jueves, 9 de diciembre de 2010

2405.- KJELL ESPMARK


Kjell Espmark nació el 19 de febrero de 1930 en Strömsund (región de Jämtland) Suecia. Es escritor e investigador de literatura y catedrático honorario en Ciencias Literarias por la Universidad de Estocolmo. Fue elegido miembro de la Academia Sueca el 5 de marzo de 1981 y tomó posesión del cargo el 20 de diciembre del mismo año. Espmark sucedió al investigador en lingüística Elias Wessén en el Sillón número 16. Ha sido galardonado con, entre otros, el Premio de Literatura del diario Svenska Dagbladet en 1975, el Premio Schück en 1980, el Premio Bellman en 1985, el Premio Kellgren en 1998 y el Gran Premio de la Sociedad de Los Nueve en el año 2000.

Simultáneamente a sus estudios de historia de la literatura en la Escuela Universitaria de Estocolmo, Espmark debutó como poeta con Mordet på Benjamin (1956; “Asesinato de Benjamin”), obra en la que se perciben los contornos de su fuente de inspiración más acentuada, el escritor T. S. Eliot. En la obra siguiente, de título sintomático, Världen genom kameraögat (1958; “El mundo a través del ojo de la cámara”), Espmark se presenta como el poeta de personajes más típico de la poesía de personajes de la década de los cincuenta. Su poesía es una suerte de narración lírica, a menudo escrita en primera persona, donde el yo es un yo transitorio y observado desde una cierta distancia. El “correlato objetivo” y la posición impersonal de Eliot constituyen puntos centrales en lo que se ha llamado “la quizás menos subjetiva poesía en la literatura sueca de la posguerra”. Espmark obtuvo su licenciatura en 1959 y continuó investigando sobre la poesía de Artur Lindqvist.

Aunque el hecho de que la poesía de Espmark tiene raíces en la década de los cincuenta es incontestable, fue posteriormente, sobre todo a partir de los años setenta, cuando más evolucionó su obra literaria, haciéndolo con una orientación social y política acorde con la época, pero también disociándose de las certezas contemporáneas. En 1961 tuvo un relativo éxito de crítica con la colección Mikrokosmos (“Microcosmos”), la que sería la última en un periodo de siete años; no obstante, en la década de los sesenta Espmark se dedicó sobre todo a la investigación literaria, con dos estudios fundamentales sobre el origen de la lengua literaria. Primero, en su tesis doctoral Livsdyrkaren Artur Lindqvist (1964; “Artur Lindqvist, el adorador de la vida”) examinó detalladamente la trayectoria seguida por Artur Lindqvist hacia una voz propia, y seguidamente, la de Harry Martinson en Harry Martinson erövrar sitt språk (1970; “Harry Martinson conquista su lenguaje”). Son libros esenciales en el arte de captar el multifacético recorrido del poeta hacia su obra literaria.

Posteriormente, la obra literaria de Espmark relacionada con la investigación literaria cambió de carácter, no siendo ajeno a ello el hecho de su retorno a la poesía. En la trilogía Sent i Sverige (“Tarde en Suecia”), la poesía de personajes se ha fortalecido y se halla situada en un marco temático. Mikrokosmos se orienta a la trilogía, en parte a través de su título referente al arte de encoger el mundo y hacerlo voluptuosamente asible en un microformato, y en parte mediante un tema más insinuado que realizado, que es el que se refleja en el título del poema “Brev från ett avskärmat land” (“Carta de un país aislado”), donde se dice lo siguiente: “Mucho se ha tachado aquí / en espera de ser intercambiado. / Se nos ayuda a alcanzar una verdad útil.” Este “país aislado”, que, según podemos imaginarnos, es Suecia, es el tema de Sent i Sverige; lo que resalta es una Suecia intersectada en formato microcósmico. Voces alienadas se levantan desde la maleza sueca. “Vem lever bara sitt eget liv?” (“¿Quién vive sólo su propia vida?”), es la pregunta planteada en el poema de apertura del volumen inicial (Det offentliga samtalet, 1968 [“La conversación pública”]). Los tres volúmenes tienen una estructura simétrica, con 25 poemas cada uno, y los siguientes títulos de la trilogía, Samtal under jorden (1972; “Conversación bajo la tierra”) y Det obevekliga paradiset (1975; “El paraíso inexorable”), tienen reminiscencias de la Divina comedia de Dante. La crítica a la sociedad se dirige al sufrimiento nacional, a la construcción de la sociedad de bienestar que “nos ayuda en la búsqueda de una verdad útil”, y se trata en gran medida, como referiría en una posterior entrevista, de “una inexorabilidad en las estructuras en que vivimos, cómo uno se adapta a la silla en que está sentado y cómo se vive en unas circunstancias que le obligan a uno a pronunciar determinadas palabras.”

