miércoles, 10 de marzo de 2010

ANTONIO COLINAS [039]


Antonio Colinas

Antonio Colinas es un poeta, novelista, ensayista, traductor y periodista español que nació en La Bañeza, León, el 30 de enero de 1946. Ha publicado una obra variada que ha recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura en 1982 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el año 2016.

Hizo estudios técnicos y de Historia en la Universidad de Madrid y algunos a quienes el poeta reconoce como sus maestros fueron Vicente Aleixandre y María Zambrano. El primero leía sus poemas y le daba consejos y la segunda le influyó mucho en el terreno del pensamiento.1 Entre 1970 y 1974 ejerció como lector de español en las universidades de Milán y Bérgamo. Posteriormente vivió dos décadas en Ibiza y en 1998 trasladó su residencia a Salamanca.

Sus primeras publicaciones son de 1969 y pertenecen al género lírico: Poemas de la tierra y de la sangre y Preludios a una noche total, aunque su poemario publicado en 2001, Junto al lago, fue escrito en 1967. En 1985 publicó su primera novela, Un año en el sur: Para una educación estética - la continuación de ésta fue Larga carta a Francesca (1986). Entre sus traducciones del italiano se encuentran la obra de Giacomo Leopardi y la poesía completa de Salvatore Quasimodo, ganador del Premio Nobel de Literatura. En la prensa han publicado sus colaboraciones diarios como El País, ABC y El Mundo y revistas como la Revista de Occidente y Cuadernos Hispanoamericanos.

Aunque no figura en la antología de Josep María Castellet, se le suele incluir en el grupo de los Novísimos. Es uno de los pocos poetas españoles que cultiva de forma asidua el verso alejandrino. La obra de Colinas presenta amplitud y relativa variedad, ya que ha publicado poesía, novela, ensayo y memorias, además de un tipo de prosa poética y aforística, y ha realizado también numerosas traducciones (entre ellas, muchas de textos poéticos y autores italianos).

Comentarios sobre su obra

En Antonio Colinas, los críticos han destacado los temas de evocación clasicista, su regusto por lo clásico y por la decadencia material del pasado. Es un poeta de la estética y de la meditación. Su poesía se crea con un halo místico, señal que revela su anexión incondicional al pasado. Es tratado, por otra parte, como un poeta alejado del barroquismo y, dentro de los de su grupo, si podemos decir así, es el que más apego guarda con la tradición que remonta a la Antigüedad Clásica, al Renacimiento y al Romanticismo. Se lo considera como el más puro de los novísimos.

Aunque se le ha identificado con los novísimos, se distingue por seguir, prácticamente desde el principio, un camino personal, marcado por su propio instinto literario. Debido a ello, enseguida se singulariza su voz: frente a los excesos vanguardistas del grupo, Antonio Colinas alcanza un equilibrio clásico, nacido de su capacidad para asumir distintas tradiciones poéticas, literarias, filosóficas y espirituales, hacerlas propias y darles un aliento enteramente personal.

Otro rasgo de su obra es la conjunción entre literatura y vida, así como entre la experiencia vital y la cultural: una escritura que nace de la vida, a la que ilumina, da un impulso trascendente e impregna de continuas resonancias simbólicas y metafísicas.

Estilo de Colinas

Sobre el estilo de este poeta ha escrito el profesor José Paulino Ayuso que:

Conviene notar el curso pausado y reflexivo del ritmo, aunque con diferencias de composición. ya que puede escribir un poema breve, casi sentencioso, otro poema más extenso y descriptivo y llegar hasta el poema-libro. Del mismo modo, emplea versos regulares, medidos, como el alejandrino (un libro entero es una unidad orgánica compuesta en alejandrinos, por ejemplo) o elige una forma versal más libre, pero siempre busca el rigor (precisión, austeridad, exactitud, tono) en la construcción del poema y la musicalidad en el lenguaje, que nos acerca al fenómeno del encantamiento: en el lenguaje poético se produce el encantamiento del mundo y de nuestras emociones. Por otro lado, está en él la busca constante de lo esencial, del conocimiento que se desvela y.revela y que viene acompañado por la emoción, más aún, por el estremecimiento ante la poesía y ante el misterio que se descubre en ella. Encantamiento y misterio componen los dos elementos esenciales que afloran en esa dicción, ritmo y musicalidad de Antonio Colinas, cuya poesía, de esta manera, ha alcanzado, por el reconocimiento de la crítica, la categoría de una poesía clásica, con el clasicismo propio de nuestra época.

El signo del equilibrio marca también su obra. Equilibrio que no es sino armonización de principios antagónicos, armonía dialéctica. Equilibrio entre la emoción y la meditación; entre la estética (un estilo siempre musical y claro, tendente a la esencialización de la palabra) y la ética (ese poner el dedo en la llaga de los desastres de la historia, de los abusos de un racionalismo estrecho, de la destrucción de la naturaleza.

