sábado, 22 de octubre de 2011

5007.- INMA PELEGRIN


Inma Pelegrin nació en Lorca (Murcia) en 1969. Es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación. Forma parte de la asociación poética Espartaria y, con ellos, ha participado en las antologías Diez de diez (poesía) y La ciudad de los escudos (narrativa). Recibió el premio internacional de poesía Gerardo Diego en 2007. Ha publicado Óxido (ed. Pretextos 2008) y "Trapos sucios" (Tres Fronteras 2008). Colabora con el portal educativo y de divulgación artística en Internet Contraclave





PIEDRA DE VÉRTIGO

Palpita en sus entrañas
un viaje de años luz, un universo
surcado a la deriva.

Metálica y pasmada
parece no entender cómo llegó hasta aquí,
cómo acertó el camino
entre tantos caminos verdaderos
y atravesó la noche que, infinita,
separa y aproxima las galaxias.

Acaricio la piedra y me resulta
una piedra de vértigo,
un pedazo de mundo vomitado,
el punto equidistante
entre acierto y error.

Como si se tratase de una carta
que hallara en el buzón
para un familiar muerto,
en su tacto descubro,
remoto, inescrutable,
el eco de otro tacto.




Canción de amor para un martes

Algunos martes tienen, al abrigo
de las dos de la tarde,
ese lugar propicio que el amor
regala a quien lo busca.
Entonces se transforma la cocina
en un salón de baile,
el sofá en un balcón
con vistas al pasado
y la cama es un mar embravecido
para perder el miedo y descubrirse
desnudos como náufragos.
Algunos martes cierran el paréntesis
que separa la realidad del sueño,
por el que se recorren veinte años,
que son veinte minutos
y son la vida toda.
Algunos martes abren de un portazo
eso que no se sabe
si comienza, termina o continúa.
Sólo está la certeza
de que, en algunos martes,
de puertas para adentro,
el tiempo es relativo.










Trapos sucios


Por la gracia del verbo

Lo que no tiene nombre
no es de alguna manera todavía.
Lo que no ha dicho nadie
quizás nunca ha existido
y se pierde, en el tiempo, como el humo
o la escarcha sin huella.
Sin embargo me niego
a pensar en que un día

tú dejaras de ser
y es por eso que sólo
te llamo por decirte.









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Óxido, Pre-textos,
Valencia, 2008





CUESTIÓN DE QUÍMICA

Ya sabes cómo somos las grasas saturadas,
parecemos estables, satisfechas
con nuestra fórmula molecular,
a grandes rasgos dignas de confianza.
Pero -siempre hay un pero-
al entrar en contacto con el aire
y, sobre todo, con el transcurrir
del tiempo y la rutina,
se nos rompen los dobles
enlaces de carbono y el oxígeno,
que ocupa su lugar,
nos vuelve impredecibles y nos desequilibra.

El proceso se llama "enranciamiento".
-No quiero que te pueda
parecer una excusa-.
Y deja siempre un mal sabor de boca.







BODEGÓN

Quedaron en la mesa
las sobras del festín
de la noche anterior:
los platos, los cubiertos en desorden,
los vasos continentes de los últimos sorbos;
y en la fuente, un pedazo
de la carne escoltada
por una guarnición casi rendida.
Desciende en el cristal de la botella
un sendero sinuoso
hasta herir el mantel.
Lo que fue la ensalada
es, ahora, un paisaje de tintes otoñales.
En la mesa auxiliar aún pueden verse
las tazas del café y la madrugada,
colillas que conviven dentro del cenicero
con un par de envoltorios de condones.
Del naufragio que fueron sus cubitos,
en los vasos de whisky
sólo queda agua sucia.







EN BLANCO

Están en la basura amontonados, mudos.
Forman una amalgama pestilente.
Colores materiales en pugna por salir,
rebosan desde los contenedores
y derraman su hedor:
las raspas del pescado,
el vestido de cocktail,
la chaqueta de luto y el confeti,
el juguete de plástico
vencido por el sol,
la botella de vino que bebimos
a solas o con alguien,
las cremas —sus promesas—,
el recibo de pago del gimnasio
y algún otro propósito.
A menudo, de noche, no te puedes dormir,
la luz del rotativo del camión
destella taladrando tu persiana,
y los oyes pasar camino al vertedero.








ANTIMATERIA

Hay un vértigo oculto en cada átomo.

En la mínima parte de las cosa
se encuentra, pertinaz, la inconsistencia.
Unas cuantas partículas,
que giran incesantes alrededor de un punto,
dan como resultado
la aparente quietud de la sustancia.
Cuando en el interior de la molécula
y un ochenta y cinco por ciento en vacuidad,
la solidez es una presunción.
Tal vez sea la causa
por la que no podamos
tener una certeza o un principio al que asirnos:
saber que nuestros cuerpos,
lo que quisimos ser y lo que amamos,
la tierra que lo habrá de cubrir todo,
la materia de cuanto conocemos
está principalmente
compuesta por vacío.

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