miércoles, 1 de septiembre de 2010

AUDRE LORDE [802]


Audre Geraldine Lorde 



Nacida el 18 de febrero de 1934 en Harlem, Nueva York. Fue una escritora y activista multifacética. Autoidentificada como "una guerrera poeta feminista negra y lesbiana", Lorde escribió Los diarios del cáncer luego de pasar por la experiencia del cáncer de mama y de reflexionar sobre las discriminaciones sufridas por las mujeres, que se superponen a las de raza y de orientación sexual y que se suman a la dolorosa enfermedad. Un texto imprescindible tanto para quienes han vivido o viven esta experiencia como para quienes acompañan a otras en este doloroso trance. Sus padres provenían de Grenada, y en su libro Sister Outsider incluye un par de ensayos sobre sus viajes al pueblo natal de ellos. Falleció en 1992, tras 15 años de lucha contra el cáncer. Es conocida por su trabajo poético, con 18 libros publicados.

Bibliografía selecta

The First Cities (Las primeras ciudades) (1968)
Cables to Rage (Cables hacia el odio) (1970)
From a Land Where Other People Live (Desde una tierra donde vive otra gente) (1973)
New York Head Shop and Museum (1974)
Coal (1976)
Between Our Selves (Entre nosotros) (1976)
The Black Unicorn (El unicornio negro) (1978)
Chosen Poems: Old and New (Poemas selectos: Viejos y nuevos) (1982)
Zami: A New Spelling of My Name (Zami: Una nueva forma de escribir mi nombre) (1983)
Sister Outsider: Essays and Speeches (Ensayos y discursos) (1984)
Our Dead Behind Us (Nuestra muerte detrás de nosotros) (1986)
The Marvelous Arithmetics of Distance (La maravillosa aritmética de la distancia) (1993)
Los diarios del cáncer (ensayo traducido del inglés por Gabriela Adelstein, Hipólita Ediciones, Rosario, 2008).
Audre Lorde cofundó "Mesa de la cocina", Prensa de mujeres de color, en 1980.




El poder

La diferencia entre la poesía y la retórica
es estar
preparado para matarte
tú mismo
en vez que a tus hijos.

Estoy atrapada en un desierto hecho

de heridas a bala todavía abiertas
y un niño muerto arrastra su rostro negro
y destrozado más allá del horizonte
donde acaban mis sueños
la sangre de sus mejillas
y de sus hombros perforados
es el único líquido a kilómetros a lo redonda
y mi estómago se revuelve al imaginar
el gusto que tendrá, mientras
mi boca dividida en dos labios resecos
sin tener una lealtad o una razón para ello ,
está sedienta de su sangre húmeda
mientras naufragan en la blancura del desierto
donde estoy perdida
sin imaginación ni magia posible
tratando de convertir todo este odio
y esta destrucción en un poder
tratando de curar con besos a mi hijo agónico
pero, nadie, salvo el sol limpiará sus huesos
con rapidez.

El policía que, en Queens, derribó con un disparo
al chico de diez años estaba a su lado,
con sus zapatos bañados con la sangre de él
y una voz dijo: "Muere, pequeño hijo de puta"
y hay videos que prueban esto. En el juicio
el policía dijo que fue en defensa propia:
"No reparé en el tamaño ni en ninguna otra cosa
salvo en el color." Y
hay videos que prueban esto también.

Hoy día, ese hombre blanco, de treinta y siete años,
con trece de servicio
ha sido puesto libertad por once hombres blancos
que dijeron que estaban satisfechos
porque se había hecho justicia
y una mujer negra que dijo:
"Me convencieron". Esto es:
ellos arrastraron su cuerpo de mujer negra,
de un metro veinticinco de estatura,
por sobre los carbones ardientes de cuatro siglos
de aprobación del macho blanco
hasta que ella renunció al único poder real
que alguna vez tuvo
y decoró con cemento su propia cuna
para construir allí un cementerio
para nuestros hijos.

No he sido capaz de palpar la destrucción
dentro de mí.
Pero a menos que aprenda a usar
la diferencia entre la poesía y la retórica
mi poder también se corromperá
como molde envenenado,
se volverá flojo e inservible
como un alambre suelto
y un día tomaré mi enchufe rabioso
y lo conectaré al lugar más cercano,
violaré a una mujer blanca de ochenta y cinco años
quien es a su vez madre de alguien
y mientras la golpeo hasta dejarla sin sentido
y le prendo fuego a su cama
un coro griego estará cantando una canción
con ritmo del vals:
"Pobrecita. Ella nunca hirió a un alma.
¡Qué bestias son los negros!".

