martes, 28 de diciembre de 2010

2695.- INGER ELISABETH HANSEN


Inger Elisabeth Hansen . Nacida en Oslo (Noruega) en 1950, es poeta y traductora. Su colección de poesía Trask fue galardonada con el Premio Brage en 2003 y nominada para el Premio de la literatura nórdica en 2004. Una amplia selección de su poesía en español será publicada por Bartleby en 2010.
Además de escribir su propia poesía ha traducido a César Vallejo, Juan Gelman, Rosario Castellanos y otros poetas españoles y latinoamericanos en Noruega, así como Azimi Maryam y Tikkanen Marta. También ha enseñado literatura en español en la Universidad de Oslo y fue presidente de la Unión Noruega de Escritores desde 1997 hasta 1999.

Libros de poesía:
Det er nå det er like før. Forfatterforlaget Dikt & Datt. 1976.
Klodedikt. Gyldendal. 1979.
Hablabaror. Munnenes bok. Gyldendal. 1983.
Dobbel dame mot løvenes ørken. Gyldendal. 1986.
I rosen. Aschehoug. 1993.
Fraværsdokumenter. Aschehoug. 2000.
Trask. Forflytninger i tidas skitne fylde. Aschehoug. 2003.




Tratado de la medusa sobre el lenguaje de las serpientes

I

Yo soy el lenguaje de las serpientes
columna de sueños lengua de agua
los labios a poca altura de la tierra
en torno al cuerpo de los sonidos
el hipnotizado pájaro en la garganta
la canción es lo que se hundió
bajo la piel que ascendía
en espiral y succionaba relucientes
segundos como veneno
la canción era el rayo de llamas
lanzada alrededor de huesos pulidos
el cuerpo era lo que cantaba
el pájaro en el vientre
la serpiente
en el aire

II

La palabra es pájaro
Si voy a decir la palabra me llevo el pájaro a la boca.
No lo mato sólo lo menciono por su nombre.
Pájaro repito y entonces ya tengo el pájaro en el estómago.
Yo soy pues lo que digo.
¿Qué dice el pájaro?

Sin mí el pájaro no sería palabra.

III

Ahora es mi boca un archivador y las palabras números de registro.
Ahora el pájaro es sólo el número de registro del pájaro.

El número de registro no canta

IV

La mortal era yo

La que nació de una ola
y vivió en el extremo del mundo.
La que llevaba serpientes en el pelo
y cantaba y hacía bailar a las serpientes.
Ella a la que llamaron peligro
un monstruo la llamaban.
Ella que dejó pesar la mirada
él la robó, la mirada, la pesada.
Fue el arma del guerrero
la dirigió contra otros.
Él mismo carecía de fuerzas
nunca se enfrentó a mi mirada.
Otros fueron alcanzados por ella
otros quedaron rígidos y se detuvieron.
Yo que no tengo cuerpo
mira ahora sólo puedo petrificar.
Mi boca no canta
los ojos hablan piedra.
La cabeza en manos del guerrero
no soy yo sino muerte.
Yo que parí demasiado tarde
a Pegaso fue al que estaba pariendo
cuando el guerrero me asestó un corte en el cuello.

La mortal era yo



De Poesía nórdica -siglo XX-, antología de F.J. Uriz


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