Premios y distinciones

Premio de la Crítica de poesía castellana 1976 por Sepulcro en Tarquinia
Premio Nacional de Literatura 1982 por Poesía, 1967-1980
Mención Especial del Premio Internacional Jovellanos de Ensayo 1996 por Sobre la Vida Nueva
Premio Castilla y León de las Letras 1998
Premio Internacional Carlo Betocchi 1999 por su labor como traductor y estudioso de la literatura italiana
Premio de la Academia Castellana y Leonesa de Poesía 2001
Leonés del Año 2005
Premio Nacional de Traducción 2005, concedido por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia, por su traducción de la poesía completa del Premio Nobel Salvatore Quasimodo
"Alubia de Oro", galardón que reconoce su título de "Personaje Bañezano del Año 2006", creado por el semanario El Adelanto Bañezano
Premio Leonés del Año 2006 (concedido por la Cadena Ser)
Pregonero Vitalicio de la Feria del Libro de Salamanca, 2008
Hijo Adoptivo de Salamanca, 2011
X Premio de la Crítica de Castilla y León, 2012
Premio de las Letras Teresa de Ávila, 2014
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el año 2016.

Obras

Poesía

Poemas de la tierra y de la sangre, León, Diputación Provincial, 1969.
Preludios a una noche total, Madrid, Rialp, col. Adonais, 1969.
Truenos y flautas en un templo, San Sebastián, C.A.G. de Guipúzcoa, 1972.
Sepulcro en Tarquinia, León, Diputación Provincial, col. Provincia, 1975
Sepulcro en Tarquinia, Barcelona, Lumen, Col. El Bardo, 1976.
Astrolabio, Madrid, Visor Libros, 1979.
En lo oscuro, Rota (Cádiz), Cuadernos de Cera, 1981.
Poesía, 1967-1980, Madrid, Visor Libros, 1982.
Sepulcro en Tarquinia (poema, con 6 dibujos de Montserrat Ramoneda), Barcelona, Galería Amagatotis,1982
Noche más allá de la noche, Madrid, Visor Libros, 1983.
Poesía, 1967-1981, Madrid, Visor Libros, 1984.
La viña salvaje, Córdoba, Antorcha de Paja, 1985.
Diapasón infinito (con dos litografías, un grado y una serigrafía de Perejaume), Barcelona, Tallers Chardon y Yamamoto, 1986.
Dieciocho poemas, Ibiza, Caixa Balears, 1987.
Material de lectura, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1987.
Jardín de Orfeo, Madrid, Visor Libros, 1988.
Libro de las noches abiertas (con 16 ilustraciones de Mario Arlati), Milano, Peter Pfeiffer,1989.
Blanco / Negro (con 5 ilustraciones de Mario Arlati, ed. bilingüe), Milano, Peter Pfeiffer,1990.
Los silencios de fuego, Barcelona, Tusquets, col. Marginales, 1992.
La hora interior, Barcelona, Taller Joan Roma, 1992.
El río de sombra. Poesía 1967-1990, Madrid, Visor Libros, 1994.
Sepulcro en Tarquinia (poema), con prólogo de Juan Manuel Rozas, Segovia, Pavesas, 1994.
Pájaros en el muro / Birds in the wall (bilingüe, con tres grabados de Barry Flanagan), Barcelona, Taller Joan Roma, 1995.
Libro de la mansedumbre, Barcelona, Tusquets, col. Nuevos Textos Sagrados, 1997.
Córdoba adolescente, Córdoba, CajaSur, col. Los Cuadernos de Sandua, 1997.
El río de sombra. Treinta años de poesía, 1967-1997, Madrid, Visor Libros, 1999.
Amor que enciende más amor, Barcelona, Plaza y Janés, 1999.
Sepulcro en Tarquinia (poema), (con grabados de Ramón Pérez Carrió), Pedreguer (Alicante), col. “Font de La Cometa”, 1999.
Nueve poemas, Salamanca, Celya, col. Aedo de Poesía, 2000.
Junto al lago, Salamanca, Cuadernos para Lisa, 2001.
Tiempo y abismo, Barcelona, Tusquets, col. Nuevos Textos Sagrados, 2002.
La hora interior. Antología poética 1967-2001, Junta de Castilla y León, 2002.
L'amour, el amor, (con poemas de Michel Bohbot; ilustraciones de Irriguible), París, Editions du Labyrinthe, 2002.
Obscur hautbois de brume (antología bilingüe de Françoise et alii. Contiene completo “Noche más allá de la noche”)), Bruxelles, Le Cri, 2003.
Seis poemas, (comentados por Luis Miguel Alonso), Burgos, Instituto de la Lengua de Castilla y León, 2003.
Treinta y ocho poemas. Homenaje al grabador Antonio Manso, Madrid, Real Casa de la Moneda, 2003
El río de sombra. Treinta y cinco años de poesía, 1967-2002, (6ª edición) Madrid, Visor Libros, 2004.
Noche más allá de la noche, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2004.
En Ávila unas pocas palabras, Valladolid, Ediciones de El Gato Gris, 2004.
En la luz respirada (edición crítica de “Sepulcro en Tarquinia”, “Noche más allá de la noche” y “Libro de la mansedumbre”, a cargo de José Enrique Martínez Fernández, Madrid, Cátedra, 2004.
Sepulcro en Tarquinia (edición conmemorativa de la primera aparición de este libro –1975-2005- con un disco compacto con la voz del autor), Visor Libros, Madrid, 2005.
Desiertos de la luz, Barcelona, Tusquets, 2008.
Sepulcro en Tarquinia (poema; caligrafiado e iluminado por Javier Alcaíns), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2009.
Obra poética completa. 1967-2010, Madrid, Siruela, 2011.
Catorce retratos de mujer, Salamanca, 2011.
Canciones para una música silente, Madrid, Siruela, 2014.

