jueves, 16 de enero de 2014

MARÍA CEGARRA SALCEDO [10.828]


María Cegarra Salcedo

(La Unión, 1903 - Murcia, 1993) fue una poetisa española, así como la primera licenciada de España en Ciencias Químicas.

De padre comerciante y madre maestra de origen andaluz, el precedente literario en su familia lo ocupa el hermano Andrés Cegarra Salcedo, autor de una breve pero estimable obra narrativa. Tras el suceso doloroso de la muerte de dicho hermano, María publicaría su primer poema, Cristales míos, y tras el fallecimiento de su hermana, muy cercano a su propia desaparición, surgiría su última obra, Poemas para un silencio. Su poesía es humana, profunda, de exquisita verbalidad pero despojada de preciosismo; su temática es afín al espíritu trascendentalista de las generaciones de los años 1940 y 1950.

Sin embargo, decidió que su profesión fuera la Química, tarea que llegó a fascinarla. Al parecer fue la primera mujer que obtuvo un diploma de perito químico en España. Abrió su propio laboratorio de análisis mineralógico, como auxiliar de la industria que entonces hacía vivir a su ciudad natal.

Alternó su trabajo con la actividad docente, siendo profesora de Ciencias Químicas en la Escuela de Peritos Industriales y Maestría de Cartagena, así como en otros centros de Formación Profesional y Bachillerato.

Mujer independiente y voluntariosa, sublimó su vida en soltería perpetua. Se distinguió por su piedad católica y mariana. Ello no le impidió brindar amistad, antes de la Guerra Civil Española, a relevantes escritores y personajes contemporáneos de distinto talante político: el periodista Raimundo de los Reyes; el crítico Antonio Oliver; los poetas Carmen Conde, Miguel Hernández y Ramón Sijé. Ella misma se encargó de disipar rumores sobre un supuesto romance con Miguel Hernández, cuyas visitas a La Unión se fundaban en mera y sincera amistad con la joven profesional. Durante años, y hasta la definición del poeta oriolano como republicano y libertario, María y él mantuvieron correspondencia. De signo ideológico opuesto, ella optaría por la activa militancia en la Sección Femenina de Falange Española, partido de naturaleza fascista. Con todo, en sus últimos años mostró simpatía por la huelga obrera y por ideales de solidaridad y paz.

A través de su organización política contribuiría a la formación de jóvenes puericultoras, contribuyendo así a paliar el problema de mortalidad infantil de la posguerra española. Asimismo, se mostró activamente humanitaria en la distribución de ropas (especialmente "canastillas" para recién nacidos) y alimentos a los necesitados, máxime en los difíciles años 1950, tras la estabilizaciones monetarias decididas por el gobierno.

Colaboró en las revistas La Región, La Verdad, Tránsito, Levante Agrario, Títiro canta, Monteagudo, entre otras. Publicó su Poesía completa en 1987, con introducción de Santiago Delgado.






“Me moriré en La Unión, junto a las minas,

Con un rumor de mar a mi costado.
El cante de mi tierra como rezo.

Y el trovo de un amigo por corona.” 





De "Desvarío y fórmulas"

He sido
una sencilla profesora de química.
En una ciudad luminosa del sureste.
Después de las clases contemplaba el ancho mar.
Los dilatados, infinitos horizontes.
Y los torpedos grises de guerras dormidas.
He quemado mis largas horas en la lumbre
de símbolos y fórmulas. Junto a crisoles
de arcilla al rojo vivo hasta encontrar la plata.
No he descubierto nada.
No tengo ningún premio.
A Congresos no asistí.
Medallas y diplomas
nunca me fueron dados.
Minúscula sapiencia para tan grandes sueños.
Pequeñez agobiante para inquietudes tantas.
Y rebelde ha surgido, como agua en desierto,
el manantial jugoso, intenso, apasionado,
-dulce herencia entrañable- que tiene la riqueza
de llenar de poesía tan honda desolación.



