miércoles, 10 de agosto de 2011

ÁNGEL CALLE COLLADO [4.412]


ÁNGEL CALLE COLLADO


Nacido en 1969, en Madrid, aunque con sangre por los rincones del Jerte.

Profesor de Sociología en la Universidad de Córdoba (en el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos), sobre agroecología política, sustentabilidad, bienes comunes y nuevos movimientos globales. Forma parte de Comunaria.net, espacio dedicado a la investigación aplicada en bienes comunes.

Sobre los vínculos sociales y emocionales ha desarrollado la trilogía poética: Los Vínculos (2006, Isla Varia), Utopistas y Desutópatas (2008, Baile del Sol), Deseos a la calle (2011, Corona del Sur), a la que se añade DigniVivirse (2014, Corona del Sur) y  Aquí estamos (el baile de las ahogadas), Ed. Amargord, 2016 .

Algunos ensayos publicados: Nuevos Movimientos Globales (2005, Popular), edición del libro Democracia Radical (2011, Icaria), edición con Mamen Cuéllar y David Gallar del libro Procesos hacia la soberanía alimentaria (2013, Icaria), la Transición Inaplazable. Los nuevos sujetos políticos parasalir de la crisis (2013, Icaria); y como último trabajo, en colaboración con Ricard Vilaregut: Territorios en Democracia (2015, Icaria).

Web: www.deseosenelinsomnio.com con artículos, miradas sociales y poesía.



El rodar del mundo

Prestado, prestándose
de sol a luna y de luna a sol
vinculándose.
Así el mundo rueda
y es.

No existen abrazos, ni besos posibles
en un solo cuerpo.

Hablo y no hago más que robar palabras
de un baúl viejo y colectivo.

La lluvia no sería húmeda
si nada ni nadie la recibiese.

La soledad misma
que a veces orgullosa cree ser
su misma y profética hija
es el aliento necesario para el próximo abrazo
la cuerda silenciosa que hermana dos versos.

No amo lo que no se vincula:
el beso fingido
la palabra sorda
la lluvia ácida
la huida misantrópica.
(No amo lo que no es).





La esencialidad del tiempo

Las excavadoras se pasaron toda la tarde
deshauciando piedras indefensas
condenando a hierbas buenas y decentes
al exilio más irreversible.

Tenían órdenes de no hacer prisioneros.

En su lugar, plantaron elegantes farolas
de tacto frío y desdeñoso
y fue imposible establecer con ellas
conversaciones milenarias
debido a lo inoxidable e inalterable de su piel.

Buscamos tribunales que pusieran desorden entre tanto orden
pero en comisaría nos adivirtieron
que ya no estaban de moda las arrugas ni los descampados
y que las grandes empresas habían decidido exterminar
todo lugar desmercantilizado
toda idea o anhelo que no hubiera sido publicitado anteayer:
imposible reivindicar la sabiduría paciente del musgo.

Alguien se acercó y se lamentó por sus recuerdos robados.
No fueron muchas las protestas
pues el hombre del tiempo había pronosticado
alegrías inmutables por todas partes.

¿Batalla perdida?
Fuimos felices reconociéndonos momentáneamente
frente a un tiempo que expulsa el tiempo de aferrarse
de entrelazarse, de sedimentar sentimientos.

Y renegamos, renegamos afirmativamente.

Sólo lo que envejece existe y es compartible
y es entonces digno
o al menos posible
de ser amado.







Al principio

Al final una fecha de mármol:
el día en que vinimos al mundo
la tarde en que cayó un gran palacio.

A medio camino veréis
vosotras, que sabéis del lento transcurrir de las nubes
dos cuerpos amoratados de cariño
una multitud abrazándose como un lento bosque.

Pero al principio, lo que se dice al principio
miradas, roces
horrores comunes, utopías de barro
pude que tan sólo
un aliento encontradizo.





EL CLUB DE LOS UTOPISTAS

¿Quiénes somos?
los indigentes del poder
e indigestos para los poderosos
los que tienen la garganta atada al
corazón
los que hacen habitables las comisarías
los no llamados a la cena de la OMC
los que tiran un verso y enseñan mil
manos
los que desayunan café con sueños
los que tienen correo electrónico
y siguen escribiendo cartas de amor
los que tienen menos y no quieren para
ellos más
los que abren los brazos y no los cierran
sobre cuellos
los que escriben día con luna y presente
con libertad
los que para dar ruedas de prensa
deben ir al hospital
los enfermos de neoliberalismo
y que nos recetarán otros mundos
los que saben esperar y ya no aguantan
los que pagan las facturas y reciben
las fracturas
los que inhalan poesía y detestan el CO2
los que asumen errores y no insisten
en ellos
los que rechazan las balas
los que derriban gigantes y construyen
molinos
los que desobedecen a las porras
y se escudan en los hechos
los que crean redes políticas
y no se enredan en el politiqueo
los balsámicos balseros de la sensata
locura
los Utopistas: nosotras y nosotros.
Me gusta este Club.


