domingo, 3 de abril de 2011

DAVID PIELFORT [3.673]




DAVID PIELFORT

1971.  Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)
"Es rotundo… la gran promesa blanca" (Antonio Orihuela)
"Es un torero repentista de la palabra que se vomita sola, un alma surrealista rediviva" (Luis Felipe Comendador)
"A mí me gusta" (Juan José Téllez)
"¿Me regalas el libro?" (José Luis Ortíz-Nuevo)
Bibliografía: "Maricón En Tierra" (2004) Ediciones 4 de agosto. "El gitanito eZquizofrénico". Con prólogo de Eduardo Mendicutti. (2005) Ed. Crecida. "Doscientos negros" en "Geografías del desorden" (2006) Universidad de Valencia. Antologías de Voces del Extremo (Fundación Juan Ramón Jiménez).






EL SONETO DEL CORRER DE UNA CINTA 
DE CASETE VIRGEN

a alto volumen
es como estar sentado en un Oldmobile
viendo la tormenta
sobre el paseo marítimo

Pasa el barco mercante
de la línea Pinillos
no tengo ninguna cinta de ABBA
no tengo ninguna cinta de ABBA
ningún reproductor de CDE
ningún reproductor de CDE





EN DIRECCIÓN AL MOSTRADOR

Ella, con los codos en la formica,
creyendo en la luna -como los bichos en la luz-
rota y rota con su mirada
el falso reflejo de forleidi.
Las sanguijuelas huecas de la formica
le han jugado una mala broma marmórea:
la ilusión de darle vueltas a las cosas
al mirar por la lupa del poso de anís seco.

Alzando el pecho
estruja a tres, incorporándose.

La puta golea a la alameda
y Hércules sacude su alpargata, salpicada
por el meao de un perro, un guardia jurado




I



El bocadillo y los tiroteos amarillentos del sheriff Pete Rice
de las novelas del oeste de dos pesetas entretenían al Pichajierro:
un auténtico y rabioso perro andaluz que hace de vigilante nocturno.
Pichajierro guardaba las cuatro esquinitas de un almacén de pinturas
y en una de ellas hacía su trabajo-más-llevadero donde la oficina
junto a la gran puerta metálica que daba a la calle allí en la humedad.
Atormentado por el olor de las meadas de un bar vecino de éxito
se le iba oxidando el cartón de su paciencia y la puerta del almacén
además periódicamente desaparecían pequeñas latas de blanco plata
ocre amarillo y rojo inglés rancataclán…clan clan clac y el mismo clac
de todas las noches arañaba las estrías de la gran puerta metálica
un vaso caía estrellado al suelo y las risas se abrían en cremalleras.
El Pichajierro retorciendo el flexo sobre sus lecturas maldecía
ahí estaban las cadencias de los chorros del mingitorio en su portón
tendría que ir por el cubo y la fregona: todo se colaba escalón adentro.
Austen Gridley era el cantante del bar de éxito que atraía a las hembras (…)
(…)
y con la eterna performance de salir en cuero mostrando su miembro
rampante pintado como si fuera un tigre (contradiciendo al amigo
de Machín que tenía un leopardo) maravillaba a las mujeres. A todas.
El telégrafo había llegado a Bonanza y el Pichajierro achicó el oloroso
se puso la estrella de pensar e ideó la gran venganza inodora:
con el cable del flexo electrificó la puerta cuando otra vez vino ese clac
chac el clac de todas las noches y el vaso roto y la risa y un tufo dulce
después el ruido.
No tardó en caer el indio de plástico y la policía llamaba aporreando.
El Pichajierro desde el coche patrulla olió a su hijo tendido en la acera
muerto y achicharrado con el tigre maquillado escaldado mirando al cielo.
Ahora sabía cómo su hijo se había dedicado a la canción y por qué
desaparecía toda aquella pintura.