Fragmentos de Poemas para un silencio

Las lágrimas lavan mis ojos.
Borran su contacto con la tierra.
Puedo mirarte sin distancias.
Tenerte fuerte en las pupilas,
Entre limpios celajes.
El tiempo, de silencios cansado.
Tu voz por mi frente palpita.
Yo sola la percibo y entiendo.
A mí sola entrega su secreto.”
“Corrió su nombre entero hacia el cielo de los nombres.
Callar es mi destino.
No puedo nombrarla, no me responde.
Su nombre navega sin eco ni sonrisa,
Palpitando perdido.
Quiero que sean mares, cielos, soles,
Tierra caliente y levantada quienes me lo devuelvan.
Quiero que sea Dios quien abra el cielo de los nombres
y lo deje caer sobre mi frente fría.






Saeta dedicada al Cristo de los Mineros

Dame el marro compañero,
Que tengo que desclavar al Cristo de los Mineros
Y no voy a “relevar”.
No tengo miedo a las minas
Ni le temo a los barrenos
Porque conmigo camina
El Cristo de los Mineros
Sangrando por las espinas.
No necesitas sepulcro,
Que la galería te espera
Con los cirios de pirita
Y el sudario de galena.



Del libro Desvarío y fórmulas

Praderas de números
Vertientes de letras.
Quiero espigar rosas
Y corto símbolos.
Busco el agua
En el cristal y susurro
Y surge la pizarra
Con su negro intenso.
Castigo y consuelo
Debatirse
Entre el no y el sí
De tu mandato;
Entre el sí y el no
De tu misterio.
Y llegar a encontrarse
Palpitando llena de incertidumbres
Y deseos.



DESPUÉS

Me moriré en La Unión junto a las minas,
con un rumor de mar a mi costado,
el cante de mi tierra como rezo,
y el trozo de un amigo por corona.
Tengo miedo que me cubra la tierra.
Pero el amor callado de mi ensueño,
desgarrará la oscuridad silente
alcanzando la luz inconsumible.
Mi mesa con su enredo de cuartillas.
Cartas que no alcanzaron su respuesta.
Un libro abierto, un retrato escondido.
Envuelta en soledad de soledades,
sin que nadie la recoja y la viva,
la emoción de mis versos al olvido.







Presencia de Miguel

Nadie,
-ni antes ni después de ti-
Supo, sabe
Pronunciar mi nombre.
Hacías una creación de la palabra,
Del tono, del sonido, del acento…
Entonces…
Te recuerdo en mi nombre
-aprendido de ti-
Que conmigo inseparable, llevo.
Inconsumible, ingrávido.
Sin muerte y sin dolor.




De "Cada día conmigo"

Hoy, mar.
Te he visto joven y alegre.
Has mojado tiernamente los pies,
de un hombre triste, descalzo,
que paseaba solitario por tu orilla.
Le has regalado una "chapina" blanca,
estriada moneda de tus sueños.
Con una gota de agua dentro,
redonda, transparente,
llena de versos y caminos.
Para la sed de un pétalo perdido,
O el bautismo de una mariposa.
Acaso aparecida lágrima
por las que nunca lloraron.





Necesito arena.
Un poco nada más.
La que cabe en la palma de la mano.
Pero ha de ser limpia, suave, seca,
sin conocer orillas ni marcas,
ignorando pisadas y desnudos.
Sin voces ni ruidos.
Que no sepa de peces ni de ahogados,
ni del rumor de caracolas.
Sin tortura de ramblas.
Blanca y pura arena, recogida con cuidado.
Sola.


Retrato de joven de María Cegarra 



María Cegarra Salcedo. La Unión (Murcia), 1899 - Murcia, 26 de marzo de 1993
     
Poesía y química serán las dos aficiones que encuadran y protagonizan la biografía de María Cegarra Salcedo. Junto a ello, la unión de los hermanos Cegarra Salcedo es otro de los puntos de partida para entender la figura de esta unionense. Nombrada Hija Predilecta del municipio el 24 de octubre de 1992.


De María Cegarra Salcedo se ha afirmado que decir su nombre es decir La Unión, por la estrecha vinculación que esta mujer tuvo con su tierra natal por la que sentía un especial cariño y admiración.

