sábado, 13 de marzo de 2010

RAFAEL ESPEJO [084]


Rafael Espejo

Rafael Espejo (nacido en Palma del Río, provincia de Córdoba, el 3 de septiembre de 1975) es un poeta español en lengua castellana.

Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, lector editorial y colaborador como articulista de opinión y crítico literario en diversos medios.

Aparece en varias antologías de poesía española reciente, y parte de su obra ha sido traducida al inglés, al francés, al portugués y al italiano.

En 2009 fundó "La Catrina", agrupación que unía a sus poemas acompañamiento musical y animaciones visuales, y que dio lugar en 2011 a "Los duelistas", junto a Dr. Montañés (teclado y sintetizador) y Jhonny Moreno (acordeón y chelo).

Vive en Andalucía.

Obra

Su obra literaria se compone de

Círculo vicioso (Granada, UGR, 1996), Premio Federico García Lorca de poesía en 1995.
Con (Granada, Cuadernos del Vigía, 1999).
El vino de los amantes (Madrid, Hiperión, 2001), Premio Hiperión.
Nos han dejado solos (Valencia, Pre-textos, 2009), Premio Emilio Prados.
Hierba en los tejados (Valencia, Pre-textos, 2015), Premio Ojo Crítico 2015 de RNE.

Otras publicaciones

Fue incluido en Diccionario de Literatura Española (Madrid, Espasa Calpe, 2003). Sus poemas aparecen recogidos en diversas antologías de poesía española contemporánea, entre las que destacan:

Un siglo de sonetos en español (Hiperión, Madrid, 2000).
Edad presente. Poesía cordobesa para el siglo XXI, (Vandalia, Sevilla, 2003).
Veinticinco poetas españoles jóvenes (Hiperión, Madrid, 2003).
Los lunes, poesía. Antología de poesía contemporánea para jóvenes (Hiperión, Madrid, 2004).
'33 de radio 3, (Calamar / Rne3, Madrid, 2004).
Alfileres. El haiku en la poesía última española (Cuatro estaciones, Lucena, 2004).
Que la fuerza te acompañe (El gaviero, Almería, 2005).
Deshabitados (Maillot Amarillo, Granada, 2008).
Terreno fértil. Un ámbito poético: Córdoba, 1994-2009 (Cangrejo Pistolero Ediciones, Sevilla, 2010).
Y para qué + POETAS. Herederos y precursores. Poesía andaluza≤ n. 1970 (Eppur ediciones, Málaga, 2010).
La inteligencia y el hacha. Un panorama de la Generación poética de 2000 (Visor, Madrid, 2010).
Para los años 10. 7 poetas españoles (HUM, Montevideo, 2011).
Y habré vivido. Poesía andaluza contemporánea (Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, Málaga, 2011).
Campos magnéticos. Veinte poetas españoles para el siglo XXI (La Otra, Nuevo León, 2011).
Quien lo probó lo sabe. 36 poetas para el tercer milenio (Letra Última, Zaragoza, 2012).
Igualmente ha participado en otros volúmenes compilatorios, como Hace falta estar ciego. Poéticas del compromiso para el siglo XXI (Visor, Madrid, 2003). Y ha preparado las ediciones de las antologías Alí Chumacero: Páramo de sueños (Pre-textos, Valencia, 2008) y La buena compañía, de Luis García Montero (Renacimiento, Sevilla, 2016).

Publica con regularidad crítica literaria en revistas especializadas (La Estafeta del Viento, Cuadernos Hispanoamericanos, El maquinista de la generación, Paraíso, etc.).


De El círculo vicioso (Universidad de Granada, 1996)

Nocturno

La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
con la luna; hay también
quietud en lo profundo, donde no ocurre nada,
allí donde podría imaginarse
un vuelo de lechuza que atraviesa el silencio.

Y todo se resume en la palabra
fugaz.

Pero yo me detengo en ese corro
que corteja a la vida, compartiendo
explosiones de júbilo y otra especie de guiños
que luego buscarán intimidad
a la luz de las brasas de la hoguera.
Uno de ellos parece ensimismado:
"mañana... estos momentos..."
se teme, 
y no disfruta.

