viernes, 8 de octubre de 2010

MARTHA KORNBLITH [1.417]

Martha Kornblith

Perú 1959 - Venezuela 1997
Poeta, una de las mejores de Venezuela, y autora de los libros Oraciones para un dios ausente (colección Las formas del fuego. Monte Avila Editores, 1985), El perdedor se lo lleva todo (Pequeña Venecia, en prensa) y Sesión de endodoncia (Inédito, de próxima edición bajo el sello de Vitrales de Alejandría), Marta Kornblith optó por renunciar a la vida cuando aún era muy joven, (1969-1997) y estaba en pleno trabajo literario. Llena de atmósferas veladas, de silencios elocuentes, partió sin despedirse, cuando trabajábamos en el anteproyecto de su tesis. La conocí apenas un año antes de su deceso pero la recuerdo con un afecto que pareciera venir de siempre. Y su poesía, perdurable, perfecta, es imposible de olvidar.Marta perteneció al grupo Eclepsidra junto con Israel Centeno, Carmen Verde, Abraham Abraham, Fernando Scorcia, Iván Crespo, Miguel Angel de Lima, María Milagros Pérez y José Luis Ochoa. Se formó en los talleres de poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.

por MERCEDES FRANCO



Es Martes

leo a Kristeva ("la melancolía es estéril
si ella no deviene en poema)
Es Martes
y hace un mes
mi mano izquierda
ardía en carne viva
Conocí a un médico
al que amé con locura.
Ese hombre lavó mi sangre
ese hombre limpió
mi piel quemada
con indulgencia.
Ese hombre conoció mi llanto
pero ese llanto
no era un llanto
que venía de adentro
era un llanto distinto,
un llanto de afuera.
Es Martes
leo a Kristeva:("Habito la cripta
secreta de un dolor
sin palabras")
A él le dedico"Del dolor puede surgir
el amor, el más profundo
amor")
Es Martes
y leo a Kristeva:"La melancolía es
una perversión,a nosotros nos toca
conducirla hasta las
palabras y la vida"




*



Cuando caiga el gobierno estaré habitualmente sola.
Como habré pospuesto
las compras-como es habitual-
de tanto usar el tiempo
para imaginarte,
mi despensa andará
vacía
y deambularé sin un
grano de pan,
ni parientes, ni vecinos
ni calmantes, sola.
Seré una mujer en un
país en guerra
que piensa en ti
habitualmente-sola.




Clínica Monserrat

Estaba permitido
embriagamos con agua para olvidar
lo que no éramos,
porque al fin y al cabo
todo había perdido su sabor.

Eramos
seres expulsados del Edén del mundo,
para nosotros
no se hacía la luz,
atrás nos habían dejado
los paraísos.

Eran cruentas las despedidas
en la víspera de alguien
que se iba a soñar
que alguna vez abriría la puerta.

Todos nos dijimos
visitamos en un mundo mejor,
pero no cumplimos la promesa.

Ansiábamos entre los muros
un horizonte que no veíamos
como un anuncio que promete
una isla de mares cristalinos.

Esperábamos a nuestros doctores
amasando el pan del almuerzo
para fingirles
que aún existíamos.
En las horas más rancias
nos tomábamos de los brazos.

A veces se nos permitía
echarnos al sol
para no vernos.

Circulaban los libros,
Wayne Dyer, Buscaglia,
Cómo vivir la vida feliz,
La universidad de la vida
y otros.
Para los más sabios
la poesía era un lugar
donde orquestar su huida.

Hubo un hombre.
Me regaló a Laing y a Cooper
y aunque predicó allí la antisiquiatría
no sobrevivió a la burla
de los conjuros médicos.

—Pintor se decía—
traficó con droga y dinamita.
Propagó ofertas de matrimonio
que tenían como única garantía
algunos pésimos bocetos.
Entonces le mostré la psicopatía
en un poema del colombiano Asunción,
Saltó los muros.

