domingo, 7 de noviembre de 2010

1752.- ENRIQUE VILLAGRASA


Enrique Villagrasa González nació en Burbáguena (Teruel) en 1957 y actualmente reside en Tarragona. Es periodista. Ha escrito varios libros de poesía, siendo sus poemas publicados en diversas revistas (Salinas, Cuadernos del Matemático, Alhucema, Extramuros, Calicanto, Texturas) y traducidos a otros idiomas (árabe, francés, italiano). Colabora en revistas literarias especializadas (Qué leer, Turia, Artes & Letras, Suplemento de El Heraldo de Aragón) y ha ofrecido lecturas y ponencias en distintas ciudades españolas.

- Poesía:
Sílaba del anochecer (2000).
Las noches azules del alma (2001).
Con un junco en tu boca (2001).
SONETO (2001).
La Ofrenda (2001).
Antología (2004).
Límite infinito (2005).
Alzheimer. La otra voz (2006).
Línea de luz (2007).
Paisajes (2007).
De ceniza mis días (2008).




Abril

I

Entre mis brazos olvidas,
del mundo sus ecos,
y cómo recibo tu brisa húmeda.

Entre mis brazos olvidas
cómo es del bosque su luz,
cómo del lenguaje, su palabra.

El coito y la página
fueron poemas.
Tu luz y mi destino
son versos evidentes.

II

Cruzo tus labios entreabiertos
—rompió el mar contra la rosa—
y me enfrento a tu lengua,
terciopelo de vacío.
Y te ofreces con tu silencio
en el bar de la esquina,
y mis manos recorren tus poros
y todos sus nombres.

III

No estoy solo:
por fin te has buscado
en la desnudez del mundo
y ya entre mis versos te hallas.

Te encuentras
viva lágrima
y entre tus brazos
el recuerdo de aquellos años mozos,
de aquel verano singular y único
que golpeó el asombro.






Blancos versos

Los inquietos versos de piedra
fueron alcanzados por la sombra
y los poetas del mundo temblaron
en sus tumbas unos,
otros en sus agujeros.

Y amanecieron con el lenguaje roto,
a la luz de la luna;
y las estrellas brillaron al otro lado
del espejo de la línea negra.

La memoria sólo recuerda oscuridad:
otra vez la noche se filtra
ventana arriba como la tarde.

La poesía ya no es.

Tan sólo quiero
blancos versos, de nuevo.






Epílogo

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

José Hierro


Nada

Hoy, jueves lardero, febrero de dos mil dos,
las palabras de nuevo olvidan
cómo es el lenguaje roto,
cómo es la no luz del día,
cómo es la no luz de la noche,
y cómo es la incertidumbre.

Hoy, también, nos une el vacío a los poetas,
acaso lo podemos definir,
acaso te puedo no imaginar,
acaso eres dueño de la sombra
de tu pluma.

Hoy sobre el papel la nada
no es y por no ser
nos encierra en su vacío.

¡Ah, el verso!, dura máscara
perdida en el poema
donde nada sucede:
donde se refleja tu imagen
nada: todo claridad, todo
blancura, mas nada.






La ofrenda

La palabra

La palabra engendra primavera
y encerrada tras los labios
ella espera
la luz del día
y su brisa húmeda.

Todo bulle cuando la noche,
tu mirada y sus manos.
El tiempo estremecido
anhela sonrisas y besos,
pausado todo. Sexo y vida
y en el sentir de las sombras
volver a poseerte.

Duerme mujer tus sueños
tu cuerpo es tuyo.

Como el vino

Embriagadora como el vino su sonrisa
y dichosa entre todas la mirada.
Mujer es el gesto
en la profundidad primaveral.

¡Qué hermosa eres lágrima de mar!
La belleza es destino.

Muda queda la rosa ante ella
cuando inunda la estancia desnuda.
(Puro reflejo prohibido.)

Sus labios cual versos apetecidos
trasnochan el sentir.
Y su fragancia toda
acaricia el Mediterráneo.
El corazón desea en silencio,
queda la distancia.

El río siente nostalgia de su lecho
y la campana de su tañido:
así incrementa el alma su fervor.

La ofrenda

Como una estrella de primavera
en vano buscas a Ariadna.
Un delator guiño, en el laberinto,
te da la certeza. En el dédalo alcohólico
no existe hilo que sirva de guía.