Aquí estamos (el baile de las ahogadas), Ed. Amargord, 2016


AQUÍ ESTAMOS



Comimos realmente de nuestros propios vómitos / pienso que sobrevivimos a base de un hambre existencial que se arraiga en los úteros
Engullimos casi con alegría las primeras correrías de niños entregados a una adolescencia presumible / conquistamos un coche o una gran condecoración en blanco luego como mayores fuimos capaces de competir firmemente para desfilar en sus banquetes / aquellos menús grandilocuentes son hoy nuestros grandes desahucios vitales, savias de invierno, fiebres arrinconadas en el alma, vínculos puestos a secar entre sus piedras negras
Comimos a diario sus dulces de mantequilla coloreada por mercados de Eurovisión y leche en polvo del estado mayor -en el reino del 23F- abandonamos los olivos necesarios y las voces intestinales de nuestros juegos -ambos por ser matronas antiguas y amables-  y nos llevaron a la universidad a estudiar como ser otra emulsión de grasa saturada con corbata light
Comimos, comimos mucho de nosotros mismos / fuimos devorados en consecuencia
Comimos temperaturas sexuales mínimas en una España sedienta de cielos oscuros, servil de catacumbas que hielan los pasos adolescentes / jóvenes abrevando cencerros estúpidamente carmesíes, rebaños de poca lana para abrigar y algunos pelos largos / había corbatas para ahorcarse pero resultaba ya desmotivante crecer como reservista de la OTAN, hipotecar las manos para subirse al último furgón de Europa
Comimos escasa protesta herencia de posguerra dirigida nunca digerida / comimos con muchos regañadientes una Extraña de ideologías astilladas y de astilleros con patrones globalizados / hubo nuevos gritos y había desconfianza para los castillos de la izquierda de otros tiempos / comenzábamos a sentirnos presas de un cáncer material y gris en el esófago a la altura de nuestras decisiones / las piedras históricas aún resultan un alimento difícil
Comimos hasta atragantarnos sacramentos que venían de tierras lejanas / rebautizaron a Cristo a base de Halloween y su Papá Noel / Marco vino cargado de aventuras conservadoras y apenas le intuíamos sus testículos / aprendimos a ser osados como los sponsors de la NBA y conocimos el mundo sobre motos de gran cilindrada / ¿cómo lamer el mundo si las lenguas nos son ajenas?
Y sabíamos de la luna porque nos la habían pisado y sabíamos de toda la tierra por cómo se veía desde un incipiente Meteosat, pero aún no reparábamos en las puertas con sangre seca en Vitoria, en los muros de los Pactos de la Moncloa / los guitarreos agujereados por los barrios de cartón no tenían mucho hueco en los 40 principales y los domingos estaban hechos para ir a misa
Comimos poco después la caída del Muro de Berlín y todos los genocidios petroleros / y no nos permitimos eructar un grito
Comimos, seguimos comiendo manteles inmundos e inmundiales en la cena de la OMC / los tenedores fueron acuchillados con el veneno de Maastricht y de 50 años de Banco Mundial / John Wayne tomó su revancha en Seattle y los indios continuaron siendo mal televisados y peor vistos
Comimos festejos esos años y fastos de indigenismo y fuegos fatuos de socialdemocracia de todo a cien y todo podía ser al mismo tiempo made in Iberia, pero ya no nos dejaban hablar otra lengua que no fuera de cemento y en inglés / aspirábamos a ser volantes comprados en incómodos plazos y traición a base de cuatro monedas / vías blanquísimas modelo Ibiza para algún que otro despistado
Comimos pelotazo y las primeras pelotas de goma mientras se publicitaban desmadres que fueran algo caros y con jersey amarillo
Comimos entrenamientos para cualquier nueva ofensiva militar, pero ya era Apocalipsis Now la guerra, y nadie volvió a hablar más del cine quinqui de este país ni de las periferias domésticas / las consolas de Hollywood aprendían a jugar con nuestras vidas
Comimos tan mal que aprendimos a comer sin alimentarnos, sin sentarnos en nuestros estómagos / comimos sin defecar y sin muchas huelgas generales / las tuberías y los intestinos se anudaban con sobres y las casas con mandos a distancia y allá lejos quedaban las lágrimas de muertos “extraños” bajo ejércitos vencedores / algún Kleenex hubo que sacar oficialmente por lo de Aznalcóllar y por los féretros intuidos en el Estrecho
Comíamos, recuerdo, 6 comidas al día, y había postre extra con tres pagas si no había más pegas / era bursátil vivir de las rentas y apagar las complicidades del café en el curro / había valores pero no cotizaban, había rentas pero había que hacer a los demás rentables / las inercias colectivas se precipitaban por alcantarillas de vidas estabuladas por franquicias y por pulcros deseos de sofá con plasma

