sábado, 18 de diciembre de 2010

2502.- EDWIN THUMBOO


Edwin Thumboo

Singapur, 1933. Poeta y crítico literario. Director en Jefe del Centro para las Artes en la Universidad Nacional de Singapur, donde ha sido decano de la Facultad de Artes, de la Facultad de Ciencias Sociales y convertido en profesor emérito, en 1997. Publicaciones: Rib of Earth, 1956; Child’s Delight: Book 1, 1972; Child’s Delight: Book 2, 1972; Gods Can Die, 1977; Ulysses by the Merlion, 1979; A Third Map: New and Selected Poems, 1993.




Poemas de Edwin Thumboo (Singapur)

Hawai

Arriba de estas grises lomas volcánicas, tímidos, diminutos
Matorrales con minúsculas flores secretas, se espesan
Y aman en ondulante hula-hula de luz de luna.

Ellos empiezan a temblar, arden cuando el sol
Con todos sus remedios, corona los picos, y desata
Diablos de polvo para espantar y sorber desordenados ventisqueros.

Ascendiendo, la savia del viento duplica nuestro pulso,
Duro y húmedo, moviendo espíritu y cuerpo,
Amalgamando su expresión. Curva y flanco
Cambian actos decisivos en sutil y profunda entrega.
Tus ojos son palabras levantadas del ámbar,
Tus cejas horizontes esperando los colores de la tarde.

Cuando el día comienza a enumerar sus promesas, la isla
Vuelve y suspira y sueña alrededor de tu ombligo.

Entonces nuestra sangre galopa, crin zumbando
Cada nervio, haciendo arco iris minúsculos
Entre estos despeñaderos; se remonta abrupta entre
El grito abierto del cielo. Entonces, súbito, mágico,
Tu zarpazo sorprende con recurrentes ondas,
Nos mantiene entre el círculo de nosotros mismos.

Abajo, el mar, un azul reptante, inmensamente
Continental, llevaba silenciosas jornadas. Miramos,
Tocamos, tratando de conocer la totalidad del silencio.








Redescubrimiento

No se mueven: nuestros miembros se aferran
Contra la esperanza. Tus suspiros
Con fuegos silentes de nuevo desenvuelven
El hambre paciente de mis ojos.

Y cuando viramos en la jaula
Nuestros cuerpos hacen, y hallan un mar
Sin marea ni edad,
Un acto de amistad nos libera.








Resurrección

Evangelio profundo, tus ojos
Eran estaciones de la cruz.
Aunque solemne y muy dispuesto,
Permanecí desigual a tu actitud ferviente;
Podía ansiar pero no tocar para
Llevar esa brillante blasfemia
De sangre y tierra,
El grandioso Sabbath.

Absorta por las convicciones, nunca conociste la
Agonía entre rocas monsónicas,
Los nerviosos, impredecibles cangrejos oblicuos.
Vi despojos de belleza en conchas rotas,
Precisa la elevada soledad del águila,
Los cardúmenes de súbitos saltos plateados
Que rompieron el corazón, empujándolo tierra adentro,

Hasta que la sangre empujó suavemente, sin memoria.
Así que te dispersaste por mis nervios,
No modulada, gradualmente no sentida,
Desconocida, pero entera, allí
En mi secreto conocimiento. Así
A través de los años estos ojos
Vuelven, hablan, modulan; sin intentar
Recobrar, afirman el amnios,
Este sueño, este propósito

Cuyo sol posesivo moldea
La enorme savia anhelada a tiempo
La rima persuasiva de nuestros miembros.
Y la semilla, engendra una silenciosa
Paz poderosa, suaves declinaciones, ceremonias
Sobre tu imagen en la punta de mis dedos.
Las noches se restablecen y susurran
En la suave búsqueda de luz desvanecida,

Mientras las estrellas declaran sus fuegos;
Mientras la luna se vuelve un lenguaje.

Traducciones de Rafael Patiño


REVISTA PROMETEO

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