"Poder" es un poema escrito acerca de Clifford
Glover, un niño negro de diez años de edad,
quien recibió un disparo de un policía.
Posteriormente, el policía fue absuelto
por un jurado donde uno de los miembros
era una mujer negra".


Quién dijo que era simple

Tiene tantas raíces el árbol de la rabia
que a veces las ramas se quiebran
antes de dar frutos.
Sentadas en Nedicks
las mujeres se reúnen antes de marchar
hablando de las problemáticas muchachas
que contratan para quedar libres.
Un empleado casi blanco posterga
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no advierten ni rechazan
los placeres más sutiles de su esclavitud.
Pero yo que estoy limitada por mi espejo
además de por mi cama
veo causas en el color
además de en el sexo
y me siento aquí preguntándome
cuál de mis yo sobrevivirá
a todas estas liberaciones.

Versión de Joaquín Ibarburu



Mujer

Sueño con un lugar entre tus pechos
para construir mi casa como un refugio
donde siembro en tu cuerpo
una cosecha infinita
donde la roca más común
es piedra de la Luna y ópalo ébano
que da leche a todos mis deseos
y tu noche cae sobre mí
como una lluvia que nutre.

Versión de Joaquín Ibarburu



Memorial II
Genevieve
qué estás viendo
en mi espejo esta mañana
asomándote como un pájaro hambriento
desde atrás de mis ojos
estás buscando la forma de una chica
a quien me parezco cada vez menos
o recordás
que nunca pude aceptar tu cara agonizante
no te conozco ahora
seguramente tu visión se mantuvo
más fuerte que la mía
Genevieve decime por dónde pasean
las chicas muertas
después de su verano
quisiera poder verte de nuevo
lejos de mí -hasta
como un pájaro volando hacia el sol
tus ojos me están cegando Genevieve

Versión de Gabriela Adelstein


Generación II

Una chica Negra
convirtiéndose
en la mujer
que su madre
deseaba
y por la cual rezaba
camina sola
y con miedo
de ambas iras

Versión de Gabriela Adelstein


LA DONCELLA


Una vez, yo fui mortal
junto a un océano
que tenía los nombres de la noche
pero el primer hombre vino
con su trineo de fuego
impulsado por el sol

Fui transportada
hasta el hueco lunar para una virgen
condenada a iluminar
un mundo árido de mañanas interminables
que espantan a la misma luna
Por dondequiera que corrí
en busca de algún camino a casa
la mañana había bifurcado
los ríos horrendos
que anidan evaporantes en el lecho espumoso
de mi madre mar.

El tiempo forzó la luna
hasta empreñarla
y me encontraron mortal
junto a un cráter
recitando
la mar de nombres de la noche.



EL UNICORNIO NEGRO

El unicornio negro es codicioso.
El unicornio negro es impaciente.
"El unicornio negro se equivocó
por una sombra o un símbolo
y tomado
a través de un país frío
donde la niebla pintó burlas
de mi furia.
No está en su regazo, donde descansa el cuerno
pero en el fondo en su moonpit
cada vez mayor.
El unicornio negro está inquieto
el unicornio negro es implacable
el unicornio negro no es
libre.



LA TRANSFORMACIÓN DEL SILENCIO EN LENGUAJE Y EN ACCIÓN (ponencia)


Muchas veces pienso que tengo que decir las cosas que me resultan más importantes, verbalizarlas, compartirlas, aún a riesgo de que sean rechazadas o malentendidas. Es que el hecho de decirlas me hace bien, más allá de cualquier otro efecto. Yo estoy acá como poeta Negra lesbiana, y sobre el significado de todo esto descansa el hecho de estar aún viva, cosa que pudo no haber sido. Hace menos de dos meses, dos médicos -un hombre y una mujer- me dijeron que debía hacerme una operación de mama y que había entre un 60 y un 80 por ciento de posibilidad de que el tumor fuera maligno.