Entre tanto, las chicas,
sensuales con sus nucas descubiertas,
dotadas de misterio por reverberaciones
de llamas que iluminan, de vez en vez, sus rostros;
ajenas al dolor
que acaba de robarle la sonrisa
al joven pensativo.
Se saben triunfadoras del presente.
Y el presente les dura hasta mañana.




De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009


Nos han dejado solos 

A la orilla del mar, 
donde el aire se densa porque viene 
rumiando idiomas. 

Tiembla el cielo en las aguas, 
la tarde mece así sus intuiciones. 

Y si me abrazas nos desvanecemos 
en el paisaje pardo. 

Qué placenta 

esta balsa de tiempo suspendido, 
qué remanso de paz. 

Como el principio.




Nunca del todo

Saber menos aún,
desabrazarle al yo sus anillos de árbol,
confundir mis ideas con luciérnagas
intrascendentes.

Tenerme cada vez, nunca del todo,
como si fuese un niño quien me vive.




Principio y fin de la siesta

Saciados el estómago y el sexo,
¿qué queda?

Mullo el vientre calmado de mi amiga,

que entrecierra los ojos
y apenas corresponde: 

un roce, como ondas
erizando sus hebras.

Desnuda, libra 
la gravedad

de los acantilados

bajo el plácido vuelo 
de los pechos

(el corazón,

poroso y rojo,
serena nuestro canto en su caverna).

Si se ovilla 
es un monte que ofende en la sabana

la aridez del ocaso,
Y late

con pulso adormecido

una respiración secreta, vegetal:
oigo el musgo crecer sobre su pelvis.

La calavera rumia el sueño de su vida
como el mar en las conchas deshabitadas:

¿Qué reverso del mundo
he de aceptar por no quedarme solo?

Y este beso, ¿se filtra
como vaho en su hipnosis?

¿Es el aliento dulce del incienso
o acaso niebla baja
que sonrosa los bordes
de mi amiga?

Duerme,

duerme sobre nosotros
un cielo ensimismado

mientras cruza su frente

esa nube que apaga,
un momento, la tarde.



No me lo expliques

Cuando unas aguas se diluyen
                                   en más agua
crece el anonimato del mundo.

También a las hormigas,
mientras portan el grano y lo almacenan,
las atrae esa muda voluntad
integradora.

Si una presa es cazada
la vida toma impulso en el depredador.

Y el viento siempre vuelve,
y la luz nunca acaba,
y las nubes suceden a las nubes…

Algo con insistencia está pidiendo
que me salga de mí si yo contigo.



Aire viciado

Cuando nos falta fe para cremar la tarde
sostengo con el índice la llama de una vela;
y a esa luz palpitamos
de sombra en la pared,
pero no nos abriga.
Como no hacen hogar las mecedoras
(por más que ralenticen el tiempo de tenernos),
ni la mesa camilla, ni el frufrú de las manos,
los libros, la quietud, los días por venir.

¿Qué poso del amor no quiere aquí asentarse?

Ven,
vamos a abrir la puerta.
No precisamos techo para hacer pie,
míralo así:
tampoco tienen un lugar las nubes
pero pasan.
Y cuando acaso alguna se equivoca,
o queda rezagada,
o el viento la desvía,
no importa, también pasa.




Autorretrato

Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pía.

Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.

De perfil me embellecen
un ojo y una oreja, media nariz, dos labios
mitad sobre mitad.

Y duros huesos a los que se enredan
músculos trepadores
regados por la sangre que heredé,
todo cubierto de porosa dermis
mal abrigada por vellosidades.

Pero yo, que habito una región
ignota en el cerebro,
sólo me reconozco íntegramente
en el pene y los testículos:
esos ojos no natos con trompa umbilical,
reliquias ancestrales
de las eras biológicas que confluyen en mí,
pura animalidad que me despierta.

¿Para qué sirvo entonces,
a qué puedo aplicar estos dispositivos,
exactamente qué he venido a hacer?

Vivir, pero además
vivir consciente,
                                  vivir como si solo
fuese real la vida.