La profunda angustia abraza.
Aceleran pluma y verso los crepúsculos.
Tiembla la página.
Lo sensato será aceptar la sonrisa de la noche,
pero dan escalofríos las ruinas.

Desgrana penosamente largos poemas,
que se aferran a las más sagradas muertes.
(Baudelaire te entenderá.)

Hace tiempo dejó de ser una realidad.
Hoy es espejismo de corazón débil.
Las crestas de las olas te esperan silenciosas.

La poesía, siempre adolescente, ofrenda
su desnudo a los sueños del demiurgo.

El poema

El poema quiere
alumbrar con el verso
lo que el silencio clama.

El tintero habla de su miedo:
la vida se le escapa pluma arriba.

La tristeza empaña los cristales:
sobre la mesa azul
la tarde camina a sus anchas,
revolotea entre libros y muebles.

Entrada anda la noche,
los poemas se tornan clandestinos.
Alguien llora sonetos estériles.

Al poeta el barro de la calle le espera.

El poeta

Cuando el poeta sedujo a la vida
y el lenguaje y los gestos
delimitaron la máscara
la pluma dictó su verdad:
la noche es un dédalo perdido.

Tú que recorres sus calles,
ves que no está sólo el camino.
Su eco alumbra el día.

Tu sola compañía es la palabra.
La soledad del verso te sustenta.
Ya conoces el secreto y su néctar.

Paisaje

No puedes verla. Te recreas
en el olor de las sábanas,
marcha un taxi.

Llueve esta mañana,
su otra casa espera.

Regresas al papel,
a escribir. Diríase
que llevas en tus manos
sus palabras.

Has perdido un paisaje,
nunca representarás
ni el amor ni el dolor.

Coge una botella de sombras
y compra esta noche pasiones,
para encender en la penumbra
sus ojos y los tuyos.

El silencio sido

El día amanece vestido de gris,
es una plomiza mañana de primeros de mes,
y gritas su nombre en tu habitación vacía:

la página es tu voz
y la palabra el silencio sido.

Cómo palpita el momento,
qué melancolía de gestos
en un huir de arrasadas lágrimas,
para ocultar el instante
y los tañidos del cristal.

Pero, de nuevo, las estrellas te arropan
en su belleza, ¡suicídate, es el momento!
La clepsidra derrama su gota última
en el alba repujada.







Luz

A Manuel López Azorín
qué precisas palabras que la espuma decía

Vicente Aleixandre


Los poemas esconden
en precisas palabras
lo no dicho.

¿El secreto?,
su espuma,
su vacío.

¿Acaso dudas poeta
del fugaz espejo
y su transparencia?

¡Ah, luminosa luz
que elige el ocultamiento!

Invierno

Herido por tu beso
y su locura
y lacerado por el gemido,
de invierno borracho,
todo es pasión oculta
en este nido de algas:
océano de sensaciones.

Nieva, otra vez, ya sabes,
yo escribo pobres palabras
tras los cristales.
Y sigo,
continúo bebiendo
en el latir de su boca
y sus múltiples destellos.

Voz, luz, palabra

En el surco del verso,
que tu voz siembra,
el verbo se encierra.

Misterio, línea de luz,
que ni el sabio conoce.

Cuándo germinará tu voz;
y dónde, pues, la línea de luz;
¿y la línea de sombra?

Oscuro poema
este canto
por el agua clara.

Sólo la palabra es el infinito.

Sendero

En tinieblas y más sombras,
sin luz,
así camino por este canto.

Y me encuentro

con demasiados
poemas sombríos,
con demasiados
versos pálidos,
con demasiados
poetas aburridos.

¿Para cuándo el blanco verso
con su luz y tan intensa
que ciegue la página blanca?

Adiós

La ceniza de unos versos olvidados,
vomita paseos por la orilla de la noche.
Y es que su cadencia grita música
por las caricias de tus dedos.

No ladrón…
y sí soñar otra vez
tu mismo sueño.

…y sí soñar otra vez
tu mismo sueño.







Verso fugaz

La vida es poesía.
La primavera no tardará en llegar
y su luz iluminará los ocupados poemas
de nuestras atroces mentes.
Será un momento
o un rato,
o tal vez la eternidad.


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