domingo, 15 de agosto de 2010

CIRCE MAIA [480]


Circe Maia

Circe Maia (Montevideo, 29 de junio de 1932) es una escritora, poeta, profesora y traductora uruguaya.

Maia nació en Montevideo, Uruguay, en 1932. Sus padres eran María Magdalena Rodríguez y el escribano Julio Maia, ambos procedentes del norte de Uruguay. Fue su padre quien le publicó su primer libro de poesía, cuando Circe tenía 12 años (Plumitas, 1944). A sus 19 años sufrió la repentina muerte de su madre, que dejó una profunda huella en su primer libro de poesía madura, publicado cuando tenía 25 años (En el tiempo, 1958).

Se casó con Ariel Ferreira, médico, en 1957, y en 1962 la pareja se mudó a Tacuarembó con sus dos primeras niñas.

Cursó estudios de filosofía en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) y siguió estudiando filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República. Se dedicó al profesorado de filosofía en un liceo departamental y en el Instituto de Formación Docente de Tacuarembó.

Participó en la fundación del Centro de Estudiantes del Instituto de Profesores Artigas (CEIPA) y fue socia activa del Partido Socialista.

Los años de la dictadura cívico-militar en Uruguay fueron duros para su familia. Un día de 1972, los militares irrumpieron a las 3 de la madrugada en su casa para arrestar a Circe y Ariel, pero a ella le permitieron quedarse porque su hija menor tenía apenas 4 días.3 Su marido estuvo dos años preso por formar parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. En 1973, Maia fue destituida de su cargo como profesora de educación secundaria por el gobierno militar, pero de todos modos daba clases particulares de idiomas y continuó con sus estudios. En 1983 perdió a su hijo de 18 años en un accidente de tránsito. Esta tragedia añadida a las dificultades de escribir bajo la dictadura la llevó hacia un descanso en su trabajo poético. Con el regreso de la democracia en 1985, fue reintegrada a su cargo como profesora de educación secundaria. Sus publicaciones comenzaron de nuevo con Destrucciones (1987), un pequeño libro escrito en prosa, y Un viaje a Salto (1987), relato en prosa sobre el encarcelamiento de su marido.

La publicación de Superficies (1990) marcó su regreso a la poesía y fue seguida por otros libros de poesía y sus traducciones al inglés, griego y otros idiomas. Para el público lector la publicación más importante fue la recopilación de sus nueve libros de poesía Circe Maia: obra poética (2007 y 2010), un libro de más de 400 páginas.

Enseñó filosofía en secundaria hasta su jubilación en 2001, pero continúa enseñando literatura inglesa en un instituto privado, prepara grupos de teatro en Tacuarembó, además de escribir y traducir.

Poesía

En su primer libro adulto, En el tiempo (1958), Maia ya señalaba que la expresión adecuada de la poesía es «el lenguaje directo, sobrio, abierto, que no requiere cambio de tono en la conversación, pero que sea como una conversación con mayor calidez, mayor intensidad... La misión de este lenguaje es descubrir y no cubrir; descubrir los valores, los sentidos presentes en la existencia y no introducirnos en un mundo poético exclusivo y cerrado».4 A lo largo de toda su obra ha permanecido fiel a este arte poética. Los objetos, las personas, las muertes cercanas, la pintura y el tiempo son algunos de los temas elegidos para «descubrirse» y descubrir la trama humana. La propia experiencia se convierte en la posibilidad de auscultar lo humano y de establecer el diálogo con un tú siempre presente.

Circe Maia a lo largo de cincuenta años de trabajo poético se ha apartado de la literatura hermética que se vuelve monólogo. Como ella misma dice, ve «en la experiencia diaria, viva, una de las fuentes más auténticas de poesía».4 Su poesía se expresa a partir de la sensibilidad, sobre todo auditiva y visual.

