domingo, 4 de septiembre de 2011

4581.- FRANCISCO DOMÍNGUEZ CHARRO


Francisco Domínguez Charro
Nace en San Pedro de Macorís (República Dominicana), el 22 de agosto de 1910. Compañero de Pedro Mir y Carmen Natalia, con quienes compartió los primeros
años de edad escolar en su ciudad natal. Tierra y ámbar es la obra más importante de este poeta. En ella la vida marina de su ciudad natal y los afanes de sus hombres, aparecen en forma constante junto a una nostalgia que dará un ámbito popular a su poesía. En ella hay predominio de la intuición sobre el rigor formal. Se nota el gran poeta que no llegó a encontrarse a sí mismo por la circunstancia de su muerte prematura, ocurrida el 15 de septiembre de 1943. De temperamento inquieto, apasionado, Francisco Domínguez Charro trató el tema social y la poesía erótica con hermosura, tristeza evocadora, y sorprendentes hallazgos expresivos.
Publicó en la revista de «Los Nuevos», aunque no perteneció a este grupo. Tampoco fue postumista. La mayor parte de la obra poética de Domínguez Charro permanece inédita o perdida.

OBRAS PUBLICADAS:
Tierra y ámbar (1940), América en genitura épica (1943), Romanel del espiral (1943).





VIEJO NEGRO DEL PUERTO

Viejo negro del puerto,
hace mucho que vengo mirando
la oscura silueta de tu cuerpo manso,
deslizarse, en silencio, en las noches,
del muelle a lo largo;
por recintos cargados de sombra
con tu fardo de penas a espaldas,
yo te he visto escrutando, a lo lejos,
algún raro misterio
perdido en lo alto...
y te he visto, sumiso,
responder al reclamo,
-de ese grito silente de tu alma cuando
aspiras el humo en tu pipa
en profundas y lentas bocanadas...
y te he visto, también,
deshilar el fulgor
de tus ojos noctámbulos
por las aguas plateadas...
¡Viejo negro del puerto!
Esta noche de niebla es propicia
al rito mudo de tu fervor atávico;
prende tu pipa fuerte,
embriágate de trópico
sumérgete en ti mismo
y apura tu nostalgia...
Escancia la tortura de tu alma
en un festín inmóvil con tus ansias:
Insúflate en la nada,
penetra los abismos insondables,
fija la indescriptible quietud
de tu mirada,
y acorta la jornada redentora
de tu retorno al África...
Viejo negro del puerto,
retoma en el espíritu
a tu selva sagrada.
Embárcate en la leve piragua imaginaria
de tu inconsciente mártir,
-y llora inconsolable que
en esta noche lánguida
sólo un millón de estrellas
verán correr tus lágrimas...
Viejo negro olvidado;
beodo iluso de agonías nocturnales;
yo he visto: muchas veces, tu herida destilando
llamaradas intensas de fugas ilusorias
y tus pupilas mansas
se han teñido de selva
en actitud fantástica...
¡Viejo negro del puerto!,
¿qué deseo te taladra?
¿Qué mística idolátrica
penetra tus entrañas
que, inmóvil como estatua,
te embriagas de fulgor
de mis estrellas lánguidas...?
.. .Inútilmente sueñas
con tu retorno al África.
Si pudieras tejer con tus brazos
un pedazo de jungla flotante
y dejarte arrastrar por los mares...
o tejer con clarores de luna
un velamen muy blanco y extraño
y dejarte impulsar por el aire:
-¡Qué aventura tan grande!
¡Viejo negro del puerto!:
¡Quisiera consolarte!










MEDIO CENTAVO

¡Hola medio centavo... Yo te saludo!
Es una suerte que te haya encontrado.
Eres todo mi capital. Mi única moneda.
Vienes a mí, sin ruta, en viaje de ironía.
Recalas a mi alma, sucio de olvido,
cabalgando en el estrafalario zig zag
tremendo de tus itinerarios.
Qué paradoja: ínfimo, prieto, agujereado y roto.
Hoy la ley financiera,
y tu simbólica esfera de metal,
te proclaman moneda,
y eres una moneda de verdad.
Aunque no sea argentina la prieta alquimia
sorda de tu metal,
tú eres la más comprensiva de todas las monedas,
y la más nativa, la monedita grácil y andariega.
Pareces una huelga,
porque tú sola, casi nunca te puedes cotizar
más que en los barrios tristes de la sorda carencia.
Eres una protesta muda. Una protesta mundial.
Te fugas como en viaje de retomo
del barrio de la ausencia...
y te vuelcas en mí, volatinera
con la inquietud profética y segura.
Eres el medio centavo proletario
sucio de olvido y revolucionario.
y saldrás de mi canto como un grito!
Guerreando en el país de los harapos,
traes la armadura sucia y gastada.
y la biblia aún visible de tu escudo
-aunque semi borracha signa
la luz vidente de tu cruz.
Eres el prieto medio centavo sucio de olvido.
Te pareces un poco a mí,
con tu algo muy algo
de monedita anárquica y poeta.
Yo te recibo. Eres una moneda legal
te recibe mi alma y mi esqueleto
porque tú eres la única divisa desligada
de los bazares locos de acaparamiento:
chica, harapienta, nula y sin gloria
pero eres la eterna monedita insatisfecha.
Las almas mezquinas
te requieren a la hora de dar
porque en algunos corazones
la ambición la escatima centavitos
de sol a la miseria.
Tú no anhelas codearte con monedas de oro
porque eres una gota de amor.
Yo te recibo como la más insigne
monedita trigueña.
Tú eres mi banderita roja;
mi bandera...
y yo enarbolo en ti, mi crepúsculo nuevo
sin horario.
Te pareces a mí. Sí, te pareces,
vas increíblemente y tu carga crece,
ya que en el mundo nada hay
tan insurgente como los escalones de tu viaje.
El más inicuo de tus pasaportes
lo dictó una rendija inabordable;
rendija que tenía -como tú algo
muy algo de ventanita de luz
inadvertida...
Así perdida debajo del piso
de cualquier ventorro,
tu silencio -a menudo se
le duerme a las manos del olvido.
Fue una mañana blanca a la hora del pan duro,
del prieto pan ausente...
de ese pan negro que mastican
los niños que podrían comulgar
día por día,
porque casi siempre practican el ayuno.
Venías como el viaje de retorno
con tu eterna premura de ida y vuelta;
galopabas en la mano de la aventura;
una de esas mañanas desoladas
que voltean sus órbitas de luz
en vórtice y cuchillas de miseria.
La alegría de un niñito casi desnudo
te transmutó en sonrisa y en carrera.
y así la paradoja de tu chica valencia
se esfumó en una boquita mordisqueante
hecha un cuarto de luna de casabe...
y yo, por todo eso te amo,
prieto medio centavo ennegrecido.
Tú te vuelcas en mí sucio de olvido
y emerges de mi grito como un canto.
Sí, monedita bohemia, mi alma te recibe
y yo te saludo.
y quiero que la biblia aún visible de tu escudo
le de luz vidente a esos hombres de Dios
que luchan como héroes mudos
bajo la sed de todos los caminos.



http://www.obsidianapress.com/franciscodominguezcharro.htm




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