jueves, 11 de noviembre de 2010

ANA VICTORIA LOVELL [1.807]



ANA VICTORIA LOVELL



Argentina. Profesora en letras, ensayista y poeta rosarina. Coordinadora del Taller Literario para Jóvenes de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario desde 1990. Publicó los siguientes libros de poesía: De cobre y barro (1981); Máscaras de familia (1991 ); Jardines cerrados al público (1999); Desde el hastío (2007). Fue incluida en las siguientes antologías: Selección de poemas (1992); Antología Oral de la Poesía Argentina (1996); Un siglo de Literatura Santafesina (1998); Antología Literaria Santafesina (para adolescentes y jóvenes) ( 1999); La Literatura II, Historias de Nuestra Región, Fascículo Diario "La Capital", (1999); Retrato de poetas (1999); La Literatura de Rosario, Historias de Nuestra Región, Fascículo Diario "La Capital"( 2000); Voces de Poetas (2000); Anthology of Argentinian Poetry, Poetry Ireland Review,( 2002); Capital de Nada (Una historia literaria de Rosario [1801- 2000]); Eduardo D' Anna, Identydad,(2007); Las Cuarenta. Primera Antología de Poetas Santafesinas. Participó en Congresos nacionales e Internacionales: Festivales Internacionales de Poesía de Rosario, 1993 y 2001. Primer Congreso Internacional sobre Vida y Obra de Ezequiel Martínez Estrada, Bahía Blanca, Argentina, (1995)" Powers of Poetry",Oregon, USA, (1996).


ANIMULA VAGULA, BLANDULA

Te conjuro desposeída y posesa
no abandones aún este cuerpo.
Otro ánimo insuflabas en el emperador
era la línea tal vez su propio dictum
que se apropiaba de la memoria no ya tuya, Adriano,
sino la que quiso que vieras a la muerte con los ojos abiertos.

Quién sabe sobre esto?

Más cercanos en lejanía recompone la cita Cortázar
en la descompostura final de Alejandra.
Anima, no abandones aún este cuerpo
transido por siglos, adormilado en la espera del prodigio.


EL LUGAR DE LAS APARICIONES

Te abrumo en la sima del sueño
mientras me expeles
cavas profunda fosa
para sepultar de mí todo lo viviente.

Mi errancia nocturna son los pasos
a seguir de tu crónica vedada.



NUSQUAM

Una línea, tal vez no hay paladar
para la lengua
demasiado escabechada
repite el gusto.
Eructar con beneplácito del público,
nada sabe mal entre los desechos.
Una línea lanzada no importa cómo
un horizonte menos
para cuando amanezca
entre los pliegues pringosos de los párpados.
Una raya, una imagen lineal donde sostenerse
una barra de trapecio, una soga.
Cada cual a lo suyo
el melancólico a la horca
quien no se atreve hace equilibrio en esta línea.
de: Desde el hastío



DEL OTRO LADO DE LA LÍNEA

Poder replegarme en
los intersticios del tiempo
contonearme
seducirte la lengua.
- brazadas de distancia
posibles rémoras -
- no te demores porque
amor a muerte devora



Escenas de la vida cotidiana (1980)

Una niña encrespa con su cuchara
el mar de calabazas
olitas de caracoles
sobre el continente azul turquí del tazón.

La cuchara revuelve el légamo
entre oscuras perlas de cayena
la m gravita
sobre la imagen esmerilada
la imagen de una mujer
con remitente falso
que firma mamá.



Miscelánea del tarot

(Un hombre de negro sentado frente a una mesa circular,
una mujer se acerca; comienza el rito.)

Preguntas al tarot
una sola con la mano derecha
quién destape la primera carta
se asegura la luna
¿En qué dirección retrocede el futuro?
y si lo leyéramos al revés
la muerte estaría asomándose a tu taza
No tiembles, tu temblor no se irá
hasta que una guagua atraviese Moscú
No te fíes de mí.
Yo conozco la lengua de los desollados.



Agonía

No es el ojo ni su mirada
es cuerpo que cruje se
ausculta se resquebraja
-la muerte no es grave- dice mi padre
nos reímos.

A cierta edad
hay que aprender a irse
aderezar las papilas del invitado
escurrirse por el guante de la memoria.
o de la lengua.

Del otro lado de la línea
Poder replegarme en
los intersticios del tiempo
contonearme
seducirte la lengua.
- brazadas de distancia
posibles rémoras -
- no te demores porque
amor a muerte devora



Cada recuerdo....

Cada recuerdo engendra a su
Torquemada potro o bota de tormento
descoyuntará la articulación.

El olvido en esta casa
tiene el color de las paredes
la consistencia del esperma
y el grito, ¿dónde habita?

Quizás en el trazo o excusa de Munch
para mostrar la contorsión de la boca monstruosa
ante el ojo del inquisidor.
a Oski


Habremos en mágico sakura

Habremos en mágico sakura
cuando ya se presagian
otoños de ser
estupor balbuceante
susurro cabito de pera
que todo nos anuncia un hay.