II


El avión lleno de vómito aterriza por emergencia
hay un pasajero que lo empató todo
porque emergieron desde su estómago
noventa y siete bolas de cocaína.
Las esferas fueron muy bien desenvueltas
por la guardia civil que informó
sobre el verdadero contenido de los intestinos:
eran 97 cráneos del mismo poeta Lorca
con un peso de 1,8 kilogramos cada uno
y los médicos le extrajeron todas las calaveras
los molondros del Lorca del cuerpo.
El caníbal ha cometido delito contra la salud pública
y desde inicios del año han sido interceptadas 19 personas
que transportaban a Lorca dentro de su organismo.




III



El rey de Algeciras se fue y busqué por las calles al Janda
un gitano ciego de faja y sombrero negro que tocaba la guitarra
y cuyos ojos rojos eran el vestíbulo de un teatro.
El Janda había amanecido un día muerto tirado en la feria
y leyendo las placas de mármol viejas de las casas solariegas
pensé que el violinista Regino M.(?) Basso lo había apuñalado.




IV

La conocí cuando tenía unos catorce años y mascaba cristales
¿te acuerdas del número de las cebollas?
se puso hinchada por la reacción… tienen algo venenoso en la piel
recuerdo cuando se hizo ella sola el traje de hombre.
La andrógina en camisa de tirantas cavaba la gaia y sus jaramagos (…)
(…)
con un azadón del veintidós entraba y salía de plano
todo resultaba demasiado primitivo
en las galerías de arte nadie te da las buenas tardes.


V

Esta tarde la decadencia ilumina
con el sobaco la casapuerta
y el corredor que lleva hasta los platos
donde rebota el telecinco.
Cinco yonquis en la mesa camilla
dicen que a su padre le llaman el Polla
que a su padre le llaman el Polla
y gritan rechazando todas las cartas
así por la polla.
El Polla siempre está tomando cervecitas
con la espalda fría en el bar de enfrente
y esta vez decide hacerle compañía a los gatos
debajo de los coches buscando el calor
de los escapes sobre un cartón se masturba
rodeado de puntitos brillantes acariciando
el óxido arenoso del vientre metálico.
La mujer de el Polla espera todos los días
con una bata en la mano a su marido
allí puesta en la casapuerta. Es muy tarde.





David Pielfort. La isla de Camarón. Ed. Germanía. 2013

LA MÚSICA ES SIEMPRE SEXO

El músico actual ya no quiere acompañar
a nadie, ni yendo a un bar.
Hace una ejecución continuada,
no puede detenerse
porque en esa pausa aprovecha alguien y canta,
tirando una música.

Variará el ritmo deliberadamente
para entorpecer a los polizones de su arte,
porque el cante rebelde ya no es deseado,
ni en la tienda, ni en la venta,
ni en el tabanco, ni en el teatro, ni en la calle.

Resulta que el gachó de la guitarra actual
no deja meter baza, nunca. Y todavía menos 
cuando hay presencia de mujeres en la fiesta.


ANOCHECE EN LOS CÁRPATOS

El fandango tan castigado
es la música que otorga la palabra
a los animales, a las plantas,
a los cajeros automáticos, y a los objetos
antes de que Félix Grande se asomara
a la ventana de su piso,
una noche que llovía en la barriada
y en los Cárpatos, y él solo,
bebiéndose un vasito de vino,
viera venir en fila a todos los gitanos
huyendo del Tamerlán y el Egipto,
buscando el barco ferri de Ceuta.

–¡Es una caravana estereofónica!
–exclamó el poeta – ¡Aquí lo pone...
en los papeles... y que son míos!


CALLE SAN COSME Y SAN DAMIÁN

El Gustavo salió rodando de Sacromonte.
Un crítico me dijo que su padre no triunfó
porque era blanco y tenía gafas.

Vivían al lado de unas pirámides de sal
a escala real de las de el Egipto,
rodeados de holandeses haciendo experimentos
transgénicos con los alimentos, 
y que llevaban años mareados,
estudiando una sierpe de papa salvaje,
que vivía sin recursos entre las dunas móviles
y la desembocadura del río Guadalquivir.

Los biólogos pusieron un collar localizador
al lince ibérico, pero la papa era indomable.
Es normal que Gustavo bajara rodando Sacromonte,
él no es transgénico, por eso es blanco y lleva gafas.