Durante esta época, Kjell Epsmark se dedicó en su lírica a una especie de “traducción de sí mismo” –orientación que también siguió durante un tiempo su obra de investigación literaria–. Publicó un par de volúmenes esenciales que lo llevaron a la obtención de una cátedra en la Universidad de Estocolmo en 1978: Att översätta själen (1978; “Traducir el alma”) y Själen i bild (1977; “El alma en imágenes”). Esta “materialización del estado del alma” –cómo lo “interior” se convierte en “exterior– se observa en el primero de estos libros a través del modernismo lírico internacional (entre otros, Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, Eliot y Breton), y en el segundo mediante el modernismo lírico sueco (con Ekelund, Lagerkvist, Södergran, Ekelöf, Thoursie y Tranströmer): “El deseo de materializar el interior es un rasgo distintivo del simbolismo de entresiglos, del vanguardismo de la primera década del siglo XX y del surrealismo.”

Poco después de ocupar la cátedra, Espmark comenzó una nueva trilogía lírica. La perspectiva es ahora más amplia, y en Försök till liv (1979; “Intento de vivir”), Tecken till Europa (1982; “Señal a Europa”) y Den hemliga måltiden (1984; “La comida secreta”) –de nuevo una trilogía concebida simétricamente, con doce poemas más extensos por volumen–, el punto central es ahora Europa y, sucesivamente, el mundo en su totalidad. La obra literaria da un giro histórico-cultural y crítico hacia la civilización. Las “estructuras inexorables” son aquí, en mayor medida, el poder; las voces que se levantan del submundo no son atrapadas por la red de la sociedad de bienestar sino que son destrozadas por el poder, poder que a través de los siglos se ha evidenciado como el impulso primario de la humanidad. Su obra literaria se oscurece.

A mitad de la trilogía, Espmark fue elegido miembro de la Academia Sueca. En el discurso de toma de posesión que pronunció sobre su predecesor, dibujó un elocuente autorretrato: “Elias Wessén está presente en cada página de sus trabajos, sin embargo, no se le ve ahí. Se ha introducido en su obra en total unión con ella”. Durante los años ochenta, su investigación literaria dio un nuevo viraje. Se dejó influir por la orientación hermenéutica que seguían algunos de sus más conocidos estudiantes (Horace Engdahl y Anders Olsson, entre otros): escribe un estudio temático sobre Tomas Tranströmer, Resans formler (1983, “Las fórmulas del viaje”) y se sirve de una perspectiva intertextual (la llamada “dialogicidad”) en la colección de ensayos Dialoger (1985; “Diálogos”). El punto de referencia es “el elemento dialógico en la poesía”.

Espmark se convirtió en escritor de novelas hacia el final de los ochenta. Ha hablado de su obra literaria en términos de “insidiosa sencillez”, aspecto que en ningún lugar se hace tan patente como en la sólida, aunque también clara y ligera, colección de siete tomos Glömskans tid (“Tiempo de olvido”). La mirada afilada vuelve a recaer sobre las ruinas de la construcción del estado de bienestar sueco. De nuevo, con el mundo de los muertos de Dante como modelo y con la poesía de personajes como sustento, una serie de representantes de diferentes clases sociales encuentra la ocasión de hablar en las novelas cortas Glömskan (1987; “El olvido”), Missförståndet (1989, “El malentendido”), Föraktet (1991; “El desprecio”), Lojaliteten (1993; “La lealtad”), Hatet (1993; “El odio”), Revanschen (1996; “El desquite”) y Glädjen (1997; “La alegría”). Glömskans tid es una serie de novelas trazada con los colores más oscuros que se puedan imaginar y sin correlato en la época contemporánea.

Resultó totalmente lógico que a esta serie le siguiera la sátira liviana Voltaires resa (2000; “El viaje de Voltaire”), iniciada con la sin par frase: “Cuando Voltaire estaba despertándose notó que le habían vuelto a salir los dientes.” Las dos colecciones de poesía publicadas en los noventa, När vägen vänder (1992; “A la vuelta del camino”) y, aún más, “Det andra livet” (1998; “La otra vida”), ofrecen, naturalmente de modo indirecto, una imagen del anhelo y de la vuelta a empezar en la vida: “Como estar de pie junto a un coche quemado y ver su cuerpo doblado sobre el volante”.



Vía Láctea

No podéis alcanzarme
aunque un bloque de hielo me haya conservado
para vuestro tiempo.
Preguntáis: ¿Quién eras?
¿Qué pensabas? ¿A quién amaste?
Precisamente es lo que me he preguntado yo mismo.
Todo lo que sabéis es mi última cena:
cecina de cabra y nueces.
Pero lo último que comí debió de ser nieve.
Cuando me aplastó la tormenta
y perdí la sensibilidad en manos y pies
sucedió lo único que recuerdo:
una mujer se inclinó sobre mí
allí donde estaba acurrucado en el sendero—
una extraña que me pareció haber conocido de siempre.
Fui tanteando a través de ella.
Ardía su rostro, no lo alcancé.
Se quedó a mi lado
mientras el mundo se reducía a este bloque de hielo.


