lunes, 7 de enero de 2013

NELSON ROMERO GUZMÁN [8.965]


NELSON ROMERO GUZMÁN

Nació en Ataco, Tolima, COLOMBIA en 1962. Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás. Realiza estudios de Maestría en Literatura Latinoamericana, Universidad Tecnológica de Pereira. Reside en Ibagué, donde labora en la Rama Judicial.

Nelson Romero Guzmán -profesor de la Universidad del Tolima- fue anunciado como ganador del Premio Casa de las Américas en su edición 56, del año 2015, cuyo fallo unánime se dio en La Habana, Cuba, el pasado jueves 29 de enero. Su poemario ‘Bajo el brillo de la Luna’ se impuso sobre otros 231 participantes; este trabajo, aún inédito y que publicará Casa de las Américas, urde su propuesta estética a partir de la obra pictórica del noruego Edvard Munch, cuyos cuadros y delirios artísticos son recreados por el poeta tolimense.Previamente Nelson Romero Guzmán había obtenido: Premio Nacional de Poesía Fernando Mejía Mejía (1992); Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia (1999); y Premio Nacional de Literatura –modalidad poesía- del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Bogotá (2007). Entre sus libros de poesía publicados se encuentran: Días sonámbulos (1988), Rumbos (1993), Surgidos de la luz (2000), Grafías del insecto (2005), La quinta del sordo (2006), Obras de mampostería (2007), Apuntes para un cuaderno secreto (con la mexicana Kenia Cano, 2011) y Música lenta (2014). Su libro Surgidos de la luz fue traducido al inglés por el poeta húngaro Andrés Berger Kiss bajo el título Sprung from the light.

E-mail: nelsonromeroguzman@yahoo.es



Navegantes

Abrazados en las aguas
Fluyen serenos en el mismo espejo,

Decapitados en mitad del jardín
Ahora hermosos cumpleaños para las aguas.

Anoche fueron arrojados desde el barranco
Heridos en el beso,
Vueltos a una navegación tranquila,
Inflados de deseo, hasta que la orilla
Los detuvo.

Sobre sus cuerpos soleados cayó negro el vuelo
Y todavía el amor no pudre sus carnes.



Circe me espera

Sueño las islas, el palacio
Donde me espera Circe,
¿qué me dirá la diosa
que convive con los cerdos?
¿su belleza esplendiendo
en el mar, a cuántos años me convida
inocente de ser hombre?
Seré el animal de su amor, imperturbable.

El cuerpo del cerdo, lejos, oliendo
A un puerto de violetas,
Burlado por el deseo de un dios
Que nos transforma, ¿qué será entonces
De la carne donde el tiempo
Hunde sus cuchillos, si de verdad
Los dioses juegan con nosotros?

Estar hechizado es vivir en esta isla
Por un tiempo, saciándome de espinas,
Esperando que las puertas de su palacio
A mis ojos resuciten.

Para Luz Stella Rivera



Los descalzos

A mis pies les duele la tierra.
Los descalzos se hieren,
Pero doblan fácil la hierba
Que les cae del cielo.

Los descalzos tienen comezones
De piedra, y ansían
Caminar tranquilos sobre las aguas,
Imitar el milagro calzados con piel de océano.

Rompen la noche al andar.
La piedra les sube a los labios
Y no avanzan, dicen, maldicen la tierra
Que los sangra.

Ellos quisieron levitar
Sobre la tierra que los quema.




Del libro OBRAS DE MAMPOSTERÍA

1

Es de piedra este fondo oscuro.
Las azucenas dan a luz más azucenas,
como niñas violadas en las puertas del templo.
No veo el alba
veo un caballo blanco
aquí, donde grandes mariposas con cuernos,
húmedas
velludas
depositan el huevo del día.
Allí,
mientras la cumbre florece,
acá la piedra alza sus mamposterías
para que en sus cuartos
veamos la historia
que atraviesa los pasillos
con su vela encendida dentro de una calavera.


2

Impenetrable es la luz
cuando
por primera vez llega a conquistar el jardín
y por olvido deja
una puntilla clavada en una flor.
Eso es deseo:
más un misterio
que no contrasta muy bien con la deslucida pared
de la que fuera la primera construcción.
Precisamente de esa flor cuelga el Hijo imprudente.
La luz sobre aquel muro rojo
aún sin blanquear.


