viernes, 20 de agosto de 2010

561.- JOSÉ MANUEL ARANGO


José Manuel Arango 


Poeta colombiano. Nació en Carmen de Viboral (Antioquia, Colombia) en 1937 y falleció en el año 2002. Fue profesor de lógica simbólica en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Antioquia durante casi tres décadas. Cofundador y codirector de las revistas Acuarimántima, Poesía y DesHora, de Medellín. Recibió el Premio Nacional de Poesía por reconocimiento de la Universidad de Antioquia, en 1988, y el Premio a las Artes y las Letras, otorgado por la Gobernación de Antioquia. Autor de Este lugar de la noche (1973), Signos (1978), Cantiga (1987), Poemas escogidos (1988), Poemas (1991), Montañas (1995) y Poemas reunidos (1997), y traductor de Emily Dickinson (En mi flor me he escondido, 1994), Walt Withman y Williams (Tres poetas norteamericanos, 1991) y de Han-Shan (El solitario de la Montaña Fría, 1994).



BALANZA

El hueso no la pulpa
la muerte no la vida

Así
en una palma un seno de muchacha
en la otra una calavera

Y el sí y el no
como contrarios
movimientos del corazón
-sístole y diástole-
que se abre aceptando
que se niega encongiéndose

¿Dónde está el fiel de la balanza
si no en el no
en el centro
justo del corazón?

¿No pesaría más
lo más liviano?




IRONÍA

ante el obstinado embate del pájaro
contra el cielo falso de la vidriera

no cabe
ironía





En la mansa...

en la mansa
familiaridad de las calles

la sombra de un árbol cuelga
inmóvil sobre el muro blanco

y
de pronto
sin raíz, el deseo
de quedarse en este día, siempre



REGRESO


Para Gloria

1

Otra vez, esta noche,
sentados a la mesa,
a la larga y angosta mesa de pino
de la cocina.
En torno,
dos lugares vacíos.

Afuera, el viento
amontonó las hojas secas
contra el umbral.
Y otra vez,
hasta el corredor que da al campo,
llegó en la oscuridad el aroma
de las flores del limonero.


2

Mientras la sopa servida humea
y la conversación, un momento agotada,
no se reinicia,
mientras vuelvo a sentir en el tobillo
el hocico helado del perro,
me demoro en las lentas maneras del hermano
reconocido con sorpresa en un gesto.


3

Volver a la casa,
como el que vuelve, ya viejo, a una mujer.

También el rostro del hermano
es como el de quien vuelve de algún camino,
las hirsutas pestañas
blancas de polvo.

Ahora, en su tranquila madurez,
un ademán de pronto,
un matiz de la voz,
un treno de la risa
traicionan en él al padre.


5

Después es el temor de tenderse en el lecho
en el que aquella noche
vimos agonizar a nuestro padre,
el oscuro temor de calzar en la horma
de su muerte.



ELLA

De qué manera silenciosa
trabaja.
Sin dejarse oír, como si fuera
-lo mismo que una bailarina-
en puntas de pies.
Sin dejarse ver,
como si no fuera.

Ella,
la que poco a poco lo ensordece,
la que imperceptiblemente lo ciega,
la que, delicadamente,
le tuerce los huesos.



Agua

Después pusieron al ahogado en la arena,
de espalda sobre la arena blanca,
de cara al cielo.

Apretaba el puño cerrado,
como si trajera del agua
algo: una concha, un hueso
de pez?

La boca comenzaba a desleírse
en una mueca
y tenía lodo en los dientes,
en el cabello endurecido.

Lodo en las uñas:
había manoteado en el lodo.




Sonámbulos

Te hablo y mis palabras
se rompen en el borde de tu sueño,
se entretejen con él,
se mudan.

Me das la mano
y no recibo tu mano en mi sueño,
porque allí no penetra tu mano
que se hace otra para ser mía.

Alguien dice algo según su sueño
y alguien otro lo oye desde el suyo.
Alguien entrega algo a algún otro
y este otro recibe otro algo.

Si me contaras tu secreto
no lo comprendería.
Paso mi palma delante de tus ojos
y no me reconoces.



Una Señal

Para Juan José Hoyos

Una señal una flecha tosca un pedazo
de tabla clavada en un palo
Se encuentra al borde de la carretera
veredal que se anuda al riñón de la montaña

Antes indicaba el camino
Ahora ?torcida? apunta al desfiladero

Yo que voy a pie que no tengo prisa
Debo acaso detenerme y enderezarla
Es asunto mío será útil a alguno
Tal vez



HAY GENTES QUE LLEGAN PISANDO DURO

Hay gentes que llegan pisando duro
que gritan y ordenan
que se sienten en este mundo como en su casa

Gentes que todo lo consideran suyo
que quiebran y arrancan
que ni siquiera agradecen el aire

Y no les duele un hueso no dudan
ni sienten un temor van erguidos
y hasta se tutean con la muerte
Yo no sé francamente cómo hacen
cómo no entienden




PRESENCIA
Cien pasos doy de para atrás
pero la muerte los advierte.