Narrativa

Un año en el sur (Para una educación estética), Madrid, Trieste, 1985 (2ª ed., Barcelona, Seix Barral, 1990; El Páramo, 2011).
Larga carta a Francesca, Barcelona, Seix Barral, 1986 (2ª ed., 1989).
Días en Petavonium, Barcelona, Tusquets Editores, 1994.
El crujido de la luz, León, Edilesa, 1999.
Huellas, Valladolid, Castilla Ediciones, 2003.
Ensayo y otros géneros[editar]
Leopardi (Estudio y antología poética bilingüe), Gijón, Júcar, col. “Los poetas”, 1974 (2ª ed., 1985).
Viaje a los monasterios de España, Barcelona, Planeta, col “Biblioteca Cultural RTV”, 1976 (nueva edición ampliada, León, Edilesa, 2003).
Vicente Aleixandre y su obra, Barcelona, Dopesa, 1977 (2ª ed., Barcelona, Barcanova, 1982).
Orillas del Órbigo, León, Ediciones del Teleno, col. “Biblioteca Popular Leonesa”, 1980. (2ª ed., León, Diputación Provincial, col. “Breviarios de la Calle del Pez”).
La llamada de los árboles (con 30 ilustraciones), Barcelona, Elfos, col. “Miniaturas selectas”, 1988.
La crida del arbres(trad. De M. Villangómez), Barcelona, Elfos, 1988.
Hacia el infinito naufragio (Una biografía de Giacomo Leopardi), Barcelona, Tusquets Editores, col. “Andanzas”, 1988.
El sentido primero de la palabra poética, Madrid/México, FCE, 1989.
Pere Alemany: la música de los signos, Barcelona, Àmbit, 1989.
Ibiza, La nave de piedra (con fotografías de Toni Pomar), Barcelona, Lunwerg, 1990.
Tratado de armonía, Barcelona, Tusquets Editores, col. “Marginales”, 1991 (2ª ed., 1992).
Mitología clásica (con grados de los siglos XVIII y XIX), Madrid, Álbum / Jesús Tablate editor, 1994.
Rafael Alberti en Ibiza. Seis semanas del verano de 1936, Barcelona, Tusquets Editores, col. “Andanzas”, 1995.
Escritores y pintores de Ibiza, Ibiza, Consell Insular, 1995.
El Grand Tour (con grabados de los siglos XVIII y XIX), Madrid, Álbum / Jesús Tablate editor, 1995.
Sobre la Vida Nueva, Oviedo, Nobel, 1996.
El jardín y sus símbolos, Antonio Colinas y Joaquín Lledó (con grabados del siglo XIX a cargo de Jesús Tablate Miquis), Madrid, Álbum Letras Artes, 1997 (de A. C., “Preliminar” y “El jardín y sus símbolos”, pp. 4-29).
Nuevo tratado de armonía, Barcelona, Tusquets Editores, col. “Marginales”, 1999.
Ibiza y Formentera: dos símbolos, Palma de Mallorca, Turismo Balear, 1999.
Ibiza, Segovia, Artec Impresiones, 2000 (prólogo de Concha García Campoy).
Contrarios contra contrarios (El sentido de la llama sanjuanista, León, La Biblioteca I.E.S. Lancia, col. Cuadernos del Noroeste, 2000 (incluido en Del pensamiento inspirado II, pp. 138-148)
Los símbolos originarios del escritor, Astorga, Centro de Estudios Astorganos, 2001 (incluido en Del pensamiento inspirado II, pp. 31-46).
Del pensamiento inspirado, vol.I, Junta de Castilla y León, 2001.
Del pensamiento inspirado, vol. II, Junta de Castilla y León, 2001.
Poética y poesía, (con grabación en CD), Madrid, Fundación Juan March, 2004.
Los días en la isla, Madrid, Huerga&Fierro, 2004.
La simiente enterrada. Un viaje a China, Madrid, Ediciones Siruela, 2005.



Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz...

Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.
No pasará otra onda rumorosa del río,
no quedará este chopo envuelto en fuego verde,
no cantará otra vez el pájaro en su rama,
sin que deje en el aire todo el amor que siento.
Aquí, en estas riberas que llevan hasta el llano
la nieve de las cumbres, planto sueños hermosos.
Aquí también las piedras relucen: piedras mínimas,
miniadas piedras verdes que corroe el arroyo.
Hojas o llamas, fuegos diminutos, resol,
crisol del soto oscuro cuando amanece lento.
Qué fresca placidez, que lenta luz suave
pasa entonces al ojo, que dulzura decanta
el oro de la tarde en el cuerpo cansado.
Hojas o llamas verdes por donde va la brisa,
diminuto carmín, flor roja por el césped.
Y, entre tanta hermosura, rebosa el río, corre,
relumbra entre los troncos, abre su cuerpo al sol,
sus brazos cristalinos, sus gargantas sonoras.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, miro arder todas las tardes
las copas de los álamos, el perfil de los montes,
cada piedra minúscula, enjoyada del río,
del dios río que llena de frutos nuestros pechos.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.




Canto X

Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe
que en el norte de Hispania alguien manda grabar
en piedra un verso suyo esperando la muerte.
Este es un legionario que, en un alba nevada,
ve alzarse un sol de hierro entre los encinares.
Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida,
a cuerno requemado, a humeantes escorias
de oro en las que escarban con sus lanzas los bárbaros,
Un silencio más blanco que la nieve, el aliento
helado de las bocas de los caballos muertos,
caen sobre su esqueleto como petrificado.
Oh dioses, qué locura me trajo hasta estos montes
a morir y qué inútil mi escudo y mi espada
contra este amanecer de hogueras y de lobos.
En la villa de Cumas un aroma de azahar
madurará en la boca de una noche azulada
y mis seres queridos pisarán ya la yerba
segada o nadarán en playas con estrellas.
Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta
sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan
en brazos de la muerte la vida que soñaron.
No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo,
que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria.
Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento
gotear en la nieve mi sangre enamorada.
Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos
se clavan en los ojos de otro herido que escucha:
Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio.

De "Noche más allá de la noche"



Canto XXXV

Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la sabia de los troncos talados,
y, como roca voy respirando el silencio
y, como las raíces negras, respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado,
en un mundo visible, por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido".



Cita con una muchacha sueca entre 
el Sena y los Campos Elíseos

Mis ojos eran dos nostálgicas panteras.
¿Cómo era aquella luz que endiosaba mis horas?
Agria luz esmeralda del Ganjes y del Nilo.
La luz de las manzanas salpicadas de lluvia.
La luz que hay en las puertas con picaportes de oro.
La luz que hay en los párpados de las águilas muertas.
Yo esperaba tus ojos con ojeras violáceas
mientras callaban todas las fuentes y en el cielo
mastines de azabache olfateaban las nubes.
(Qué festín el del cielo, qué gran fruto podrido)
Escuchando la lluvia que cesaba en los techos
de cinc, con los cabellos mojados, olorosos
aún por los pinares del Grand Bois de Boulogne,
-las manos escocidas de remar en el lago-
esperando en el pórtico umbroso del museo,
con los pies en la alfombra llena de vino y faunos,
quieto entre las columnas, pálido, distraído
por el gas enfermizo de aquel primer farol,
y por los carruajes, fúnebre y aristócrata
como un poeta inglés de la Romantic Revolt,
pensando en los abetos de tu país al alba,
sonriendo tristemente por no llorar tu ausencia,
cercando con mis dientes tu nombre -Kerstin, Kerstin-
mis ojos como dos nostálgicas panteras
esperaban tus ojos entre los matorrales.




Córdoba arde eternamente sobre un río de fuego

En este edificio que había sido mansión romana y palacio árabe,
luego se estableció la Inquisición desde 1490 hasta 1821.
(De una Guía de la ciudad.)