Entre esas palabras y la operación, hubo tres semanas de agonía en las que tuve que reorganizar involuntariamente toda mi vida. La operación ya pasó y el tumor era benigno. Pero durante esas tres semanas, tuve que volver sobre mí misma y sobre mi vida con una severa y urgente lucidez que me ha dejado aún temblando, pero mucho más fuerte.

Es una situación a la que se ven enfrentadas muchas mujeres, tal vez algunas de ustedes hoy.

Las cosas que experimenté en ese período me han ayudado a comprender mucho de lo que siento sobre la transformación del silencio en lenguaje y en acción.

Al tomar forzosamente conciencia de mi propia mortalidad, de lo que deseaba y quería de mi vida, durara lo que durara, las prioridades y las omisiones brillaron bajo una luz despiadada, y de lo que más me arrepentí fue de mis silencios. ¿Qué es lo que me daba tanto miedo? Cuestionar y decir lo que pensaba podía ocasionarme dolor, o la muerte. Pero todas sufrimos de tantas maneras todo el tiempo, sin que por ello el dolor disminuya o desaparezca. La muerte no es más que el silencio final. Y puede llegar rápidamente, ahora mismo, más allá de que yo haya dicho lo que necesitaba decir.

Sólo me había traicionado a mí misma en esos pequeños silencios, pensando que algún día iba a hablar, o esperando que otras hablaran. Y empecé a reconocer una fuente de poder dentro de mí al darme cuenta que no debía tener miedo, que la fuerza estaba en aprender a ver el miedo desde otra perspectiva.

Yo iba a morir tarde o temprano, hubiera hablado o no. Mis silencios no me habían protegido. Tampoco las protegerá a ustedes. Pero cada palabra que había dicho, cada intento que había hecho de hablar sobre las verdades que aún persigo, me acercó a otra mujer, y juntas examinamos las palabras adecuadas para el mundo en que creíamos, más allá de nuestras diferencias. Y fue la preocupación y el cuidado de todas esas mujeres lo que me dió fuerzas y me permitió analizar la esencia de mi vida.

Las mujeres que me ayudaron durante esa etapa fueron Negras y blancas, viejas y jóvenes, lesbianas, bisexuales y heterosexuales, pero todas compartíamos la lucha contra la tiranía del silencio. Todas ellas me dieron la fuerza y la compañía sin las cuales no habría sobrevivido intacta. En esas semanas de miedo agudo -en la guerra todas peleamos, sutilmente o no, conscientemente o no, contra las fuerzas de la muerte- comprendí que yo no era sólo una víctima, sino también una guerrera.
¿Qué palabras les faltan todavía? ¿Qué necesitan decir? ¿Qué tiranías tragan cada día y tratan de hacer suyas, hasta asfixiarse y morir por ellas, siempre en silencio? Tal vez para algunas ustedes hoy, aquí, yo represento uno de sus miedos. Porque soy mujer, porque soy Negra, porque soy lesbiana, porque soy yo misma -una poeta guerrera Negra haciendo su trabajo-les pregunto: ¿Están ustedes haciendo el suyo?

Y por supuesto que tengo miedo, porque la transformación del silencio en lenguaje y en acción es un acto de auto-revelación, y eso siempre parece estar lleno de peligros. Pero mi hija, cuando le hablé de nuestro tema y de mis dificultades, me dijo: "Háblales de cómo nunca eres una persona entera si guardas silencio, porque siempre está ese pedacito dentro tuyo que quiere salir, y si sigues ignorándolo se vuelve cada vez más irritado y furioso, y si nunca lo dejas salir un día dice '¡basta!' y te da un puñetazo en la boca desde adentro".

En aras del silencio, cada una de nosotras desvía la mirada de sus propios miedos -miedo al desprecio, a la censura, a la condena, o al reconocimiento, al desafío, al aniquilamiento. Pero más que nada creo que le tememos a la visibilidad, sin la cual sin embargo, no podemos vivir verdaderamente. En este país en que la diferencia racial crea una constante, aunque no explícita, distorsión de la visión, las mujeres Negras hemos sido altamente visibles por un lado, mientras que por otro nos han hecho invisibles por la despersonalización del racismo. Aún dentro del movimiento de mujeres hemos tenido que luchar, y seguimos haciéndolo, por recuperar esa visibilidad que al mismo tiempo nos hace más vulnerables: la de ser Negras. Porque para sobrevivir en esta boca de dragón que llamamos América, hemos tenido que aprender esta primera lección, la más vital, y es que no se suponía que fuéramos a sobrevivir. No como seres humanos. Ni se suponía que fueran a sobrevivir la mayoría de ustedes, Negras o no. Y esa visibilidad que nos hace tan vulnerables, es también la fuente de nuestra mayor fortaleza. Porque la máquina va a tratar de triturarnos de cualquier manera, hayamos hablado o no. Podemos sentarnos en un rincón y enmudecer para siempre mientras nuestras hermanas y nuestras iguales son despreciadas, mientras nuestros hijos son deformados y destruidos, mientras nuestra tierra es envenenada; podemos quedarnos quietas en nuestros rincones seguros, calladas como botellas, y aún seguiremos teniendo miedo.