3

Nadie ha podido entrar por esa hendidura,
quizá el frío con su hermana flor de rocío
pudo, quién sabe.
El maestro que echó la plomada
para nivelar la obra,
no sabemos.
Pero no se borra el rastro
de lo que pudo ser y allí estuvo,
porque cómo, entonces
leímos esos matrimonios en los bestiarios
la guerra y la hambruna
el elfo y la anguila
la exilia y el llanto.
Cómo, ¡oh Piedra!, leímos ese bestiario
si había que penetrar por la hendidura
¡Cuándo!


4

-- ¿Qué hora es en ese reloj muerto?
-- Son todas las horas.

Es la ceniza del cálculo,
la noche podrida.
Es Hamlet que lee el tiempo en las calaveras.
Sigamos en el barro sin tiempo.
Sigamos sin coordenadas
porque fuimos elegidos para asesinar a Saturno,
el dios que devora a sus hijos.


5

El Iluminado y el Oscuro se enemistaron por una rosa.
El oscuro arrastró por el jardín sus entrañas como una escritura,
como un río el Iluminado trazó en los muros
una violenta línea de plata,
un hombre o mi hermano a la orilla de ese río
pesca o divisa troncos.
Él me manda escribir este poema blanco
con la tinta del Oscuro
para borrar el cadáver reventado de la rosa
que todos los días vemos pasar frente a nuestra puerta.



*


La ciega Narcisa enloqueció y dijo: “Estoy en el paraíso”. Ese lugar no existía, hasta que la alucinada lo pronunció, y alguien tomó papel y pluma para escribir su viaje, y para meternos en este embrollo.

No se llamó Eva, se llamaba Narcisa, loca y ciega. Nombre bastante usado en la época de las grandes alucinaciones: la serpiente, la manzana, el engaño, el trabajo, el destierro. Alguien escribió mal su versión para condenarnos.

En un inquilinato, Narcisa padeció la peor de las crisis de su mente: se vio salir por las costillas del hombre.

En ese tiempo trabajaba de jardinera. Las aves la querían, y una vez se enamoró la ciega, hasta que el mismo amor la arrastró, y su mente se fue dando tumbos de hospicio en hospicio, la muchacha pobre, la jardinera.

Al nombrarla nos burlamos de su noche.

Si algún lugar de verdad fuera el Paraíso, sería una clínica de enfermos mentales, donde stuvo asilada Narcisa.

Lo demás es la falsa versión del psiquiatra del génesis.





Probablemente dos de los mejores y recientes libros de poesía publicados en Colombia sean Música lenta y Bajo el brillo de la luna del poeta tolimense Nelson Romero Guzmán (Ataco, 1962), cada uno merecedor del Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura y el Premio Casa de las Américas. Recientemente la Universidad del Externado publicó el libro Animal de oscuros apetitos (antología personal) en su colección “Un libro por centavos”.

Celebramos esta publicación; a nuestro parecer, la obra de Nelson Romero ha encontrado una nueva manera de relacionarse con el misterio de la poesía, marcando un derrotero particular y diferente a la tradición, lo cual la convierte en un referente indispensable en la poesía contemporánea latinoamericana.

Para confirmar nuestras afirmaciones leamos el poema “El retrato de K. Hamsum” perteneciente al libro Bajo el brillo de la luna y el poema, inédito hasta ahora, “Alabanza del cerdo”.


EL RETRATO DE K. HAMSUM

Un desconocido me robó las manos para pintar a K. Hamsun.
¿Qué podrá hacer un hombre con manos robadas?
Todo lo que ellas pinten son obras mías.

No importa que K. Hamsun haya quedado en el retrato sin manos, bizco, mirando una estrella que nace al otro lado de su mirada; no importa que el Autor le haya arruinado su mundo haciéndolo entrar a una carnicería donde mira con espanto sus propias entrañas frescas, sus hígados revoloteados por moscas y una flor disimulada saliéndole por uno de sus bolsillos al encuentro con la inocencia. No importa nada de esto, nada de esto importa.

Lo que sí importa es que K. Hamsun no sabe que está siendo dibujado por mis manos. En el cuadro él tampoco tiene manos. Eso es prodigioso. Si el ladrón se apareciera a devolverme las manos, ¿qué pasaría con K. Hamsun, recuperaría también sus miembros? No importa nada de esto, nada de esto importa. De todas maneras somos parte de un mundo donde robar es una de las Artes Mayores de la humanidad. El robo fue uno de los experimentos de Einstein para probar la Ley de la Relatividad y esto no lo cuentan los biógrafos, pero es obligación decirlo ahora: el físico-matemático robaba las manzanas que Newton cultivaba en el Paraíso y así demostró una de las más complicadas ecuaciones que ayudaron a explicar el universo: la llamada paradoja de los gemelos. En el Paraíso no había gravedad, hasta que Einstein entró a robar manzanas, y se produjo la Caída.

Así que estemos tranquilos K. Hamsun, quedémonos definitivamente sin manos, es más transparente la vida así, no nos culparán de nada. Nunca deshonrados como Galileo, ladrón de telescopios. Cuando miramos la luna nítida por la ventana, sus manchas no nos horrorizan. Esas manchas son las barbas de Galileo, el viejo perseguido por la Inquisición.

Mejor, amigo K. Hamsun, experimentemos con los juegos de la ciencia: tú desde adentro del cuadro me arrojas las manzanas que Newton dejó mordidas en el Paraíso; yo desde afuera te lanzo los telescopios de Galileo para que mires la luna dibujada. Cuando telescopios y manzanas se crucen en el punto cero del umbral, aparecerán nuestras manos. Si eso llegara a ocurrir, tú me ocultarías en una sombra dentro del cuadro; desde afuera, yo te borraré definitivamente, como quien se roba a sí mismo.



ALABANZA DEL CERDO

El cerdo es cortical, y a su vez cordial.
Todo él, del pozo del corazón a las orejas,
Nos heredó la capa grasosa del cielo.
Siempre, al filo de lo terrenal,
Se entrega sin remilgos a los cuchillos del carnicero.
El hocico es su órgano de conocimiento
Y sabe, mejor que los tratados, de las porquerías terrenales.
Para que los hombres lo comamos gustoso,
Todos los días purifica su carne en la charca con esta oración:

Oh, qué puro soy más allá de los pelos y el tocino,
No me le arrodillo a Dios para que me salve del carnicero
Sino que me ofrezco sin más a los cuchillos
Que ungen mi torrente de sangre
Para que mis bacterias alcancen la gloria
En el tripero insaciable del hombre, amén.

Su cuerpo es la más preciosa joya del martirio,
Es un San Sebastián provisto de rabo corto y de agudos colmillos,
Pero a la hora de morir no ruega a nadie por su salvación,
No posa nada pornográfico como el santo desnudo
Frente a las flechas que lo atravesarán.
Las orejas del cerdo tampoco guardan ninguna lógica
Con las mórbidas colgaduras de los ángeles,
Pero podría coincidir con las criaturas celestes
En el venturoso sabor de la carne y en el martirio filial de los olores
Todos sus órganos se vuelven funcionales a la hora de ser comidos,
Tan sabrosas sus glándulas que se diría que albergan
La dulzura de los proverbios y el agrio sabor de los pecados.
Hermano cerdo,
Gracias por volverme célebre
Frente a un plato repleto con tus costillas.
Entre las cosas hermosas al levantarme
Está el verte venir a trotecitos del corral, estoico y sucio,
Atravesando la niebla de los terrores humanos,
Pisando inocente el orégano que aderezará tus carnes.
Soy de los pocos que creen
Que Dios tomó barro de tu pocilga para hacer al hombre.
Gracias por haber alcanzado en las pinturas de El Bosco
Las más bellas imágenes de la Lujuria,
Sobre todo cuando abandonas de El Jardín de las Delicias
Untado de lodo y cielo.
Así ocupas no sólo el más alto lugar
En la escala de los apetitos, sino el más elevado pensamiento poético
Superior al que nos legó Octavio Paz en sus ensayos.
Lástima que termines vilmente en las recetas de cocina
Hecho bistec o solomillo.
Día tras día me crece la sospecha
De que eres Dios personificado
Haciéndose pasar por los inmaculados cuchillos
Quizá nosotros, por la desgracia de querer saberlo todo,
Ignoremos ver en tu hocico el instrumento de la divinidad
Hozando para encontrar el corazón del hombre.
Gracias hermano, Gracias,
Por darnos el placer terrenal de glorificarte en el trincho,
Porque igual de inmenso eres
Con un poco de sal o con arándanos.
Tú mereces estas Gracias, cerdo,
Te doy mis cerdas Gracias.



