jueves, 25 de agosto de 2011

4496.- KRISZTINA TÓTH


Krisztina Toth
1967 – nace en Budapest (Hungría)
1986 – hace el bachillerato en el Colegio de Bellas Artes de Budapest donde aprende escultura
1986-1993 - estudia en Universidad ELTE de Budapest (Facultad de Filología, Departamento de Letras Húngaras) - pasa dos años en París con una beca
1994-1998- trabaja en el Instituto Francés de Budapest
1998-- se dedica a crear objetos de cristal
2000- se le otorga el Premio ’Attila József’ de poesía

Obras
-Abrigos flagrantes de otoño, 1989 (poemas)
-El hilo del discurso, 1994 (poemas)
-El hombre de sombra, 1997 (poemas)
-Nieve en polvo, 2001 (poemas)
-Osos de Londres, 2003 (poemas para niños)
-Novelón llorante, 2004 (poemas)
-Código de barras lineal (El Nadir, 2010) (Relatos)





Séta

Mándy Iván emlékére

Az, aki nincs, az csak a térre ment ki.
Csak a szemetet vitte le.
Rövidke sétát ír levél helyett,
hogy erny?t is vitt, nem jön este se,

hogy nem jön vissza, mert ? most az este,
? az es?, a fényes járda ?re.
El?rehajtva alszik egy ülés,
mintha valaki a kormányra d?lne.

Paseo

A la memoria de Iván Mándy*

No está, ha salido a la plaza.
Ha bajado la basura.
En vez de una carta, describe un paseo.

Lleva paraguas, esta noche no volverá
porque él mismo es la noche, la lluvia,
el guardian de la brillante acera.
El asiento duerme, inclinado hacia delante:
alguien abraza el volante.



* Iván Mándy: escritor húngaro (1918-1995) famoso por recorrer todos los día las mismas plazas y calles de Budapest; sus obras hablan de la vida cotidiana de la ciudad.







En la naturaleza de amor


Albergo sospechas cuando miras con los ojos cerrados.
El agua suena bajo el hielo, actos
extras de un sueño, y a través de la entrada de la boca
sale una procesión aérea de diapositivas;
palabras repitiéndose, años calculados en señales callejeras,
autobuses que zigzaguean al este y el oeste
a través de las noches, y en ropas de cama desordenadas
los signos deslumbrantes dibujados por las luces de un motorista…
… No has estado aquí. Estás aquí ahora, pero eso
pronto será una recuerdo. Por consiguiente
intensivamente interrogo la mano que
recientemente se movió como tuya: no puedes siempre
estar seguro quién posee el cuerpo que queda enrejado
por las sombras del ropajes, el extraño.



En la naturaleza del dolor


qué, fundamentalmente, no puede sondarse.
Algunos no dicen nada, pero - en un mal caso -
sólo miran dementemente mientras se mecen de esta
y esa manera a un ritmo interno;
mientras otros se ponen de pie, golpean una silla, y dejan tan-
baleando, no se dan la vuelta (de hecho lo
hacen, pero no físicamente), y sólo su espalda se queda,
atrapada en el marco del cuadro, tiempo después de temblar;
no piden una luz, se encienden a si mismos, ni plan
alguno hecho que involucre sogas y barras;
caminan por el puente y simplemente miran hacia abajo…
¿… Cómo debería haber reaccionado? Glacialmente todavía,
metí la mano en mi bolsa y saqué
una arma para ti, ¿como en las películas?

Traducción; Marco Carrión
[http://www.cicloliterario.com/ciclo37junio2005/Krisztina.html








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Krisztina Tóth

Nació en el año 1967. En 1987 hizo el bachiller en el instituto artístico de Budapest, en la sección de escultura, luego estudió Letras en la Universidad Eötvös Loránt de Budapest que interrumpió para realizar una estancia de casi dos años en París. Sacó su diploma en 1993. Entre los años 1994 y 1998 trabajó en el Instituto Francés de Budapest como coordinadora de exposiciones. La creación de vidrieras de cristal de plomo constituyen para ella, desde un decenio anterior, un pasatiempo y a la vez un trabajo que la alimenta. Tiene un hijo y reside en Budapest.

Escribió sus primeros poemas en la escuela primaria y luego frecuentó el círculo literario dirigido por Katalin Mezey durante sus años de instituto. Publicó su primer volumen de poesía Abrigo que flamea en el otoño en el 1989, seguido por otros nueve (El hombre de sombra, El hilo del a conversación, Nieve polvorosa, Luz, relación, La llona que llora) de los que dos son para niños (Los osos londinenses y Abecedario bobo, este último escrito en colaboración con Anna T. Szabó y Dániel Varró) que hacen de ella una de las principales voces femeninas de la poesía húngara contemporánea. Cada una de sus antologías es acogida con aceptación por parte del público y de la crítica y su trabajo ha sido recompensado por numerosos premios.

