sábado, 5 de marzo de 2011

3248.- JUANJO BARRAL



JUANJO BARRAL



Oviedo, 1962. Filólogo, periodista, escritor.



Narrativa: Londres (CEI, Gijón, 1992; Baile del Sol, Tenerife, 2003). Gran reserva (KRK, Oviedo, 1994). Cuéntame un cuento (VV.AA., KRK, Oviedo, 1994). Parece mentira (LF Ediciones, Salamanca, 1999). Navajo Bridge.



Poesía: 37 latidos (Baile del Sol, Tenerife, 2000). Poemas de andar por casa (Crecida, Huelva, 2001). Pop supuesto (La Última Canana de Pancho Villa, Oviedo, 2002). Teoría de la relatividad (Renacimiento, Sevilla, 2002). ¿Todo ba vien? (El Arbol Espiral, Salamanca, 2004). El eco de nuestros pasos (La Última Canana de Pancho Villa, Oviedo, 2006, La sombrilla de Mahou (Ed. Baile del Sol, 2014) y en www.escritoresdeasturias.es).





Precio, aprecio, desprecio

Ahora mismo no estoy trabajando
-se supone-
escribo este poema.
Pero ya sé, eso no cuenta,
aunque se trate de hacer un balance de uno,
recuento de los beneficios de nuestra existencia.
Qué lástima entonces el mundo,
qué lástima cuando no quiere tantas veces
que escribamos este poema,
que soñemos en esta línea
que queremos dibujar.
Que no quiere que miremos el mundo por dentro [...]




Diario de ausencias

Ha venido el cartero
y no te traía entre el correo.
Han llamado catorce veces por teléfono
sin que fueras tú quien marcara mi destino.
Han picado a la puerta
y no eran tus nudillos.
Así que me quedo como estaba:
muerto de frío.




Llaman a la puerta y no abrimos

El hombre llega
a la Luna y luego
es incapaz
de alcanzar
el brazo
del hombre
que se ahoga
en un estrecho
paso
hacia la vida
que podía ser.





El amor es una dura empresa


Soy una fábrica de cariño a punto de cerrar
si te empeñas
en echarme
de menos.
Produzco quince mil toneladas de amor
a la hora: por eso necesito exportar mis excedentes.
De lo contrario, corro el peligro de no tener
donde meterlos.
Mi corazón trabaja a destajo
y para ser rentable es preciso
que no tardes en encargarme que te quiera.
Considérame un expendedor
de deseo.
De tal forma que si tú me lo pides, soy capaz de no descansar
hasta que esta empresa
salga a flote
y nos ponga a vivir definitivamente
juntos.
Que mejor fusión que nuestra historia.




Autorretrato


No son esas canas que surcan mi cabello
como un abordaje del tiempo. Ni siquiera
la vista cada vez más perdida de mis niñas
parapetadas tras unas gafas baratas de pastas. No
es la cicatriz que abandera mi cara estandarte
de los efectos devastadores de la infancia.
No me enerva cansarme
de ser siempre el mismo.
Ni la arruga en el entrecejo de mirar
con incomprensión el mundo.
Tampoco me abate la ola de desasosiego
que cabalga a día de hoy
sobre mi semblante.
No es el pasado imperfecto
que puede conjugar frente al espejo
lo que me deprime esta mañana.
Es sencillamente que mi cuerpo
tirita sin ocultar herida alguna.
Es sencillamente que este espejo,
me da la impresión,
no me quiere
ni ver delante.




A propósito de Henry

Esto no puede ser esto no puede ser esto no puede ser
de ninguna manera puede ser que hayamos
ganado un 2% menos que el año pasado hábrá
que hacer algo más horas extras sin pagar menos
gente que trabaje más vete preparándolo Henry
porque el 2001 tenemos que batir récord de
beneficios como te lo diría hay que abaratar costes
ya sabes Henry costes lo que costes podemos
empezar por un despido masivo sin más y volver
a contratarlos pagando menos esta es una buena
idea Henry deberías ir madurándola porque no
podemos esperar hay que ganar más como sea
insisto esa es la jugada el empate no vale Henry.