Bajo la marquesina rodeado de avispas, 
comiendo dentro del disco de Syd Barrett,
el padre del Gustavo decía que en el cante
había habitas contadas.

Y la flor del haba es considerada
una de las más bellas,
en los tratados árabes de botánica.



                                                          
ESTACIÓN DEL SUR

El Bo se fuma un disco compacto
y una mano de mujer le ofreció un Craven.
Era la misma mujer:
la que seguía siempre a la Paquera,
allí donde ésta cantara,
era la misma mujer que le gritó a Menese
en el Olympia de París,
indicándole con razón que la guitarra
estaba excesivamente amplificada.

–Es que Nueva York es un pañuelo,
la Puerta del Sol son muchas más cosas,
y el flamenco es sólo un paquete de tabaco–
le decía ella al Bo muy contenta.

Las viudas sí que saben disfrutar,
cogía el ave, el avión, el taxi
y se encajaba en Tokyo
para ver a la Paquera.

La mujer pensando, caía en la cuenta
del por qué todas las geishas del hotel,
paraban el ascensor en la misma planta
de la habitación  de la Paquera.

–Coleccionaría quimonos... seguro–
afirmaba ella dando una calada, y esperando
que le sirvieran otro vaso de vino misterioso.


ORO CHAMPÁN

Las palabras se venden juntas
alguien ha visto a un negro y un gitano
dándose tabaco
y habla de igualdad entre flamenco y jazz.

–¡Es que la marginalidad es tan exótica
como el capitalismo!– dijo el Orihuela espantado,
oyendo cómo un cante fragüero 
rebotaba dentro del gin-tonic.

–¡El jazz siempre fue libre... y lo inventé yo! –
dijo Juan Sebastián Bach.

A partir de este pontogromo,
mirando las armonías y ritmos perpétuos
cualquier lector puede pulsar el efegüegüedé
de la cadena musical de oro champán, 
y  esta misma página.



METAGRANAÍNA ASEGUIRIYADA

Otra vez estalla la guitarra.
Han alicatado el cuarto flamenco de notas
incalculables, hasta el techo,
y nadie puede salir ahora de esa trastienda
convertida en laberinto interesado.

La guitarra ha dado un salto mortal estético,
del prístino acompañamiento
se ha encaramado en Europa,
en orquestaciones de silencios
¿tenemos que creernos que alguien disfruta
de las ediciones de flamenco instrumental
(sin la voz humana) cuando hoy
no se tienen ganas de contemplar pinturas
porque los cuadros ya no se mueven
como los videojuegos? 

Comerse  hipertélicamente
una metagranaína-aseguiriyada
rematada con la coda del derrote sonoro 
y que dura veinticuatro minutos 
es como tragarse todos los discos de Raví
Shankar y Pink Floyd simultáneamente.

El Negro de París me dijo
que el cascabel al flamenco,
se lo había puesto el gitano.

Pero ahora mandan los guitarristas,
de ellos son los cascabeles,
como los que portan los hurones.

–¡Por lo menos se ve un piano!–
gritaba el Chocolate a un cuadro
de Nicolas de Staël.


                                     
LA MÚSICA DA MIEDO

El mono toca de memoria.
Sin embargo, la voz
casi siempre ha sido libre
y el flamenco inteligente
siempre ha dado miedo,
a los ricos vivientes
al bodeguero, al embajador,
y ahora a la casta política.

Hasta a la torre Eiffel
se le pone la cara a cuadros
cuando ve venir al Duquende
en la portada del disco.

Recuerden el apuro de Rancapino
explicándole a un alcalde
que él tenía la voz así,
que no andaba con la voz rozada,
que Rancapino no estaba ronco,
ni discapacitado para cantar,
por la noche, en la velada.

–Vomitaduras… –sentenció una soprano.



EL BAILE RUSO

Juan Vargas Monje lo tenía muy claro
que el cante largo, y el toque virtuoso,
convertían al cante jondo en folclore.