Es la autora de muchas traducciones literarias, igualmente muy apreciadas, principalmente de escritores francófonos como Lionel Ray, Lorand Gaspar, Liliane Wouters y Guy Gofette. Publica regularmente escritos críticos en varios periódicos y revistas. Su primer volumen de narraciones, Código de barras lineal apareció en el 2006 y fue seguido por la antología titulada Te llevo a casa ¿vale? publicada en 2009.

“Me encuentro en el planeta llamado Tierra en un cuerpo humano que cogí al azar. […] Hay que apuntar todo. […]Es imposible acostumbrarse al planeta llamado Tierra, pero yo lo memorizo todo lo que veo. Pretendo no sentir, no tener nostalgia, no preguntar y no desesperarme. No apuntar con el dedo hacia arriba como E.T. que “a casa”, “a casa”, sino observar, conservar todos los pormenores para que cuando vuelva a no ser un hombre, y se inclinen sobre mí a examinarme, pueda devolverlo todo. Estos lugares y cuerpos extraordinarios, todo tal y como ha sido: como si yo fuera una cámara de foto que alguien ha encontrado”.

Como el narrador de la obra Pixel del ciclo jocoso titulado El centro del sombrero (in.: Te llevo a casa, ¿vale?, 2009), Krisztina Tóth lo graba todo. Su mirada no selecciona, absorbe lo que es, con una limpieza inmisericorde. Su memoria graba las situaciones, las sensaciones, la calidad de la luz y el movimiento de las sombras. Los frutos de su cosecha se ven depositados en los rincones secretos de su memoria – la receta nos viene dada en McEnroe y el baldaquín del mismo tomo.

“De todos modos estoy convencida de que todas las personas que se dedican a la escritura, también se dedican a la cosecha de frases y miradas, recogen conversaciones, graban lugares. Porque a saber para qué pueden servir una entonación, historia o una imagen de la calle. Hay otros escritores que no sólo guardan los fenómenos del mundo en el invisible disco duro de su imaginación, sino guardan los objetos mismos. Yo, desgraciadamente, pertenezco a este grupo”.

Luego, cuando escribe, disecciona con precisión todo aquello que no está claro, todos lo nudos, todas las angustias, todo lo que frota, lo que pica, lo que quema, todo aquello que en la vida cotidiana se guardaría escondido, todo aquello sobre lo que se desearía hacer deslizar la mirada por un falso pudor, por benevolencia, por pereza, por comodidad o por cobardía. Y finalmente, lo recupera todo minuciosamente, embalsama el resultado como los San Nicolás de chocolate momificados en la narración Las tres vidas de San Nicolás y se lo presenta al lector.

Lo que hace que se pueda leer a Krisztina Tóth sin encontrarse triturado por la visión de las caídas, definitivamente atrapado por el torbellino de las pérdidas, por la angustia aprisionada en los detalles, lo que hace que se puede sobrevivir a estos textos habitados por el espectro de lo vivido en la época de Kádár sin destruirse de manera definitiva. Porque existe en cada uno de ellos una línea de demarcación, una distancia incorporada ya sea bajo la forma de humor, ya sea a través de una mirada infantil o extranjera, ya sea con una escapada en lo fantástico. Cualquier cosa: una rotura, una torsión que indica, por su misma existencia, que este universo, felizmente, ha sido filtrado, aunque sea poco, de la misma manera como las vidrieras que ella crea, filtran la luz. Por lo que se refiere a la prosa, yo diría que se trata de un vidrio incoloro, demasiado espeso, con nervaduras discretas, con una textura relativamente regular. Su poesía, por su parte, se sumerge en universos profundamente coloreados, con líneas fugitivas y de efectos que sobrecogen.

“Seguramente busco esta clase de fenómenos a propósito, pero a menudo tengo la sensación de que es la lengua misma que me conduce a estas cosas. El punto de partida no es que yo quiera decir algo y para este fin uso las cosas interesantes que he encontrado, sino un proceso automático me lleva a estas coincidencias. Lo mismo pasa con las rimas: la mayoría de las veces no soy yo la que encuentre la rima, sino ella me encuentra a mí. Una vez le dije al poeta francés Christian Doumet que nunca uso el pasado simple del francés. Él me contestó: “Seguramente es así porque el pasado nunca es simple””.

Kinga Dornacher

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