DE AMOR Y OTRAS CATÁSTROFES

Ojalá fuese yo el mensajero
y no quien recibe la noticia
de tu abandono.

Ojala fuera manillas del reloj
que da vueltas al tiempo
y no pasto del paso de los días.

Ojalá cuna de alguna
revolución pendiente
y no el crío que llora
bajo los bombardeos.




LONDON CALLING

Podría hablar de la primera exposición que vi desencajado
de Bacon. De aquella cena enmarcable
en el Smiths de Covent Garden. De las entradas por el jardín
de Lady Di en el restaurante San Lorenzo. De la coincidencia de Agassi en el Froosts comprando yogures un junio de Wimbledon.
De las mañanas dominicales en la gloria de Candem. Podría extenderme en lo único que me preguntaban
los colegas al volver: qué tal el concierto de New Order, dónde pillaste esa camisa, tienes que contarnos lo de Boy George
el otro día en la iglesia de Picadilly...

Pero prefiero hablar de lo que a nadie importaba: de las manos
que fregaron miles de platos y tenían un aspecto tan lastimoso
que no se atrevían a salir, no se atrevían a salir ni siquiera
de sus bolsillos cuando libraba.
De los menús que serví a tantas turbas de hooligans asociados
para celebrar por todo lo bajo el party de Christmas. De las paradas
y paradas de metro rodeado de currelas por todas partes empezando por la mía. De los humillantes controles de aduana
para entrar en UK y veamos adónde vas y cuánto dinero llevas
y me lo enseña usted si es tan amable
como si no. De los inspectores de inmigración buscando a un tipo
con mi nombre y apellidos porque estaba en la agenda
de una amiga a la que impidieron la entrada en Gatweek.
Del mal trago en el Home Office con el visado.
De la pandilla de bastardos que casi me linchan por español.
De los neonazis en Trafalgar aterrorizando al propio Nelson.
Del paquistaní que me trató tan peor como los ingleses a él.
Del nudo en la garganta con las bombas del IRA en Oxford Street.
De la movida con un maricón en los baños de un cine del Soho.
De la debacle emocional aquel día que aquel hombre en aquel festival en Battersea Park me golpeó con aquella sinrazón evidente.
Del impacto ante los cientos de homeless que dormían al ras de varios grados bajo cero en la estación de Embankment.
Del pánico tantas noches a la altura de Putney.
De tanta desolación.

Que también hubo.
Y nunca lo conté.




DÉJAME QUE TE DIGA


Hay virtudes que te admiran. Decididamente.

Al mundo le gustaría parecerse a ti alguna de sus muchas mañanas
de barbarie. Quiere hablar contigo para que le expliques
cómo se despiertan los capiteles.

Hay novelas que te echan de menos, hay poemas que quieren leerte.
Son la envidia los sueños que acampan en tu paraje.
Y conservas ese don especial para hacer sonreír
a las seis de la tarde.

Últimamente los autobuses se empeñan en seguir tu línea. El metro se hace una medida de tus posibilidades. Hay un cielo que quiere tener hijos
que te cortejen
entre verso y verso.

Y hay un verso dispuesto a tener versos

que te versen y versen.

Que te versen con locura.






Juanjo Barral. La sombrilla de Mahou. Ed. Baile del Sol, 2014


POEMA PARA SZYMBORSKA

Camino de los quince
pasean cinco crías
cogidas por la mirada,

a pocas experiencias ya
de perder el vértigo de esa edad
en la que todo está deseando
que lo enciendas,
ese tiempo convulso donde los sueños
se viven de día y la noche es un buzón
lleno de cartas a punto de escribirse.



QUÉ HACER SI NO

Cuando las palabras son incapaces de alcanzar
la transparencia de estas aguas,
cuando los versos no surcan la página
con la destreza de ese velero,
cuando te falta la cintura de los peces
que aletean ahí delante…
cuando te das cuenta de que todo esto es así
efectivamente, entonces
cierras la libreta y te vas
a dar un baño.