Que la dicción del cantaor,
convertida en locución de telediario,
mata el melisma.

Que el abuso del baile
alargado estéticamente hasta la extenuación
de cualquier reloj,
completa el horario político del teatro.

–A veces es lo más bello... y de repente
la cosa más fea del mundo– decía el Negro de París
saliendo del teatro Calderón.

–¡No somos rusos,
ni hay repertorio para tanta gente!– gritaba uno.

Obsérvense siempre los rostros de la comparsa
están mirándose entre ellos, perdidos,
esperando a que todo pase.

Y había que ver al Negro de París
corriendo detrás de Juan, queriendo ser su amigo. 




LAS ACADEMIAS

Vicente Amigo no sabe si sus amigos
son suyos o son amigos de su guitarra.

El zapateado en grupo siempre es mareante
(un futurista comparó el sonido a una metralleta
y todavía algunos creen que es un piropo).

Y las guitarras cerdeando dan dolores de cabeza.
Pero hay que vender más cuerdas del gato negro.
Así se viste una casa, con el mueble de la guitarra.

El hombre necesita siempre tener un objeto para ser.
Y el cantaor  sale perdiendo artísticamente
porque ¿qué mérito va a tener una persona
que no carga con nada,
ni se acompaña de tinglados técnicos...
 y que encima lo único que gasta es el aire,
que entra y sale de los pulmones.

–¡Pulmones tiene todo el mundo!– gritaba un cojo.




CALENTANDO MADRID

El Negro del Puerto de Santa María
calentaba bien la guitarra, venga y venga,
hablaba más de una hora
antes de comenzar la media granaína.

No se callaba nunca, era como el Negro de París.
Hasta coincidieron los dos en los madriles,
dando vueltas, calentando Lavapiés.

–¡Eso no puede ser verdad porque...!
– dijo uno que tenía un disco.

Pues sí que coincidieron, y formaron catoblepa
desde Antón Martín hasta Iglesia. Iban fumando
y bebiendo, navegando por la calle de Alcalá, 
subidos los dos en un velero 470
que era remolcado por un renault pleinair.

El Negro de París había instalado en el barco la radio
de un coche, con una cinta del Negro del Puerto dentro.
Y allí iban los dos dando vueltas.

Hacía buen día para navegar... no me preguntes
cómo la batería del barco no se mojaba en el alquitrán

ni cómo Madrid ha impuesto una forma de cantar. 




DESDE LA POLIS

El arte jondo es urbano
y anécdota de falsos cronicones
que adoran la prótesis de la guitarra
y meten la voz en discos de cartones.

Las gramolas tienen vida propia
y recorren impenitentes las corralas,
casas solariegas, restaurantes, embajadas,
hasta la novela  La Colmena,  que así arranca
con un gitanito que está muy visto...
pero la guitarra dichosa  ha estado ausente
en los lugares  pobres, aislados,
que no tenían ventas ni bares, entonces
¿por qué ocurre la música sola?

– Porque el flamenco es la música maltratada –
dijo el Sobri– y ha tenido que resguardarse...
por eso se conservan destellos, fogonazos...
¡escombros!




CÓDIGO DE BARRAS

El flamenco hay que consumirlo
tenemos que usarlo, en una audición
íntima o colectiva, laboral o diletante,
o tomando las aguas anfetamínicas.

–Yo canto mi flamenco, que no el tuyo –
dijo Imperio Sevilla entonando
su ebrio de no tener poder sobre nada...

No podemos estar siempre pendientes
de las copias ilegales
de las tres cintas negras de el Camarón.

Debemos invertir en el flamenco
gastándonos el dinero, comprando música,
celebrando el apoquinalipsis del parné

Ahora el flamenco hasta se ve, mira
las fotos postizas de el Torta en movimiento,
en su deuvedé... hasta Blanca Li saliendo
como una lagartija entre la neblina de acantos
de la Alhambra de Morente.

–¡Oiga, ... usted consume flamenco?
–Pues sí, tengo un disco con una errata preciosa
 en la portada... donde pone "Terrremoto"

con tres erres, anda.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario