domingo, 5 de diciembre de 2010

2315.- ALDO GONZÁLEZ VILCHES


Aldo González Vilches (34 años). Hijo de padres campesinos, nacido y criado en Lolol -Provincia de Colchagua, Sexta Región- CHILE, es periodista egresado de la Universidad Católica de la Santísima Concepción y cuenta con estudios de inglés en la ciudad de Vancouver, Canadá. Se ha desempeñado como profesor de Lenguaje en distintos establecimientos educacionales de Colchagua. Ha incursionado también en la narrativa y en la dramaturgia, y participado en diversos encuentros de poesía tanto dentro como fuera de su región. Por otra parte, ha sido monitor de teatro y montado sus propios textos dramáticos en la comuna de Lolol, dirigiendo el Grupo de Teatro del Adulto Mayor “Candelilla”. Ha sido además gestor de eventos artístico-culturales en Lolol, como por ejemplo, del “Festival Provincial de Teatro de Enseñanza Media” y del “Encuentro de las Letras del Valle de Lolol”. En 1993 obtuvo el Primer Lugar Nacional en el “Concurso de Historias y Cuentos Campesinos”, convocado por el Ministerio de Agricultura. Este año, con el sello Mago Editores y dentro de la Colección Tránsfuga, ha publicado su primera obra poética, titulada “Lamentaciones bajo este cielo”, y cuyo lanzamiento oficial se realizó en la Sociedad de Escritores de Chile, sede Santiago. Este libro se encuentra disponible en librerías en distintos puntos del país: Antofagasta, Viña del Mar, Santiago y Temuco.



Lamentaciones bajo este cielo, de Aldo González.
Mago Editores, Santiago de Chile, 2009.







Me lamento
de caminar siempre hacia delante
embarcado en un proyecto
en la persecución de una meta
con el andar firme y resuelto
de los que saben muy bien
quiénes son qué sienten qué buscan
Me lamento
de no retractarme y anular las pisadas de mis zapatos
que ayer yo hubiese sido un río con miedo
desconfigurados los circuitos de la máquina ambiciosa
un tramo del viaje deshecho
un trayecto sin razón
destruir un trozo de vida
construir un trozo de nada
un poco de nada me hace falta en el todo

Me lamento
de saber dónde tengo la cabeza y dónde estoy parado
con los pies bien puestos en la tierra
plantado como un árbol frondoso
consciente de sus raíces profundas y de los frutos que lo iluminan
frutos maduros y de formas perfectas
que brotan de la sangre bullente
derramada como un grito tronco arriba

Me lamento
de conocer cuál es mi lugar indudable en la burbuja giratoria
de no ser un monigote de algodón
manipulado por el viento y la incertidumbre
que emborracha a los enanos frágiles
haciéndolos tambalear
sufrir el vértigo
caer de bruces
romperse el alma en la aspereza del suelo
y sumergirse
sin una mano que los sostenga
en las arenas movedizas
que después de cerradas no abren más sus tinieblas

Me lamento
de la cordura que comulga y conversa a diario
con el sujeto común y corriente
que recorre calles comunes y corrientes
y se detiene en una esquina común y corriente
imitando la normalidad de los transeúntes normales
los cerebros recluidos en su propia celda de sensatez
las estructuras metálicas que se espantan con la absurda extravagancia
con la chifladura del loco de remate más cuerdo del mundo

Me lamento
de no ir contra la corriente
contra viento y marea
luchar por las causas perdidas
huir de las protestas
de los discursos
de los sermones
de las normas de cortesía de los manuales
de no ir en dirección opuesta en la senda de las hormigas
de no evadirme calle abajo
enredarme en un bar de mala muerte
para matar un poco esta mala vida
y rechazar la procesión del rebaño a la misa del domingo
de no tomar la ruta ancha y recta al infierno
en vez de la angosta y sinuosa al reino de los cielos
de no levantar banderas de guerra cuando flamean banderas de paz
de no llevar más a menudo
el rugido de una antítesis en mi boca

Me lamento
de no haber destruido a primera hora
el día desahuciado
y de no haber destruido a tiempo
la esperanza y su mentiroso consuelo

Me lamento
de no haberme dejado matar cuando era oportuno
cuando la propuesta era el obsequio más práctico
para alguien
y terminar con la agonía de un hombre mutilado
y dejar que me mate la ponzoña que me eligió entre tantos
y morir con la saliva ácida y la decepción que mueren conmigo

Me lamento
de mi fe inoperante
de amar tanto la vida
de lo que soy y no soy
de lo que tengo y no tengo
de lo que me he convertido
y del derrumbe que me espera

Me lamento
de la inutilidad de lamentarme
bajo este cielo más anochecido que el de ayer
que no escucha ni una palabra
ni una oscura palabra
de mis lamentos


Merezco
Merezco
este eclipse de sol
que no fue anunciado en el informe del tiempo
por desear tanto la oscuridad
nunca he sido un conformista
no me bastan las noches sentenciadas a muerte

Muy bien ganada
con justicia
tengo la pregunta no resuelta
y el mapa equivocado las coordenadas imprecisas
del tesoro perdido