Y dar gracias a ciegas
a quienes me engendraron,
gracias al niño que me trajo aquí,
gracias a las muchachas,
al perro que me sigue y a la flor transitoria,
a la llovizna mística, a la luna de agosto,
gracias a los viajes que al llevarme
me hacen creer en casa,
y a las drogas felices, y a las decepciones
que me tienen humilde.

Esto soy. Gracias,
enormemente gracias.
Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto,
muchas gracias.



Buenos días, noche

De buen amar se vuelve
magullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.

El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.

Agradecido así,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tarareando:

no puedo amarte más, no soy tan físico.



De amiga

Quien esconde un amor,
quien va celosamente almacenando
entre algodones la semilla nueva,

se desvela hacia adentro,
se desvela
como brilla la luna al mediodía.




El milagro

Si me pide Panchita
que desintegre el agua para demostrarle
separaría hidrógeno de oxígeno
con unas pinzas.
No en realidad, pero quizás lo hiciese.
Que me lo pida.



La rueda

Mientras duermo algún sueño
en la sabana
una presa sucumbe a su depredador.
Aquí es noche. Allí día.

Se despereza el mar a cada ola,
las dunas del desierto no encuentran acomodo. 

Si alguien colma su sed,
alguien se desahoga entre memorias tristes.

Huye una nube
                                (flota,
se invierte en ese charco),
está volviendo.

La flor despunta tersa,
se ruboriza el viejo por seguir siendo mundo.

Todo comienza ahora. Todo acaba.



Silba

Unas hojas 
                       -mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
                                     hueco:
vibran,
                revolotean.

Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva...

Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.




De "El vino de los amantes" Hiperión, 2001


Amour Fou

Apaguemos la vela y en silencio
hagamos el amor palpando sombras.
Que crujan de placer nuestros desnudos.

Que las ondas de aliento entrecortado
te rosen el fulgor de los pezones.
Probemos de esta miel la noche toda.

Luego me marcharé sin despertarte:
no dejaré ningún beso dormido
sobre tus labios blandos y entreabiertos. 

Y olvidaré las calles que desande,
por si vuelve a surgirnos la ocasión
de querernos como desconocidos.



De noche, los domingos

De noche, los domingos son más tristes.
Ayuda la impresión bobalicona
de la distante luna, cuyo velo de flema
irreal se contagia:
las familias se arropan a la lumbre
eléctrica, o apuran
los restos de la cena quedamente,
pensando ya en la paz merecida del catre;
descienden el telón de las persianas
y se rinden al sueño de sí mismas.

"Que nadie nos moleste"
digo entonces,
"vámonos a un rincón".
Me aprietas silenciosa. Tú también tienes frío.
Pero los dos sabemos que quizás
sea mejor así,
caminar solitarios los recodos del pueblo
y a espaldas del convento
-piedras despellejadas con verdín-
nuevamente entregarnos en un culto
feliz porque salvaje:
                                         dos mamíferos
que luchan contra el medio por conservar no más
que su sangre caliente.



El beso

Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.

Se siente un leve soplo.

Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.

Saborean. Demoran el deseo.

Los amantes quisieran comprobar la emoción
desde el cuerpo del otro,
fingen que fingen.

Quieren hacer un beso 
que la lluvia del tiempo no erosione.
Que permanezca mínimo y total.

El beso que han soñado tantas veces.

Y cuando al fin comparten la saliva
les queda la impresión 
de haber equivocado algún detalle.



Madriguera

                                                                  Al alba, con el sol, la humareda
                                                 subía de la tierra como el vaho de un horno.
                                                                                      Carlos Martínez  

Rivas

Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:

huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.

Con hilillo de baba
seca en la comisura de sus labios

y un sudor aceitoso surcándole la piel.
Las greñas enredadas.

(¿No desean lamerla, retozarse con ella
como serpientes entre hierbas altas?)

Así la quiero yo: hedionda,
envuelta en la placenta de los días;
presta para nacer entre mis brazos
con las primeras gotas de una luz
                                                                    que la persiana filtre
macerando sus ojos.

Así. Pura mujer. Sin trampas.
Pestilente. Fluvial.
Inmaculada.



Regresión

                                  Y aunque no quise el regreso
                                  siempre se vuelve al primer amor.
                                                   Alfredo Le Pera


Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.

