sábado, 14 de agosto de 2010

433.- MARÍA TERESA ANDRUETTO


María Teresa Andruetto. Escritora argentina. Nació en Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina, en 1954. Publicó, entre otros: Tama (Novela. Editorial de la Municipalidad de Córdoba, 1992; actualmente en proceso de reedición en Alción editora, Córdoba) Stefano (Novela. Editorial Sudamericana. Bs. As. 1997; actualmente en proceso de traducción al alemán en Colección Baobab, Editorial Atlantis de Basilea), ), Palabras al rescoldo (Poesía. Ediciones Argos. Córdoba, 1993, segunda edición 1998), Pavese y otros poemas (Poesía. Ediciones Argos. Córdoba, 1997; El heresiarca y Cía, realizó una edición digital, Rosario, 2000), Kodak (Poesía, Ediciones Argos, Córdoba, 2.001) y diversos libros destinados a jóvenes lectores, entre ellos El anillo encantado (Cuentos. Editorial Sudamericana, Buenos Aires,1993) y Huellas en la arena (Cuentos, Editorial Sudamericana. Buenos Aires 1997), La mujer vampiro (Cuentos. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2001), Dale Campeón (Ediciones Garabato, Córdoba, 2000) y la colección Fefa es así ( Amoríos, Caballito al viento, De golpe, Palabras), Ediciones Altea, Buenos Aires, 1999. Hizo las versiones del portugués del libro Rota de Colisao, de la poeta brasileña Marina Colasanti, actualmente en proceso de edición y tiene inéditas una novela, un libro de cuentos, un libro de caligramas para niños y la obra de teatro Enero.Obtuvo por su escritura, entre otros, el Premio Novela Luis de Tejeda 1992, los White Ravens 1994 y 1998 que otorga la Internationale Jugendbibliothek de Munich, el Premio Banco del libro de Caracas, año 1998 y figura en diversas selecciones y catálogos internacionales de libros para niños y jóvenes. Su obra de teatro Enero, fue seleccionada para el 2do Encuentro Nacional de Teatro Semimontado a representarse en el teatro Cervantes de Buenos Aires, entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre de 2001 y para el ciclo de Teatro por la Identidad que se desarrolla en Córdoba entre marzo y julio del año en curso. Es profesora y licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba, ejerce la docencia a nivel terciario y coordina talleres de escritura.




HOSTERIA EN LAS SIERRAS/ Otoño de 2007

Tras la ventana del hotel caen las hojas amarillas,
flotan semimuertas sobre el agua de la piscina,
como en un cuento de Cheever. En la memoria
alguien arrastra una silla hacia el agua sucia,
sin embargo es de oro esta luz y ella sabe que puede
no verla más. Cuando era chica quería ser pianista.
Iba con otra de la mano, iba con El clave bien temperado
bajo el brazo, hacia una casa de la calle Francia.
Saludaba camino del conservatorio a los vecinos,
pensando que su música era para esa gente.
Alguna vez tocaré preludios en un teatro, se decía,
y aplaudirán los vecinos, la buena gente
del pueblo.

Historia de vida suya, pero remota.

Más tarde quiso ser como la puta de Fassbinder,
ésa que hacía feliz a todo el mundo. No la maldita,
no la estrella incandescente, no la artista consumida,
sino la monja de clausura, la que alivia al peregrino,
la que no le quita a nadie nada. No hay distancia
entre lo íntimo y lo público, las calamidades
históricas convergen con las privadas. La buena
gente asesina a los débiles y mantener abierta
la herida es la única esperanza.

Historia de vida remota, pero suya.

Cuando escribe en la noche, crece el murmullo
de tantos y tantos que vienen llegando, un torrente
que avanza y se dilata, que grita Go Home,
Go Home, necesito un lugar en el mundo. ¡Y ella
que no quería quitarle a nadie nada!

(de: Sueño americano)





NON FICTION

La luz de una estrella tardó veinte años
en atravesar el espacio, antes
de estamparse en la placa de Daguerre.
Así y todo, nos ha permitido ver asuntos
más remotos que las estrellas.

