO


Javier Montoro, Asesino de espejos, Fran, Fulán, Mazapán. 26-12-90, Córdoba. Estudia Traducción e Interpretación (árabe y griego) y materias de Teoría de la Literatura en Granada. Ha publicado el poemario Anatomía de las Matrioskas, que le hizo ganador a sus 17 años del premio de poesía Alea Blanca 2008. Ha colaborado en diversos espacios digitales y revistas como El Laberinto de Ariadna, En Sentido Figurado, Los Noveles, Territorio K o Dulce Arsénico, entre otros. Ha sido antologado en la plaquette Poesía Excesiva (El Alacrán Gafe Ediciones, 2009).
Junto Carmen G. de la Cueva dirige las actividades del colectivo cultural Hipervínculos Divergentes, que pretende unir lazos entre artes y ofrecer cauces de expresión alternativos. También, desde Hipervínculos Divergentes, coordina el recital poético multilingüe En Lengua Ajena, que se celebra durante la feria del libro de Granada.
Amante del teatro, Javier Montoro forma parte de las agrupaciones Teatràdum y Paracá. Tras cerrar su blog Rumor Mecanoclasta mantiene sus bitácoras Sobreactuando y Tregua.




Hoy he caído en la cuenta de que la gente se muere
De formas realmente interesantes
Banderas a media asta y por los suelos y por los cielos
Dios y Satanás pegados por algún órgano divino
Sí, la gente se muere artificialmente, artificiosamente
Y a mí se me quedan las palabras en el esófago, esperado que después de la tormenta llegue la calma*
Pero la calma huele a humedad y cieno
Efecto dominó
Palabras congestionadas
Todos nos morimos
Pavor: frases simples
_____________*Olvidar la muerte es como leer un poema
y decir que es bonito

(De “Anatomía de las matrioskas”)






tribulaciones ovinas
que los métodos del pastor eran algo heterodoxos
ya lo sabíamos

también que sobraba detenerse en el espacio, tamizado
de piedras por su acento argentino
no importaba demasiado:
estaban los cinco minutos de la comida para pastar
las nubes, la sobremesa para expandirlas; luego vendrían
las tormentas

cuando llovía, el pastor nos acariciaba
el estómago, nos estampaba antologías lúdicas,
nos besaba los ojos,
nos tapaba con las manos -la sobrehidratación
es un arma de doble filo-

los días no hacían daño
porque cada vez el pasto sabía más a ozono

hasta que el paladar se quejase

no importaba demasiado:
estaban los cinco minutos de reserva para descubrir
que el Sol podría ser un postre delicioso

pero el pastor era reacio a las indigestiones
y no aparecía llovía mucho
el camino era muy liso y resbalaba
nuestros pasos iban descompasados
los esquemas eran demasiado sólidos

las nubes nos habían sentado mal

cómo entender entonces que nos sobrecogiera la calma

cuando surgió Dolly encima de nuestro pasto
con el Sol en las manos
dispuesta a servírnoslo como quisiéramos
dispuesta a decirnos sonriendo:
“Aquí, tú eres el King”

(De “Anatomía de las matrioskas”)








Ariadna

Los versos de Konstantin Kavafis
jadean en los oídos de la muchacha
Ahora comprende lo que son las Ítacas,
o al menos las Cretas
Ella, que está esmerada
el rodear su isla con alambre electrificado,
fue abandonada por un Teseo oculto entre padres protectores
Si la miras desde tu barco, la verás hacer acopio
de los juguetes de otros niños
Si te acercas a ella, te gritará sus lemas
para que separes la basura:
la confianza al contenedor azul,
el amor al amarillo
De vez en cuando,
contempla extasiada su ombligo
buscando un cordón umbilical
que la una a cualquier origen
Se entretiene dando patadas a un ovillo
de hebra dorada,
y en él envuelve sus dedos heridos
cuando la sal del mar le escuece
Ella no llora, únicamente grita con la cara mojada
La mejor cura para el síndrome de Odiseo
es nadar con los brazos entumecidos, por eso
Ariadna hace kilométricas las orillas de su ínsula
Sabe que su destino está en dirección contraria a Creta

(De “Anatomía de las matrioskas”)








opus tessellatum

Estoy hecho de teselas, teselas sin argamasa de unión

Quizá pasarán algunos años antes de verme totalmente
uniforme, pero hasta entonces no seré más que un resto
arqueológico

Antes los niños podían jugar con las piezas de mi puzzle,
formar mi nariz, arrancarme los ojos, amputarme una mano,
pero sus padres les regañaban y dejaron de divertirse conmigo
Y me duelen sus pellizcos zurdos

Ellos creen que se llevan algo de mí, pero les está prohibido
coger cosas del suelo
siempre se cansan y yo no lo entiendo, nunca sabré por qué
tienen que dormir la siesta
Ahora ya no están, por eso duermo con la luz encendida, pues
quizá vendrán a recoger sus zapatos,
sus juguetes y la pieza que le falta a mi rompecabezas











“CON LAS PRINCESAS MUERTAS SE HACEN PESADILLAS”
(Fragmentos I y II publicados en la plaquette antológica “Poesía Excesiva”)


I

la boca de fresa propaga los gemidos
que vuelven de cera sus dientes
cuando grita

resbalan del aire
los mismos maquillajes
que prolongaron sus lágrimas
de ácido
[al cielo
le bastan
sonrisas húmedas
custodia de los labios afrutados
para derramar las sombras
y cambiar el rumbo
- escupir en las aceras
pintadas

la boca de fresa acaricia las frías paredes
muy de vez en cuando, yo siempre me acuerdo
de cómo tatuaba la habitación
beso a beso
hasta teñirla de fruta

pero la fruta se echa a perder
y la boca de fresa luego se pudre
y los dientes la circuncidan
y poco a poco recuerda

que algún día fue semilla
y terminan los besos

y cualquier gemido,
restregado en las paredes,

enmudece









II


a veces desearía
no haber empezado nunca ese juego

nunca haber descendido a las mazmorras
donde hablaban las princesas de sus príncipes dotados
de un miedo especial a las alturas
y un específico odio a las quimeras

donde entre chismes se reían,
[indefensas, divertidas]
hasta que ardían sus vestidos
en fiestas de pijamas
y se cubrían con edredones
porque entre las rejas de la celda
se colaba el frío

a veces me concentro
en las trenzas invisibles que las colgaban
de las nubes,
en las niñas usándolas como lianas
en cualquier parte abandonadas a su suerte
como estrellas de gas nulo rodando
cielo abajo

y a veces las recuerdo
encajando sus uñas en las piedras
intentando volver a sus ventanas
y orinarse en el colchón
sin represiones

yo simplemente ato pañales
a mi ventana,
no sé subir de otra forma










mientras que tú eres gris
yo
tengo las pupilas rojas, como las de una mala fotografía
las sienes verdes inyectadas en sangre
los labios morados por el frío
las uñas blancas
los dientes negros
amarillos los hematomas
tengo lo que se dice una rica variedad cromática

lo del sufrimiento es sólo un eufemismo

(Inédito)








egofobia: dícese del miedo a los demás

(De “Anatomía de las matrioskas”)

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