domingo, 25 de abril de 2010

139.- MARÍA EUGENIA CASEIRO







María Eugenia Caseiro: La Habana, Cuba. Reside en Estados Unidos. Narradora, poeta, ensayista, prologuista, crítica. Ha sido distinguida con premios literarios en ambos géneros: poesía y narrativa, y obtenido reconocimientos especiales, y diplomas por talento artístico y labor en beneficio de la difusión de la cultura. Ha participado como jurado en certámenes literarios de poesía y narrativa. Es miembro colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y Presidenta del Círculo de Amigos de la Academia de la Historia de Cuba en USA. Integra la Muestra Permanente de Poesía Siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía. Integra el colectivo editor de La Peregrina Magazín (Miami, USA). Miembro de la Asociación caribeña de de Estudios del Caribe, de la Unión de Escritores y Artistas del Caribe y de la Unión Hispanoamericana de Escritores. Colabora activamente con diversidad de publicaciones digitales, y en papel, actividades y programas de su comunidad. Asimismo participa en la divulgación de eventos culturales y difusión de la obra de sus contemporáneos.



Diabolus

Las horas que hasta aquí
engarzan el poema de mis días
escapan del espejo
como el ojo apagado
de mi otra media cara
tras el perfil insomne
en que la oreja impávida
perennemente escucha
la nota maldita
de la que habló chavarri.




Lágrima

Metáfora inflexible,
la música se abre
en los vuelcos del reloj
y nutre en el destiempo
su lágrima virgen
viajando a la deriva.





Maldición


Me copia interminablemente
el retoño donde prolifero
hasta los retratos.

Si en el fondo
como esa medida en que corro
- sangre vieja -
no estuvieran
las mujeres que me asaltan,
borraría la arcilla del linaje.

Pero abundo sin saber qué hacer
lluevo sinfín como costumbre
lanzada eternamente sobre los espejos.




Poema con alas

Qué importa hoy dedicar
al Seymour de mis sueños el poema
a una crisálida aherrojada en el cafeto
a las langostas del pacífico
al Buscemi de Ghost world
o a las mismísimas ratas
que en tolvanera de dientes
devoraron un trozo de la alfombra
elucubrada zoysia japonesa
en el nirvana de otra primavera
cuando el sol reventaba
en días de reverberos.

Hoy el fogón agita
de nuevo un caldo blanco
por cuenta de una mosca
marioneta mutable
del destierro en que perdió sus alas.




Leftovers

Nos trazamos diferentes;
él con su camisa fría,
yo con mi vestido incierto
escribiendo a la deriva
nuestros cuerpos.

Nos arrancamos los plazos
nos dividimos las fechas
nos destronamos del cielo.

Él con la boca mentida
declaraba otro lugar.
Yo con el rastro perdido mendigaba
a la puerta de sus dedos
el hueso de su corbata muerta
el sudor sobrante de otro tiempo
el diente de sus ojos clavado en mi corteza
la alquimia de su boca arrancando mis botones…

Y un refugio a la intemperie
en que los astros nos mintiesen.




Voces

Esa voz que fractura la sombra
y deja por detrás
un humo tan pesado
como si le crecieran piernas
que nos quieren alcanzar
llega, al parecer, desde la noche.

Un cordón invisible sostiene algo de luz,
pero la carga trazada por el miedo
enfunda en barullos otra voz
y por mucho que intente raspar la telaraña
ese agudo silencio, que es de plomo,
corta intenciones en el aire.




La otra

La otra frente a mí se da la vuelta
y una torre de pájaros colapsa.

En su cabeza la fecha pierde el límite
permitiéndole al fin que sea mañana.

Desde sus manos, mis manos
no cesan de copiar pájaros muertos.





Poema con literatura


Antes de resucitar en la camisa de fuerza
contagiada con terrible mordedura
me confieso sorda de visión y muda de ojos.
Tal vez el bicho de un vocablo me picó
hace apenas una vida
y un desboque de pandemias me ha librado
de peores consecuencias.
He agotado el reuma del zapato,
y el ojo de las manos pide a gritos
espejuelos enguantados para hacer literatura.
el cuerpo, ya cansado de mi enojo,
busca en la mantilla de café,
un lapso para cobijar al sueño:
triste bicho sin hogar
que aprendió a vivir sin mí.
Sólo queda aquello que no soy
descansado el carcañal de la escritura
-a espaldas de todos mis dolores-
sin cabida en el sarcófago de la existencia.