María Cegarra Salcedo dedicó su vida a los tres pilares que conformaron su existencia, su familia, su poesía y su profesión, volcándose en cada uno de ellos con total devoción.
     
Descubrió el mundo de las fórmulas químicas del que se enamoró profundamente, uniéndolo a su sentir poético, sucumbiendo todo ello a su gran pasión, su familia.


María Cegarra, Carmen Conde y Antonio Oliver con el grupo de la Romería lírica a Oleza en homenaje a Gabriel Miró el 2 de octubre de 1932 

Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver



Ella misma decía que era una mujer de silencios más que de palabras, porque le gustaba dejar reposar cada poema, cada una de las ideas que le atravesaban, sin hacer apenas correcciones.

Siempre amable, no gustosa de protagonismos, María Cegarra mantuvo una vida cotidiana y vecinal, renunciando a convertirse en un personaje ilustre pero lejano a su tierra.

Un ambiente muy familiar

De padre comerciante y madre maestra, no había en la familia Cegarra ningún precedente conocido de escritores ni poetas, siendo su hermano Andrés el que inicia la afición.


Su madre, cordobesa, había venido a La Unión junto con unos familiares. El recuerdo que de ella tendrán siempre sus hijos será el de una mujer alegre y cantarina. Cuando llegó a la localidad murciana conocería al que se convertiría en su marido, persona reconocida en el municipio por hacer cambios en moneda extranjera.



María Cegarra y Carmen Conde 

El matrimonio tuvo tres hijos, siendo María la segunda de ellos, y supieron crear un clima familiar muy cálido y cariñoso, manteniéndose todos muy unidos.

María Cegarra nunca se casó. Tuvo amores que no pudieron ser y se dedicó íntegramente a los suyos, acompañada de sus hermanos hasta que la trágica muerte los separara.



La infancia de María transcurrió tranquila en las calles de su Unión natal, una infancia muy vinculada a su buen amigo Asensio Sáez, que compartirá además con ella su afición y posteriormente profesión por la escritura. Ambos desarrollaron sus vidas bajo el profundo respeto y devoción por su tierra, a la que dedicaron muchas de sus letras, a veces de forma conjunta.


La figura siempre presente de Andrés y Pepita

Las personas primordiales en la vida de María fueron sin duda las de sus hermanos, Andrés y Pepita.

Él, adorado por María y convertido en el niño a quien dar su amor, su cariño y su apoyo. Luchaba junto a Andrés para que la enfermedad que le dejó postrado a una silla de ruedas durante catorce años no le mermara nunca la sonrisa. Pepita su segunda madre, su apoyo, su referencia más inmediata.

El sufrimiento y la pena de María en cada una de las pérdidas de sus hermanos, la de Andrés demasiado temprano, será el seno de su dolor pero también de su inspiración. Por la muerte de su hermano escribiría su primer poema publicado, Cristales Míos, y tras el fallecimiento de su hermana, muy cercano a su propia desaparición, surgiría su última obra, Poemas para un silencio.

Con anterioridad al fallecimiento de su hermano en 1928 María nunca había escrito nada seriamente. Tras este suceso tan doloroso en su vida, se iniciará su camino poético, en primer lugar por la 'prolongación del recuerdo de Andrés, el deseo de mantener viva su memoria'.

La primera mujer perito químico de España

En un mundo de minas y mineros, María estudió química animada por su hermano, quien pensó que debía proporcionarse un modo de vida, y que mejor futuro en esa tierra que dedicarse al análisis de minerales.

Tras las penurias sufridas durante la Guerra Civil, recibiría la Licenciatura de Ciencias Químicas de esa especialidad. Se creó su propio laboratorio de análisis de minerales. A pesar de su poco afán de protagonismo, esta faceta de María despertó la atención de muchos, en una época en la que la mujer no estudiaba tan sólo dedicada a las tareas del hogar.

