viernes, 10 de septiembre de 2010

975.- SAÚL GÓMEZ MANTILLA


Nacido en Cúcuta (Colombia) en 1978. Estudiante de literatura en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.

Ganador del III Concurso departamental de poesía joven, Norte de Santander, 1998.
Ganador del II Concurso nacional de poesía joven, convocado por la revista Prometeo en el marco del XI Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2001.
Ha participado en diferentes encuentros de poesía en todo el país, entre los que se destacan:

XI Festival Internacional de Poesía de Medellín. 2001.
Poemas para los Alzados en Almas. Casa de poesía silva. 2001
V y VI Espergesia. Encuentros Universitarios de Poesía. 2001 y 2002
Feria del libro de Bucaramanga. 2002.
Invitado regional para las lecturas del XII Festival Internacional de Poesía de Medellín, en las ciudades de Cúcuta y Bucaramanga. 2002
Sus poemas han sido publicados en diferentes periódicos y revistas literarias de Colombia, Venezuela, Ecuador, Argentina, Nicaragua y España.



La palabra imposible

Tanto viento hay en el mundo
como voces que perturban.

Tanto cielo derruido
como palabras olvidadas
en la oscuridad del tiempo.

Tanta tristeza por los campos
como versos escritos en las llamas.

Tantas cosas dichas
ilusiones definidas
como hombres muertos por el silencio.






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POEMAS

No aprender una espera
un silencio
dejarse golpear por las cosas
no ser llamado
caer en el letargo
en unas manos que no abrazan
en una tarde que no termina.



*




Buscarse entre palabras
esperar una voz que no llega
un rostro que no da gritos
que perdido en la memoria
vacila en dar a luz
en parir unos ojos
unos labios.
*

De la muerte que cae
en cada nota de violín

en el desespero
de las cuerdas tensadas

en el miedo de una voz
que se asemeja a la humana.



*



Muero
como el sol
sobre unos pasos



*



Caigo con cada amanecer
con cada vela rota
que me niega su llama.




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Oficio divino

a Armando Rojas Guardia

Leer es empezar a sangrar.

Creer que el camino
está al abrir la puerta

en los ojos
de quien en la calle

pide una moneda.

(De “Rostro que no se encuentra”)




Días de mayo

a Ana Rossetti

Yo también te creí muerto corazón mío
te creí olvidado
extinto
no te esperaba tan cerca
que llegaras en un rostro que lee atentamente
la programación de un concierto.

Te esperaba entre maderos
bañado de rocas
y no frágil
cambiando de color al paso de las horas.

Te imaginaba colgado entre nubes
mirando ciudades sin ingresar en ellas
no como canto que despierta
como recuerdo que llega
para robarse la alegría.

(De “Rostro que no se encuentra”)





El hereje

a Giordano Bruno

Una góndola me lleva entre las aguas hacia mi muerte,
conocida día a día en medio de mis dudas,
de mi divina búsqueda hacia el amor.

El fuego me espera.
Llamas que seguirán ardiendo
en medio de la lluvia
y el silencio.

En esta celda
abandonado a mis desdichas
pienso en los hombres que como yo
seguirán sofocando con el paso del tiempo.

Y como ellos afirmo:

¡Cómo puede arrepentirse el sol de arder
y de su canto las aves!

(De “Rostro que no se encuentra”)




Rostro que no se encuentra

a Alejandra Pizarnik

Alejandra camina por la ciudad
agujereado su cuerpo
roto de mentiras.

Alejandra entre ceniza,
sus ojos se coagulan
en la banca de un parque,
alejada de todo
recuerda el tranvía
donde su infancia quedó suspendida.

Alejandra muerta para sí misma
sonríe ante el hastío,
como un dolor nuevo
escupe su abandono

benéfico para nadie.

(De “Rostro que no se encuentra”)





El transeúnte

a Flóbert Zapata

Mi vida fue un recorrer dos calles
una lluvia que llenó los huesos
una calma torrencial a pleno mediodía
donde circulaban recuerdos
agónicas notas en trancón
y todo el frío
que puede soportar un cuerpo.

Mi vida fue el insomnio que huía
de viejos autobuses
extraviándome en el silencio
que se tragaba mi piel
y me devolvía infinito
destrozado de sentencias
maullando por calor
antes de caer la tarde.

Mi vida fue transitar este infame cuerpo
que los trastornos del amor
han convertido en asidero de estrellas
a la espera del tan anhelado orgasmo
un recoveco en la memoria
lleno de sales.

(De “Rostro que no se encuentra”)







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