Algunos de sus poemas han sido musicalizados por Daniel Viglietti, Jorge Lazaroff, Numa Moraes y Andrés Stagnaro, entre otros. Que su poesía estaba de acuerdo con el espíritu de la época se puede ver en el nombre del grupo del canto popular uruguayo Los que Iban Cantando, inspirado por un poema de En el tiempo (1958). Quizás el más significativo fue su poema Por detrás de mi voz que fue musicalizado por Daniel Viglietti en 1978 como Otra Voz Canta. Esta canción, que a veces se realiza en combinación con el poema Desaparecidos de Mario Benedetti, se convirtió en una denuncia de los regímenes militares latinoamericanos que cometieron desapariciones forzadas.5

Libros

1944, Plumitas.
1958, En el tiempo.
1958, Presencia diaria.
1970, El Puente.
1972, Maia, Bacelo, Benavides; poesía.
1978, Cambios, permanencias.
1981, Dos voces
1986, Destrucciones, (poesía en prosa).
1987, Un viaje a Salto, (prosa).
1990, Superficies.
1996, Círculo de luz, círculo de sombra, (traducidos al sueco).
1998, De lo visible.
1999, Medida por medida, (traducción de Shakespeare).
2001, Breve sol.
2001, Ayer un Eucalyptus, (obra traducida al inglés).
2004, Un viaje a Salto, (traducción al inglés).
2010, Obra poética, (el conjunto de su obra poética).
2011, La casa de polvo sumeria: sobre lecturas y traducciones.
2013, La pesadora de perlas.
2013, Poemas: Robin Fulton, (traducción de un poeta escocés).
2014, Dualidades.

Premios

2007, Premio Nacional de Poesía de Uruguay.
2009, Homenaje de la Academia Nacional de Letras.
2010, Premio Bartolomé Hidalgo.
2012, Medalla Delmira Agustini.
Discografía[editar]
Circe Maia por ella misma (Sonopoemas, SP 704)
1996, Imagen final y otros textos (Ayuí / Tacuabé A/E164k)
2008, Imagen final y otros textos (reedición. Ayuí / Tacuabé A/E164CD)



Por detrás de mi voz

—escucha, escucha—
otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos
viene de sepultadas
bocas y canta.
Dicen que no están muertos
—escúchalos, escucha—
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Escucha, escucha:
otra voz canta.

 Por detrás de mi voz en 2010



Trabajo en lo visible...

Trabajo en lo visible y en lo cercano
-y no lo creas fácil-.
No quisiera ir más lejos. Todo esto
que palpo y veo
junto a mí, hora a hora
es rebelde y resiste.

Para su vivo peso
demasiado livianas, se me hacen las
palabras.



EL TERCER PATIO

Desde aquí arriba se ven los fondos de otras casas
sus patios posteriores, algunos muy descuidados.
Mirando bien, hay tres muy diferentes
que se dan la espalda, ignorándose.

El que está aquí debajo es el peor: hay piedras y maderas
también algunos ladrillos y papeles.
El otro, de anchas baldosas rojizas
está vacío totalmente: nada.
(Ni un alambre de ropa, ni un balde, ni una planta.)

Y aparece en el aire la balanza invisible
que pesa en sus platillos
de un lado el abandono
y del otro, el vacío. (Rastros del ser de un lado
puro no ser del otro.)

Y el miedo
de que queden los ojos prisioneros
en esas dos imágenes y vean como un sueño
el tercer patio, apenas entrevisto
donde hay un banco, bajo una sombra verde.



PALABRAS

Tantos millones de bocas tienen pasadas
Pedro Salinas


En este cuarto me rodean muebles
que no conoces: tengo puesto ahora
este vestido que no has visto y miro
¿hacia adentro, hacia afuera? -No lo sabes.

Pero ahora y aquí y mientras viva
tiendo palabras -puentes hacia otros.
Hacia otros ojos van y no son mías
no solamente mías:
las he tomado como he tomado el agua
como tomé la leche de otro pecho.
Vinieron de otras bocas
y aprenderlas fue un modo
de aprender a pisar, a sostenerse.