2

Estaba ante Anubis,
un sencillo comerciante egipcio,
para que me pesase el corazón.
En el otro platillo de la balanza había una pluma.
Si mi corazón pesaba más estaba perdido.
Sólo un corazón sin piedra
puede acceder a lo definitivo.
Con las lágrimas corriendo
por mi cara disuelta vi
cómo se hundía el platillo con la pluma de gallina.


3

Tan acelerado por el mito de dejarme morir
de una caída desde una roca en Leukas.
Sin embargo viví varios cientos de años
en nueve rollos de papiro
que chisporroteaban de amor traicionado.
Fue cuando ardió la biblioteca de Alejandría
cuando morí de verdad.
Nadie vio al que se precipitó
con las ideas en llamas,
los recuerdos como chispas que se esparcen al viento.
Que algo se haya conservado para la posteridad
se debe a un par de minuciosos investigadores:
me metieron en una ortografía singular
y recorrí los siglos
en un infrecuente uso de los pronombres.
Vagué por doquier como un desgraciado fragmento
despojado de su contexto susurrante.
Tarde comprendí: es precisamente como fragmento
como puedo llegar a ti. Mi mudo éxtasis
suena tozudo en tus oídos.



4

Quería ser inmortal
y los engañosos dioses oyeron mi plegaria.
Nietos y tataranietos
he acompañado a la tumba
cada vez más envejecido. Ahora soy un ser gris e ingrávido
como un panal de avispas caído
zumbando de ideas punzantes.
Nadie tiene fuerzas ya para recordarme.
Ahora sé que la suprema alegría
es morir en el círculo de los seres queridos—
refugiarse en el instante de los espasmos y el ahogo
en sus ojos lacrimosos.




5

Era el mes de la peste en Atenas.
Los enfermos se arrojaban a los pozos
para conseguir un poco de frescor
y aliviar la aniquiladora sed
Nosotros, médicos, éramos impotentes
Los moribundos me suplicaban
con voces frenadas por las heridas de la garganta.
De la boca salía ya un hedor a cadáver.
Hice lo poco que pude,
refrescando con paños húmedos
y humedeciendo los ennegrecidos labios.
Entonces comprendí que es la compasión
lo que hace hombre al hombre.
Dejé que los espasmos entrasen en mí
y que el frío subiese desde los pies.
Cuando los enfermos se arrancaron los ojos
fue su desesperación la mía.


6


Cuando dejé de respirar
sentí cómo me mirabas
y cómo tu corazón demoraba sus latidos —
¡qué hermoso me encontraste de repente!
Y leí en tus pensamientos
que pronto ibas a buscar al escultor
para que él me recrease,
sonriente, apoyado en el codo
a lo largo de la tapa del sarcófago
¡No me pienses tan pronto en piedra!
Eso te impidió precisamente ver
cómo se estremecieron mis párpados
Trataban de vencer a la piedra
que ya se había aposentado en ellos.
Quería abrir los ojos
y verte una vez más.



7



Me llamaba María y era de madera,
una tristeza de madera, lentas
ideas de madera y un desgastado sexo de madera.
Pero mi vestido brillaba de lapislázuli
y estaba sembrado de punzantes estrellas.
Una vez me hizo sonreír
un juglar que quería homenajear
a la madre de Dios con sus modestas artes.
Daba volteretas y cantaba en falsete,
imitaba a todos los animales de la naturaleza
y era tan desastroso que hasta conmovió a la madera.
Bajé de mi peana,
mi vestido una ondulante aurora boreal,
y cogí la cabeza del asustado juglar
en mis manos. Mareada por sus olores
palpé sus hirsutos cabellos,
me doblé hacia adelante crujiendo
y besé la sudorosa frente.
Entonces me recorrió un dolor desconocido—
por un instante fui humana.
Volví a subirme al pedestal
dejando al juglar temblando
ante lo que vio como un milagro.
Pero quien experimentó el milagro,
el milagro del ser humano, fui yo.



8

Minutos antes de que vinieran a detenerme
estaba en la ventana con la frente pegada al cristal.
El estrépito del carro de presos sobre el empedrado de la calle
la burla y los escupitajos de la multitud,
los tambores en torno a la guillotina—
todavía no había nada de esto.
Sereno me despedí de las voces de la calle
más allá del reflejo de las cicatrices de mi cara.
Saludé con la cabeza a los que pasaban, mis protegidos,
que me devolvían la sonrisa sin imaginarse
que a mí ese mismo día me llamarían traidor.
Tuve que apoyarme en el marco de la ventana
cuando me despedí también de la revolución
que pronto iba a ser vendida al mejor postor
Miré largo rato buscando la nube:
ella se llevó mi sueño poniéndolo fuera del alcance
de las botas que subían ruidosas por la escalera.




