jueves, 25 de noviembre de 2010

2110.- ANNA KAMIENSKA


Anna Kamieńska: breve semblanza bio-bibliográfica
por Antonio Benítez Burraco

Nacida en Krasnystaw (Polonia) en 1920, estudió Pedagogía y Filología Clásica en la Universidad de Varsovia. Durante la II Guerra Mundial colaboró como docente en el sistema educativo clandestino (Tajne komplety). Trabajó como redactora en las revistas Wieś, Nowa Kultura y Twórczość, aunque desarrolló, asimismo, una importante labor como traductora de lenguas eslavas modernas, entre ellas el ruso, el checo y el búlgaro. Fue esposa del conocido poeta polaco de origen judío Jan Śpiewak (1908-1967). Falleció en Varsovia en 1986.

Junto con el conocido poeta y sacerdote Jan Twardowski, Anna Kamieńska constituye uno de los principales representantes de la poesía de tema religioso que se escribe en Polonia en la segunda mitad del siglo XX, si bien en su obra, y a diferencia de lo sucedido en épocas anteriores, tiene cabida, asimismo, la crítica de las dificultades sociales, económicas y políticas a las que debe enfrentarse el país bajo el régimen comunista. Desde el punto de vista estilístico, la poesía de esta autora se caracteriza por su sobriedad y su contención formal, que busca deliberadamente la exclusión de cualquier artificio retórico, y que encuentra su sentido último en un sentimiento de profunda humildad ante la belleza de la Creación, la cual, al igual que la poesía, se considera un don de Dios.

Entre las obras más conocidas de Anna Kamieńska destacan Wychowanie [Comportamiento] (1949), O szczęściu [Sobre la felicidad] (1952), Bicie serca [Latido del corazón] (1954), Pod chmurami [Bajo las nubes] (1957), Woku ptaka [En el ojo del pájaro] (1959), Źródła [Manantiales] (1962), Odwołanie mitu [Revocación del mito] (1967), Drugie szczęście Hioba [La segunda dicha de Job] (1974), Deszczowe lato [Verano de lluvia] (1980) y Dwie ciemności [Dos oscuridades] (1984).




Anna Kamieńska: poemas
Traducción de Anna Sobieska y Antonio Benítez Burraco



Del poemario
Drugie szczęście Hioba
[La segunda dicha de Job]
(1974)



PETICIÓN

Señor devuelve a las cosas su esplendor perdido
reviste al mar con su magnificencia de siempre
y vuelve a cubrir los bosques con sus variados colores
retira la ceniza de los ojos
limpia el amargor de las lenguas
haz caer agua pura que se mezcle con las lágrimas
permite que nuestros muertos duerman en el verdor
que nuestro obstinado pesar no logre detener al tiempo
y que el corazón de los vivos florezca con el amor







LAS MUJERES VIEJAS

Las mujeres viejas son jóvenes
curadas ya del duelo
por aquellos que murieron
por aquellos que aún viven

Tan sólo ahora aprendieron ese modo de amar
que consiste en no pedir nada a cambio

Tan sólo ahora a través de la limpidez del mundo
han logrado ver que dolor y alegría son la misma cosa

Tan sólo ahora han llegado a ser criaturas
cuya fe está hecha de confianza y de deseo

Tan sólo ahora han sabido ser hermosas
con la belleza de una apagada estrella de tierra

Las mujeres viejas se miran en el espejo
Ésa no soy yo grito desde mi piel arrugada

Las mujeres viejas mueren
La verdadera juventud se encuentra
al final del camino








ESPERANDO UNA CARTA

Una vez más el cartero
trajo una saca repleta
de cartas no escritas.

Tu letra siempre fue pésima
pero se ha vuelto peor desde que escribes
con lluvia con viento y con nubes

Por eso te respondo
dándote las gracias
por todas las cartas que faltan
por tu voz y por tus silencios
por los recuerdos y por los olvidos
por los encuentros y por las separaciones
por la limosna de tus visitas en sueños

Soy feliz
porque a pesar de todo
todo hacia ti me lleva.





Del poemario
Dwie ciemności
[Dos oscuridades]
(1984)



EN VELA

No te concedieron el insomnio para eso
para que te evadieras con la química del sopor
sino para que atravesando el plasma de la noche
penetrases en cada oscuridad
cruzaras los muros de las cárceles

hasta alcanzar las salas de los hospitales
en las que hay quien llama desde hace mucho
para que velases junto al que ha muerto
cuando a la familia la vence el sueño
junto a quien arde en la hoguera de su conciencia
junto a quien da a luz y junto a quien expira
dando un grito
estar en vela esa gracia te concedieron
para que descendieras a la oscuridad de la oración
como a una cueva que también es cumbre
y allí en lo más profundo en su centro invisible
vieras el destello de ese costado y de esa herida
y te arrojases sobre ellos con tu corazón
y con tus labios



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