Nelson Romero Guzmán: Tejedor de la musicalidad
Por Oscar López Alvarado 

…”Escribo para un animal que sé que no me lee, pero si no lo hago, puede acabar devorándome... 
La escritura se me transforma según la voracidad de sus apetitos, convirtiéndome en el dictado de sus deseos”.

“Esta mañana morí dentro de un diccionario.
Es una experiencia exquisita morir dentro de 
Las palabras”

Nelson Romero Guzmán


La palabra crea al hombre, figura su universalidad al eco de las huellas; silencio cautivo que resuena en lo íntimo de su pecho; acontecimiento creativo de un mundo alejado de delimitancias y jerarquías; un murmullo que salta de hoja en hoja para posarse en la boca del ser, murmullo que luego se metamorfosea en lenguaje, acariciando el aliento esculpido por un cantar centellante, desde un interior invisible pero profundo–puro, advirtiendo el alimento eterno, un puñado de musicalidad convertido en poesía.

Abramos paso y que los libros se despojen de su tinta. La pluma de Nelson Romero ha llegado a catalizar con su verbo creador, surgiendo una luz, un lenguaje poético se ilumina al encontrarse con la naturalidad de las cosas, una dimensión donde la palabra vierte su esencia en un ser estético y no arbitrario comunicativo. Una semejanza viva, “La escritura como insecticida perfecto” que simboliza la dimensión creadora de un hombre constituido por un fuerza literaria, tanto de herencia como de propiedad, pues su voz es tan trascendental que al haber forjado un lenguaje propio comparte y habla desde la voz del otro en su misma boca; la pluma como semejanza, al revelar un inconsciente fabulador mediante la visión poética.

Sin duda alguna, al involucrarnos en la poesía de Nelson encontramos ambigüedad: la precisión metafórica enlazada con el acontecimiento cotidiano, recordándonos la reflexión verbal, un juego entre poesía filosófica que conlleva a caminar por amplios senderos donde el asombro es conciso e invita a vislumbrar con ojos luminosos un arte poética. “El albañil prendido de una silaba del techo ensaya palabras en el vacío”; Vierte una carga conceptual que se aleja de lo rígido, el carácter lo establece en una abreviación autentica. En palabras de Huidobro, “La poesía en su rol de convertir las probabilidades en certeza”, y en esa tentativa de acercamiento a la fuerza metafórica es donde ha erigido su palabra al entregar un aspecto sugestivo en el ámbito poético. Fuera de ello, el manejo de la forma es el caso especial de la hermenéutica, pues ésta muestra su desnudez al leerlo de manera transparente. Sin hermetismos se evoca la musicalidad, la danza y la expresión natural; cada entrega lo remite a posicionarse como un exponente significativo en la lírica contemporánea. Su relación pictórica al compás de una escritura tensionada en el saber hacer, llama a reconocerlo y revelarlo como un ser perteneciente a la poiesis: “Un albañil… que juega en la altura de los vocablos”.

Stèphane Mallarme comenta que “Evocar poco a poco un objeto para patentizar un estado del alma” y con Romero se hace manifiesta cada profundidad del espíritu para forjar un discurso coherente, la escritura más allá de ser una catarsis es una purga ante la ausencia. Un ejemplo claro es su poema La pradera:

“Es fría la pradera en mi mano. En las montañas la sombra la coarta. Es inestable, dice sí, dice no. No tiene derecho al sol, pero se ilumina con la palabra solía”.

Una purga donde el pensamiento instaura remembranza, una memoria que, compartiendo planos objetivos- subjetivos, convoca una interioridad al son de la lectura. Su metáfora, bajo el esplendor del silencio, hace oír “Canciones fantasmas de humillados”, o tan solo hace veraz que una tierra ya no florece en el centro de la mano.

