jueves, 13 de octubre de 2011

4917.- LAURA ROSALES


Laura Rosales (Lima, PERÚ 1989) Estudiante de Ciencias Administrativas. Poemas suyos han sido publicados en revistas impresas y virtuales. En el 2009 obtuvo el primer puesto en el IX Concurso de Cuento Juvenil "César Vallejo", organizado por el INC y la Municipalidad Provincial de Trujillo. Ha sido antologada en Suicidas Sub21 (Mondo Kronhela Literatura - Argentina). Actualmente forma parte del comité editorial de la revista de creación Ónice. Pronta a presentar su primer poemario titulado "Von".




CELDAS

Como criatura que respira silencios
permanezco en mis estancias
en la fosa donde encuentro
el llanto baldío de todo lo que nace.

Aquí las piedras se descomponen
como el canto de los cuervos
que olvidamos sobre el filo
de nuestro abismo matutino
y solo el deseo de la soledad
de lamer el espíritu de los espejos
ríe junto al muro donde mamá y papá
escribieron el poema más triste
con su propia carne

Arrojo mi corazón desde la montaña más alta

apuñalo mi garganta con un talismán

El principio de mis voces en un muro
el frenesí del tiempo

enamorado de una imagen

¡Trágame la vida!
¡Devuélvele la jaula
a nuestro pájaro de fuego!

La ausencia hace volar
la infinidad de nuestra médula
un reino de soles negros
corona nuestro nuevo nacimiento
al manto que cubre
la inquietud de los mares
y el de todos nuestros yo atrapados
en estas estructuras.











A Joe

Toda la sal al viento
nada de simulacros.
La eternidad se abre
ante el canto
de un langspil
que ama.
Mar,
corpóreo pájaro de luz,
espada acariciando
el venir de la aurora.
El pájaro es pájaro
su sombra, yo.
Paisaje marino
somos de Bach
de Varo y de Tilsa,
aquí pulsa una música azul,
fiesta en el corazón
y cantas.










Si ya todo es silencio
nostalgia y ceniza
¿por qué lo azul
de los insectos muertos?

Si todo el espasmo del universo
fue estrangulado
por las voces de las fuentes
¿por qué una pared vacía
tantos búhos luminosos
tantas flores con olor
a infancia de piedra?







I

Deja que las estrellas se suiciden en el cielo
Y que el sol ahogue al invierno con su cariada sonrisa.
Deja la poesía para los bichos
Y los pinceles para las flores.

Deja que tu heridita le de un poco de calor a mi pulmón
Déjala extinguirse por si sola
Como un gallinazo en nuestro cielo
Como un cigarrillo que te perfora el estómago y el hambre.

Eres mi animal enamorado,
El polvo levantado de los pájaros que mueren en mi sexo
El aleteo de las avispas que le hacen cosquillas a mi vientre
El de la boca que forma un ángulo obtuso sobre mis lados
Dejándolo caer
Hasta el fondo del charco de la nada.

Y porque yo soy la que llora por la lentitud de tus pasos y palabras
Clavada de mi cama a tu espera…

Dejémoslo todo
Otra vez.











Poema al muchacho del boleto

Fuiste el número trescientos cuarenta y cuatro mil veintitrés

Cuando recostabas tu cabeza

Sobre el cristal opaco
De aquel micro que te conducía a tu infierno..

Tus interminables días de mamífero te esperaban hambrientos
Como un piano de cola espera una nota al final del un Si Menor…

Me pongo de pie, al filo del muelle;
Como Dios, con peces y panes multiplicados
esperando el primer rayo que arroje tus semillas..

Creeré que este boleto lo dejaste con intención

Para que cuando lea el poema de Veràstegui
Te escriba estos versos pegajosos

Que se treparán por tu piel,
Y te harán heridas
Heridas latentes

Donde el dolor escape de tu cuerpo
Y toque el mío

Bajo mi apolillada vestimenta…

… camaleones

color

plata

nos

aguardan …










MANO VIAJERA

A Carmen Luz Bejarano

Mano viajera en humareda del sueño. Sauces en el abismo son escaleras
a un templo lunar.
Un ahorcado junto a un arroyo de acuarelas abre los ojos por la melancolía
del bosque.
Mano sedienta, descascara el mundo. Emprende tu vuelo
desde mi entraña a la luz.
Mano que escribe y pinta
la música.









HOKUSAI

La proa de una mano
dibuja un castillo en el tiempo

la tarde la sepulta como a un sol
mano del animal rodando
sobre el moho del mundo

montaña criptada por la niebla
espadachines saludan desde lejos

flauta de azúcar
en el ojo del sauce
azul la voz del león blanco

sueños del pájarocometa
música de bambúes
salida por el tintero

tintero triste
ahogado
en hermosura









ULTRAMAR

A Denisse, criatura de las profundidades...

Umbral azul
dulzor que ata
vientos y arrecifes.

Tu vida en la arena
celebra junto al mar
la libertad de las gaviotas.

Mi lindero de amapolas petrificadas
se tiñe con tu canto...


¡Tú eres mi música!
¡Tú eres mi música!









WAIKIKI

Espejismo de lo amado
tras el cadáver de la piedra húmeda.

Su cuerpo entre galaxias y montañas
amplía la sed
la inexplorada música
junto a las barcas y al féretro.

Peces en el aire
entibian la historia de la sierpe.

Se abren las llagas de la criatura invisible.

Late el coral abandonado.







Invierno

Caes. De a poquitos. Tímido. Lúgubre. Sumergido en penas y en abismos
de noches fantasmales.

La hierba de mi jardín gime. Se exalta ante tu paso parsimonioso.
Saltas los muros y continúas así tu viaje; sacudiendo a los divanes
de mi casa, desollando a los cojines, emitiendo el sonido perfecto
de desesperación y melancolía.

Invierno. Los árboles están tristes. Bellos. Cambian de ropaje
por uno pasado de moda, anunciando la pronta extinción de su licor preferido,
que es el óleo eterno.
Invierno en Lima, y los muchachos son aun más apuestos.
Caminan manoembolsillados con abrigos tétricos; ahorcados de chalinas
con tonalidades grises y naranjas, y con algún poemario barato en la solapa.
Invierno. Sólo contigo los Beach Boys pueden ser más apacibles.
Sólo contigo puedo recordar el sabor de las heridas de su lengua.
El sabor de un crepúsculo sombrío.

Me consumo como un cigarro. Voy más allá de las palabras.

Y tú, has llegado a mi casa. Escucho tus pisadas que se aproximan.
Estás cerca. Y yo estoy frágil. El frío va calando mis huesos
que esperaban ansiosos y babeantes. Por ti.





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