jueves, 2 de septiembre de 2010

841.- AMAL DUNQUL


BIOGRAFÍA DE AMAL DUNQUL: Nació en la aldea de Qala, en el Alto Egipto, en 1940 y falleció en 1983, tras una larga enfermedad. Comenzó escribiendo poesía tradicional rimada y posteriormente realizó una poesía más experimental, convirtiéndose en uno de los principales poetas egipcios contemporáneos. Publicó seis libros de poesía, alcanzando gran fama con su obra El futuro testamento, en 1975.
El conocido crítico Luwis Award le tiene por uno de los más caracterizados nombres del grupo que denominó en su día ?poetas del rechazo?.

Se dio a conocer en realidad con su diván El llanto delante de Zarqá al-Yamama, 1969, al que siguieron Comentario sobre lo que pasó, 1971, y Muerte de la luna, 1974.

Dunqul es, sin duda, una de las figuras más destacadas de la última poesía egipcia llegada ya a un cierto grado de madurez. En su poesía es clara la intención política y social, sin duda alguna, pero filtrada o matizada por una cierta ambigüedad del lenguaje, producto inevitable, quizá en buena parte, dentro del contexto socio-cultural y político en que su obra se desarrolla.







DIJO UNA MUJER EN LA CIUDAD


1

¡El sable de mi abuelo llora sobre
el muro de la casa,
junto a su foto en traje de montar!


2

Dijo una mujer en la ciudad:
¿Quién es ese omeya que lloriquea
por la sangre de Othmán?
¿Quién dijo que la traición engendra
algo distinto a la traición?
¡Id en su ayuda, hombres!...
¡O queréis que vuestros hijos se refugien
bajo el sable de Ibn Hind!
¡Bajo la barba de un adivino del Neyed!
.......................
¡Nadie le respondió,
sino un viejo sable, y la foto de un abuelo!

3

Nosotros somos una generación
para las guerras.
Una generación de nado en sangre.
Los barcos de papel nos descargaron
sobre los hielos de la nada.
Sólo los apretones del corazón
- aún lleno de tristeza de congojas-
los rompieron.
Somos una generación para el dolor:
No fuimos, patria mía, en tren a Jerusalén.
Que el tren del arrepentimiento
continúa aún parado en la estaciones
del “No” y del “Sí”.

4

Habíamos aprendido a escribir
nuestros nombres
con tinta, sobre los libros escolares.
Aprendimos después a escribir nuestros nombres
con las uñas, sobre el muro de la prisión.
Con sangre, sobre la frente de la arena y el sol.
Con negro, sobre las hojas de los periódicos
la penúltima.

Con el luto de las viudas
cuando firman encima de sus pensiones
de viudedad.
Con ceniza, sobre las fotos domésticas
de los caídos:
la ceniza que crece poco a poco,
hasta que desaparecen.

5

Dijo una mujer en la ciudad:
¿Quién se atreve ahora a robar
la bandera carmesí
alzada sobre las colinas de cráneos?
¿A vender el pan de tierra amasado
en sangre?
¿A tender una mano hacia los huesos esparcidos
por el desierto
para hacer con ellos los soportes de una mesa,
para el chalán?

..........................

¡Nadie le respondió,
sino un viejo sable, y la foto de un abuelo!







ELEGIA NOCTURNA

(A Mázen Yawdat Abu-Gazala, a quien conocí
en los años de pregunta, ido con “la Tempestad”).


Desde el primer momento
leí en sus ojos el día en que moriría,
le vi en el desierto de Neguev, muerto,
retrocediendo...
Clavando en él sus labios,
sin que le devolviera un solo beso.
Deambulábamos por el viejo Cairo,
nos olvidábamos del tiempo,
huíamos del ruido de sus coches,
de las canciones de sus mendigos,
y la estación del metro nos acogía, cansados,
a la tarde.
Él lloraba un país. Yo lloraba un país.
Llorábamos hasta que los versos
se iban,
preguntando,
dónde estaban las líneas de fuego,
si la primera bala estaría allá, o aquí.

.............................