Capas infinitas envueltas en películas,
exposición que magnifica detalles hasta que,
liberados de cualquier confinamiento,
reducimos la distancia entre mirar y dejar
que una mano nos toque.

Se trata de un cambio en la experiencia.
Mapas detallados de lo real, para apresar
una verdad, en la que un resto de magia
permanezca.

(De: Sueño americano,
Caballo negro ed., 2009)




AUTORRETRATO ANTE EL CABALLETE
3.


Este rostro ya estaba
debajo de la tela, estaba y carcomía
con su podredumbre el retrato del joven
con gorguera. Bajo las arrugas y los ojos
desteñidos están los ojos arrogantes
de otro tiempo, pero ni el otro ni éste
son grandes, a todos los ha herido
esta luz: ya nada es menos,
hasta lo más miserable
tiene su destello.


(De: Beatriz, Argos, 2005)




LUNES

Los lunes mi padre llegaba tarde
y traía chocolates amargos.
En la cama grande, mamá nos leía
La Cabaña del Tío Tom.
A nosotras nos gustaban los lunes,
nos gustaba llorar por tristezas
de cuento, sufrir por los negros
mientras comíamos chocolates Suchard.

(De: Kodak, Argos, 2001)




AHORA QUE VIENE EL TIEMPO DE LOS PÁJAROS

Ahora que viene el tiempo de los pájaros
y de los brotes en las ramas y la blancura
del almendro,

ahora que salgo al aire por las tardes
y riego plantas y veo cómo la tierra bebe
el agua,

ahora que se agitan las polleras
al murmullo de la brisa,

ahora que los niños conquistan el baldío
y construyen refugios y saltan vallas,

ahora que en el barrio las mujeres se sientan
a la sombra de los fresnos y toman mate
y hablan,

yo miro a cada instante hacia el Oeste, hacia
tu casa.


Primavera de 1992.
In memoriam Clara Crimberg.
(De Pavese, Argos, 1997)




HAMACA

Estoy en cama
(la enfermera
se llama Erminda)
Por la ventana que da al patio,
mi hermana pasa a bordo de una hamaca.
Pasan también las moras, el verano,
las chicharras. Ha de ser octubre,
como esta tarde, o tal vez noviembre,
y el calor agobia, porque mi padre
que llega del trabajo, se ha soltado,
cosa extraña, la corbata. Yo estoy
en cama. Y Ana que pasa alegre,
viva, a bordo de la hamaca.
Habrá sido de vidrio el aire,
como esta tarde.



PERAS

Había una rosca cubierta
de azúcar, una mesa con el hule
verde y una frutera de vidrio
(por la loneta de las cortinas, el sol
sacaba tornasolados color de ajenjo),
y había peras. Recuerdo los cabos rotos
y el punto negro que, en una de ellas,
hace el gusano. Sé que las dos teníamos
el pelo corto y unos vestidos
almidonados.

Después algo (quizás el viento)
sonó allá afuera y mi madre dijo
que acababan de pasar
Los Reyes.




LAS AMIGAS DE MI ABUELA

Íbamos a verlas
los días de los muertos,
cuando la muerte no dolía.
Mi madre (que era hermosa y usaba
tacos altos) nos llevaba de la mano,
se pintaba la boca. Hablaban piamontés,
la palabra cerrada en la garganta a gritos.
Nos ponían vestiditos blancos de piqué
y volvíamos con olor a gladiolos,
a margaritas. Tenían una casa oscura
las amigas de mi abuela, y el tamaño
de un hombre. Ellos en cambio
eran flacos, frágiles como niñas:
se llamaban Geppo,Vigü,
Gennio, Chiquinot.



MARINA

Mi madre está dormida, con su solero
de flores sobre la colcha (tiene el pelo
tomado con invisibles, huele a agua
colonia). Mi abuela se acerca,
le dice algo al oído y lloran las dos.

La que ha muerto tenía las uñas
amarillas, un misal y un relicario
con pelos de Santa Cecilia.