Viendo la muchedumbre de papeles y libros sediciosos
que nos vienen de Francia, convendría que todos
fuesen quemados. Y otro tanto se haga
con los que hablan de gramática, retórica o dialéctica(
o cuantos nos contagien con esta pestilencia)
Y en el nombre del Padre y del Hijo y del ESPÍRITU SANTO
empezaron a arder los libros de la Ciencia,
a cegarse los arcos, a abrirse en los muros
la sonrisa de acero de las verjas,
a razonar desde la sinrazón,
a vivir desviviéndose.
Durante cuatro siglos aquí tuvo su sede
la Santa Inquisición. (Acudimos al breve
remedio a que, en conciencia, estamos obligados
15 para aplacar a nuestro Señor, que está ofendido,
pues están estos reinos cercados de enemigos)
Las soberbias estatuas de mármol sin cabeza
comenzaron a cimentar los muros
de conventos y ermitas. Con un templo querían
ocultar otro templo. No sabían que todo
espacio es sagrado cuando se está pensando
en la Divinidad.
Durante cuatro siglos la vida fue una historia
enterrada en el sueño de frescos y mosaicos.
Dejó el agua de ser en los jardines agua
para pasar a ser agua bendita.
Mas no podían contener los muros
la fiebre de la sangre, y en el aire
el azahar arrastraba aún los besos
de los siglos pasados. (El justo Dios discierne
la vida de los hombres haciendo a unos siervos
ya otros Señores para que la licencia
y el mal obrar del siervo la reprima el poder
de los que le dominan.)
Quisieron ir sembrando en el verdor ceniza,
sepultar los aromas de la luz en las fosas,
someter cada cosa a la monotonía
de la espada y el dogma,
pero bajo la tierra había resonancias
de músicas, y cascos sobre los empedrados,
provocación de rosas oscuras y jazmines,
labios que musitaban en las diversas lenguas,
los rumores nocturnos de acequias y de cedros.

(¡Oh virtuosa, magnífica guerra,
en ti las querellas volverse debían!
Esforzábase el obispo -¡Dios qué bien lidiaba!-
dos moros mató con lanza y cinco con espada.
¡Qué maldita canalla! ¡Perros herejes, ministro
soy de la Inquisición Santa! Y hervía el aire
infectado de negras oraciones,
fueron llenando todos los rincones de cruces
y, desde entonces, el limoso curso
del río no ha cesado de ir sobrecargado de lujuria.
Durante cuatro siglos aquí tuvo su sede
la Santa Inquisición,
pero bajo las losas crecían los rosales
de la verdad, se abrían paso los manantiales,
continuaba incesante el abrazo
de los amantes muertos. (Señor, Señor,
corrigiendo hemos ido. Tu obra,
la hemos fundamentado
sobre la autoridad, el misterio, el milagro)
De pozos secos, de estanques cegados
por las piedras asciende la tormenta
negra de los relinchos de miles de caballos
y el sabio, indomable, como tormenta guarda
celoso en el centro de su cerebro toda
la verdad recibida de la Naturaleza.
Había cansinas músicas y rancias oraciones
derrotadas por cada atardecer morado
y vaciaba el cielo sus estrellas mojadas
en la yerba piadosa que no sabe de dogmas.
(Que los delitos son: el ser judaizante o morisco,
el pecado de la fornicación, blasfemia,
brujería, herejía y sean los castigos:
cárcel, confiscación o sambenito,
reprimenda, galeras o destierro,
azote, suspensión, despedida, hoguera...)
Uno a uno destrozan los frisos y cercenan
las columnas rosadas, mas de ellas va saltando
la sangre como fuente y en los muñones roídos
de cada capitel las zarzas siembran gozo
y ocultan el pecar furtivo de los jóvenes.

Sueños de Oriente y sueños de Occidente
eran un solo sueño en los jardines
de esta ciudad cuando llegó la Santa
Inquisición. (Los leños, la bayeta,
cera amarilla, obra de tablado y cadalso,
milicia y pintado de esfinges, las toquillas,
~ la cera y las largas túnicas con sus cruces,
comida para el Santo Tribunal y Ministros...)
Vendan los ojos, atan lentamente las manos
a argollas y maderos,
pero la vida aúlla dentro de cada cárcel
como un enorme animal herido.
Y esa incesante pira que alzan en las plazas,
va avivando mil fuegos de libertad serena
en cada corazón de los humanos.
(Tras el mucho penar lo sacan y lo arrojan
100 al suelo y le escupen, le tiran de las barbas,
le dan mil bofetadas, lo llenan de incontables
afrentas y denuestos. Gritan a voz en cuello:
¡Muera el traidor a la patria!
In nomine Pater et Fili et Spiritu Santo...)
¡Oh ignorancia, cuadrada locura española!
Hoy la ciudad arroja fuego de sus pulmones,
se rebela en sus ruinas contra los nuevos bárbaros,
ve arder jubiloso el mal sueño de ayer.
los huesos calcinados de sus inquisidores.




