sábado, 3 de septiembre de 2011

MARI CRUZ AGÜERA [4.568]



MARI CRUZ AGÜERA 


(Puerto de Mazarrón, España, 1967)


Ha publicado Cardiopatías de amor (2005), El hilo frágil (2007), Travesía de naufrago (2007) y Palabras para tirar del puente (2010).






Paseo Pereda


Aquí me tienes hoy,
gata en celo que surca tus tejados.
Las olas que humedecen balaustradas
me salpican los dedos.
Voy arriba y abajo por la calle
de luz intensa y tuya
mientras persigo entre los adoquines
ese rastro de aromas que dejaste.
Aquí, sobre este banco de sol tibio,
se le cayó a tu boca algún silencio
-aún retozan en él alas de ángel-.
Y este color henchido de lavandas
tuvo que florecer sobre tus ojos.
Sí, me parece verte allá a lo lejos
reír en las buhardillas,
mientras dejas caer sobre mi pecho
gorrïones ardientes de tus labios.
Quiero trepar, huir hasta tu cuerpo,
enmarañar mi piel entre tus manos,
pero me quedo aquí, gata a la sombra
de este jardín que vibra como agosto.






Te vi de lejos


Te vi de lejos como golondrina,
llevabas en las manos luz de olivo,
en la boca un tropel de fuego vivo
y un algo de Machado en la retina.

Como un papel que el viento lo domina
se alborotó mi corazón esquivo
y hoy tus aires de amante fugitivo
acechan a mi pluma en cada esquina.

No te busco, te encuentro entre mis cosas
como parte del nuevo mobiliario,
en un arcón cubierto por las rosas.

Y hoy descubrí al hacer el inventario
que en mis versos también tu alma reposas
llenando de dulzor mi diccionario.






HAN DE VOLVER


Han de volver con su fulgor de estrellas
a mi balcón de soledad oscura
con su color y calidez más pura
los besos dulces a buscar sus huellas.

Han de volver con el amor que aquella
primera vez sobre mi piel de albura
me retalló con la pasión madura
el corazón como la flor más bella.

Han de volver a este rincón pequeño
el tacto tierno que quedó olvidado
y aquellos labios de profundo sueño.

Y volverá con esplendor dorado
el mismo sol con su calor risueño
a iluminar mi cuerpo ya inflamado.






AFILA EL CORAZÓN…


Afila el corazón como una espada
que no aguanto el dolor de mi alma herida
ni la dulce dureza en la embestida
ni el desacierto impune en la estocada.

No abandones mi boca desahuciada
a la suerte cruel de una cogida,
indúltame el amor o sin medida
acaba con certera "puntillada";

que ando arrastrando ya por naturales
el pecho ensangrentado por el miedo
y los ojos cosidos a retales,

que de tanto llorar, llorar no puedo.
Mátame de una vez, ¡sana mis males!
que a hombros te daré la vuelta al ruedo.





MI SOLEDAD AL FIN…


Mi soledad al fin quede dormida
y llegue a mí la dulce compañía,
brújula que al andar mis pasos guía
hasta el encuentro ardiente de tu vida.

Deserten de mi piel la despedida,
vuelva a alumbrar el sol en este día,
el astro precursor del alma mía
que anuncia el clarear de tu venida.

Caigan sobre los pechos las manzanas
y el mundo muestre su entusiasmo pleno
al ver cómo despiertas mis mañanas.

Y que al saberte de mi amor tan lleno
adviertan con asombro las ventanas
que tengo el alma en permanente estreno.





PERDÓNAME


Perdóname el disfraz, el sol prestado
que ilumina el carisma de mi verso,
la visita fugaz al universo
sin dejarle una nota ni un recado.

Dale el perdón a mi único pecado,
crecer y renovarme con lo adverso,
que no hay en mi intención ningún reverso
ni llevo un doble forro en el cruzado.

Siento así, transparente como vivo,
me muero y resucito a cada rato
y escondo lo que soy en lo que escribo.

Tengo un cierto talento como gato:
A la muerte si puede ser la esquivo
y a la vida la asalto sin recato.





COMO EL RÍO


Cuántas veces mi alma oscura invoca
su nombre de ciudad inaccesible,
cuántas veces se vuelve irresistible
el ansia de buscarlo con la boca.

Cuántas veces la noche me provoca
volverme ante mis penas invisible
y cuántas veces soy tan apacible
que mi calma a la vez me vuelve loca.

Porque soy lo que soy, caudal bravío,
que compite en torrente a su destino,
que lucha contra el mar, su desafío.

Y otras veces remanso en el camino
de ese sumiso cauce de mi río
que sólo aguarda su final marino.






"LA DESTRUCCIÓN O EL AMOR"


Qué soy de mí, apenas una ruina
de músculos y huesos sollozantes,
unos restos de escombros vacilantes,
la destrucción enferma de rutina.

Qué soy si la carcoma determina
que estas colañas ya no son las de antes,
si anuncian con "serrín" de mis amantes
el final que siniestro se avecina.

Yo que era estancia para los amores,
yo que fui templo para la locura,
yo que gocé de tantos esplendores...

