domingo, 29 de agosto de 2010

KARL SHAPIRO [724]


Karl Shapiro


Nació el 10-Nov-1913 en Baltimore, Estados Unidos y murió el 14-Mayo-2000 en New York City.


Bibliografía:



Person, Place and Thing (1942, poetry)

V-Letter and Other Poems (1944, poetry)

Beyond Criticism (1953, criticism)
Poems of a Jew (1958, poetry)
In Defense of Ignorance (1960, criticism)
The Bourgeois Poet (1964, poetry)
White-Haired Lover (1968, poetry)
To Abolish Children (1968, poetry)
The Poetry Wreck (1975, poetry)
Adult Bookstore (1976, poetry)
Collected Poems, 1948–1978 (1978, poetry)
Reports of My Death (1990, memoir)
The Wild Card (1998, poetry)




Tapas de cloacas

La belleza de las tapas de pozos
-¿qué es eso?
como las golpeadas medallas del salvaje
Gran Khan
Como piedras del calendario Maya, incopiable,
indescifrable,
No como el viejo electrón, cazado y anotado
Consignado y esculturado para hacerlo girar
Pero marcándolo y caracoleándolo
y embolsándolo y destrozándolo
Con el nombre de las grande compañías
(Dulce Belén, sonriente Estados Unidos.
Este artefacto inoxidable de mi calle
Estará después derretido a lo largo
de los caminos donde yacera
Hacia un lado en la tumba del viejo mundo
de hierro
Mordiendo hasta el abismo
Con su fuerte misterio Americano con
Su obsoleta belleza.

Versión de Raúl Racedo


MANHOLE COVERS

The beauty of manhole covers--what of that?
Like medals struck by a great savage khan,
Like Mayan calendar stones, unliftable, indecipherable,
Not like the old electrum, chased and scored,
Mottoed and sculptured to a turn,
But notched and whelked and pocked and smashed
With the great company names
(Gentle Bethlehem, smiling United States).
This rustproof artifact of my street,
Long after roads are melted away will lie
Sidewise in the grave of the iron-old world,
Bitten at the edges,
Strong with its cryptic American,
Its dated beauty.






Invierno en California

Esto es invierno en California y afuera
Es como el interior del negocio de una florista:
Una fría – húmeda y repleta cosecha
De camelias rojas alineadas en el camino; y qué
Rosas raras para un banquete o una novia
¡Tan numerosas que parecen un exceso!
Una línea de caracoles atraviesa
el verde prado de golf
Desde los arbustos de rosas
hasta la cama de hiedra;
Un compuesto de arsénico es distribuido
Para ellos. El jardinero rastreará las conchas
Y las dejará en una esquina del patio en
El pequeño montículo de conchas vacías
como calaveras
Al mediodía la niebla es calcinada por el sol
Y los inmensos mundos celestiales
abren una página
Para el ejercicio de las edades futuras;
Ahora los jets se arrastran en parábolas
de líneas rectas
Y los rayos xs con los cuales el viento,
antes de que ellos lo hagan
Borra sin prisa o tira a las pelusas.
Este es el invierno en el valle de la vid.
Los viñedos crucificados en estacas sugieren
cementerios de guerra pero los frutos presionan
Los tanques de las secoyas están llenos
hasta el borde en la vertiente
Y en los desvíos permanecen vagones
de vino
Por los cuales el brillo del jugo de un billón
de uvas ha sangrado
Y los esquiadores por las línea de nieve
se dirigen a casa
Descendiendo a través del huerto de almendros,
de las granjas verde oliva
Higueras y palmeras- todo esto se calienta en
La imaginación de la temporada invernal.
Si los muros fueran antiguos uno podría
pensarlos de Roma
Si la tierra se encontrara endurecida
uno podría pensarla de España
Pero esta tierra hizo crecer las viejas
cosas vivientes
Estos árboles eran jóvenes cuando
los Faraones gobernaban el mundo
Árboles cuyas nuevas hojas solo se despliegan.
Ellas no son bellas; ellas oprimen el corazón
Con gigantísimas y con inmortales alas;
Y uno siente las suntuosidades de esta tierra.
Llueve en California, una lluvia recta
Limpiando las pesadas naranjas en las ramas,
Rellenando los jardines hasta que el flujo
de los jardines
Resplandece en los olivos, embaldosando
las destellantes losas
Encerando con más verde las oscuras hojas
de las camelias
Inundando todo el dia los valles
como el Nilo.