No es fácil, sin embargo.
Maderas frágiles, fibras delicadas
ya pronto crujen, ceden.
Duro oficio apoyarse sin quebrarlas
y caminar por invisible puente.



LA ESCALERA A OSCURAS

En la escalera oscura
nadie sabe muy bien dónde está parado.
Los escalones fueron devorados
por gran oscuridad: el pasamanos
/resbaloso, invisible.
El descansillo -al torcer su dirección la
/escalera
puede hacernos dar un traspié. Conviene
subir o descender con grandes precauciones.

O mejor esperar a que se encienda
la luz, si es que la encienden -si es que
/alguien más sube o baja-.
Atención entonces al mínimo crujido
de la escalera.




UNIDAD

Una pequeña tarea como esta de
cortar el pan y llevarlo a la mesa,
empieza y luego acaba
-círculo de sentido que se cierra-
la pequeña molécula de un proyecto
/cumplido.

¿Trivial? Tal vez, pero mira dibujarse
con perfección acabadísima
cada gesto enlazado en el siguiente
anillado en la suave
espiral invisible
que va del pensamiento hacia la mano
del ojo hacia el cuchillo.



OPACIDAD

El ojo indiferente decolora
enfría y empareja.

Todo es igual para las miradas neutras
una cosa entre otras
un rostro entre los otros
un gesto entre otros gestos.

Por encima palabras y palabras
como una lluvia sorda.

Y nada sobresale: mar parejo
horizonte cerrado.

Sombra.

Vacío mar del tiempo.
Una hora se mira en otras horas
y todas son iguales.

El ojo las contempla ya sin verlas
y ya no es más mirada.

Es ojo seco. Piedra.
Dureza fría. Cosa.



I

Nos llaman. Llaman de todos lados
voces, tareas.
Desde los patios, calles, ventanas
se alzan las voces
agitadas, dispersas.

Tela, tela del día.
Antes eras un lienzo de color indeciso.
(Decíamos: qué haremos
qué haremos de esta noche
esta luz, este tiempo?)

Ahora tienes siempre
un decidido corte y un color definido
Eres como un vestido
para usarte y gastarte.

Tela, tela del día,
luz hilvanada en fuertes
trabajosas puntadas
cuando por fin de noche
se sueltan tus costuras
flotas ante los ojos
-ya por dentro del sueño-
flotas, te sueltas, caes.


II

Y sin embargo pueden
los pilares del día
armarse, sostenerse
como un solo dibujo
de entrecruzadas líneas.

Pueden haber mañanas
de blanca luz sin prisa
en que los ruidos claros
del agua y de la loza
bajan hacia el callado
centro del mediodía.

Movimiento de pasos
una pregunta, un gesto
se envuelven, sostenidos
por hilos de luz viva



ABRIL

Este día tan lleno de niñez,
las cápsulas verdes de los eucaliptos
en el suelo, entre hojas.

El buen aroma frío y viejo trae
de la mano, consigo,
los paseos al sol y por un parque
en un abril de viento.

Por mirar la vereda así y oír el ruido
de las hojas, arriba;
por recoger las cápsulas y aspirar hasta el alma
su antiguo olor, se puede,

¿a veces, sí, se puede?
abrir puertas cerradas hacía días remotos;
las mañanas del sol y un aire limpio, fino,
los bancos de madera por el borde del parque,
las veredas desiertas,
un viento decidido contra la cara, frío,
y en la mano, tibieza de la mano materna.



CAMBIOS

Unas veces el cambio se prepara
en forma subterránea pero estalla
de modo brusco, abierto:
nova en el cielo
grieta en la tierra
inundación de luz en plena noche
lengua de fuego
asoma sorpresivamente en la mirada
del otro, vuelto Otro, vuelto ajeno.

Otros cambios se gestan
imperceptiblemente.
De una oscura manera
de un modo
silencioso
lo que no estaba está y lo que estaba
es destruido.