ROGELIO ECHAVARRÍA


I

Si estoy, está conmigo.
Si me atareo en mis asuntos,
me sigue.
Ojea por sobre mi hombro si leo,
atisba por sobre mi hombro si hago.


2

Con un sobresalto,
de un salto,
me pongo de pies.
¿Quién era?
Miro en torno mío.
Nadie, nada.


3

Acaso, cuando giro
sobre mi calcañar,
gira también
con una pirueta,
con un esguince silencioso.


4

Y si voy va detrás,
si vengo viene,
si me detengo se detiene.
Siento sus artejos en mi nuca,
su acezo en mi oreja.


5

Hago, pues, que voy y vengo,
hago que estoy,
hago que hago,
que me atareo en mis asuntos.

6

Y si también esto que digo,
este verso que hago
fuera tan sólo,
y de nuevo, la vieja
mentira del lobo?





VIENDO DORMIR AL HIJO


1

Qué bello cuando duerme:
de costado, una rodilla recogida,
indefenso.

La mano palma arriba
abierta,
el pelo enmarañado.


2

Pero ahora comienza a agitarse.
La respiración se le ataranta.
Es que sueña.


3

Y esa queja en el sueño,
desconsolada:
¿en qué sueña?
¿de qué se duele?

Yo que soy su padre,
no sé de qué se duele.


4

Es sobre todo, hermosa
su mano palma arriba:
abierta,
vacía.


ESCRITURA

la noche, como animal
dejó su vaho en mi ventana

por entre las agujas del frío
miro los árboles

y en el empañado cristal
con el índice, escribo
esta efímera palabra


X

como para cruzar un río
me desnudo junto a su cuerpo

riesgoso
como un río en la noche




CANTIGA DE AMIGO

Y tras la incertidumbre de un instante
frente al desconocido
que luego por virtud del gesto recordado
vuelve a ser el amigo que después de la lluvia
llama a la puerta
lo ayudamos a desnudarse
colgamos sus ropas a secar junto al fuego

y oímos el relato de su viaje
reconociéndonos en sus maneras
de náufrago




LA BAILARINA SONÁMBULA

Hay un texto de José Lezama Lima en el que aparece una bailarina sonámbula. La frase, como es frecuente en el escritor cubano, nos sorprende como destello verbal, como súbito. La bailarina no es un asunto de una narración ni motivo de un poema. Es una imagen que cruza entre una sucesión de imágenes, un miembro singular en un una enumeración de prodigios.
Y, no obstante, resume y cifra la poética de Lezama. La poesía debe ser un baile. El ritmo, la música le son consustanciales. Si la prosa corresponde al caminar llano, la poesía corresponde a la danza. Debe pues empinarse, alzarse un tanto del suelo, levantarse sobre la prosa de la vida ordinaria como la bailarina se pone en puntas de pies.
Pero no es un vuelo. La bailarina no vuela. Es casi como si fuese a volar, a despegarse del suelo, pero el gesto es a medias irónico, no trata de engañar, no sugiere ninguna elevación fingida. Así como el baile nace de la marcha, es como un andar tocado por la música y regulado por el ritmo, así la poesía debiera nacer de la vida común, de sus situaciones y experiencias. La bailarina, excepto por la breve duración de un salto, mantiene los pies en tierra.
Por otra parte están la hora, la oscuridad necesaria, el sueño. Es de noche, naturalmente. Sólo en la noche puede darse el baile de una sonámbula. Tal vez sale a bailar por las calles, aunque no se sabe de nadie que la haya visto. El baile comienza en el sueño y en cierto modo se mantiene dentro de él. Pero en cierto modo es también más que el sueño y se arranca de él. Es sabida posición de Lezama frente al surrealismo, hecha de atracción y de desconfianza, de aceptación y negación. Él no concebía el poema como una ganancia en aguas revueltas. Quería la vigilancia, la búsqueda activa. La bailarina sonámbula lleva los ojos abiertos.
Y si es verdad que baila en sueños, también lo es que sus movimientos han sido disciplinados por un largo aprendizaje, por una cuidadosa artesanía podríamos decir con una palabra que a Lezama le era grata. Porque la poesía es como un baile sonámbulo, una conjunción de mesura y sueño.



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