Pero ahora...
Mi párpado, a lo largo de la noche,
continúa sin poder
probar el sueño.
Y miro hacia el reloj tirado junto a mí,
a ver si vienes... A través de controles
y de asedios.
Se ensancha el círculo rojo de tu camisa blanca.
Lloras de pena.
¡Te he visto, hecho ya añicos, en el Neguev!
Y me preguntas,
dónde estará tu bala,
dónde estará tu bala.
Luego desapareces como un pájaro, herido,
golpeas tu espacioso horizonte,
caes en la oscuridad de la orilla,
pidiendo una mortaja.

.............................

Y cuando la mañana, por la radio,
llega con las albricias,
descorro las cortinas de mi ventana.
¡Y no te veo!...
Me quedo quieto, hundido de vergüenza.
Y pregunto, si la primera bala estuvo aquí,
¿o estuvo allá?





EL FUTURO TESTAMENTO


GÉNESIS

Capítulo primero

En el comienzo fui hombre, mujer y árbol.
Fui padre, hijo y espíritu santo.
Fui la mañana, la tarde
y la mirada fija y circular.
Mi trono era de piedra en la ribera del río.
Las ovejas
pacían, las abejas zumbaban en torno a las
flores, las ocas flotaban en el silencioso lago
y la vida latía como un molino lejano
cuando observé que todo lo que veía
no libraba al corazón del hastío.
(La pelea de gallos
era mi única distracción
en mi solitario asiento
entre las enmarañadas ramas).


Capítulo segundo

Pensé: si me acerco al agua y me baño, me partiré,
(si me parto, seré doble... y sonreí).
Tras bañarme,
del calor de los labios, las flores tejieron un chal
con el que cubrí mi tembloroso cuerpo.
(Mi trono flotaba cual arca).
Un pájaro voló sobre mi cabeza
y se posó, sacudiéndose la humedad.
Miré en las profundidades del agua.
Miré. Y vi
mi rostro adornado con una corona de espinas.


Capítulo tercero


Dije: Que haya amor en la tierra,
pero no lo hubo.
Dije: Que el río se disuelva en el mar,
el mar en la nube,
la nube en sequía y la sequía en fertilidad.
Y germine
pan para sostener los corazones hambrientos
y hierba para los rebaños
de la tierra, sombra para los exiliados
en el desierto de la tristeza.
Vi al hijo de Adán erigiendo sus cercados
en torno a la plantación de
Dios, contratando guardianes, vendiendo
pan y agua
a sus hermanos y ordeñando
las escuálidas vacas.
Dije: Que haya amor en la tierra,
pero no lo hubo.
El amor sólo lo poseyeron quienes
pudieron pagarlo.
... Y Dios vio que eso no era bueno.


Dije: Que haya justicia en la tierra:
ojo por ojo y diente por diente.
Dije: ¿Devorará el lobo al lobo
y el cordero al cordero?
No pongas la espada en cuellos
de niños y ancianos.
Vi al hijo de Adán matando
al hijo de Adán, incendiando
las ciudades, hincando su puñal en el vientre
de embarazadas,
arrojando los dedos de sus hijos
a los caballos como pienso,
decorando el banquete de la
victoria con rojos labios gimientes.
La justicia había muerto y regía la ley del rifle.
Sus hijos eran crucificados en las plazas
o ahorcados en los rincones.
Dije: Que haya justicia en la tierra,
pero no la hubo.
La justicia sólo la poseyeron seres sentados
en tronos de cráneos con sudarios
como manteles.
Y Dios vio que eso no era bueno.

Dije: Que haya razón en la tierra c
on su voz equilibrada.
Dije: ¿Construirán los pájaros sus nidos
en las bocas de las serpientes?
¿Vivirán los gusanos entre las llamas?
¿Se pintará el búho los ojos con kohol?
¿Sembrará la sal quien espera el trigo,
con el transcurrir del tiempo?
Vi al hijo de Adán enloquecer:
talando los árboles,
escupiendo en el pozo,
arrojando aceite al río,
viviendo en una casa
con una bomba escondida
bajo la puerta, hospedando escorpiones
en el calor de su pecho,
legando a sus descendientes su fe,
su nombre y la camisa de combate.
La razón se convirtió en un mendigo exiliado,
apedreado por
niños, arrestado por guardianes de fronteras,
con la identidad patriótica
anulada por los gobiernos y el nombre
incluido en las listas de los que odian a su país.
Dije: Que haya razón en la tierra, pero no la hubo.
La razón cayó en un ciclo de exilio y prisión hasta
que enloqueció.
Y Dios vio que eso no era bueno.




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