Veníamos de trasnochar en adocenadas cenas, éramos búhos a la pepitoria, trufas de gomina tonta como Pachá o sopa de papá con resaca de Malasaña / corríamos los sanfermines de los nuevos recintos feriales, ganado que bramaba por alberos de arena caústica, por conciertos de pop húmedo y falsamente nocturno y tierno, por lluvia ácida hasta ensordecer algunas rabias / amanecimos con extrañas neuronas por los caminos extraños
Fuimos exabrupto y poco más:
Comimos más que caminamos
Visitamos más que viajamos
Follamos sin ser capaces de desnudarnos
Consumíamos no nos producíamos
Nos ilusionamos en la ilusión ilusoria
Amar lo justo era un verbo muy poco cool
Respiramos pero no desobedecimos
Silbamos con miles de bocas pero no cantamos con un mismo corazón
Abrimos la boca pero no articulamos los dientes
Y acabamos comidos por el empacho, y en esa lucidez oscura comenzamos a hacer poesías en los pasillos y sin pastillas, algunos descubrieron que podía ser también la forma de ganar algún premio o salir como literato en algún Sálvame
Comenzamos a forcejear, lamentábamos la falta de alpiste en nuestros comederos, que las jaulas de cera no estuvieran limpias y no iluminaran como decía dios que él mandaba, y cuando llegamos a alguna orilla como náufragos del hambre pedíamos en primer lugar la hoja de reclamaciones / alguno maldijo al patrón y se aventuró ya a organizar la captura del botín y de sus bancos
Fuimos molestados o mirados de reojo porque no continuamos comprando estupendas camisas en invierno y apartamentos en playas de plástico jurásico / continuaban gritando que aquello era por nuestro bien, pero en “el bien” nada ardía y éramos ya ardores quemándose por dentro
Algunos dijeron “revolución”, y repetían con ella palabras de cuando éramos de baja temperatura vital y los escuchamos con saturación aún no rebobinada y también con malas artes en esto de abrir la oreja a otras músicas
Otras formas de hablar pidieron que la revolución nos arrastrara también a nosotras y que no sólo acabara en nuestros lechos y lo llamaron rebeldía y estuvieron las plazas llenas como antes habían parido tardes desobedientes y persecuciones de banqueros
Vinieron ipso facto con escuadras y cartabones a proponer modelos y se montaron partidos sobre las personas empachadas y sobre algunas famélicas, y presumimos que había liberación en sus gestos pero también mucho nuevo comensal liberado al estilo de los 80
Nadie habló de una bomba atómica, ni falta que hace / sabemos que no comemos meteoritos ni objetos metálicos ni aislantes cultos malditos ni viajes implosionantes / hay mucho de amor escurridizo en nuestra poesía
Pero aún seguimos tirando de la cadena escéptica con normalidad santoral y ejecutamos los rituales sagrados en su nombre y los orgasmos colectivos son ciencia ficción la mayor parte de las veces / el agua baja escasa y turbia de nuestros riachuelos lindos y antiguos, vemos que hay más agua embotellada en nuestra vida
Estamos de resaca digestiva y de corazón a punto de morderse
Unos volverán a sus grandes supermercados de supercolas milimétricas y simétricas, a reinventar la margarina y la leche en polvo para quienes pagan bien porque roban bien / despreciarán las arrugas en el tomate y en las caras sabias, desconocerán el tacto vecinal de un tendero de barrio / denunciarán al antisistema anunciado en el telediario de anteayer
Otros mirarán de reojo, se alimentarán y compartirán sus territorios como puedan y como sepan, puede que desfallezcan de sed huérfana, pero abrirán mamas sin antibióticos ni recetario químico y ya no tolerarán que se diga que todos somos igual de responsables en el proceso de desnutrición civilizada
Una cosa es cierta: ya no hay campo para tanta proteína cárnica ni todos los vientos son canonizables a favor de un mercado / sus discursos fantásticos dejan huecos en nuestras lenguas y en nuestras sílabas escépticas / nos irritan mucho nuestros vientres no paridos y las muertes decretadas antes de tiempo / las oquedades se convierten en túneles de fugas colectivas
En el horizonte, el plato gira y hay más gargantas palpando sus nuevos dientes

Estamos aquí / aprendiendo a nutrirnos de la poesía necesaria


Aquí estamos (el baile de las ahogadas). Ed. Amargord, 2016





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