El camino cegado por el bosque

Créeme, no es piedad lo que siento por ti,
ahora que estoy lejos, sino un recuerdo herido.
Por ti y por el camino cegado por el bosque
que no pude seguir aquella noche joven,
perfumada y abierta como el cuerpo de un pino.
No es piedad, sino una sensación de fracaso,
de suave y entrañable dolor que nunca cesa.
Fuiste buena conmigo en mis días de entonces:
me diste cuanto soy, este veneno dulce
que me impulsa a luchar contra el mar, contra el tiempo
y contra el mismo amor de los que bien me quieren.
No es piedad, aún te busco en la noche perfecta,
deseoso, sediento de tus colores ácidos,
de tus estrellas frías, de tus ramas y ríos
helados tras los cielos del más hermoso invierno.
Te lo digo dolido y con los ojos húmedos,
aunque la mente esté segura, serenada:
no te pude tener más cerca, pues mis labios
llegaron a rozar tus nieves, tu horizonte.
No es piedad, créeme; sólo sé que una tarde
avanzada, profunda, descendí de aquel monte
puro y purificado como un fuego de junio.
Creí volver a ti definitivamente
y me encontré el camino cegado por el bosque.

"Astrolabio" 1975 - 1979




Envío

¿Recuerdas todavía el débil canto
del ruiseñor perdido en la enramada?
Viste temblar conmigo aquella noche
la copa del ciprés.
Desmadejó
el cielo hilos de luna por tu rostro.
Pero después del pájaro y la luna
se apagaron los astros.
Vi pasar
no sé qué brisa extraña por tu cuerpo.
¿Recuerdas nuestras manos en el agua?
¿Recuerdas el silencio sobre el campo
y, como un dios sangrante, el nuevo día
incendiando las torres, las palomas?




Escalinata del palacio

Hace ya mucho tiempo que habito este palacio.
Duermo en la escalinata, al pie de los cipreses.
Dicen que baña el sol de oro las columnas,
las corazas color de tortuga, las flores.
Soy dueño de un violín y de algunos harapos.
Cuento historias de muerte y todos me abandonan.
Iglesias y palacios, los bosques, los poblados,
son míos, los vacía mi música que inflama.
Salí del mar. Un hombre me ahogó cuando era niño.
Mis ojos los comió un bello pez azul
y en mis cuencas vacías habitan escorpiones.
Un día quise ahorcarme de un espeso manzano.
Otro día ma até una víbora al cuello.
Pero tiempre termino dormido entre las flores,
beodo entre las flores, ahogado por la música
que desgrana el violín que tengo entre mis brazos.
Soy como un ave extraña que aletea entre rosas.
Mi amigo es el rocío. Me gusta echar al lago
diamantes, topacios, las cosas de los hombres.
A veces, mientras lloro, algún niño se acerca
y me besa en las llagas, me roba el corazón.

De Truenos y flautas en un templo




Fantasía y fuga en Santillana del Mar

Oigo como un rotundo tronar de capiteles
¿Abrirá tras las lomas el mar grutas azules?
Crece el musgo en las uñas de los leones de piedra.
Las ballestas apuntan al vientre de los niños.
El pueblo es un gran árbol de piedra retorcida
y la lluvia no cesa de suavizar su lomo.
En el aire un aroma enfermo de eucaliptos.
Guardaré todo el sueño de esta noche en mi pecho
y volveré a pensar en las hortensias húmedas
del jardín, en la hierba medieval de los claustros.
Monstruos de las arcadas, abrid bien vuestros ojos
abultados, sabed que también yo soy duende
y sé de sortilegios y de milagrerías.
Fresquísima es la boca de la noche en las gárgolas.
Viene un ciervo de piedra a beber en la fuente.
Huele su piel a azufre, a aire marino, a yedra.
Se yergue suntuoso como un rosal, es ciego
y suenan sus pezuñas de plata en cada losa.
Mil veces lo han herido de muerte por los bosques
y otras tantas lo han visto desde las celosías
inclinar en la fuente su cabeza sonámbula.
Qué angustia recordarme sin balcón en la noche,
sin navío de piedra surcando las higueras,
el maíz primitivo, los paganos cipreses.
Guardaré todo el sueño, la belleza en huida
y seguirán las rosas de herrumbre tan lozanas
floreciendo en las verjas como negros halcones.
Sí, volverá el milagro de la lluvia otra noche
con el son enlutado, hondo, de la vihuela,
con las yeguas en celo piafando en las cuadras,
con el bello ajimez prieto de ruiseñores.

Guardaré, maga amiga de sienes de violeta,
el sabor de tus labios hechizados a muerte.




Fe de vida

Esperar junto a este mar (en el que nacieron las ideas)
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas.)
Ser sólo la brisa en la copa del pino grande,
el aroma del azahar, la noche de las orquídeas
en las calas olvidadas.

Sólo permanecer viendo el ave que pasa
y no regresa; quedar
esperando a que el cielo amarillo
arda y se limpie con los relámpagos
que llegarán saltando de una isla a otra isla.
O contemplar la nube blanca
que, no siendo nada, parece ser feliz.
Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá,
sobre las olas que pasan,
como un remo perdido.
O seguir, como los delfines,
la dirección de un tiempo sentenciado.

Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Dejadme, no con la luz del conocimiento
(que nació y se alzó de este mar),
sino simplemente con la luz de este mar.
O con sus muchas luces:
las de oro encendido y las de frío verdor.
O con la luz de todos los azules.
Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos,
a los días tensos, a las ideas como cuchillos.