Surgidos de la luz, La quinta del sordo, Obras de mampostería, su más reciente libro Música Lenta (ganador del premio de poesía por parte del Ministerio de Cultura), entre otros, plantean un lenguaje inherente, sin transformación. Su verbo aterriza en el hecho posible de la literatura. Abiertos todos los portales, en su poesía hay acceso tanto a lo concebible como a lo no imaginado dentro de lo cotidiano, pues aunque Vicente Huidobro dijo que “El valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de su alejamiento del lenguaje que se habla”, se contrapone este comentario al mirar el arte de Nelson en el manejo temporal y característico de cada línea o poema, pues fabula dentro de una ilusión o acontecimiento. Su creación convierte lo netamente estéril en existencia propia, una huella que sin acceder a retórica estructural toca un habla metafórica, trazando su cultura y mirándola en la descripción de su palabra. Su poema “El puente de la variante” se expresa:

…”Gracias a esta trascendental construcción, el desamor, el infortunio, la pobreza y todos los males… por fin empezaron a desaparecer… Ay de los blandos, que vieron la puerta del infierno en mitad del vuelo y se devuelven con el pretexto de haber olvidado escribir la carta… Ay de los que caen, se levantan, se sacuden la arena del cuerpo y regresan a casa con malas noticias… Ay de los que juraron haber visto a Dios y se devolvieron a fundar un templo… Ay de los que ni viven ni se matan y el puente se les convierte en una obsesión… Todas las noches sueñan, se ven cayendo… Se despiertan en mitad de la caída agarrados a las barandas de sus camas"

Esa prosa irónica baña la poesía de una naturalidad tan fluida que se exploran posibilidades de acariciar un lenguaje logrado, dentro de afirmaciones perceptibles, sin esconder la resistencia de lo creado, los elementos resultan animados al retomar objetos concretos pero que se inventa de nuevo en la realidad del otro: Nelson como observador de la incertidumbre mediante la risa literaria.

Por otro lado, el asombro que nos entrega el poeta Tolimense en el enlace con sus coterráneos, es más un vínculo que sólo articulación simbólica. Ya lo hemos visto con Aurelio Arturo, y la bella semblanza al rememorar una comunión con la ausencia:



…”El tiempo en tu poesía son un don…
Me has dado la paciencia
El silencio para alumbrar un país
Que no se cansa en la oscuridad de barrer
Hojas muertas,
Nos enseñaste que sólo cuando se canta
La tierra es de nadie”.



Con Van Gogh el pliegue de su voz en “El hambre es de pinceles, de telas… Un apuntillo del cielo por donde logre escapar”; con un Goya que “Por bajar cubos llenos de azul/ y pintar muros terribles/ se cayó del cielo”; con un Lautrèamont que compartiendo una estética fundada en lo incesante “Vende niños y los envenena al entrar al templo”. Es esta forma, esta realidad transfigurada en el ámbito literario, que forja a Romero más allá de la articulación con la palabra, ni siendo una sombra llega a equipararse como una entidad donde elevado e invitado, hace posible la trascendencia del verbo metafórico. Por eso, no es en vano que el mismo Nelson Romero nos comente que: …”De vez en cuando con los poemas de otros, hago ataúdes para conservarlos los míos con vida”.

Fue Octavio Paz quien expreso que “El poema es un caracol en donde resuena la música del mundo” y convenimos que Música Lenta profiere todos y cada uno de los elementos de la realidad para armarlos análogamente al compás de una musicalidad, construyendo una resonancia en la pluma del poeta. El mundo llamado patria plantea la metáfora de la guerra, su poema “Música Negra”, en específico, fija su sonoridad:



“En el concierto negro, todos los instrumentos reflejan armaduras...
Con esa música se mata…
La rabia de un violoncelo
Golpea a un hombre en la cabeza para apagar sus acordes”.