Hay murmullo de rezos,
una cama vacía, una pañoleta
oscura, una taza de café
(pasa el vapor todavía),
el piso de ladrillos,
la mecedora, las glicinas...

Alguien nos alzó
hacia el tufo de la muerta
(se llamaba Elizabeta),
para que viéramos.





PAISAJE

Le dijeron: verás el río
(ella llevaba un vestido con canesú),
verás pajaritos y sauces
(un vestido rosa hecho
por su madre).

En el camino
se largó un aguacero,
¡y ella estaba bajo un toldo
con su vestido nuevo!

(cuando la lluvia acabó
ya era tarde,
no encontró pajaritos ni sauces
y el agua corría por todas
partes).





LUNES

Los lunes mi padre llegaba tarde
y traía chocolates amargos.
En la cama grande, mamá nos leía
La Cabaña del Tío Tom.
A nosotras nos gustaban los lunes,
nos gustaba llorar por tristezas
de cuento, sufrir por los negros
mientras comíamos chocolates
Suchard.



DESNUDA EN LA TIENDA

No era coqueta
Era fuerte.
June Jordan

Necesito ropa, dijiste. Una blusa
alegre, de color subido. Y fuimos
a la tienda. La chica que nos llevó
a los vestidores se llamaba Tula.
Te queda rico, dijo, te queda de novela.
Nos metimos las dos en esa caja,
entrábamos apenas.

Como no había asientos ni percheros
te ofrecí mis brazos.

Te sacaste el vestido, la campera,
te sacaste la blusa, las hombreras,
te sacaste el turbante, la remera,
te sacaste el corpiño, la bolsita de mijo,
te miraste al espejo y me miraste
y yo vi tu pecho crudo, las costillas
al aire, y después tu corazón
como una piedra, fuerte y fatal
como una piedra.





KODAK

Yo miraba,
tras la lente de una Kodak
con la que él sacó fotos de la guerra,
antes que la muerte disolviera
sus pupilas y delegara en mis ojos
el dolor de mirarme devastada
por la ausencia.





CARTA

En la feria, cuando elegía alcauciles
(estaban algo oscuros), un muchacho
que no tenía más de trece años (lo vi
correr, por La Cañada, hacia El Pocito),
me arrancó la cartera (quedaron
las tiras colgando).


¿Tenía dinero, señora?

Nadie preguntó por tu carta
(yo la llevaba conmigo,
tu última carta,
doblada en cuatro).

Era sólo un papel y ese muchacho
lo habrá tirado al agua.



BANJO EN LA COCINA

He perdido una música
Irene Gruss

El padre toca el banjo en la cocina
de la casa. Es la siesta del domingo
y amenaza tormenta (... los chicos
juegan, la madre levanta los platos
de la mesa). Bajo la parra zumban
las moscas. El padre toca rumbas,
habaneras, canciones italianas.

Alguien sostiene las partituras,
da vuelta las páginas

(hasta que salta una cuerda
y la música acaba).




INSTANTÁNEA CON CABALLO

Tu cuerpo de muchacho
tira las riendas: la pierna
avanza y es bonito el caballo,
te diría, con su pelaje oscuro.
Tal vez sea una yegua mansa
porque hay niños sobre el lomo,
sin cabalgadura. Tu hermano
se ha vuelto hacia el fotógrafo
y están los otros en el cogote
y en la grupa.

Es una foto de blanco
y negro, con los bordes ajados,
te diría (causa gracia esa remera
de banlon, sobre los pantalones
nuevos). Tu madre, escondida
tras los niños, sostiene todo.
Veo las piernas y la pollera;
es su fuerza lo que miro,
te diría.





VISITA

Hoy vino mi madre a visitarme
y caminamos las dos por estas calles.
Hablamos de mi hermano,
de los hijos, de las chicas del Sur,
de mi cuñado. Otra vez yo critiqué
al gobierno y ella dijo otra vez
"¡Es un país tan grande!". No quiere
que me queje: "¡Este país generoso
recibió a tu padre!" y rodamos las dos
hacia una zona de tristeza, en silencio,
hasta que se detiene y dice: "Ayer
hice dulce de duraznos" y yo digo
que hablaron de mi libro
en el diario.