Ser como olivo o estanque.
Que alguien me tenga en su mano como a puñado de sal.
O de luz.

Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón –al fin- pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.



EPITAFIO PARA HSIU HSIAN WU

Desde tu isla grande de Taipei
llegabas hasta este noroeste 
de todos los olvidos
en busca de más luz, 
Sin saber que es aquí donde muere la luz.
Y de tus manos blancas
iban brotando formas prodigiosas 
que en silencio ofrendabas 
al silencio.
Ahora, de repente, es muy negra la luz
y con esa noticia que nos traen 
de tu muerte,
tu cabeza, como la de Orfeo,
viene rodando, entre las piedras de oro
de esta ciudad que amaste,
como un turbulento fuego negro.
Regresarás un día siendo luz 
que ni duele ni muere.
Esa luz que nosotros aún no vemos,
esa luz que tú ves 
y que ya eres.




POEMA DE LA BELLEZA CAUTIVA QUE PERDÍ

Pequeña de mis sueños, por tu piel las palomas,
la pálida presencia de la luna en el bosque
o la nieve recién caída de los astros.
por esa piel sin mácula, por su tersura suave,
tronché columnas firmes, derrumbé la techumbre
de la más alta noche: la de mis sueños puros.
Pan del amanecer tu blanco cuello, frente,
osamenta querida, veta, venero noble…
Aquí tengo los brazos abiertos como un río,
las venas descansadas, todo el amor del mundo
dispuesto a consumir en un beso glorioso.
Pequeña mía, amada, no olvides que por ti,
una noche de julio, olvidé la aventura
de salir a buscar la belleza cautiva.




SIGNOS EN LA PIEDRA

Sigue la senda de las piedras musgosas, la que conduce a la gran roca,
a la raíz del ara, 
a la raíz eterna del tiempo.
Mira la nieve humilde de la cima
tutelar, donde se cierra el círculo
que se abriera en tu infancia,
donde se abre la noche del ser
en la luz que es más luz,
donde ya no hay preguntas
ni respuestas.                                                  
En esa nieve posa tus dos ojos.
Luego, pósalos en el ara
y respira profundo.
Posa también tus manos:
que se aquieten tus manos como palomas,
que echen raíces en el silencio helado de la piedra.
Verás en ella señales muy leves,
signos dictados por el firmamento,
los símbolos de un tiempo infinito
que va huyendo de ti,
mas que a la vez está en tu interior:
revelación del alma que no muere.                                                      
No podrás ir más allá.
No debes ir más allá. 




LOS ÚLTIMOS VERANOS

Padres: aunque intuyo un vacío
que sólo con dolor podrá el tiempo llenar,
estos últimos años vuestros
son, en verdad, los más bellos años míos;
porque, aunque hay un final que puede amenazarlos,
los va intensificando el verdadero amor.
Sí, por maduros y temibles son
los instantes más bellos de mi vida,
porque al irse abriendo en mí el vacío
de vuestra ausencia
definitivamente cierro cada duda
del ser y del no ser.
(No hay dudas ya en el tiempo del amor).

Y qué daría yo por detener
esta luz de los últimos veranos,
las auroras de oro en nuestras vegas?
Todo es verde y dorado en esa luz.
Así es que esperadme en el fuego o la nieve
de aquellos cielos fríos,
de aquellos cielos puros.
Sabed que ya no quedan
espinos en los nidos de otro días
(son tan sólo las zarzas que rodean
los huertos y los prados de León;
los que tienen un fondo de espadañas,
de cicatrices de piedras ferrosas,
de adobe enfebrecido,
y humedades de tréboles y juncos
flotando en madrugadas de silencio).

Esperad y que sienta
temblar un día más vuestras dos vidas
como temblaban álamos de junio
(jóvenes y con pájaros)
junto a los ríos de mi adolescencia.
No vayáis más allá.
Que perdure este instante
perfumado de muerte y de amor verdadero.
No atraveséis aún la frontera infinita. 





SIMONETTA VESPUCCI

Simonetta: 
por tu delicadeza 
la tarde se hace lágrima,
funeral oración,
música detenida.
Simonetta Vespucci:
tienes el alma frágil
de virgen o de amante.
Ya Judith despeinada
o Venus húmeda
tienes el alma fina del mimbre
y la asustada inocencia
del soto de olivos.
Simonetta Vespucci:
por tus dos ojos verdes
Sandro Botticelli
te ha sacado del mar,
y por tus trenzas largas,
y por tus largos muslos.
Simonetta Vespucci,
que has nacido en Florencia.           