Quién le pondrá un puntal a mi dulzura,
quién pintará de nuevo sus colores,
quién me renovará la arquitectura.





"SIÉNTEME EN LA TRINCHERA"


En el arduo calor de la batalla
"escribir o morir" siempre es mi lema,
la punta de mi espada algún fonema
que cuanto más lo corto más retalla.

Y llevo mi estandarte adonde vaya
pues mi alma no tiene más emblema
que la letra enlazada de un poema
inspirado en los golpes de metralla.

Alguna vez mi pluma combatiente
puede sentir que su pasión no es mucha
y tentada a rendirse se resiente.

Pero cuando tu voz de nuevo escucha
siente el valor que brota fieramente
para seguir con fuerza en esta lucha.






VALE LA PENA

Tú tienes, corazón, el paso estrecho
para este mío que por ti maltrato;
me esfuerzo en desatar y no desato
ese nudo que llevas en el pecho.

Brego sin más razón ni más derecho
que un amor destinado al desacato,
que no obedece nunca tu mandato
de buscarle a sus besos otro lecho.

Tal vez éste, mi afán, no halle provecho
y de tanto luchar caiga rendido
mi corazón exhausto y ya deshecho.

Y agonizante al fin vaya diciendo:
"valió la pena el tiempo que he vivido
y haber querido como estoy queriendo".





JUEGOS FLORALES


Eres el jardinero del pantano
que entre el fango descubre la hermosura,
siempre llevas un pétalo en la mano
para vestir de flor la noche oscura.

Tú abonas el jardín con la dulzura,
lo riegas con los besos del verano
y adonde siembran otros espesura
tú entreveras la rosa de lo humano.

Todo lo mimas cuidadosamente
no vaya a ser el que se pierda luego
ese vergel que llevas en la mente
tallado como el sol a puro fuego.

Mas no cuides mi amor que es como espliego
que nace a solas, espontáneamente
y que para crecer tan solamente
precisa de tu fe, no de tu riego.





CARTA DE NAVEGACIÓN


Borda a mis velas tu blasón de nardos
y explora con tus besos mi entrepuente,
que si el bauprés resiste este poniente
atracaré en tu puerto de ojos pardos.

Si en mi bitácora tu estrella guardo
bruñida como un sol resplandeciente,
filibustero corazón ardiente,
atraviesa mi casco como un dardo.

Toma el timón de quien rindió su nave,
y sálvame el arrastre de la quilla
con tu viraje de táctil suave

y si el amor inunda mi escotilla
y el naufragio presiento que se agrave
déjame derivar sobre tu orilla.





EL REGRESO


Yo regresé y sonaban dulces cantos
en la calle profunda de tu casa,
estaba todo igual, el mundo intacto
tal como en otro tiempo lo dejara.
Sobre la mesa, el místico retrato
de la madre difunta y añorada
y el cenicero viejo de alabastro
con guijarros traídos de la playa.
El mismo perro de pelo rizado
que mezclaba el matiz de varias razas,
y ese gato que siempre fue tan malo
arañando el cristal de la ventana.
En la mesa camilla aquel brasero
que otro tiempo mi vida calentara
y el mismo crepitar en ese fuego
que tanto el corazón nos alteraba.
En el rincón el mítico florero
que rompimos jugando a las espadas
y que luego pegó tu pobre abuelo
porque tu padre no nos regañara.
Las paredes tenían ese espeso
color añejo de la cal quemada
quizá por el candil que tantas noches
nuestros sueños infantes alumbrara.
La alfombra tapizada en oro y ocre
del suelo desgastado de la sala
apenas el dibujo de los soles
en sus pequeñas losas conservaba.
El reloj de pared quieto en las doce
ya no daba ninguna campanada,
sus agujas teñidas por el bronce
apenas su dorado recordaban.
Allí estaba la infancia entre las flores
que el amor otro tiempo nos plantara,
estaba todo igual que estuvo entonces
y sólo tú, mi hermano, tú no estabas.




ROMANCE DE LA REJA


Fue en una tarde de mayo
a la hora en que las rejas
se convierten en oídos
para escuchar las promesas.
Ella llevaba un vestido
tejido de lunas llenas
y en el pelo le nacían
retoños de hierbabuena.
Su rostro resplandecía
cuajado de primavera
como resplandece un rayo
sobre la dorada arena
cuando el reloj de la iglesia
marcó las ocho en su esfera.
Ella tembló de impaciencia
viendo la hora tan cerca
y se acicaló los labios
con pedacitos de estrellas.
Él llevaba en el sombrero
guardado un dulce poema
que recitarle a su amada
a la luz de la candela.
Al adentrarse en la calle
puso sus ojos alerta
y su corazón henchido
como de un barco la vela;
primero anduvo despacio
pero luego a la carrera
al ver la luz encendida
y entreabierta aquella puerta.
La miró como se mira
lo que con fuerza se anhela
ella aunque ardiendo por dentro
tímidamente por fuera.
Y ya que los dos estaban
con las miradas tan quietas
él le murmuró un "te quiero"
con voz armoniosa y queda
y ella le ofreció los labios
como vasos de agua fresca
y al fundirse sus dos bocas
se derritieron las rejas.












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