VÍSPERA

Se va la tarde. Decís, a este sitio
vendremos: escribirás, sembraré,
pasaremos los días de viejos.
Sobre la casa que nace, cruzó
una torcaza. Más allá hay un halcón
y unas loras. La luz moja la falda
del Mogote, aviva los manchones
amarillos. Todo es hermoso, digo,
y sin embargo, hay una nota
de tristeza sobre talas y espinillos.
Será porque es invierno, decís,
será porque es domingo.



del libro PAVESE
y otros poemas

No se recuerdan los días, se
recuerdan los instantes.



INSTANTE

Una turbulencia balancea
las barcazas. La luz pinta el aire
de amarillos y están cerradas
las viejas puertas. Nadie
en la pescara, ni las góndolas
lúgubres. En el puente de Canaregio
ni las de lujo ni el vaporetto,
sólo pequeñas barcazas
han pasado la noche entre los palos.
Allá al fondo, un hombre barre
la fondamenta de Ca laria. El resto,
nada.




POEMA A PAVESE

Se parece a mí, que me busco
el trabajo en el corazón.



Pavese

Entre mujeres solas hemos hablado de él
uno de estos días de marzo,
y de la tarde en que mi padre lo vio
pasando la caserma. Dos perros
lo arrastraban y esa tristeza
que no ha vencido nadie. Il diavolo
sulle coline acecha. Es el 45 y la guerra
cansa. Están en Piazza Cavour
o en Superga. En Torino, no en Le Langhe.
Mi padre muerto parece que me dice
al oído "he pasado Stupinigi
hacia mi pueblo". El otro se llama Cesare
y escribe en plenitud acerca de esas cosas
pequeñas que nos suceden a todos
y de volver y no encontrar ya nada.
Mi padre es partisano, un partisano
de Ghío, y ha cumplido veintitrés. Antes
que cante el gallo me dará esas voces
que se oyen desde lejos, el eco
en la colina. Están cerca las tierras
fértiles, el cuerno de oro devastado,
y la ciudad que es gris, no tiene
cielo. Alguna vez dirá no escribo más,
el lápiz cruzado sobre el diario,
y acabará el oficio de vivir. No habrá
qué hacer en la ciudad vacía sino esperar
y esperarás que llegue. Por esta calle
hasta el hotel mañana, vendrá la muerte
y tendrá tus ojos.



Nada. Tengo un carbón en el cuerpo,
brasas bajo las cenizas. Oh C., por
qué por qué?



ENTRE LOS RAMOS

Hay un olor a flores
cortadas en el campo;
con olor a chinitas salvajes
van a verlos y el sudor las abrillanta.
Es octubre y lastima la resolana
entre los fresnos y el aire está tan quieto
y es tan azul allá a lo lejos...
Es domingo y yo no tengo dónde verte.
Sólo esta palabra como un fruto
entre los ramos y este olor salvaje
que regresa, desde chicos ajenos
y mujeres gordas
con pañuelos.



No nos liberamos de una cosa
evitándola, sino solamente
atravesándola.





DEL LATIN RECORDIS

El nos leía a Pascoli en la luz
de la mañana y hablaba de las tardes
aquellas del otoño, los perros oliendo
entre las setas, cuando iba con su padre
a buscar trufas. Ella sabía de memoria
la vida de él. El nombraba la guerra,
los años escapando, el abrazo
de Paolo y Etiopía. Ella escondía
bajo el plato las cartas que llegaban,
y les sabía los nombres a los primos
lejanos. A veces en las tardes
recientes del otoño, ella recuerda
a Pascoli y a un pueblo que no ha visto:
hay un niño con su padre y unos perros,
y hay un hombre que se larga por los techos,
y un amigo, y es otoño,
y es la guerra.


Para María Cleofé Boglio.




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