Versión de Raúl Racedo



California Winter
  
It is winter in California, and outside
Is like the interior of a florist shop:
A chilled and moisture-laden crop
Of pink camellias lines the path; and what
Rare roses for a banquet or a bride,
So multitudinous that they seem a glut!
A line of snails crosses the golf-green lawn
From the rosebushes to the ivy bed;
An arsenic compound is distributed
For them. The gardener will rake up the shells
And leave in a corner of the patio
The little mound of empty shells, like skulls.
By noon the fog is burnt off by the sun
And the world's immensest sky opens a page
For the exercise of a future age;
Now jet planes draw straight lines, parabolas,
And x's, which the wind, before they're done,
Erases leisurely or pulls to fuzz.
It is winter in the valley of the vine.
The vineyards crucified on stakes suggest
War cemeteries, but the fruit is pressed,
The redwood vats are brimming in the shed,
And on the sidings stand tank cars of wine,
For which bright juice a billion grapes have bled.
And skiers from the snow line driving home
Descend through almond orchards, olive farms.
Fig tree and palm tree - everything that warms
The imagination of the wintertime.
If the walls were older one would think of Rome:
If the land were stonier one would think of Spain.
But this land grows the oldest living things,
Trees that were young when Pharoahs ruled the world,
Trees whose new leaves are only just unfurled.
Beautiful they are not; they oppress the heart
With gigantism and with immortal wings;
And yet one feels the sumptuousness of this dirt.
It is raining in California, a straight rain
Cleaning the heavy oranges on the bough,
Filling the gardens till the gardens flow,
Shining the olives, tiling the gleaming tile,
Waxing the dark camellia leaves more green,
Flooding the daylong valleys like the Nile.





Un jardín en Chicago

En mitad de la ciudad, bajo un cielo oleoso,
Yazgo en un jardín verde oscuro
Que parece sedimento de la imaginación
Rodeado a la vuelta por las elegantes
espigas de las cercas de hierro
Mi rostro se vuelve una luna de soles ausentes.
Un tenue calor golpea mi lectora cara;
Las rosas no son rosas en este lugar arenoso
Pero el azul gris de las lilas sostiene
sus campanillas afuera.
Dura zinias y feas caléndulas
Y una dulce estatua de un niño apoyado.
Un fluir de poesía en el canalón
del otro lado del patio
Me hace pensar que yo fui un pájaro
de la prosa;
Por sobre la cabeza, en una pesada
nube dorada
Cuelgan las gordas almas de los animales
Y engañan a mis ojos los brillantes
puntos de las mariposas
Que se encienden y apagan
como distantes señales de neón.
Asumiendo que este jardín continuará
existiendo
Una anciana dama patrulla las zinias
( Ella lanza miradas como George Washington
al atravesar el Delaware)
El portero da recorridas hasta el hierro del rail,
Los amontonamientos ampulosos del trafico
están fuera de ahí,
Y a través de la calle, en un bar para negros
Con espejos de medianoche, el profesional
Toma su primer Whisky de la tarde.

Versión de Raúl Racedo



A Garden In Chicago
  
In the mid-city, under an oiled sky,
I lay in a garden of such dusky green
It seemed the dregs of the imagination.
Hedged round by elegant spears of iron fence
My face became a moon to absent suns.
A low heat beat upon my reading face;
There rose no roses in that gritty place
But blue-gray lilacs hung their tassels out.
Hard zinnias and ugly marigolds
And one sweet statue of a child stood by.
A gutter of poetry flowed outside the yard,
Making me think I was a bird of prose;
For overhead, bagged in a golden cloud,
There hung the fatted souls of animals,
Wile at my eyes bright dots of butterflies
Turned off and on like distant neon signs.
Assuming that this garden still exists,
One ancient lady patrols the zinnias
(She looks like George Washington crossing the Delaware),
The janitor wanders to the iron rail,
The traffic mounts bombastically out there,
And across the street in a pitch-black bar
With midnight mirrors, the professional
Takes her first whiskey of the afternoon--





El mundo es mi sueño...