CONCURSO INTERNACIONAL DE DESPROPÓSITOS

El padre con el carricoche y el bebé
dentro, a punto de desnucarse ambos bajando 
a Los Muertos.
La histérica del orgullo gay
con su espectáculo de contorsión
todo a cien ante la incredulidad ocular
de decenas de bañistas.
El argentino que se sabía como nadie
el camino que no era.
La familia francesa
apareciendo en el barco sin bañador, sin agua, sin gorras
con 35 grados rodeándonos y cuatro horas por delante sin sombrilla.
La guaja del súper y dale con que el jamón “no se puede”
cortar más fino aunque la máquina y el cliente indiquen
lo contrario.
La del apartamento que quedó
en traernos el recibo
al día siguiente del primero
y han pasado veinte y tampoco.
El calor con tacones de hoy
22 de julio.
El concurso de barrigas inglesas en Mojácar.
Los zapatos de las inglesas en Mojácar.
Los requemados ingleses en Mojácar.
Las consumiciones y tapitas a precio
de nunca se sabe.
El gigantesco hotel que pretenden abrir de golpe
de talonario en El Algarrobico.
Algunos conductores temerarios
a los que ataría en horizontal
al parachoques delantero
de su propio coche lanzado por la autopista a ciento ochenta.
Los dependientes que no se duchan
antes de empezar la jornada,
ni la anterior.
La paja que se hizo un chorbo en la playa
a la vista de Claudia y lo que me habría gustado
acercarme con dos pedruscos y preguntarle si le ayudaba
a cascársela.
El catalán que resolvió con cuatro llamadas de móvil
a mi lado el descubierto en el banco.
El trío de socorristas entre los que no se salvaba uno.
Los que no ven La Alhambra
estando allí
con sus propios ojos
porque no los separan de la cámara
para llevarse un montón de imágenes raquíticas
de un lugar mucho más amplio
de miras.
Los invernaderos improcedentes de Adra
-que se suben por las laderas que no debieran
y bajan hasta la orilla del mar donde nunca
tuvieron que instalarse-.
Las voces de los que solo dan eso
aparte de pena
en tantos bares inhóspitos de carretera
con camareros ariscos y de prisa
innecesaria
que arrojan luego los desperdicios a la mar sin que nadie
los vea
salvo las olas
estupefactas
y estos ojos
que desearían
no haber
pasado
por allí.




EN EL CASTILLO DE SAN JOSÉ

Contemplábamos cuadros de Millares y Canogar
cuando entró la mujer
con el cochecito
hablando por el móvil.

A los cuatro cuadros
ella seguía hablando por el móvil
y nosotros intentando
concentrarnos en Oscar Domínguez
y Le Parc.

Más que de costumbrismo
y abstracción figurativa,
nos enteramos de que una amiga
la estaba llamando para lamentar
que no hubiera aprobado las oposiciones.

Con la cobertura pictórica
bajo mínimos
nos refugiamos en una sala anexa donde se exhibía
la obra en madera y bronce de Pancho Lasso.

Pero a la segunda escultura
escuché a mis espaldas
un llanto descontrolado de bebé
y la tercera conversación avanzando
por el móvil
de su madre.

A punto de fundirse todas las líneas
de alta tensión de mi paciencia, a cinco palabras
de sufrir una sobrecarga de enfado,
bajamos a la planta baja
donde está la cafetería.

Al fondo de la amplia sala, en una esquina
a la izquierda, junto a un óleo magnífico de Tápies,
abollando uno de los sofás, estaba ella
con el carricoche, con un supuesto
marido y otro lebrel,
todavía hablando por el móvil:
explicándole a un pariente que estaba
en el “maravilloso” Castillo de San José, en Arrecife,
“rodeada de cuadros”
que había que ver.



COMPARACIONES OCIOSAS

El amor es como un navío
que se sujeta en el horizonte:

no sabes si va o viene.





1 comentario:

  1. Entre el amor y otras catástrofes, aquí me quedo muerto de frío esperando un verso dispuesto a tener versitos que te versen y te versen con besos de locura.

    Magnica poesia que me enamora e inspira.
    Encantada de LEERTE. Rosa.

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