Por la palabra y su mordaza
merezco el papel en frío
y el sacrificio de sangre que no es celebrado en la piedra celestial
el poeta sin vestiduras reclama a gritos el altar del tormento

Por no cantar su canción predilecta
merezco las pifias del público
y que no me saluden en la calle
con una sonrisa en los labios

Y volví a las ruinas de Sodoma y Gomorra
quién me manda a meterme en la boca del lobo
donde hubo fuego cenizas quedan
y besé a un cerdo y me acosté desnudo sobre las brasas
cómo salir del infierno cuando su miel inunda todo
por eso merezco la misma suerte de la esposa de Lot
condenada a mirar hacia atrás no tiene futuro una estatua de cal

Y quién me manda a jurar en vano en el nombre del Señor
y a bromear con la señal de la cruz
con el Espíritu Santo no se juega
por confiar más en las animitas que en la misericordia oficial de los santos
por no ir todos los domingos a misa
y no comulgar por lo menos una vez al año
por dudar de la resurrección de la carne
y de otra existencia
que no se ve por la muralla de niebla

Por querer matarme yo
por querer matar a Dios
merezco que Dios me mate a mí
al suicida y al homicida
el hombre no castiga a Dios pero Dios castiga al hombre

Por todos los errores cometidos
Por los pecados no confesados
Por no aplaudir la vida que tengo

merezco

el látigo milenario en la espalda al sol


Hombre muerto
En un ángulo del tiempo
me habla un hombre nocturno
dice conocerme desde hace años
yo no me acuerdo

Estamos en la habitación del fondo
y la bruma entra por la ventana
aunque de día también viene
infiltrándose por algún velado resquicio

Conversamos como dos prisioneros
que se reúnen cada noche
a hablar de la vida que no existe
y fumamos
conscientes de que el humo no va a solucionar nada

Me dice que habíamos hablado antes
no necesariamente con palabras
y que éste no es el primer cigarrillo
al parecer tengo un leve recuerdo

De pronto me mira
como un hombre no suele mirar a otro hombre
y me confiesa con voz franca
que es la muerte
sentada en un sillón
y que allí espera

Y que también no puede dormir
Y que también no puede morir

Entonces me acuerdo
que ya lo había visto
que ya habíamos hablado
que ya habíamos aspirado la misma neblina amarga

Entonces se me aclara la película de horror
en una madrugada tan serena como ésta
y descubro el pavor que me observa fijo a los ojos

No es la muerte que se aparece la noche menos pensada
No es la muerte que viene a matar el tiempo con otro fantasma

Soy yo

que hablo conmigo mismo
que fumo conmigo mismo

El hombre muerto

que no puede dormir
que no puede morir

No hay peor muerte que la que no quiere morir

Juego
Éramos entonces unos niños intrépidos
invitábamos al terror
a ocupar el centro de la ronda
no sabíamos en ese rincón de la tarde
que también el miedo existía fuera del juego
con su otra ronda su otro círculo
alrededor de la nuestra
era divertido tiritar de espanto con el espanto
no sólo los mayores se excitan con el lado oscuro
de la esfera
un ladrido el grito de un queltehue la ronquera de una puerta
hacían más interesante el asunto
hoy los primos de ese tiempo
no se atreverían a conversar con tanta confianza con el diablo en persona
y su aliento malévolo como deseado chocolate
en nuestras bocas
y tuvimos la osadía de ir a la casa encantada
y ver cara a cara a la bruja tuerta
fuimos a la cita con los muertos
con nuestros familiares que nos tocarían a medianoche
con sus uñas torcidas
pero salíamos sanos y salvos
de tanta muerte cerca
mostrándonos los dientes a la luz de la luna
y hubo que hacer un juramento
el primer pacto de cobardes
en la vanagloria de los valientes
guardar el secreto más terrible entre todos los secretos
a tan corta edad
haber enterrado vivo al hombre más malo del pueblo

En el último juego
el último miedo
hizo grandes y fuertes a los pequeños

La otra ronda el otro círculo
ya empezaba a girar
y no sería nunca más nunca más
un juego

Olvido
No recuerdo con exactitud quién fui
a los seis años de edad
si me aferraba a la mano de mi madre
o escapaba a perderme entre los árboles
si jugaba con autitos de piedra
o con las muñecas de plástico de mis hermanas
si besé alguna vez
en la mejilla o en la frente
a mi padre
o si debí contener ese beso
y retroceder
y dárselo después
a escondidas
a oscuras
a un padre imaginario

Hipócrita sonrisa
Y llegas a casa
con tu traje blanco de verano
sacudes el sol de tus párpados contra los cristales
y apagas la sonrisa que hacía reír
a las gaviotas en el muelle

Y te pones tu gastado abrigo de invierno
y te sientas en la silla de la soledad
frente al espejo de tu destino
miras tu jovial osamenta
transparente de desencanto
y durante horas y horas
contemplas tu muerte desenmascarada

El espejo no sabe
de tu esqueleto helado
bajo el abrigo

Los cadáveres también se engañan a sí mismos
con la utopía de la vida

El espejo no sabe
de tus arrugas
profundas
en el pecho

Mientras
afuera
recuerdan tu sonrisa
tu hipócrita sonrisa de verano
las gaviotas en el muelle



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