Ora pro nobis

Ora pro nobis, mater
Aguarda
ensenada malecón
la voz que amarre
aquella jugando a
desnudarse en las aguas
My Bonny lies over the ocean my
Bonny lies over ..- repítelo una vez más ¿quieres?
aún sobre el malecón
ora pro nobis
porque no hay ella
que muera por mí.





Memorias de un olvidante

Olvido y  regreso en ese instante al olvido
hurto su mercancía o la abandono
al abandono que no demanda.

Abono el olvido con hormonas líquidas
cuando en los equinoccios
la naturaleza entra en su propio sopor
o se inflama de sí misma.

Desmalezo el olvido
que no se infecte de babosas
adheridas a los órganos blandos.
Sembrar con sal lo no pronunciado
los gestos de pasiones equívocas;
sembrar con sal los sueños ajenos
donde posamos tan desnudos sin permiso.

Tan sin siempre es abundancia
que alimenta el olvido.

Nadie está obligado a poseer
un amante que en el desacomodo
prohíja constelaciones
retrotrae el tiempo al primer milenio
cubiertos con ásperas capas
para escapar de la peste
pero la peste es un convite
que halaga las retinas
el veneno vertido en el oído
la serpiente en el jardín.

No hay escurridizos en este olvido.
Sujeto a la amarra sopesa el olvidante
la dirección del viento
el brillo atemperado del oro ido en lo ido.
El olvidante recupera
los movimientos no la sinfonía
sin instrumentos el viento
sacude la amarra, arremolina y desarticula
toda secuencia lógica.

Atonalismo que revierte toda sospecha de creencia
en el leit motiv de la melodía.
El olvidante sabe de la hipocresía del souvenir
de las ronroneantes sílabas del espejismo
ignora todo resabio de idolatría
ya no lee al otro
ya no se olvida en el otro, el olvidante.



Jardines cerrados al público

A quién contemplas ahora
(meciéndote mayo)
quizás aquella
traspasada por cuchillo
voz o sollozo más íntimo
de esas órbitas girando
de la nada a la nada
o de esa boquita que
por las noches sigue
berreando y son tantos,
ay los gemidos del olvido.
Debes pedir por favor
A los gatos que maúllen en celo
como niñitos jamás nacidos.

                               (de “Jardines cerrados al público”)



Ceremonial


Náusea, la acción de los dedos en la garganta, convulsiones.
Ritual nocturno, esclusa que se abre a medianoche
cuando la otra ha sido tapiada. Todos pierden el olfato
en esta casa nadie sabe reconocer un cadáver.

Constelaciones del cadáver. Descomposición de las figuras.
Restos de epidermis. En el fondo del wáter atisba
el mismo rostro que acecha en los bordes.

                                (de “Jardines cerrados al público”)



César Vallejo en Isla Negra

Con el trago quality beer
salobre espuma trago
en la isla
donde asoma en crepusculario
aquel otro aparecido
que no ha dejado —como el maderamen—
ni un día jueves de morir
porque no está presto el mascarón
para esa distancia
esa en la que lava tu lavandera
sus venas otilinas.

Ambos huérfanos en el curso de otra rosa
otro soplo sobre los velámenes
esa prosa del morir.

                                     (de “Desde el hastío”)


Una línea de Kavafis en dos movimientos

Primer movimiento

Recuerda cuerpo el pulso exacto de la lira,
en el epitalamio yaces exhalando el aroma
que supo abrirse ante el roce de los labios.
Libando del  gemido te adentras
en la pulpa del tiempo
que otrora fue de los amantes.


Segundo movimiento

Al cuarto círculo ascienden los obstinados.
Antesala de azulejos ¿suma de colores?
Dos puertas simétricas a la hora señalada
imaginería hospitalaria en gama de grises.
Tubos que se ramifican en tubos que
descienden en sondas y ese estertor
no me pertenece ni la piel ajada
que resta después de una convulsión atroz
que dispara al sentido;
reconozco mis pulsaciones
en esa otra mano tan frágil como la mía
sobre un Ford 37 el recuerdo se petrifica
abrazado por tu padre estabas.
Me sostengo en una línea de Kavafis
recuerda cuerpo no sólo cuánto
profano rezo el mío
recuerda cuerpo fuiste amado
no reconozco a ese cuerpo arrojado sobre las sábanas
ni a este otro.
No es Madame La Mort, demasiado espacio
ocupa la elegida, no es la muerte ni mors
es la A de ausencia
es el sutil devenir de la descomposición
la perversa lentitud con que el tiempo
nos apresa.

                                       (de “Desde el hastío”)

  

De espaldas un kimono de seda blanca
hace girar un abanico negro
conjura a los espíritus
en el centro del recinto
donde mi padre ateo
trazó un templo sintoísta
diciendo que era un garaje.
                               
                                (de “Los noctiluca”)




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