viernes, 29 de octubre de 2010

1650.- MARIANA COLOMER


Nació en Barcelona, en 1962. Es licenciada en Filología Hispánica, en la especialidad de literatura, por la Universidad de Barcelona. Desde el año 1998 dirige "El Espacio de Poesía y Pensamiento de los Amigos de la Unesco del Prat de Llobregat" (Barcelona).

- POESÍA:
Crónicas de altanería (1999; 2003).
La gracia y el deseo (2003).
Libro de la suavidad (2008).

-TRADUCCIONES DE OBRAS PROPIAS A OTROS IDIOMAS
La grazia e il desiderio (2004), trad. de Emilio Coco.




De La gracia y el deseo, Barcelona, March editor, 2003


ISABEL DE ESTE GONZAGA

En el aire de la mañana el perfume que tú misma destilas, Isabel, cuando por las calles de Mantua paseas.
Sobre guante escarlata, blanquísimo gerifalte, traído para ti desde cielos de Groenlandia, regalo de Lucrecia Borgia, tu cuña-da y rival en hermosura.
Y al evocarte, belleza, amor y voluptuosidad se enlazan. La gra- cia de cada pliegue de tu vestido, la armonía de tus pasos, la ele-gancia con la que luces tal joya palpitante en tu puño. Y hasta parece que buscas en el espejo de lo cambiante el vislumbre de la belleza que perdura.







FEDERICO II DE PRUSIA A SU HIJO MANFREDO TRAS
UNA JORNADA DE CETRERÍA

Ahora que reposan los halcones
en sus alcándaras
y que en tus exaltadas pupilas me contemplo,
admito que tomé cuanto de grato
la vida me ofreció.
Amé por un igual el vuelo de estas aves
que el firme movimiento de los astros,
ni encontré extrañas ajenas palabras.
Y este conocimiento no lo guardo
tan sólo para mí, pues la belleza
pide ser proclamada para quienes
a su paso, en fugaz destello
pueden gozarla.






NICTÍMENE

Una vez más las armas te delatan:
en lo alto del escudo la cabeza
de la Gorgona.
Hablas de la virtud, de la prudencia,
del recto proceder,
y yo tan lejos de todo lo tuyo.
Ni una hebra de de duda
se hilvanaba en tu gesto
y toda desmesura, aquí, conmigo.
¿Quién soy, dime, quién soy?
¿Mujer que oculta un cuerpo de lechuza
o ave con deseo de mujer?
A tu nocturna sombra comprendí
que ni suavísimas plumas pudieron
contener esta piel que florecía
en cada alborear.






EN TODO AMOR HAY ALGO QUE SE OCULTA

En todo amor hay algo que se oculta.
Si el evocado tacto y tu voz me colmaban,
ahora ansío el rostro que me niegas,
aunque sé que goce tan pleno
no puede perdurar.
Todo lo pierdo por quererte alcanzar todo
y no saben dónde hallarte mis manos,
mariposas en busca de tu cuerpo.
Fue necesario huir hasta mis simas
para tenerte nuevamente,
o tal vez estuviste siempre en mí,
y ya no sé mirarte
con los ojos de entonces.






COMO SI DE MANZANAS SE TRATASE

Como si de manzanas se tratase,
así arrojas palabras
para que me detenga a recogerlas,
y ya no sé si quedo prendida de tus labios
o de tu mano, pues tanto me turban
que me desdigo, y es en el apremio
de tu silencio donde ya sin remedio cedo.






ADELAIDA DE SCHAARBEECH, RECLUIDA EN SU CELDA DEL
MONASTERIO CISTERCIENSE DE MARÍA DE KAMERBOS, EN
BRUSELAS

Apenas tenía siete años y estas paredes eran ya todo mi mundo. Pronto supe que el amado no vendría de fuera a buscarme, que el encuentro sería en lo secreto del corazón. Aquí supe de su hermosura, de las suaves armas para el cautiverio, de este deseo que me deja cuando se marcha sin avisar.
Y no me acostumbraba a sus ausencias cuando la lepra hizo morada en mí. Jamás fui tan hermosa a sus ojos, pues el alma necesitaba de mi carne para ascender a su perfección.






LA REINA BALKIS SE DESPIDE EN JERUSALÉN DEL REY SALOMÓN

A Enrique Badosa
Las voces que a tu nombre me acercaron
han avivado en mí
el deseo de tu palabra,
pues la Sabiduría siempre busca
a quienes la convocan.
Todo enigma encontró en ti su respuesta,
pero no el del amor, al que me instas
a abandonarme y probar su deleite
de aflicción y consuelo.
Y no sirven las advertencias, dices.
A él hay que entregarse
sin querer alcanzarlo,
a solas con el gozo
de arrebatar su fragancia a lo eterno.






VIDA NONATA

No sabría decir quién inició
tan amorosa búsqueda,
si el alma o tu cuerpo incipiente.
Mi ser tan sólo supo del encuentro
cuando las alas se incendiaron
ante el umbral de tu carne,
que, traspasada, el alma la cobija.
De pronto, todo el azul se hace en mí.
Y se posan las manos sobre el vientre
excedido en dulzura
que sólo ansía soledad
para pensarse.






SIN CONSUELO

Busqué el anochecer para el encuentro,
cuando es más cierta y oscura la entrega,
pero no hubo temor, como otras veces,
pues toda me ocupabas,
y hasta la sangre supo
que el don excedería a toda pérdida.
Aquí, en lo escondido
me desprendí primero de lo dulce,
me reservé lo amargo.
Y qué olvidada de mí en la renuncia,
y qué ensalzado eras en mi carne.
Tú me ofreciste amparo de gozo y lágrimas
conforme a mi aflicción. Ahora dejas
que sea yo quien aparte el consuelo.
Sostenme en tu tiniebla.

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