La unionense reconocería más tarde que ella no eligió la química, pero acabaría por enamorarse de ella. Por paradójico que parezca, cuando conforme se adentraba en el orden de las fórmulas químicas más significado encontraba su vida, confluyendo en su sentir más profundo de la mano de la poesía.



María Cegarra con Carmen Conde, Antonio Oliver y otros, tras una conferencia ofrecida por María en la Universidad Popular de Cartagena el 10 de febrero de 1934 

Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver


Su otra pasión: la enseñanza

Desde 1928, tras la muerte de su hermano, solicita entrar a trabajar, consiguiendo una plaza como interina en Cartagena. Descubre su vocación por la enseñanza, impartiendo clases por la mañana y por la tarde en tres o cuatro lugares distintos.

La dedicación de María a la enseñanza se prolongará durante 40 años, siendo profesora de Químicas en la Escuela de Peritos Industriales y Maestría de Cartagena y en otros centros de Formación Profesional y Bachillerato.

Además, ya solas ella y Pepita, durante muchos años sus ingresos fueron los únicos que tuvieron para vivir. No pasaron dificultades económicas, entre otras cosas porque no fueron ni ella ni su hermana mujeres de grandes ambiciones.

Después llegaron sueldos más altos, con los que se compró una casa en Cabo de Palos de la que estaba muy orgullosa.

El apego a su tierra

A María le gustaba mucho vivir en La Unión. Pudo marcharse a vivir a otro lugar, pero quizá el profundo afecto a sus padres, y a todos los que tenía cerca de ella, le hizo permanecer en su casa de toda la vida.
     
Participaba de la devoción popular de la Virgen del Rosario, a quien ofrecería en varias ocasiones sus palabras. Se sentía fascinada con el tema de la Semana Santa de su tierra. Se afirmó que no se conocía Jueves Santo sin María acompañando al Cristo de los Mineros, ni noche del Festival del Cante sin María, evento que también promocionó y del que le gustaba participar íntegramente cada año.


     María entre Carmen Conde y Pepita Sáez en un Congreso 



Por la casa de María pasaron muchos de los escritores y personajes más relevantes de la contemporaneidad murciana literaria, Raimundo de los Reyes, Carmen Conde, Antonio Oliver, Miguel Hernández o Ramón Sijé.
     
A partir de 1979 María instituye y costea el Premio Andrés Cegarra Salcedo, homenajeando a su desaparecido hermano. El propósito fue estimular la creación de nuevas letras de 'mineras' con destino al Festival del Cante de las Minas. Con este concurso se enriquecerán las letras del cancionero de las minas.

María y Miguel
     
Mucho es lo que se ha hablado o escrito sobre la amistad de María y Miguel Hernández, circulando una leyenda sobre el enamoramiento del poeta hacia esta mujer.
     
El cariño que ambos se profesaban suscitó todo tipo de comentarios, pero lo cierto es que, muchos años después, la propia María afirmará que los viajes que el gran escritor oriolano hacía hasta La Unión para verla se fundamentaban en una sincera amistad.
     
Fuera o no amor, el sentimiento quedaría escondido y reservado en sus interiores, pero la evidencia del gran afecto que ambos se tenían quedaría reflejado en la correspondencia que María y Miguel mantuvieron durante años.
Las creencias políticas de María
     
Con anterioridad al estallido bélico que sacudió a toda España, María no estaba definida políticamente. Después, como muchas mujeres de su época, se introdujo en la Sección Femenina franquista.
     
Allí desempeñó diferentes tareas, ocupándose del taller de artesanía, de dar comidas a las chicas, o trabajando en Auxilio Social. María Cegarra se confesó una mujer del régimen anterior, aunque por su casa pasara gente de toda clase y condición.
     
Durante la guerra les hicieron registros en varias ocasiones. Su padre murió en el año 40, hombre pacífico y bueno, según lo califica su propia hija.
     
No se consideraba revolucionaria ni marxista, pero si creía firmemente en que las cosas debían darse a conocer tal y como eran. Estaba conforme con las huelgas reivindicativas, criticaba la actitud de las grandes empresas que no trabajaban a favor de otros... tenía al fin una actitud conservadora encerrada en unos ideales de solidaridad e igualdad. Como la misma María decía, a ella lo que le gustaba era la paz, ya fuera de unos o de otros.