La calle

La calle es un burdel donde las horas
toman cuenta.
El vagabundo gris
a un paso de anotar la despedida
recupera el mortecino
brillar de las farolas.
Se alarga la calle, en su desdén se pierde
la visión hasta tocar el fin del mundo
a estribor, bordea la primera estrella
las grutas sin salida, el precipicio
en que un fantasma envenenado
duele en la mujer que busca
un puente y la razón fracasa.
La calle es un dolor, una punzada
donde confluyen las premoniciones
un corazón cansado que envejece,
su melodía sin voz
se lleva las últimas raigambres…
Sueña la calle su primer bostezo
entre viejas fachadas de edificios.




Cábala para la gallina blanca

La gallina puede
ser tan blanca
como la noche más noche
como la línea tan curva
de mi almohada
(de tu almohada)
en la polaridad
de alguna otra frontera
besada no tan lejos
de los que no entienden.

La gallina puede
morder el horizonte
perderse
morir
resucitar
doblarse
como cualquier otra gallina
no tan blanca
no tan mujer
no tan gigante.

Una gallina puede
ser la honra o la deshonra
un mendrugo de pan
la horca
la falta de razón
el cruce de dos flechas
la eternidad de un nombre
terrible incertidumbre
tiempo
hasta un fragmento
-sabe sólo dios cuál-
de ese libro de Salinger
que nos costó un Lennon
el ocho de diciembre del ochenta.

La gallina puede
ser en el infierno
extraña cábala que ahoga.




Furnia

Esa ciudad con alas,
la que escapa hasta del sueño,
apenas se bosqueja nos transforma
hipotéticos y tácitos cadáveres
retorciéndose en el vientre de la tierra.

No hay parís cercano
ni país
ni sombra, suerte, sino,
ni nosotros…
ni Vallejos sedentes
en este inmenso hueco
con su noche en brazos.




Aquí lloviendo

Estoy aquí, aquí lloviendo
acumulada de cajas de cartón
con dibujos y letreros,
jorobándome la poesía por dentro
con el techo de zinc en la cabeza,
con la lengua enredada
y la canción fuera de tono,
con mis alas de papel
pegándose a esta lluvia...
Y me dan en la nariz hechos un trapo
mis ancestros que ahora son ángeles
con ojos empedrados por la catarata de la lluvia,
condenados a la pena de unos bolsillos rotos.
Estoy aquí, aquí lloviendo
con el luto perpetuo por las cosas perdidas;
mis palomas, mis abejas, y mis playas...
abrazándome al fantasma de la lluvia,
gris humante en el cojín acuchillado
de mi espalda. Un maniquí con la cara tapada
hubiera evitado el llanto del borracho que me vio,
hubiera evitado
que la mujer que peina la calle por las noches
buscando sobre los contenes la humedad
lanzara una moneda a la fuente donde lluevo,
pero soy monólogo de lluvia
y estoy aquí, aquí lloviendo.




Tarde y sin bolero frente al mar

Caminaba sin ti en el pentagrama
con mi perversidad a flote
y el bolero apagado
por la arena revuelta de mis pies.
Vino de pronto el mar
con sus deshoras;
escupió sobre mí
los peces que volvieron con tu olor
a pegarse en las paredes de mis ojos.
Tus hijos y mis hijos con sus perros
aullaron nuestra música,
vomitaron la bruma entre los dos.
Somos desde ayer
los que no estaban.




Down to haven

Dejará de acechar al viento rojo
el búho que mira desde mí
con ojo encandilado
-rainy evening in town after the sun-.

Volverá la luna de chaqueta raída
a taladrar un hueco en el librero
donde muere un apellido
y se amontona el polvo.

Llegaremos muy lejos
con el zapato ebrio de buscar
y el candelabro absorto
en devorar la luz.

Tengo la pared cansada de no hablar
el verso amarillo
el tiempo roto…
…debe ser ya muy tarde
down to haven.-


María Eugenia Caseiro
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