Allí encontré
las mejores metáforas.

Mi amiga y yo hablábamos
de conciertos de perros en las noches,
de ladridos que creíamos
nos llamaban a nosotras.
Supimos que el delirio era
una forma de sostenernos
en los precipicios.

Orquestamos bailes
con músicas que no sonaban.

Salvo las horas de miedo
también era posible reír.
De las reuniones de quejas,
de la carne dura,
de falsos mormones
que profetizaban nuevos advenimientos.

También recé
a un Dios que no era el mío
cuando nos juntábamos a las siete
después de la cena.
Nos permitimos mezclar
la leyenda de Cristo
con la de David y Salomón,
porque cualquier cosa era buena
si se trataba de hallar
una esperanza en ese templo.

No creo que fueras mala.
clínica Monserrat,
sólo que tenías cosas buenas y malas.
Te olvidé cuando la libertad
se me reveló,
se posó como un estandarte,
como algo que ya no me desmerece
y me obliga
en un muro de ladrillos
frente a la ventana ahora abierta.

Desde entonces
Dios es alguien
que resurge de esos garabatos
para no saber
que aún hay seres
que en las madrugadas
maúllan al unísono
llamando a sus madres.



Dime Jessy Jones,

¿no crees que mi odio sea analizable?

Me citan.
Me controlan.
Me dosifican.

Dime Jessy Jones,
cuáles son los caminos que conducen a Bridge Town,
Cinamon City, Orson Gate.
donde caigo de bruces frente a la palabra,
que en definitiva es él,
y entonces la rabia cede.

Así soy yo:
la rabia regresa junto con el aburrimiento.
¿Sería mi aburrimiento mi histeria?, dijo Barthes,
para eludirlo, disfruto una ceniza quemándome el centro
[del cuello,
la nada, el detalle sin fuerza.

Así soy yo:
busco tu nombre en la guía telefónica,
llamo y cuelgo.

Perdóname, reconociste el sonido de los grillos en mi cuarto,
sabías que era yo (era la una de la madrugada),
solté un brinco, tomé una ducha y exclamé frente al espejo:
estoy en él, vivo en él,
dormí suavemente, con voluntad.
Esta es mi lógica interna:
suicidarme se ha convertido en mi divertimiento, mi
[vocación:
hace días, tomé quince fármacos y lo llamé para decirle
que era la única forma de lograr que me atendiera.

Así soy yo (manipuladora):
invento nombres de ciudades, no porque signifiquen, sino
para darle un ritmo al poema.
Vamos Jessy Jones a Bridge Town, Cinamon City, Orson Gate,
allí donde la rabia cede y yo voy con botas, un abrigo y un
blue jean a un café citadino. En él, varios poetas se interesan
por el suicidio como una elección personal de la muerte.
Esos bares, paradójicamente, son tremendamente insomnes,
insuflados de vida.
En definitiva, nadie es capaz de decidirse.

Dime Jessy Jones,
¿no crees que mi odio sea analizable?

Por favor, culpa al contexto,
rompe el límite.

Así es mi rabia:
me persigue, me hace ir del vértice del bien al mal.
Odio,
manipulo,
me autodigo puta loca, loca puta,
llamo y cuelgo,
cuando desaparece
digo gracias.

Dime Jessy Jones,
¿no crees que los verdaderos limitados son los médicos?

Este poema tiene su historia secreta:
nace de un sueño
muy personal,
un sueño-libro.
Trama, desenlace, paradoja
concluye (como nunca me suele ocurrir).
¿Eras tú, Jessy Jones, quien me decía que llevara más dinero [al colegio?
De niña desarrollé una gran habilidad para robarlo de mis
compañeritas.
Colegio, casa, parque.
¿Eras tú, Jessy Jones, o el espectro de la rabia, o del amor,
o de la madre?

Ella:
buscó amor en los conciliábulos médicos,
intercambió roles, rompió los límites para idear una relación
formal amorosa imposible.