La postergación de su poesía

Como ha quedado escrito, el hecho de publicar no es parte esencial del destino de un escritor, y así se entiende en la trayectoria lírica de la poetisa unionense.
     
La poca repercusión a nivel nacional de María Cegarra ha sido entendida como la consecuencia de las pocas salidas fuera de su entorno y de la irregularidad en sus publicaciones.
     
Como suele suceder con gran pesar, fue tras su desaparición cuando muchas de las personas que hasta entonces no habían conocido la obra de María comienzan a interesarse por ella.
     
Carmelo Vera, escritor murciano que mejor conoce la obra de la unionense, achacaría las causas del escaso y tardío reconocimiento a la obra de María a esa irregularidad en sus publicaciones pero sobre todo a su aislamiento, lo que él llamó su 'profundo sur'.




 Instituto que lleva el nombre de María Cegarra 


El reconocimiento a María
     
Aunque algunos dijeron que la rutinaria vida unionense la ahogaba, lo cierto es que María sentía verdadera devoción por su pueblo, por el que se preocupó durante toda su vida. Los homenajes y premios tardaron en llegar, pero fueron muchos los que reconocieron y admiraron la gran huella y legado artístico que este personaje dejó en su tierra y fuera de ella.
     
Estando en Murcia, ya enferma y a punto de morir, a María se la recuerda pronunciando el '¿cuándo nos vamos a La Unión?'.
     
María Cegarra falleció el 26 de marzo de 1993, declarando el Ayuntamiento de La Unión dos días de luto oficial. La capilla ardiente se instala en el Instituto Nacional de Bachillerato que actualmente lleva su nombre.

Obras

Homenaje a la escritora unionense María Cegarra 
Homenaje a la escritora unionense María Cegarra
Sus principales poemas
Cristales Míos (1935). Su primera publicación. Fue creada en recuerdo a su desaparecido y tan querido hermano Andrés, suponiendo una síntesis biográfica de quien tanto marcó su vida.
'Andrés, ausente', en AA. VV. Bodas de Oro con la Muerte. Andrés Cegarra Salcedo (1928-1953) (1953).
'Tú y yo', poema inédito que envió a la también poetisa María Teresa Cervantes (1966).
'Paraderas de números', en Titiro canta. (1967).
'Presencia de Miguel', en Tránsito. (1979).
'Hoy no te puedo escribir', 'Celeste conquista', 'Busquedad', 'Indiferencia', en El Pregonero, con comentarios de Santiago Delgado. (1983).
'De poemas para un silencio', en Monteagudo. (1986).
Desvarío y fórmulas (1986).
'Soñada creación', en Monteagudo. (1987).
Poesía completa. Con introducción de Santiago Delgado. (1987).
'Corrió su nombre...', 'Las lágrimas lavan...', en La Verdad, extraídos del poemario inédito de Poemas para un silencio. (1991).
'María Cegarra', en Papeles de poesía. (1993).
'De poemas para un silencio', en La Verdad. (1994).
Poemas para un silencio (1995). Escrita tras la muerte de su hermana Pepita, tan sólo unos años antes de su propio fallecimiento. Constituye su última obra, seguramente la más triste. En ella se produce una búsqueda de la verdad como objeto de la poesía.
Cada día conmigo (1986).
Otros escritos
Muchas saetas para su Semana Santa de La Unión.
Colaboraciones literarias en algunas revistas y folletos
'Átomo', en La Región. (1932).
'Ramón Sijé', en Levante Agrario. (1936).
'Elche y su misterio', en La Verdad. (1947).
'San Ginés de la Jara', en La Verdad. (1947).
'Mujer sin Edén', en La Verdad. (1948).


Fuentes
DELGADO, S. (Edic.). Homenaje a María Cegarra. Editora Regional de Murcia. Murcia. 1995.
DELGADO, S. A María Cegarra. Homenaje de la docencia murciana.

http://www.regmurcia.com/





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