Tú acércate con dudas,
devuélveme el asombro
de aquel breve, infinito primer beso,
el temblor en tus ojos
de niña sorprendida en el pecado.
Deshazte de la ropa.

Tú separa los muslos
e imagina el gemido de unos cauces
con las aguas crecidas,
siente el salitre denso, desbocado
del río al diluirse en el océano.
Tú piensa en tierras húmedas después de una tormenta.

Y acaríciame dulce,
recógeme en tu pecho 
                                              la promesa
de que ya no te vas,
susurra que mañana
vamos a amanecer, mi vida, a medias;
pero antes de que el sueño nos aísle
dame otra vez tus labios recién hechos,
ondúlalos como una bienvenida, 
enjúgame el sudor
                                      pacientemente, madre.



SIEMPRENIÑO

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Oh tua blándula blanda blandícula
Oh tua mamulae mamae moliculae
cave cavete meam víperam nisi te mordem
Morde me! Basia me!
(Rodolfo Hinostroza)

separador_25
¿Sabes qué significan las líneas de tus manos?
Que estás viva.

Así la convencí de que viniese a casa.

Y una vez en mi cuarto de estudiante
con 35 años,
su candor y mi boca se avinieron:

No, no siempre soy así,
siempre soy diferente, Gatusa,
morde me…

Qué bonitas promesas me quedaron.

Y entonces se ofrecía como un cielo
profundo, inteligente.

Y el niño que se niega a desaparecer
al oído me hablaba
de los capullos de las amapolas:
¿De qué color será por dentro?
Si es blanca ganas tú,
si es roja gana ella.
¿Lo abrimos ya, la abrimos?

Gatusa, mientras tanto, separaba
los bordes de su vulva
vaporosamente,
y eran rosas los pliegues de la flor,
y el niño se alegró con un aplauso:
¡Un empate! Tenéis que repetir…

Lo cual verbalicé luego de esta manera:
ven a verme otro día,
te leeré
las líneas de las manos.






en Hierba en los tejados.
Pre-textos.


DÍA

He sacado una silla al balcón
y me he sentado a vivir.

Crece hierba de infancia en los tejados,
donde siempre es domingo.

Y eso me reconcilia
también con el futuro.

¿O soy yo, que sonrío?

Definitivamente
no tiene vértigo la mala hierba:

sube su verde claro,
que su vida es subir.

Incluso las ya secas,
de cálido amarillo,

se mantienen en pie,
pincelando el paisaje.

Hoy va a ser un buen día
de sol y nubes blancas,

respirará su luz
favorita la hierba.

Sentado en una silla con balcón
siempre es domingo.




NATURALEZA VIVA

UNA fuente de frutas
con zumo de naranja, miel y ron

después de aparearnos variamente
en el sofá y la cama
una mañana fresca de domingo.

Y como un ocio de la primavera
por la ventana
ha entrado una calandria en nuestro cuarto.




DEL BUEN APETITO

MIENTRAS troceo los calabacines
en dados imperfectos

tú cantas lo que canta
una italiana desde el transistor.

En la sartén
el aceite festeja la cebolla
con burbujas, la doran en seguida:
dramática belleza.

Tú sigues deambulando por las habitaciones,
de rama en rama como una calandria
absorta en su piar.

El tomate hace aguas,
los ajos machacados beben agua
de tomate.

Pasas por la cocina
silbando un estribillo.
Me abrazas por detrás:
¿estás pensando en mí?

En la sartén el huevo
envuelve de placenta las verduras.

Revuelto con espárragos, te digo.

Me besas: Yo también.


PRIMER ADIÓS A UNO DE LOS MÍOS

SOBRE mi cama
qué postizo
                  y qué afín
tu cadáver. Virginia.

No era carne en alerta
ni espíritu en reposo.

No lo toqué, o quise.
¿Qué podía decirle
a un no-tú tan absurdo?

Pero sí, lo comprendo,
ya es difícil morir
como para ocuparse
de que el cadáver signifique algo.

Nada.

Quizá por eso
me hechizaba tu muerte, me aturdía
su perfección,
su antimilagro puro.









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