Ella:
no tiene criterio de realidad,
desea más allá de lo deseado,
no tolera las frustraciones.

Ella:
se enamoró primero de su jefe (lugar común),
la apedrearon por loca,
ese fue el antecedente de la primera consulta
deprimida.
Ellos levantaron el telón,
el síntoma: su fracaso para realizar la expectativa.

Ella no tolera que le nieguen algo,
le dieron un mundo de confort, mármol y oro,
forma berrinches,
tira las puertas,
odia que la ignoren,
aunque a veces busca brillar por su ausencia y cuando
se suicida
olvida que no hay nada más olvidado que un muerto.
La gente, comentaba Chaplin, me pregunta cómo se me [ocurren
las ideas. Ellas nacen de un deseo incesante de tenerlas.

Tú eres la palabra:
mientras más me rechaza más la busco,
cuando la encuentro, puede que me acaricie o me maltrate,
se queda por tan sólo un instante, y luego se va con otra.
Tú eres la palabra:
me apedreas por grosera,
te saco provecho literario,
te quiero joder.


Sería fatal decir

que el tiempo lo dirá,
el tiempo es mudo
como tus cosas
que no me hablan.


*


Ese poeta que me mira.

Todas las noches,
sale de clase,
dilucida un verso,
espanta las moscas del bebedero,
bebe un sorbo,
sacude su blue jean.
Y lo sigue haciendo, siempre
triste,
lacónico.
A veces
el público lo aplaude,
él sólo merodea en su bolsillo,
hunde su frente en el palco
mientras yo pienso:
Él
y la página en blanco.

*

La calle está llena

y hay una mujer
que en el fondo de su cuarto
llora sola.

Ama a un hombre
que escribe teorías.

Recuerda el día
lleno de adioses últimos.

Es de noche,
y afuera
me llueve.

Porque es viernes,
diciembre
y te vas.

Estos poemas han sido tomados de la obra Oraciones para un dios ausente (1ª edición, 1995), publicada por Monte Ávila Editores Latinoamericana.

ZONA MOEBIUS
REVISTA LITERATURA, ARTE Y CULTU
RA





Poema por la falta de mi madre

Madre
ahora que tu espíritu
ya no recorre esta casa
que además ya no es la tuya
porque ahora el resentimiento
se mide en metros cuadrados
y jugamos a la herencia
como chivos expiatorios
esperando ansiosamente
la hora del monopolio.
Madre
ahora que ya no soporto
el desorden de las mañanas
la rigidez de los desayunos sola
sola,
cuando no encuentro los pares
de medias
y mis camisas están arrugadas
sola, cuando hay agua fría
en el calentador
sola,
cuando nos acompañábamos
con inocencia los sábados en la tarde
y que ahora parecen tan ajenos.
Madre
te he confesado que además de
haber enterredo a la muñeca
no he cumplido con tus aspiraciones
de buena ama de casa, madre del hogar,
hijos, nietos, etc.
que me convertí en poeta
que es lo mismo que decir
en poeta suicida
y que por eso
juego y seduzco a la muerte
todas las noches.
Madre
he de confesarte
que sola
ahora, apenas
persigo cucarachas,
persigo cucarachas
persigo cucarachas,
persigo cucarachas

Tomado de: Sesión de endodoncia




El paisaje de mis veinte años fue
encaje y algodón rosado en Las Vegas
olor a ropa nueva de la mano de mi madre
el vapor que exhalaban las alfombras del Caesar´s
violentar precozmente el cerco del bacará
menta con hielo, limosinas y paseos a Virginia City
el legado de hagan sus apuestas
mucho romanticismo.
Vivir era sólo una cortesía de la casa
así de fácil.
La fortuna no iba más allá de la tentación de las fichas
de las grandes suites
del asombro de los hoteles en el Strip
de los bikinis mínimos
de los hombres apuestos
de las caídas del sol en islas exclusivas.
En todo eso creí
porque creer era desestimar el tiempo
y el diseño que él deja
o resérvame también el derecho de admisión
porque a mucha gente no admití.
Aún así
bastantes veces huí a la explosión de las luces de ese destino
fui una muchacha pensativa
pensé cosas por las que nadie daría un níquel.
Ahora que los números me traicionan en las ruletas
y me da miedo ver las cartas
lo he apostado todo.
Pertenezco a una legión distinta de ganadores.

