martes, 6 de septiembre de 2011

4650.- SILVINA VINZIO


Silvina Vinzio nació en San Juan, Argentina, en 1960. Se graduó como Profesora en Letras en la Universidad Nacional de San Juan. Su vida ha girado en torno al universo de la escritura.

En 1997 publicó su primer libro de poesías “Nada Alcanza” y su obra poética forma parte de varias antologías, entre ellas “Antología Bilingüe” de editorial Red Literaria de Buenos Aires, 1999. En 2005 integró la antología “Poesía Contemporánea de Los Andes”, importante realización binacional que reúne a poetas argentinos y chilenos.

“No sé si está desnuda” (su segundo libro de poesía) es el intento de un diálogo con un interlocutor abstracto que nunca responde, por lo tanto la poesía pregunta y contesta incansablemente sin llegar jamás a conclusiones definitivas, entonces la palabra no puede agotarse y se transforma en una manera de asimilar la vida.







REMEMBER

Somos los pájaros de fuego
somos los mensajeros del mañana
somos el punto y aparte
vamos a romper los cristales con la sangre del mundo.
Vamos a regar el universo de cenizas
vamos a tomar el timón de la vida de todos
y la vamos a estrellar contra la conciencia de unos pocos
para que se liberen de cadenas unos cuantos
y tiemble de terror el resto.
Esta es la lección que vamos aprendiendo,
tú me matas en silencio, yo te mato con estruendo,
tú me matas en inglés, yo te mato en silencio,
pero nos matamos prolijamente, delicadamente,
quirúrgicamente, extirpamos de la especie
lo que se nos antoja que no encaja.
Subamos a encontrarnos en el cielo
yo termino mi whisky en el aeropuerto
mientras tú subes por el último ascensor a las nubes,
yo voy en la cabina negra mientras tú pides café negro
en el piso ochenta y siete,
prepara tu pañuelo blanco
para que vengan los ángeles por ti, prepárate para saltar
porque mientras subimos,
ya estamos muertos.
Vamos llegando, vamos llegando, allá vienen
allá vienen, ya llegan los pájaros de fuego, te amo,
te amo tanto, te amo como Dios manda,
por eso voy a matarte en nombre de las Sagradas Escrituras,
por eso te mato de hambre por los siglos de los siglos,
por eso pongo mi bolsa de monedas de oro
para comprarte mi esclavo,
por eso te conquisto y te clavo mi crucifijo en la frente,
y escupo a tus dioses, incendio tus libros sagrados
y violo a tus hijas
para que nazca la nueva estirpe de sangre confusa y confundida,
para que seamos todos una misma masa informe
en la fosa común de la sangre condenada,
en las prisiones de los señalados y en la mesa de disección
de los laboratorios del Averno.
Porque te amo
voy a limpiar con tu pellejo la suciedad del planeta,
para que aprendan los demás a no ser negros, ni amarillos,
ni judíos, ni rojos, ni yankees, ni jamaiquinos, ni sabios,
ni poetas, ni guerrilleros, ni homosexuales,
ni obreros, ni reaccionarios, ni genios, ni pobres,
ni enfermos, ni mendigos, ni santos,
para que aprendan.
Tu hijo acaba de ingresar al kinder y estallan sus oídos
con la monstruosa estampida de nuestro encuentro,
aún no sabe que caemos sobre él pulverizados,
que lo cubrimos de estiércol y de furia,
que le dejamos caer toda la muerte sobre su cabeza,
porque no hemos entendido nada de nada,
porque no conocemos
otra manera.








Aquí

Automóvil modelo setenta
venido a menos
esquivando carretelas con alfalfa, con escombros,
compro cartón vidrio botella.
Se cargan baterías. Tayer de chapa.
Y mientras un lejanísimo mundo
sube y baja su prisa
por escaleras eléctricas,
aquí escalamos de rodillas
las piedras de la promesa,
y derretimos ríos de sebo
porque sobrevivimos al derrumbe,
a la sed y a la pobreza.
Con las primeras heladas
vamos a carnear nuestro chancho,
el puñal sin error se clavará
en el corazón de la esperanza,
y la sangre a borbotones calentará el asombro
y anunciará cosas nuevas. Humo, escarcha
y licor de anís, bajo las desatadas estrellas.
A la orilla del brasero
seguiremos tejiendo el amor heredado, de lazada en lazada,
de madres bisabuelas a hijas madres para que no se rompa,
para que no se caiga, para que no se corte,
para que no se muera, ni se marchite, ni se agrie,
para que quedemos atadas
en el nudo de la hembra cobija, nido, alimento, pujo,
misericordia y alegría.
Sobando al Cristo del amasijo agachado, blanca, salada
y tibia su frente dormida en un rincón de la cocina.
Marcando a puño el territorio del miedo y la locura
que se cura con nueve avemarías
y vinagre derramado alrededor de la casa.
Queme chalas de ajo con una brasa
los viernes por la tarde y ahúme donde vive
para alejar el daño.
Muriendo nuestras muertes semianalfabetas,
cargando burros con leña
y empeñando la vida
para adquirir un bien de segunda mano.
Vamos a esperar el brote, las pariciones,
la rajadura de los huevos, el turno para regar
los sueños eternos,
el piadoso despertar en septiembre
de las aguas de nieve en el alambrado,
la grieta en la piel de las brevas,
la miel del melón que baja
la fiebre salvaje del verano.
Esperar,
que el viento no se lleve la flor del olivo, del durazno,
el viento y el silencio calientes que todavía
no han terminado de explicarnos quiénes somos,
hondo infinito estas raíces busco, huelo, muerdo,
soy
este tantísimo que me rodea y no lo dejo, ni lo cambio,
lo nazco, lo canto, lo lloro, lo padezco, lo florezco, lo gozo.
Lo bendigo.





CHAT

Llevo el timón de mi solitaria nave invisible,
No tengo rostro pero sí heridas, dolor, historia
Licuada en una fila de palabras sin perfume. Enter.
Enter y salto a la antípoda
y empiezo a existir en tu imaginación
en esta madrugada que será tu día o tu noche.
Será que nos hemos aborrecido tanto
Para borrar nuestros cuerpos.
Será que nos necesitamos tanto
para aceptar las reglas de este despiadado juego,
todo vale excepto tocarte, todo vale
excepto beber ese vino que me ofreces
y esas velas que dices encender entre íconos y contraseñas
para que yo te encuentre.
Nada nos ha quedado excepto tu corazón y el mío
Pulsando teclas temerarias y urgentes.
Sólo nos queda llevar una caricia a la pantalla,
Y agradecer que todavía estemos allí,
No importa dónde.
Todo vale excepto que sepas que estoy llorando.

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