El acto puramente de invención forja relación entre el poeta. ¿Es casualidad estos elementos artísticos conjugados a una realidad social? Indudablemente, por su voz se aprecia un camino consagrado a la batalla entre la palabra, a la utilización del hombre como partitura; fuerte es su vinculación con Francisco de Goya y fue Héctor Rojas Herazo el que comento que “Con Goya el pueblo se mira así mismo”; en esa existencia artística se refiere a que en la “Obra de Goya se danza y se taconea entre fusiles”. Por eso ante la confluencia de este espacio puramente revelador Nelson Romero crea un estadio donde actores del conflicto se arman musicalmente para una sinfonía con la muerte.

Asimismo, de acuerdo con Heidegger, citado por Lezama Lima, se menciona que “El hombre es un ser para la muerte y que todo poeta crea la resurrección”, se identifica la alegoría del ser ante la gravitación de la palabra en los poemas de Romero; esa muerte convertida en incertidumbre conduce a un elemento de plena obsesión en nuestro poeta: DIOS:



“Hay un hombre
Al que le llueven lágrimas de los testículos,
Está amarrado a otro hombre de espaldas…
Los dos hombres amarrados en el patio
Son los juguetes olvidados
De la infancia de Dios”.



Esa puerta, condicionando al origen de la palabra es un manto donde lo inconcluso ubica su estancia. Esa figura arquetípica en los poemas de Nelson no son más que un negro dentro del espacio de la sombra, es la que le alimenta las medidas temáticas de la ausencia, un ser con referencia al silencio que se tiende y desaparece ante el desprecio y la objetividad, ya sea en un lienzo o detrás de una puerta. Lo cierto es que en la evocación del poeta “En el negro habita Dios y él… Oye Música Lenta”. Apoyado en esas descargas, la secuencialidad de su lírica se remonta a una sola función: la invención del espacio de Dios. Ya en Música Lenta se dibuja: “En lo negro nunca ha podido verse así mismo, y eso lo convierte para nosotros en un ser invisible”; y en La quinta del sordo: “Dios tiene miedo a quedar atrapado en estos muros. Tanta oscuridad lo borraría”. Toda esa sustancia poética lo nombra como un habitante, un forjador de la palabra imaginada. Posicionando un mundo, entrega la esencia de la poesía por entre y sobre la naturaleza, una visión que para el lector trascendental hace valer la afirmación de José Lezama Lima en donde “Primero leer la poesía y en segundo leer en la poesía”.

Producto de toda esta aventura en la poesía de Nelson Romero, advenimos acontecimientos dentro de nuestra experiencia y la visión, otra mirada hacia el arte estético, capaces de transportarnos a través de esa puerta que es el vocablo, el mundo modificado figura su importancia en un valor total: la escritura como adicción, condena y convicción. Por ello, el prejuicio migra a otra posición al identificar que se vive con un demonio, que a la vez imponente se identifica en una misma naturalidad, “Los dedos se atornillan a las palabras”. Este “Pacto entre caballeros” conmociona y vitaliza un origen, la escritura a manera de asociación entre el mundo expresivo desde un adentro hacia un afuera.

“La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo” aseveró William Blake y no es de enmudecer que con Nelson Romero encontramos una viva voz poética representativa en este momento, su tradición, remontada desde la infancia en Ataco, posiciona un vestigio en su creación artística; siendo fruto bajo el ensueño de transporte en el tiempo, estaciones, locomotoras, contextos del Tolima le llevan al imaginario. “La estación ahora era un olor”, se trasforma la experiencia, huele a recuerdo, se resucita, se inmortaliza en la verbalización del poema, a veces lo incierto, a veces el sueño hecho hombre, a veces Colombia hecha una realidad. Todo esto y demás elementos que acumulan un amalgama de traslaciones se conectan en la palabra de Romero Guzmán. Se presenta entonces lo poético, la metáfora como grafía, se presenta Nelson con su puerta entre abierta, tejiendo las líneas de una musicalidad: un pasado le mira con congoja, un presente le abraza con orgullo y un eterno le sonríe con voz iluminada. Vibrando en esa llama auténtica, la labor no es el simple hecho de escribir un libro sino que, afirmando su carácter como poeta, recordar las palabras que en algún tiempo declaró Whitman: “La libertad no es solo tema, sino forma: el verso libre”.

Oscar López Alvarado
Estudiante de Licenciatura en lengua castellana
Universidad del Tolima - Ibagué.

 http://www.laraizinvertida.com/detalle.php?Id=1929







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