De El perdedor se lo lleva todo



Hastiada de miedo 
LA ELECCIÓN DE KORNBLITH 

Por Blanca Elena Pantin

El Universal

Caracas.- En un momento del día jueves 29 de mayo Martha Kornblith (Lima, Perú, 1959) decidió suicidarse. Algunos supieron la noticia de su muerte por una esquela ubicada en la parte inferior izquierda de la página de obituarios. Fue, leída así, una noticia brutal. Poeta, autora de los libros Oraciones para un dios ausente (colección Las formas del fuego. Monte Avila Editores, 1985), El perdedor se lo lleva todo (Pequeña Venecia, en prensa) y Sesión de endodoncia (Inédito, de próxima edición bajo el sello de Vitrales de Alejandría), Kornblith perteneció al grupo Eclepsidra junto con Israel Centeno, Carmen Verde, Abraham Abraham, Fernando Scorcia, Iván Crespo, Miguel Angel de Lima, María Milagros Pérez y José Luis Ochoa.

Formada en los talleres de poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Kornblith participó _al igual que la mayoría de los miembros de Eclepsidra_ en el taller que dirigió Rafael Arráiz Lucca entre 1990 y 1994, primero en la sede de la Galería de Arte Nacional y luego en la casa de Monte Avila Editores cuando el autor de Pesadumbre de Bridgetown era director del sello de La Castellana: 'Hacia Rafael nos unen lazos afectivos y un reconocimiento a su obra poética y gerencial pero eso no quiere decir que dependamos de él. En el plano estético nos sentimos más cercanos a Terrenos pero nunca a Balizaje. Rafael no ha fungido de pope. El taller lo dirigimos todos', declararon en 1994 cuando anunciaron públicamente el nacimiento del grupo. Poco después el taller se disgregó y Eclepsidra sufrió una escisión con dos brazos principales. Uno liderado por Israel Centeno y el segundo por Carmen Verde. El primero asumió la dirección de la colección de narrativa del Grupo Editorial Eclepsidra (luego se independizaría definitivamente bajo el nombre de Memorias de Altagracia) y Verde colección de poesía (Vitrales de Alejandría).

Libro desesperanzado y doloroso. Oraciones para un dios ausente anticipa la trágica determinación de Kornblith. En uno de los poemas trata de enfrentar la sentencia de Adorno sobre la imposibilidad de escribir después de Auschwitz. A la sentencia del filósofo opone la visión de Gunter Grass: 'Tienes que utilizar ese traje/una vez y otra/y no llevar nunca un traje nuevo. Tienes que vivir de la orina/de los riñones mal lavados'. Todo eso recordó Kornblith cuando iba a escribir un poema. Y escribió entonces el suyo:

No había sobre qué decir,
salvo las tertulias del hambre
la imposibilidad de abstraer.
Había que andar
con el lápiz bien afilado.
Y escribir:
no escribas poesía
ni envidies la seda de las sinagogas.
Lo digo hoy
hastiada de miedo.


Hastiada de miedo como Miyó Vestrini, como Silvia Plath, como Alfonsina Storni, como Alejandra Pizarcick, hastiada de miedo, Martha Kornblith decidió su muerte.














1 comentario:

  1. El primer poema son dos, cuando empieza: "Cuando caiga el gobierno..." ese es otro, yo lo tengo como "Invocación", pero nadie mas le pone título, así que ahora dudo de mí, de dónde lo habré sacado. No sé, solo te puedo decir que es un poema separado de "Es martes leo a Kristeva...".
    Un abrazo Fernando.

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