Pero tan gradualmente
que siempre quedan restos:
de la mirada, alguna
chispa
alguna vez.
De la voz, algún eco
(palabra no enfriada
todavía).



EL RUIDO DEL MAR

Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.

Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.

Por la suave curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.

Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.

Todos los límites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.

Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.
Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desgranada…

Y no se sabe
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.



ESCALONES

Cambios pequeños y tenaces.

Bajo el cielo ya un grado
de luminosidad o de tibieza.

Ha caído más polvo sobre el piso o la silla.

Pequeñísima arruga se dibuja o se ahonda.

Hay un nuevo matiz en el sonido
de la voz familiar (¿Lo notarías?)

En un coro confuso de entreveradas voces
faltan algunas, otras
aparecen.

La misma
suma total: no hay cambios.

Millonésima ola golpea
millonésima roca
y el degaste
imperceptíble y cierto
avanza.



MITO AMAZÓNICO

Escucha la historia de la Muerte.
Ella estaba sobre la tierra, escondida.
Ella no estaba abajo.

Un agua subterránea, pura
era bebida de los inmortales
debajo de la tierra.

¿Quién fue culpable?
El que salió y quebró y saltó hacia afuera
por haber escuchado un canto de pájaro.

No hubiera escuchado.
No debía salir.
El dejó el lugar protegido.

El juntó frutas, plantas
y llevó adentro, abajo.

Y en cada fruto estaba semilla de la muerte.
Cayeron las semillas. Germinaron.



SORPRESA Y UVAS

"Feliz en su soledad circular..." Parménides

Como empezaron a madurar las uvas
se ensombreció el parral
pero de pronto
se vio en la sombra
–la sombra-sol filtrada por follaje–
brillar, casi incoloro y radiante
el cristal redondo de una sola uva
entre otras ya oscuras.

Un asombroso blanco:
nítida esfera translúcida.

Mañana va a empezar, irrevocablemente
el proceso seguro
de su oscurecimiento-azulamiento

pero ahora
este techo opaco rodeando el raro brillo
es blanco de miradas
sorprendidas
risueñas.

La redondez perfecta las ignora.
Con su orgullo y su brillo
ha pisado la uva
el primer escalón del mundo inteligible.



FINES DE AGOSTO

A finales de agosto hay algo que estalla
en hojas pequeñísimas
La explosión silenciosa
tras verdes clarísimos
y hasta a veces en la punta de las hojas un tono
diferente, difícil de definir, brilloso.

¿Te molesta este tema tan manido?
No importa.
Ellas
–las hojas–
salen.




LA MIRADA DETRÁS DE LAS PALABRAS

Hay un dibujo
–nítido, negro
bien delineado–
sobre el muro: es la sombra
de aquellas altas ramas.

Nuestros ojos recorren de manera distinta
cada vez: doblan aquí o allá; se detienen, a veces
para tratar de verlo todo junto:
los caminos cruzados de las finas sombras
sobre el muro blanco.

Y hay urgencia en guardarlo en la memoria
pues le han salido a las ramas unos brotes
y también varios gajos
del futuro follaje.

Como charla aturdida
se moverán las hojas
se borrarán los finos caminos de las sombras
en la masa total de sombra informe.

Las ramas estarán, sin embargo, presentes
como mirada intensa
detrás de las palabras.



PAISAJES DE ARLÉS. VA GOGH

Lo que está en primer plano
es esta enmarañada
maleza de hojas enredadas y oscuras.

Muy en segundo plano
árboles y edificios.
Es como si el pincel hubiera dicho: "Entren
pero no importan tanto"

Y entonces
quedó como empujada
–por detrás de unos árboles–
la torre de una iglesia.

Y una vez y otra vez regresa la mirada
a enredarse y quedarse
aquí dentro, en medio
del nervioso entrevero
de colores oscuros
y formas fuertes
un poco
inacabadas.