9

Cuando conducía mi carro cargado por el hielo
oí que crujía— un témpano
se desplazó y me hundí en el agua.
El peso levantó al caballo
que se puso a correr por el aire
para llevarnos hasta las nubes.
Cuando la verde tapa de hielo
se volvió a cerrar sobre nosotros
las preguntas se arremolinaron a mi alrededor:
todas las preguntas con que había torturado al cura,
las escrituras destruidas de tanta lectura
con mi angustia garrapateada en los márgenes.
Nunca nos encontraron.
Pero en las burbujas que subían vi con claridad
lo que la vida quería de mí.





10

Saltó la trinchera, uno en un pelotón
gris en el gris como el propio Ypres
y me quitó el fusil con un rugido
que yo sin fuerzas reconocí.
Una sola cosa tuve tiempo de comprender,
como a la luz de un cohete luminoso:
¡nuestros líderes nos han engañado.
Cuando retorció la bayoneta en mi pecho
—ni siquiera me dio tiempo a sentir dolor—
vi su rostro desfigurado por el miedo.
Ese rostro era el mío.



11


La parálisis volverá, lo sé—
la próxima vez definitiva.
Este día con sol tembloroso a través del follaje
y el brillo punzante del lago
al pie de nuestra blanca casa
es sólo una burlona pausa. El poeta que era yo
pronto va a ser una figura muda en un cuadro popular
bajo un cielo con agujeros de nudos,
aunque las ideas se apelotonan en la cabeza
y la garganta se tensa de deseo.
Tengo que encontrar el lenguaje parco, deprisa:
aquí sólo hay sitio para un puñado de palabras,
escritas con caligrafía carolingia
en una cinta
que sale de mi boca silenciada.


12


Fue una tarde destrozada.
Yo era fui uno de los 300
que lograron escaparse de Treblinka
pero que acababan de ser detenidos. Aquella tarde
escribió una mano solitaria en la pared:
Si se encuentra un sólo justo
el mundo podrá sobrevivir.
Oteábamos desamparados hacia la oscuridad
buscando el brillo de una cara
donde se habían dado cita honrados caminos.
¿Quizá una maestra polaca
quizá un consumido sargento alemán
y en obligado uniforme de campaña?
Como parece que me oyes
y por tanto queda un resto del mundo
han debido encontrar a un hombre justo.
¡Ojalá hubiera podido conocerlo!
Yo no vi siquiera el día siguiente
sólo el aterrorizado amanecer.



13

Avanzaba de rodillas por el oscuro pasadizo,
uno de los pequeños filipinos entrenados
para combatir cuerpo a cuerpo en pasajes angostos,
nos habían traído en avión aquí a Vietnam
y nos habían destinado al sistema de túneles de Cu Chi.
De pronto alguien que respira en la oscuridad,
sólo a un metro de mí.
Rechina una metralleta.
Yo tengo el dedo en el gatillo.
Nos demoramos y demoramos y demoramos así.
El uno piensa en el otro:
Sólo si ambos se retiran
se librará uno de ellos de la muerte.
Los pasados de ambos están reunidos aquí,
las oraciones de la madre, la escuela del pueblo, el intento de amor,
como un olor a sudor en un olor a sudor.
El instante se va alargando, alargando.
Un aliento atraviesa otro aliento.



14


Allí tirado en la celda
con una rendija de luz
y un pozal hediondo
como últimos restos de la realidad
me enteré de que el que me había traicionado
era mi mejor amigo
y que mi mujer les había proporcionado “las pruebas”.
Me dieron la vuelta como a un calcetín
para que confesase.
Entonces vi el horror en los ojos de los verdugos
sintieron, como una ráfaga de viento,
cómo la historia les volvía la espalda.







15

Aquel día los dioses adoptaron la figura
de un grupo de jóvenes campesinos serbios
que manejaban los cañones en lo alto de las montañas
y se vengaban de toda falta de respeto.
Riéndose disparaban salva tras salva
sobre nosotros los odiados ciudadanos del valle.
Que te cuenten otros
la visión con la que me topé
cuando la granada alcanzó a mis hijos.
Ni siquiera pude llorar
porque los ojos se me petrificaron al instante.
El tiempo transcurría cada vez con mayor lentitud.
En lugar de dolor me corrían piedras por las venas,
piedras que llegaron hasta pies y dedos.
Ahora estoy aquí, una estatua al dolor
que yo mismo no puedo sentir.
Mis ojos en la roca siguen la nueva vida
sin poder seguirla. Todo lo que he podido entender
es la juguetona maldad de los dioses.


Traducción: Francisco Uriz

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