(De Sepulcro en Tarquinia)





Giacomo Casanova acepta el cargo de bibliotecario 
que le ofrece, en Bohemia, el conde de Waldstein

Escuchadme, Señor: tengo los miembros tristes.
Con la Revolución Francesa van muriendo
mis escasos amigos. Miradme: he recorrido
los países del mundo, las cárceles del mundo,
los lechos, los jardines, los mares, los conventos,
y he visto que no aceptan mi buena voluntad.
Fui abad entre los muros de Roma y era hermoso
ser soldado en las noches ardientes de Corfú.
A veces he sonado un poco el violín
y vos sabéis, Señor, cómo trema Venecia
con la música y arden las islas y las cúpulas.
Escuchadme, Señor: de París a Moscú 
he viajado en vano, me persiguen los lobos
del santo Oficio, llevo un huracán de lenguas
detrás de mi persona, de lenguas venenosas.
Y yo sólo deseo salvar mi claridad, 
sonreír a la luz de cada nuevo día,
mostrar mi firme horror a todo lo que muere.
Señor: aquí me quedo en vuestra biblioteca, 
traduzco a Homero, escribo de mis días de entonces,
sueño con los serrallos azules de Estambul.     

(De Sepulcro en Tarquinia)






LA PRUEBA

Mira: a punto estás de penetrar en el bosque.
Vas a dejar la casa blanca de la cima,
tan plácida, tan llena de música y sosiego,
y ahí te espera el bosque impenetrable.

Irremediablemente deberás cruzarlo:
el bosque que desciende por ladera escabrosa,
el bosque en que no hay nadie
y el bosque en el que puede haber de todo,
el bosque de humedades venenosas,
morada de lo negro,
y de una luz que enturbia la mirada.

Entra en él con cuidado y sal sin prisas,
mas nunca se te ocurra abandonar la senda
que desciende y desciende y desciende.
Mira mucho hacia arriba y no te olvides
de que este tiempo nuestro va pasando
como la hoz por el trigo.
Allá arriba, en las ramas,
no hay luces que te ciegan, si es de día.
Y si fuese de noche,
la negrura más honda la siembran faros ciertos.
Todo lo que está arriba guía siempre.

Mira: te espera el bosque impenetrable.
Recuerda que la senda que lo cruza
–la senda como río que te lleva–,
debe ser dulce cauce y no boa untuosa
que repta y extravía en la maraña.
Que te guíe la música que dejas
–la música que es número y medida–
y que más alta música te saque
al fin, tras dura prueba, a mar de luz.

(De Los silencios de fuego)





ZAMIRA AMA LOS LOBOS

Zamira ama los lobos.
Yo quisiera ir con ella a buscarlos
a las tierras más altas,
donde los robledales rojos de Sotillo
han perdido sus hojas en las fuentes,
allá donde los caballos
beben el agua helada de las cascadas
y se espera la nieve
como una bendición.

Tú y yo estamos en este hospital
esperando a la muerte.
No la muerte tuya ni la muerte mía,
sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Y éstos, ¿a quiénes pasarán,
cuando mueran, sus muertes?
Tú y yo esperando el final,
el vacío del límite,
mientras la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un cuchillo inocente.
Y es que, esperando la muerte de los otros,
esperamos un poco la muerte nuestra.

Quizá, por ello, Zamira ama los lobos.
Quizá, por ello, yo deseo también
salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
a los páramos altos, a los prados remotos.
Y podríamos ver los espinos,
y las brasas de sangre del sol
en mimbrales morados.
Puesta ya en nuestros ojos
la venda de la nieve,
que no pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre resplandor de los quirófanos.

Zamira ama los lobos,
quiere escapar del laberinto de piedra y cristal
del dolor.
Zamira: partamos y no regresemos.

(De Tiempo y abismo)





LETANÍA DEL CIEGO QUE VE

Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro.
Que estos campos tan fieros y tan puros
me sean buenos, cada día más buenos.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno
los sienta como escarcha en mi tejado.

Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.
Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azul.
Que si alguien, de repente, vino para arrancarme
cuanto sembré y planté llorando por las nubes,
me torne en nube yo, me torne en planta,
que sean aún semilla mis dos ojos
en los ojos sin lágrimas del perro.

Que si hay enfermedad sirva para curarme,
sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Que si rindo mi mente y detengo mis pasos,
que si cierro la boca para decirte todo,
y dejo de rozar tu carne ya sembrada,
que si cierro los ojos y venzo sin luchar
(victoria en la que nada soy ni obtengo),
te tenga a ti, silencio de la cumbre,
o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo.

Que respirar en paz la música no oída
sea mi último deseo, pues sabed
que, para quien respira
en paz, ya todo el mundo
está dentro de él y en él respira.
Que si insiste la muerte,
que si avanza la edad y todo y todos
a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,
me venza el mundo al fin en esa luz
que restalla.
Y su fuego
me vaya deshaciendo como llama
de vela: con dulzura, despacio, muy despacio,
como giran arriba extasiados los planetas.

(De Tiempo y abismo)









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