En mi casa se celebra este año la fiesta de Kwanza, el festival Afro-americano de la cosecha, que comienza el día después de Navidad y dura siete días. Hay siete principios de Kwanza, uno para cada día. El primer principio es Umoja, que quiere decir unidad, la decisión de luchar por la unidad y mantenerla en nosotras mismas y en la comunidad. El principio de ayer, el segundo día, era Kujichagulia: la autodeterminación, la decisión de definirnos a nosotras mismas, de nombrarnos, de hablar por nosotras en vez de ser nombradas y expresadas por otros. Hoy es el tercer día de Kwanza, y el principio de hoy es Ujima: el trabajo colectivo y la responsabilidad, la decisión de construir y conservar juntas nuestras comunidades, de reconocer y resolver juntas nuestros problemas.

Cada una de nosotras está hoy aquí porque de un modo u otro compartimos un compromiso con el lenguaje y con el poder del lenguaje, y con la recuperación de ese lenguaje que ha sido utilizado contra nosotras. En la transformación del silencio en lenguaje y en acción, es de una necesidad vital para nosotras establecer y examinar la función de esa transformación y reconocer su rol igualmente vital dentro de esa transformación.

Para quienes escribimos, es necesario examinar no sólo la verdad de lo que hablamos sino la verdad del lenguaje en que lo decimos. Para otras, se trata de compartir y difundir aquellas palabras que significan tanto para nosotras. Pero en principio, para todas nosotras, es necesario enseñar con la vida y con las palabras esas verdades que creemos y que conocemos más allá del entendimiento. Porque sólo así sobreviviremos, participando en un proceso de vida creativo, continuo y en crecimiento.
Y siempre se hará con miedo -a la visibilidad, a la dura luz del análisis, quizás al enjuiciamiento, al dolor, a la muerte. Pero, salvo la muerte, nosotras ya hemos pasado por todo eso y lo hemos hecho en silencio. Yo pienso todo el tiempo que si hubiera nacido muda, o si hubiera mantenido un juramento de silencio toda mi vida, igual habría sufrido, e igual moriría. Es bueno recordarlo, para no perder la perspectiva.

Y cuando las palabras de las mujeres claman por ser oídas, cada una de nosotras debe reconocer su responsabilidad de sacar esas palabras afuera, leerlas, compartirlas y examinarlas en su pertinencia a la vida. No nos escondamos detrás de las falsas separaciones que nos han impuesto y que tan a menudo aceptamos como propias. Por ejemplo: "No puedo enseñar la literatura de las mujeres Negras porque su experiencia es diferente de la mía". Sin embargo, ¿cuántos años han estado enseñando Platón, Shakespeare y Proust? O: "Ella es una mujer blanca, así que ¿qué puede decirme a mí?" O: "Ella es lesbiana... ¿Qué va a decir mi marido, o mi jefe?" O aún: "Esta mujer escribe sobre sus hijos, y yo no soy madre." Y así todas las otras formas en que nos sustraemos unas de otras.

Podemos aprender a trabajar y a hablar a pesar del miedo, de la misma manera en que aprendemos a trabajar y a hablar a pesar de estar cansadas. Hemos sido educadas para respetar más al miedo que a nuestra necesidad de lenguaje y definición, pero si esperamos en silencio a que llegue la valentía, el peso del silencio nos ahogará.

El hecho de que estemos aquí y de que yo esté diciendo estas palabras, ya es un intento por quebrar el silencio y tender un puente sobre nuestras diferencias, porque no son las diferencias las que nos inmovilizan, sino el silencio. ¡Y quedan tantos silencios por romper!






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