NO LO SABES

En este cuarto me rodean muebles
que no conoces: tengo puesto ahora
este vestido que no has visto y miro
¿hacia adentro, hacia afuera? -No lo sabes.

Pero ahora y aquí y mientras viva
tiendo palabras -puentes hacia otros.
Hacia otros ojos van y no son mías
no solamente mías:
las he tomado como he tomado el agua
como tomé la leche de otro pecho.
Vinieron de otras bocas
y aprenderlas fue un modo
de aprender a pisar, a sostenerse.

No es fácil, sin embargo.
Maderas frágiles, fibras delicadas
ya pronto crujen, ceden.
Duro oficio apoyarse sin quebrarlas
y caminar por invisible puente.



HAY UN BANCO BAJO UNA SOMBRA VERDE

Desde aquí arriba se ven los fondos de otras casas
sus patios posteriores, algunos muy descuidados.
Mirando bien, hay tres muy diferentes
que se dan la espalda, ignorándose.
El que está aquí debajo es el peor: hay piedras y maderas
también algunos ladrillos y papeles.
El otro, de anchas baldosas rojizas
está vacío totalmente: nada.
(Ni un alambre de ropa, ni un balde, ni una planta.)
Y aparece en el aire la balanza invisible
que pesa en sus platillos
de un lado el abandono
y del otro, el vacío. (Rastros del ser de un lado
puro no ser del otro.)
Y el miedo
de que queden los ojos prisioneros
en esas dos imágenes y vean como un sueño
el tercer patio, apenas entrevisto
donde hay un banco, bajo una sombra verde.



Sorpresa y uvas

                                       "Feliz en su soledad circular..." 
                                                            Parménides
                                 
Como empezaron a madurar las uvas
se ensombreció el parral
pero de pronto
se vio en la sombra
–la sombra-sol filtrada por follaje–
brillar, casi incoloro y radiante
el cristal redondo de una sola uva
entre otras ya oscuras.

Un asombroso blanco:
nítida esfera translúcida.

Mañana va a empezar, irrevocablemente
el proceso seguro
de su oscurecimiento-azulamiento

pero ahora
este techo opaco rodeando el raro brillo
es blanco de miradas
sorprendidas
risueñas.

La redondez perfecta las ignora.
Con su orgullo y su brillo
ha pisado la uva
el primer escalón del mundo inteligible.




II

Fines de agosto

A finales de agosto hay algo que estalla
en hojas pequeñísimas
La explosión silenciosa
tras verdes clarísimos
y hasta a veces en la punta de las hojas un tono
diferente, difícil de definir, brilloso.

¿Te molesta este tema tan manido?
No importa.
Ellas
–las hojas–
salen.



III

La mirada detrás de las palabras

Hay un dibujo
–nítido, negro
bien delineado–
sobre el muro: es la sombra
de aquellas altas ramas.

Nuestros ojos recorren de manera distinta
cada vez: doblan aquí o allá; se detienen, a veces
para tratar de verlo todo junto:
los caminos cruzados de las finas sombras
sobre el muro blanco.

Y hay urgencia en guardarlo en la memoria
pues le han salido a las ramas unos brotes
y también varios gajos
del futuro follaje.

Como charla aturdida
se moverán las hojas
se borrarán los finos caminos de las sombras
en la masa total de sombra informe.

Las ramas estarán, sin embargo, presentes
como mirada intensa
detrás de las palabras.



IV

Paisaje de Arles.  Van Gogh.

Lo que está en primer plano
es esta enmarañada
maleza de hojas enredadas y oscuras.

Muy en segundo plano
árboles y edificios.
Es como si el pincel hubiera dicho: "Entren
pero no importan tanto"

Y entonces
quedó como empujada
–por detrás de unos árboles–
la torre de una iglesia.

Y una vez y otra vez regresa la mirada
a enredarse y quedarse
aquí dentro, en medio
del nervioso entrevero
de colores oscuros
y formas fuertes
un poco
inacabadas.







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