El mundo es mi sueño, dice el niño sabio,
tan sabio que no pisa las marcas en la acera.
Soy el mundo dice el niño de ojos sabios.
Yo te hice, madre. Yo te hice, cielo.
Cuidame o te devolveré a mi sueño.

Si miras al sol el sol explotará dice el niño
malvado. Si miro a la luna me secaré.
Desde donde estoy las mantengo en su lugar.
No me preguntes que esto haciendo.

El hijo simple fue al colegio de ciencias.
Ahí aprendió como funcionaba todo.

El que no dice nada es al que se le cuenta todo
(aunque no le importa nada).
El que me sueña no me ha devuelto aún.
El sol y la luna ascienden a tiempo.
Todavía no sé cómo funciona la máquina.
Puedo romper un cable. De eso se trata.

El sueño es mi mundo dice el niño enfermo.
Soy puro como estas sábanas de la cama.
(Escribe fatiga en las vastas expansiones).
Estoy en tu sueño dice el niño malvado.
El hijo simple ha sido decorado para la objetividad.
A aquel que no dice nada se le cuentan las cosas
de todas maneras.

De Sade mira a través de los barrotes de la Bastilla.
Ha comenzado la matanza de los nobles.

Versión de José Luis Justes Amador



TREN MILITAR

La ciudad se detiene. Nos saludan obreros:
sonríen, levantando brazos sucios de aceite.
Como en el circo, alborotan los niños.
Los hombres de negocios siguen, muy satisfechos,
sus caminos de siempre, mientras en los umbrales
tranquilos las mujeres parecen advertirnos
con sus gestos más lentos,
como si el llanto que empaña la guerra
pudiera disolver nuestras armas de acero
con su dulce deseo.

Como fruta del mundo, arracimados
colgamos todos de la cornucopia,
estrechamente unidos, y nuestros rostros lanzan
a las calles rechiflas y rápidas miradas.
Se quiebra una botella en las traviesas que huyen,
y los ojos que siguen a una dama rosada
se estiran como cintas de caucho y aguijonean
la sed de nuestras bocas,
que desean el largo trago de agua de un beso.

Y atravesamos días, continentes tronchados.
Cautelosos y adustos y ligeramente ebrios,
marchamos adelante, nosotros, los mediocres
hijos de la ocasión y de las circunstancias,
cuyos cascos resuenan en los muros vacíos
en donde los cadáveres de sacos y mochilas
se retuercen al lado de fusiles
que a nada se asemejan.
La distancia, abrochada, aprieta nuestros hombros
y se mantienen firmes.

He aquí un mazo de naipes. Que el tallador me dé
la suerte: un par de triunfos,
una racha de flux y la sota de un ojo.
Los oros y las copas son rojos; las espadas
son negras. Las espadas son espadas
y los bastos son tréboles, tréboles también negros.
¡Oh déjame ganar los recuerdos de paz!
Lo que pido es, por cierto, razonable y lógico.
El destino viaja, y no todos regresan.

Los trenes nos conducen a los barcos, los barcos
conducen a la muerte o a otros trenes,
y los trenes también conducen a la muerte,
o a camiones que llevan a la muerte,
o a la marcha que lleva a la muerte también,
o quizás a nuestra única esperanza:
sobrevivir. La muerte regresa a los camiones,
a los trenes y barcos,
pero la vida lleva a la marcha, ¡oh bandera!,
lleva al lugar
en donde la vida halla su sitio
más allá de los trenes, más allá de la muerte;
la refulgente noche de los pueblos
al final de la guerra.

(Tomado de Antología de la poesía norteamericana,
de Agustí Bartra, Plaza &Janés, S.A., Editores,

Barcelona, España, 1974.)








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