
CONDICIÓN DE VAMPIRO
Tras una inútil noche en tránsito sanguíneo
-la temblorosa piel-
-el quejido mínimo-
oficio el cándido ritual de abrir sobres a mordiscos.
Desde una atmósfera intensa,
cartas que hablan de lejanos países
me seducen, me vencen.
-¡Vuelve hijo mío!-
firma mi madre.
En un arrebato
retomo las infusiones medicantes
la dieta del ajo
la abstinencia…
pero es inútil;
mis sendos colmillos muerden
una y otra vez mi destino:
velar sueños ajenos es mi condena.
LA DÉBIL MÚSICA DE LAS SUAVES COSAS
En la alta noche,
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
las torres callan
los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
Son las que están
las que estuvieron siempre
y hoy
-complicidad contenida-
nos susurran
una familiaridad irresuelta.
POEMA NÚMERO MIL PARA UNA MUJER
QUE JAMÁS LEYÓ NINGUNO
Después de mil noches anclado en la bahía del correo,
después de 999 poemas devueltos
en sobres sin abrir,
te fuiste diluyendo
como el agua o el viento.
Es que no quisiste perderte en mi bosque
y rodeaste todos los caminos.
Después de traerte la flamígera espada
del ángel que custodia el paraíso,
desenterrar un meteorito
para compararlo con tus ojos.
Después de la tierra, el sueño
la caída de tres dinastías y un imperio,
te escribo este último poema
con método de hormiga laboriosa
cuyo único salario
-no pequeño-
será
el sosiego de terminar este desvarío
con un número redondo como el sol.
Y allá en lo alto
y caiga yo
una y otra vez
en tus brazos/ y tú en los míos
y así/ abandonados ya
el uno en el otro/ crucemos triunfales
ese umbral que sólo los dos conocemos
y no diré aquí
porque nací
para guardarte los secretos
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